CAPÍTULO 7

Cómo enseñar a leer a su bebé

Nosotras, las madres, somos los alfareros, y nuestros hijos, la arcilla.

WINIFRED SACKVILLE STONE: Natural Education.

La mayoría de todos los tipos de instrucciones empieza por decir que, a no ser que se sigan exactamente, no darán resultado.

Contrastando con ello, puede afirmarse con bastante seguridad que, por muy pobre que sea la forma de exponer a un niño de 2 años a la lectura, indiscutiblemente aprenderá más que si no se le expone; así, esto resulta un juego en el que siempre se gana, aunque se juegue muy mal. Tendría que hacerse increíblemente mal para que no produjera ningún resultado.

No obstante, cuanta más inteligencia se emplee en este juego de enseñar a leer a un chiquitín, más rápidamente y mejor aprenderá.

Sí planteamos correctamente este juego de enseñar a leer, disfrutaremos con fruición tanto nosotros como nuestros hijos.

Se tarda menos de media hora diaria.

Vamos a revisar los puntos cardinales que hemos de recordar sobre el niño antes de empezar a exponer cómo enseñarle a leer:

  1. El niño de edad inferior a 5 años puede absorber una enorme cantidad de conocimientos.
  2. El niño de menos de 5 años puede admitir información con notable rapidez.
  3. Cuantos más conocimientos adquiera a una edad inferior a les 5 años, más retendrá.
  4. El niño de menos de 5 años tiene una tremenda cantidad de energía.
  5. El niño de menos de 5 años siente un extraordinario deseo de aprender.
  6. El niño de menos de 5 años puede aprender a leer, y quiere aprender a leer.
  7. El niño de menos de 5 años aprende un idioma completo, y puede aprender casi tantos como se le presenten. Puede aprender a leer una o varias lenguas tan fácilmente como entiende la lengua hablada.

A QUÉ EDAD EMPEZAR

La pregunta referente al momento de empezar a enseñar a un niño a leer es fascinante. ¿Cuándo está un niño preparado para aprender algo?

Una vez, una madre preguntó a un famoso pediatra a qué edad debía empezar a formar a su niño.

Él le contestó: "¿Cuándo va a nacer el niño?"

"Bueno —observó la madre—, ya tiene 5 años."

"Señora, váyase a casa rápidamente —urgió el especialista—. Ha malgastado ya los mejores 5 años de la vida de su hijo."

A partir de los 2 años, aprender a leer se hace más difícil cada día. Si el niño tiene 5 años, le será más fácil que si tuviera 6. A los 4 años es más fácil todavía, y a los 3, muchísimo más fácil.

La edad de 2 años es el mejor momento para empezar, si se quiere dedicar el mínimo de tiempo y de energía en enseñar al niño a leer. (Si está dispuesto a molestarse un poco más de la cuenta, puede empezar a los 18 meses, o si se es lo bastante inteligente, incluso a los 10 meses).

Hay dos puntos vitales en lo que se refiere a la enseñanza del niño:

  1. Actitud de los padres y enfoque de la enseñanza.
  2. Tamaño y ordenación del material de lectura.

1.- Actitud de los padres y enfoque de la enseñanza.

Aprender es la mayor aventura de la vida. Aprender es deseable, vital, inevitable y, sobre todo, el mayor y el más estimulante juego de la vida. El niño lo cree así, y siempre lo creerá, a no ser que le persuadamos de que no es verdad.

La regla fundamental es que tanto los padres como el niño deben enfocar gozosamente el aprendizaje de la lectura, como el magnífico juego que es. El padre, o la madre, jamás debe olvidar que es el juego más interesante de la vida; no un trabajo. Aprender es una recompensa, no un castigo. Aprender es un placer, no una obligación. Aprender es un privilegio y no algo negativo.

El padre, o la madre, deben recordar siempre esto y no hacer nunca nada que pueda destruir esta actitud natural del niño.

Solo se les debería dar la oportunidad de jugar a leer a los niños buenos; a los que se portan mal se les debería negar esa oportunidad. Por tanto, si el niño ha sido malo, los padres no deben decirle que ha sido bueno y que por eso puede jugar, por el mero hecho de que los padres quieran jugar. Al niño no se le puede engañar un solo instante. El sabe que ha sido malo y entonces puede llegar a la conclusión de que leer será más un castigo que una recompensa. Si el niño se porta mal tres días seguidos, sencillamente no juega al juego de leer durante este período de tiempo, sin que importe para nada lo mucho que los padres lo deseen.

La segunda regla importante es asegurarse de que el tiempo que pasan jugando a leer es muy corto. Al principio, debe jugarse no más de cinco veces al día, pero cuidando de que cada “sesión” no dure más de unos minutos.

Para saber cuándo ha de terminar cada sesión de aprendizaje, los padres han de ejercitar todo su ingenio.

Los padres deben saber lo que está pensando el niño un poco antes que él lo sepa, y deben suspender cada "sesión" antes que el niño lo desee.

Si los padres observan siempre esta regla, el niño les pedirá que jueguen a leer, y así no solo no se agotará, sino que se estimulará el deseo del niño de aprender.

En resumen, los padres deben recordar constantemente dos cosas:

  1. Aprender es más divertido que cualquier otra cosa.
  2. Los ratos de aprendizaje (las sesiones) deben siempre terminar antes que el niño quiera hacerlo.

2.- Material adecuado.

El material que se utiliza para enseñar al niño a leer es sencillo en extremo. Está basado en muchos años de trabajo de un numeroso equipo de investigadores que han estudiado cómo se desarrolla y funciona el cerebro humano.

Se ha concebido de completo acuerdo con el hecho de que leer es una función cerebral. Este material, proyectado teniendo en cuenta las capacidades y limitaciones del aparato visual del niño pequeñito, trata de solventar todas sus necesidades, desde la máxima a la mínima agudeza visual y desde la mera función al aprendizaje cerebral.

Todo este material debe hacerse en cartulina blanca lo bastante rígida para que pueda soportar el trato, no siempre cuidadoso, a que estará sometida. Se puede comprar en pliegos y recortarlos, dándoles la forma que se desee.

Las palabras seleccionadas deben dibujarse con tinta china, utilizando para ello rotulador o cartuchos cargados de tinta con puntas de fieltro, que se hallan actualmente en el mercado bajo diferentes nombres comerciales.

Los trazos deben ser limpios y claros, y el estilo de letra ha de ser sencillo y siempre igual.

Debe mantenerse por lo menos un margen de 1,25 centímetros entre las letras y el borde de las cartulinas.

El material utilizado debe contener los elementos siguientes:

  1. Las palabras mamá y papá, cada una en una cartulina de unos 15 centímetros de alto por 60 centímetros de largo.

    Las letras (cada una de ellas) han de ser de 12,5 centímetros por 10 centímetros, con 1,25 centímetros, aproximadamente, entre letra y letra; deben dibujarse en minúsculas y con tinta roja.

  2. Las veinte palabras básicas del cuerpo humano (cuya lista ofrecemos en la Segunda etapa), irán en cartulinas blancas de 12,5 centímetros de alto por unos 60 centímetros de largo, con letras minúsculas rojas de 10 centímetros de altura.

  3. Las palabras básicas del mundo inmediato del niño (cuya lista ofrecemos en la Tercera etapa), han de ir igualmente con letras minúsculas rojas, ahora de 5 centímetros de altura, en cartulinas blancas de 7,5 centímetros de alto.

  4. Vocabulario para la construcción de frases: cartulinas de 7,5 centímetros de altura para cada palabra, siendo estas en negro y con letra minúscula de 5 centímetros de altura.

  5. Vocabulario para construir párrafos: cartulina con párrafos, en los que las palabras vayan escritas en negro y con letra minúscula de 2,5 centímetros de altura. Estas cartulinas se taladran y se reúnen en un cuaderno mediante anillas. Las cartulinas han de ser además lo bastante grandes para que quepa en ellas el texto de cada página.

  6. Un libro que tenga un vocabulario limitado, impreso en negro, con letras mayúsculas y minúsculas de 0,60 centímetros de altura, aproximadamente.

  7. El alfabeto, en cartulinas cuadradas de 10 centímetros de lado, con letras negras, mayúsculas y minúsculas, de 7,5 centímetros de altura.

El material comienza con grandes letras minúsculas rojas y va cambiando progresivamente a letras minúsculas negras de tamaño normal. Esto se hace así para que la vía visual del niño pueda madurar e ir apreciando gradualmente el material que se presenta a su cerebro.

Las letras grandes se utilizan en un principio por la sencillísima razón de que se ven con mayor facilidad; son rojas simplemente porque el rojo atrae al niño chiquitín.

PRIMERA ETAPA (diferenciación visual)

La primera etapa para enseñar a leer al niño comienza tan solo con dos palabras. Cuando el niño las ha aprendido, está preparado para seguir progresando en su vocabulario, pero no antes.

Al principio, no se debe dejar que el niño vea otras palabras, excepto mamá.

Debe empezarse a una hora del día en que el niño está descansado y de buen humor y tenga mayor capacidad receptiva.

Ha de utilizarse una parte de la casa que ofrezca la menor distracción posible, tanto para el sentido visual como para el auditivo; p. ej., no se debe tener la radio puesta y ha de evitarse cualquier otro tipo de ruido. Un buen lugar es el rincón de una habitación en donde no haya muchos muebles ni cuadros ni cualquier otro objeto que pueda distraer la atención visual del niño.

Entonces debe ponerse simplemente, ante él la palabra mamá, fuera de su alcance, y decirle claramente: "Aquí dice mamá."

No hay que darle al niño más explicación ni más detalles. Se le deja que vea la palabra durante 10 segundos, no más.

Después se juega con él, se le da muestras de cariño durante 1 minuto o 2, y se le presenta de nuevo la palabra. Se le deja que vuelva a verla otros 10 segundos, y se le repite una sola vez con voz clara: "Aquí dice mamá."

Luego se vuelve a jugar con él otros 2 minutos.

De nuevo se le enseña la palabra durante 10 segundos y se le repite que allí pone "mamá".

No se le debe preguntar qué pone.

La primera "sesión" ha terminado, y no se ha tardado ni 5 minutos en total.

Esta sesión se repite cinco veces el primer día, exactamente como la acabamos de describir. Las repeticiones deben estar separadas entre sí al menos media hora.

Ha pasado el primer día y ya se ha alcanzado la primera etapa para enseñar a leer al niño. (Así, pues, no se han invertido más de 25 minutos en total).

El segundo día se repite la sesión básica dos veces.

Cuando se vaya a empezar la tercera se le enseña la palabra, y se le pregunta con voz clara:

"¿Qué es esto?"

Se cuenta hasta 10, despacio y en silencio.

Si el niño responde: "mamá", se darán grandes muestras de alegría. Debe decírsele al niño que es muy bueno y muy listo, que se está orgulloso de él y que se le quiere mucho. Es muy conveniente abrazarlo y expresarle el cariño de un modo físico.

No se le debe sobornar ni recompensar con pasteles, bombones o cosas por el estilo. Como irá aprendiendo muy rápidamente, los padres no podrían, desde un punto de vista económico, comprar pasteles suficientes, ni lo resistiría el niño desde el punto de vista de su salud. Además, los dulces son escasa recompensa comparados con el cariño y el respeto.

En el caso de que el niño no dijera "mamá" después de habérsele presentado la palabra y contado despacio hasta 10 (mentalmente), no hay que sentirse decepcionados. Y, más importante todavía, ha de tenerse mucho cuidado en no manifestar la decepción ni en la voz ni en el gesto ni en cualquier expresión del rostro. No es necesario; solamente está empezando. Por el contrario, ha de decírsele claramente y con alegría: "Esto es mamá, ¿verdad?"

Se le debe seguir enseñando simplemente como el primer día y repetir la pregunta solo una vez cada día, en la tercera sesión. Aprender mamá puede costar al niño un día o una semana. Si no la ha aprendido al final de una semana (lo cual es muy improbable), guárdese todo el material durante una semana, pasada la cual se volverá a empezar.

Hay enormes probabilidades de que aprenda rápidamente.

Cuando ya ha aprendido la palabra mamá, ha de mostrársele la palabra cinco veces más durante el mismo día, preguntándole cada vez qué es.

Se ha de desplegar gran alegría y ruidoso entusiasmo cada vez que conteste correctamente.

Una vez seguros de que el niño ya conoce esta primera palabra, puede procederse a enseñarle la siguiente.

La palabra papá ha de presentarse de la misma manera y con el mismo cuidado que se enseño mamá. Cuando se este seguro de que la ha aprendido, debe probarse exactamente de la misma forma que con mamá.

Ahora el chiquitín sabe ya la palabra mamá y la palabra papá. No las ha visto al mismo tiempo. Es importante que el niño no vea las palabras mamá y papá simultáneamente antes de saberlas bien por separado.

En la sesión siguiente, los padres deben comenzar como siempre mostrando la palabra mamá y pidiendo al niño que la identifique. Cuando el niño lo ha hecho, se le sigue mostrando la palabra mamá con una mano, y con la otra se le enseña la palabra papá. Se le pide al niño que identifique también esta palabra.

Ahora cambia el juego el aprendizaje, aunque la duración de las sesiones sigue siendo solo de 5 minutos o menos.

Entonces el padre o la madre juegan a poner las dos palabras delante del niño y le pide que señale mamá o papá.

Cuando se está positivamente convencido de que el niño no solo conoce las palabras mamá y papá, sino, lo que es más importante, puede diferenciarlas, ha terminado ya la primera y más importante etapa para enseñar a leer.

No se debe insistir demasiado en las palabras mamá y papá porque el niño se cansará rápidamente.

La única advertencia en todo el proceso de aprendizaje de la lectura es que hay que evitar el aburrimiento. Nunca debe aburrirse al niño. Si se va demasiado despacio es más probable que se aburra que si se va demasiado aprisa, Recuérdese que este inteligente bebé puede aprender portugués, p. ej., al mismo tiempo; por tanto, no se le debe aburrir.

Cuando el niño sabe diferenciar mamá de papá ya se pueden guardar las cartulinas y considerar cuan magnífico es lo que acabamos de conseguir.

El niño acaba de superar lo más difícil que se le puede presentar en todo el proceso de lectura.

Ha logrado, con la ayuda de su padre o de su madre, dos de las cosas más extraordinarias:

  1. Ha preparado su camino visual, y lo que es más importante, su cerebro, lo bastante para diferenciar un símbolo escrito de otro.
  2. Ha aprendido a dominar una de las más complejas abstracciones con que tendrá que enfrentarse en la vida: sabe leer palabras. Solo tendrá que llegar a dominar una abstracción mayor, correspondiente a las letras del alfabeto por separado.

Unas palabras sobre el alfabeto. ¿Por qué no hemos empezado por enseñarle al niño el alfabeto? La contestación a esta pregunta es importantísima.

Es principio básico de todo tipo de enseñanza que se debería comenzar por lo conocido y lo concreto para ir progresando hacía lo nuevo y lo desconocido, y finalmente alcanzar lo abstracto.

Nada puede ser más abstracto para un cerebro de 5 años que la letra a. Debemos, pues, rendir tributo al genio de los niños que les permite siempre lograr aprenderla.

Es obvio que si el niño de 5 años tuviera capacidad para entablar una discusión razonada, haría mucho tiempo ya que les habría planteado claramente esta situación a los adultos.

En tal caso, cuando se le enseñara la letra a, el niño preguntaría; "¿Por qué esta cosa es a?"

¿Qué contestaríamos?

«Bueno —diríamos—, pues es porque…, ejem…, porque ¿no ves que es "a" porque…?, pues porque era necesario inventar este…, ejem…, símbolo, para…, ejem…, que representara el sonido "a" que… también hemos inventado, por lo que…, ejem…»

Y así hubiera quedado la cosa.

Al final, la mayoría de nosotros habría dicho seguramente: «¡Es "a" porque yo soy mayor que tú, por eso es "a"!»

Y quizá esta razón sea tan válida como cualquier otra para decir por qué "a" es "a".

Afortunadamente, no hemos tenido que explicárselo a los niños porque, aunque quizá no pudieran entender históricamente por qué "a" es "a", saben en cambio que somos mayores que ellos y les parece satisfactoria esta razón.

Sea como fuere, se las han arreglado para aprender esas veintiocho abstracciones visuales, y lo que es más, las veintiocho abstracciones auditivas que acompañan a las primeras. Esto no suma un total de 56 combinaciones posibles de imagen y sonido, sino que alcanza 784 combinaciones posibles de abstracciones.

Aprenden todo esto aun cuando solemos enseñárselo a los 5 o 6 años, edad en la que ya se les va haciendo difícil aprender.

Por fortuna, somos lo bastante sensatos como para no intentar iniciar a los estudiantes de Derecho, de Medicina o de Ingeniería en abstracciones tan descabelladas, ya que, siendo adultos jóvenes, no lo resistirían.

Lo que estos chiquitines han logrado en la primera etapa, la diferenciación visual, es muy importante.

Leer las letras es muy difícil, puesto que nadie ha comido nunca una a, o tomado una a, o llevado una a, o abierto una a. Uno puede comerse una naranja, atrapar una pelota, ponerse una camisa o abrir un libro. Así como las letras que componen la palabra "pelota" son abstractas, la pelota en sí no lo es, y por tanto es más fácil aprender la palabra "pelota" que aprender la letra p.

También, por otra parte, la palabra "pelota" es mucho más distinta de la palabra "nariz" que la letra a de la letra b.

Estos dos hechos hacen que las palabras sean mucho más fáciles de leer que las letras.

Las letras del alfabeto no son las unidades de lectura y escritura, como tampoco los sonidos aislados lo son del lenguaje oído o hablado.

Las palabras son las unidades del lenguaje. Las letras son simplemente el material de construcción técnica dentro de las palabras, como lo son la arcilla y la madera para los edificios. Los ladrillos y las tablas se cuentan entre las auténticas unidades de la construcción de una casa.

Mucho más adelante, cuando el niño lea bien, le enseñaremos el alfabeto. Para entonces ya podrá comprender por qué le fue necesario al hombre inventar un alfabeto y por qué necesitamos letras.

SEGUNDA ETAPA (el vocabulario del cuerpo)

Empezamos enseñando a un niño pequeñito a leer palabras utilizando las propias del cuerpo porque lo primero que el niño aprende a conocer es su propio cuerpo. Su mundo empieza siendo interno y solo se va exteriorizando, hecho este que los educadores ya conocen desde hace mucho tiempo.

Hace unos cuantos años, un brillante educador expresó, mediante unas letras mágicas, algo que ayudó mucho a mejorar los sistemas de educación.

Estas letras eran V. A. T. (visual, auditivo, táctil).

Se hizo constar que los niños aprenden a través de una combinación de vista (V), oído (A) y tacto (T). Y así las madres han jugado siempre con sus hijos, diciéndoles cosas como estas: "Este cerdito fue al mercado y este cerdito se quedó en casa…", cogiéndoles los dedos de los pies para que los niños puedan verlos (visual), diciendo en voz alta las palabras para que puedan oírlas (auditivo) y apretándoles los dedos de los píes para que puedan sentirlos (táctil).

Empezamos, pues, con las palabras que se refieren al cuerpo. Han de ser un poco más pequeñas que las primeras, pero seguirán siendo grandes, rojas y en letra minúscula.

Como las palabras anteriores, estas se van presentando una a una, escondiendo las demás.

También en este caso debe estar el niño de buen humor, y su ambiente inmediato tan libre como sea posible de motivos de distracción.

Este vocabulario corporal ha de contener las 20 palabras siguientes, cada una de ellas en una cartulina blanca de 12,5 centímetros de altura, con letras; minúsculas rojas de 10 centímetros de altura:

mano ojo labio cuello
cara pie nariz pierna
dedo uña brazo lengua
ceja oreja cabeza
boca tripa
pelo pecho
codo

Comenzamos con el término corporal “mano”.

Primero, la madre, coge la mano del niño y dice claramente: "Esto es mano." Deja que el niño vea la mano, le vuelve a decir claramente "mano" y se la aprieta.

Entonces sujeta la cartulina con la palabra mano y vuelve a decir; "Esto es mano."

Luego, la madre sigue exactamente el mismo procedimiento que empleó al enseñarle las palabras mamá y papá.

Cuando la madre tiene la seguridad de que el niño conoce ya la palabra mano, y solo entonces, puede empezar con la siguiente.

Igual que en el caso de las palabras anteriores, el niño sólo debe ver las que ha aprendido y no otras, puesto que enseñarle todas ellas simultáneamente le crearía confusión. Este último punto es muy importante.

En este material de enseñanza hay 7 palabras de 4 letras referentes al cuerpo. La madre debe ensañarle primero estas 7 palabras antes de mostrarle las otras. Esto evitará que el niño distinga las palabras meramente por su longitud. Primero se le han presentado las 7 palabras de 4 letras; una vez aprendidas una a una, las 3 de 3 letras; a continuación se le presentarán las 6 de 5 letras, y finalmente se le enseñarán las de 6 letras.

Hemos de evitar mostrarle al niño dos palabras consecutivas que empiecen por la misma letra.

"Codo", "ceja" y "cara" empiezan las tres con c, y por tanto no se deben enseñar consecutivamente, pues el niño podría acabar confundiendo, p. ej., "cara" y "ceja" por empezar ambas por c.

Los niños a quienes ya se les ha enseñado el alfabeto tienen mucha más tendencia a cometer este error que los niños que no lo conocen. Conocer el alfabeto causa una leve confusión al niño. Al enseñarle la palabra "ojo", p. ej., la madre puede encontrarse con que el niño, al ver de nuevo a su vieja amiga la letra "o", la recuerde y pronuncie con júbilo en lugar de leer la palabra "ojo".

Cada vez que se añade una palabra nueva, se han de repasar todas las anteriores.

Una vez más hemos de recordar la regla áurea: nunca aburrir al niño. Si se aburre, es muy posible que se deba a que se le hace avanzar demasiado despacio.

Si se ha seguido bien el ritmo de aprendizaje, este será de una palabra nueva cada dos días. El niño puede alcanzar hasta una palabra diaria. Si se es lo bastante hábil y entusiasta, puede aprender incluso más.

Cuando el niño haya aprendido las palabras correspondientes a su cuerpo, se puede pensar ya en la etapa siguiente en el proceso de aprender a leer. El niño ha superado ya dos de las etapas más difíciles. Si hasta ahora ha tenido éxito, será difícil evitar que lea dentro de poco.

Sin embargo, antes de pasar a la etapa siguiente, es necesario decir algo sobre el niño de 1 año que está aprendiendo a leer, pero que todavía no habla.

Si se empieza cuando el niño tiene 1 año o menos, seguramente no hablará o dirá solamente "mamá" y una o dos palabras más. Hemos visto algunos niños que sabían leer muchas palabras que no sabían decir.

Entre los adultos, casi siempre resulta cierto que se saben leer, en una lengua nueva, muchas más palabras de las que se entienden al oírlas. Hay que recordar que un bebé está aprendiendo una lengua nueva.

Supongamos que ha decidido usted enseñar a leer a su niño de 11 meses. Perfectamente, adelante; pero hágalo exactamente de la misma manera que si le estuviera enseñando a hablar. Será más difícil; pero no para el niño, sino para usted. Por supuesto, el obstáculo que surge enseguida es el de la comprobación.

Es evidente que si un niño pequeñito es incapaz de decir "mano", no se le podrá enseñar de la misma manera que a un niño mayor. Cuando se dé este caso, el padre o la madre tendrá que adoptar medidas más indirectas, como, p. ej., decir al niño: "¿Dónde está la palabra manta?", o bien: "Dame la palabra mano."

Si el padre o la madre del niño que no sabe aún hablar está dispuesto a aceptar este pequeño extra, se verá recompensado. En realidad, los esfuerzos encaminados a enseñar a leer al bebé no retrasarán su lenguaje, sino que incluso, con toda probabilidad, le harán hablar más pronto y aumentarán su vocabulario. Hay que recordar que el lenguaje es el lenguaje, ya sea transmitido al cerebro por vía visual o por vía auditiva.

En El Instituto utilizamos la lectura como uno de los medios importantes de enseñar a hablar a niños con lesiones cerebrales.

TERCERA ETAPA (El vocabulario "doméstico")

Cuando el padre o la madre estén seguros de que el niño pequeñito lee ya las palabras del "yo corporal", puede empezar con la tercera etapa de este aprendizaje de lectura.

Hasta ahora, tanto los padres como el niño habrán enfocado el juego de la lectura con gran placer y expectación. No ha de olvidarse que se está forjando en el niño una afición a aprender que se multiplicará a lo largo de su vida. Más exactamente: se está reforzando un entusiasmo persistente por aprender que no se destruirá, pero que podría torcerse desembocando en un cauce inútil o incluso absolutamente negativo para el niño. El juego ha de jugarse con alegría y entusiasmo.

La tercera etapa, la de enseñarle al niño las palabras referentes a "su casa", es cuestión apenas de continuar añadiendo nombres, con la diferencia de que ahora son los de aquellos objetos familiares que le rodean.

Las palabras referentes a "su casa" son más pequeñas que las palabras referentes "a sí mismo". Siguen siendo rojas, en letra minúscula, pero ahora de mitad del tamaño que tenían las palabras sobre el "yo corporal"; estas son de 5 centímetros de altura en cartulina de 7,5 centímetros.

El vocabulario referente a "la casa" consiste en aquellas palabras que nombran los objetos que le rodean, tales como "silla" o "pared".

Las palabras deben enseñarse a un ritmo aproximado de una palabra nueva cada día. Al tocar este punto, es oportuno hablar sobre el ritmo al que cada niño en particular debería aprender a leer, o aprender cualquier otra cosa.

John Ciardi escribe en el semanario Saturday Review del 11 de mayo de 1963 que al niño deben proporcionársele nuevos conocimientos "al ritmo determinado por su propia y feliz avidez". Estas palabras resumen la situación estupendamente.

No debemos tener miedo de seguir las directrices del niño en este aspecto. Nos asombraremos de la magnitud de su avidez y del ritmo a que aprende.

El vocabulario "doméstico" se divide realmente en varios subvocabularíos, correspondientes a la familia, los objetos, las cosas de su propiedad y las acciones. Contienen palabras como las siguientes (mamá y papá ya se le han enseñado, claro está, pero en letras mayores):

  1. Familia

    mamá perro pez
    papá gato tío
    hermano hermana pájaro

    Han de hacerse en esta lista supresiones o adiciones a fin de que refleje la auténtica familia del niño. Sí el niño no tiene ningún hermano, ni gato, ni pez, estas palabras no deben introducirse. Si, por el contrario, el niño tiene una hermana, un perro y un pájaro, estas palabras sí que deben incluirse.

    En cartulinas separadas se dibujan los nombres propios de cada uno de ellos, como María, Pedro o Roberto, e igualmente su propio nombre.

    Los nombres propios comienzan por letras mayúsculas, y así deberían escribirse; pero no es necesario ni conveniente llamar la atención del niño hacia las letras mayúsculas, a no ser que conozca ya el abecedario. Si ya lo conoce y hace preguntas sobre las letras mayúsculas, será necesario explicarle brevemente que los nombres propios empiezan con mayúscula.

    Las palabras siguen enseñándose una por una, como anteriormente, pero a cada palabra que se enseñe, la madre debe señalar a la persona o animal que se vaya nombrando.

    En este momento el niño tendrá ya un vocabulario de lectura, de 25 a 30 palabras, pero no es conveniente hacerle repasar todas las palabras aprendidas. Le parecerá muy aburrido. A los niños les encanta aprender, pero no les gusta que los pongan a prueba. Las pruebas producen invariablemente un grado de tensión, por parte del padre o de la madre, y los niños lo perciben enseguida. Tienen entonces tendencia a asociar la tensión y el desagrado con el hecho de aprender.

    Por consiguiente, el padre o la madre deberán limitarse en el repaso a un máximo de cinco palabras antes de cada sesión.

    No debemos olvidar que hay que felicitar calurosamente al niño por cada éxito.

  2. Objetos (los que la familia posee)

    silla mesa puerta
    ventana pared alfombra
    reloj cocina nevera
    televisión

    También a esta lista se le han de añadir o suprimir palabras, a fin de que sea fiel trasunto de las cosas que rodean al niño en su casa y los objetos que son propiedad particular de su familia.

    Como siempre, se le enseñan al niño las palabras de la misma forma que anteriormente, señalándole los objetos a medida que el niño aprende a leer la palabra. Cada palabra nueva se la debe enseñar, como es obvio, en la habitación en la que se halla normalmente el objeto o en la propia habitación que se nombra.

    Sigamos "alimentando" la dichosa avidez de aprender del niño con las palabras de aquellos objetos que le pertenecen.

  3. Propiedades (objetos que pertenecen al niño)

    plato cuchara taza
    sombrero zapatos pelota
    camión pantalón vestido
    pijama

    Como en los subvocabularíos anteriores, esta lista puede cambiarse a fin de que refleje los objetos que en realidad pertenecen al niño y las cosas que más le gustan. Naturalmente, la lista variará según que el niño tenga 18 meses, o 5 años, o según sea niño o niña.

    Se le siguen enseñando las palabras exactamente de la misma forma que las que ha aprendido hasta ahora. Esta lista puede oscilar entre 10 y 50 palabras, según elección de los padres y del niño.

    La lista de lectura (que hasta aquí alcanza aproximadamente las 50 palabras) se compone en su totalidad solo de nombres. El grupo siguiente, dentro del vocabulario de la casa, refleja acciones y, por tanto, presenta por primera vez una serie de verbos.

  4. Acciones

    sentarse comer beber
    andar correr saltar
    reír llorar dormir
    leer

    A medida que se le va enseñando cada nueva palabra, la madre debe ilustrar la acción (p. ej., saltar), y ha de decirle entonces: "Mamá salta." Luego hará saltar al niño, diciendo: "Pedrito salta." Después se le muestra la palabra al niño y se le dice; "Esta palabra es saltar." De este modo, madre e hijo van "haciendo" las palabras. Al niño le encantará esto, ya que tanto él como su madre (o su padre) intervienen en la acción y en el aprendizaje.

Cuando el niño ha aprendido las palabras básicas referentes al hogar, está preparado para seguir adelante.

A estas alturas el niño lee más de 50 palabras, y tanto él como sus padres deben estar encantados. Han de hacerse dos aclaraciones antes de empezar con la etapa siguiente, que es ya el principio del fin de este proceso de aprender a leer.

Si el padre o la madre ha sabido enfocar el enseñar a leer a su niño o niña como un puro placer (que sería lo ideal) más que como un deber u obligación (que por otra parte, no es una buena razón), tanto los padres como los niños gozarán intensamente en cada sesión.

John Ciardi, en el artículo que ya hemos mencionado, dice del niño: "Si se le ha querido (lo que quiere decir: si ha jugado con sus padres y estos se han divertido de verdad en el juego)…" Esta es una magnífica descripción del cariño —jugar y aprender con el niño—, y siempre debería hallarse presente en la mente de los padres mientras están enseñando al niño a leer.

La segunda aclaración que los padres deben recordar es que los niños sienten una gran curiosidad por las palabras, ya sean escritas o habladas. Cuando el niño manifiesta interés por una palabra, cualquiera que sea la razón, es entonces el momento oportuno de escribirla y añadirla a su vocabulario. Leerá muy pronto y con gran facilidad cualquier palabra que haya preguntado.

Así, pues, si el niño pregunta: "Mamá, ¿qué es un rinoceronte?" o "¿Qué quiere decir microscopio?", es importante contestar a la pregunta con mucho cuidado y luego escribírsela inmediatamente para añadirla a su vocabulario de lectura.

El niño sentirá un orgullo especial y un gran placer aprendiendo a leer palabras que él mismo se buscó.

CUARTA ETAPA (vocabulario para formar frases)

Es concebible que se pueda condicionar a un chimpancé a sentarse cada vez que se le muestre la palabra "sentarse". Aunque esto no sería prueba de que el chimpancé sabía leer la palabra "sentarse", sí indicaría que se le podía dirigir presentándole configuraciones visuales específicas.

Sin embargo, si a este mismo chimpancé le mandamos 10 años a Yale, sometiéndolo a una preparación intensiva de lectura durante dicho período, no sabrá responder correctamente, ni entonces ni nunca, a cualquier frase en la que las palabras se usen en una combinación que no haya visto antes.

Si solo pudiéramos comprender aquellas frases que hubiéramos visto o conocido antes, nuestra "lectura" sería verdaderamente muy limitada. Toda la expectación que produce abrir un libro nuevo reside en saber lo que va a decir ese libro que nunca hemos leído. Reconocer las palabras individuales y percatarse de que representan un objeto o una idea es una etapa básica en el aprendizaje de la lectura. Comprender que las palabras, al componer una frase, pueden representar una idea más complicada, es una etapa más, de vital importancia.

Hasta ahora, al niño se le han presentado solo palabras sueltas, y puesto que, como hemos dicho, una regla esencial del aprendizaje es ir de lo familiar a lo no familiar, comenzamos esta etapa también con palabras sueltas. Estas son aún más importantes, porque aunque el niño no lo sepa, las palabras sueltas que aprenda ahora serán las que formen las frases de la etapa quinta. Y estas mismas frases compondrán un libro en la sexta etapa.

El padre (o la madre) tendrá necesidad ahora de buscar el libro apropiado para enseñar al niño a leer, y para ello hemos de retroceder desde la sexta a la cuarta etapa. La elección del libro es muy importante y debe cumplir los siguientes requisitos:

  1. Su vocabulario no pasará de 150 palabras diferentes.
  2. No debe presentar un total de más de 15 a 20 palabras por página.
  3. El tamaño de la letra impresa no debe ser menor de medio centímetro.
  4. El texto debe estar lo más separado posible de las ilustraciones.

Aunque muy pocos libros cumplen todos estos requisitos, siempre podrá hallarse alguno que se acerque a ello.

Una vez adquirido el libro, se deben preparar las cartulinas para las etapas cuarta, quinta y sexta.

Se escriben todas las palabras de cada página en una cartulina; deben escribirse en letra minúscula de 2,5 centímetros de altura. Estas son las cartulinas de "formación de frases", que se han de usar en la quinta etapa. Al final se tendrá el mismo número de cartulinas que páginas escritas tiene el libro. Todas las cartulinas deben ser del mismo tamaño, aunque no contengan el mismo número de palabras.

Entonces se prepara una cartulina de 7,5 centímetros de altura y con la anchura que requiera la palabra más larga del texto (cuarta etapa). Las letras deben ser negras, minúsculas y de 5 centímetros de altura. De este modo tenemos ya preparado el material para las etapas siguientes.

Utilizando como guía las páginas del libro que se va a leer, el padre toma una por una las palabras correspondientes a la primera página del libro (las cartulinas con letras de 5 centímetros de altura), y se las enseña al niño en el mismo orden que aparecen en el libro. Se usa el mismo método de enseñanza que el empleado con las palabras que se le han venido enseñando y no se pasa a una nueva hasta que el niño ha aprendido bien la anterior. No debe hacerse ningún comentario referente al hecho de que estas palabras estén en negro en vez de rojo.

También es importante no intentar explicarle al niño las palabras ni definírselas.

Aunque use correctamente la palabra "el" en la lengua hablada normal y, por tanto, la entienda, no la trata como palabra aislada. Claro está que es vital para saber leer que la reconozca y la lea como una palabra aislada, pero no es necesario que sepa definirla. Es el mismo motivo por el que todos los niños hablan correctamente mucho antes de conocer las reglas gramaticales. Además, ¿cómo explicaríamos lo que significa "el", incluso a un niño de 10 años? Por tanto, es mejor no hacerlo. Solo es necesario estar seguros de que la lee.

Supongamos que el padre ha adquirido un libro en cuya primera página está escrito: "Me llamo José. ¿Cómo te llamas?" Cada una de estas seis palabras ha de reproducirse en una cartulina blanca de 7,5 centímetros de altura y con letra minúscula negra, de 5 centímetros.

El padre comienza con la palabra me y se la enseña al niño, siguiendo el mismo método utilizado anteriormente. Ha de recordarse no mencionar definición alguna. Cuando se tenga la seguridad de que el niño sabe identificar esta palabra, entonces está ya preparado para leer la palabra llamo.

Cuando se esté nuevamente seguro de que el niño conoce ya estas dos palabras, ha llegado el momento de pasar a una nueva e importante etapa: la lectura de palabras que guardan relación entre sí.

El padre, entonces, debe tomar las tres palabras (me llamo José) y colocarlas seguidas y ordenadas, en el suelo o sobre una mesa.

Luego, señalando la palabra me, preguntará al niño: "¿Qué palabra es esta?" Cuando el niño conteste correctamente, debe repetirse la pregunta, señalando la segunda palabra. Si responde así mismo se vuelve a repetir la pregunta por tercera vez, señalando la tercera palabra. Si una vez más el niño vuelve a contestar correctamente, los padres deben demostrarle efusiva y entusiásticamente lo que piensan de él por haber sido capaz de leer estas palabras.

Entonces debe decírsele despacio y con claridad: "Estas tres palabras juntas dicen me llamo José", mientras se va señalando cada una de ellas a la vez que se pronuncian.

Luego se le dice al niño: "Repíteme lo que dicen esas palabras." Si el niño las repite, los padres volverán a encomiarlo con el mayor entusiasmo.

Leer varias palabras juntas es una auténtica superación para el chiquitín. Es de la máxima importancia que esta etapa se lleve a cabo con cuidado y alegría. Cualquier esfuerzo que exija merece la pena. Algunos niños logran realizarla sin esfuerzo y con gran facilidad; otros, en cambio, requieren un poco más de esfuerzo. Pero si se tiene paciencia y se es muy efusivo con el niño, al final se logrará que la supere.

Es muy importante que el niño reconozca las palabras una por una antes de reconocerlas agrupadas.

Si es bien cierto que las palabras, y no las letras, son las unidades básicas del lenguaje, no lo es menos que las frases no son unidades fundamentales de la lengua; las frases son la lengua. No se puede comprender el lenguaje escrito o hablado sin entender las palabras básicas que contiene, pero si que es posible comprenderlo sin definir por separado las letras del alfabeto o los sonidos que forman las palabras. El niño es un magnífico ejemplo de lo que acabamos de exponer, ya que en esta fase del juego ha logrado ambas cosas con éxito.

Lo que conviene siempre tener en cuenta es que no hay que enseñarle a leer frases sin haberle enseñado primero a leer las palabras dentro de las frases.

El niño puede pasar ya a aprender por separado las palabras que aparecen en la segunda frase del libro que se está utilizando. Claro esta que el niño no ha visto el libro, y no lo verá hasta bastante más adelante.

Supongamos que las palabras que aparecen en la segunda frase son: "¿Cómo te llamas?"

La madre le enseñará al niño estas palabras de la segunda frase exactamente como las de la primera frase.

Y así continuará, siguiendo el libro, enseñándole al niño por separado cada una de las palabras que contiene el texto y presentándole luego juntas y ordenadas todas las palabras que contiene cada página antes de pasar a la página siguiente.

El tiempo invertido en cada página variará según el niño, los padres y el número de palabras que contenga cada página. Suele avanzarse a un ritmo no inferior al aprendizaje de una palabra diaria y probablemente no superior a una página entera por día.

No cabe discusión sobre el hecho de que en tanto los niños no sepan leer palabras por separado, no leen. Se ha de tener la seguridad de que el niño lee las palabras por separado tan bien como agrupadas antes de avanzar a la etapa siguiente.

QUINTA ETAPA (oraciones y frases estructuradas)

Esta etapa es muy fácil, porque, en cierto modo, ya se ha llevado a cabo. Es muy interesante también porque, una vez terminada, el niño habrá leído un libro realmente. Habrá sido un libro pequeño y casi rehecho por los padres, pero un libro al fin y al cabo.

Según el número de páginas del libro adquirido, tendremos otras tantas cartulinas, y en cada una de ellas las palabras que aparecen en cada página del libro. Ha de añadirse que las cartulinas deben tener tres agujeros taladrados en uno de sus bordes para que sea posible colocar anillas, que pueden adquirirse en cualquier papelería.

El niño ha leído ya, realmente, cada una de estas frases y oraciones, solo que las ha leído en cartulinas y con letras de doble tamaño.

Ahora comienza lo verdaderamente divertido. Empezando con la primera cartulina, la madre se la enseña al niño, exactamente igual que hizo antes. Puede avanzar a un promedio de una cartulina al día.

La primera contiene, por ejemplo, las siguientes palabras: Me llamo José. ¿Cómo te llamas?: la segunda, por ejemplo, estas otras: ¿Tú quien eres? Quiero saberlo, y la tercera: Quiero saberlo; por favor, dímelo, y así todas las páginas del libro.

Sujetando la primera cartulina, la madre lee despacio y con claridad: "Me llamo José ¿Cómo te llamas?" Entonces le pregunta al niño qué dice la cartulina, señalando cada palabra por separado. Cuando la madre tenga la seguridad de que el niño lee realmente las palabras, tanto sueltas como agrupadas, es el momento de volver a celebrarlo. Después, le explicará al niño que acaba de leer la primera página de su primer libro, y con la ceremonia apropiada colocará la cartulina en la libreta de tres anillas.

De esta forma, el libro del niño aumenta a razón de una página diaria, y si todo va bien, al cabo de unos cuantos días el niño habrá completado su libro, en cierto modo hecho por el mismo. Si esto resulta demasiado lento o demasiado rápido para un niño en particular, es obligado cambiar el ritmo, ajustándolo al del pequeño.

A medida que se va añadiendo una nueva página, se releen las anteriores.

La última página de este "libro" debe tener un certificado con las anotaciones y firma de la madre, atestiguando que en tal fecha y a tal edad su niño ha leído completamente su primer libro.

Es un gran éxito.

Pueden estar muy orgullosos uno de otro: usted y su hijo.

SEXTA ETAPA (lectura de un auténtico libro)

Ahora tenemos ya al niño preparado para leer un auténtico libro. El hecho es que ya lo ha leído dos veces: una con las palabras separadas en cartulinas y otra con las frases completas en cartulinas correspondientes a cada una de las páginas. Lo único que realmente es distinto es que las palabras, las frases y oraciones del libro que ya conoce están ahora con letras negras mayúsculas y minúsculas, y solo de unos 6 milímetros.

Sin embargo, la diferencia entre las letras de 5 centímetros de la cuarta etapa, las letras de 2,5 centímetros de la quinta y las de 6 milímetros de la sexta pueden ser muy importantes si el niño es muy pequeño. Ha de recordarse que a medida que se le ha enseñado a leer, se le ha venido ayudando realmente perfeccionar y mejorar su capacidad visual.

En el caso de que se vaya a un ritmo superior del que puede soportar el aparato visual del niño, se tendrá una clara indicación de ello durante las etapas cuarta, quinta y sexta.

Como las palabras que está utilizando en estas tres últimas etapas son exactamente las mismas, con la única diferencia de la reducción de tamaño, se puede fácilmente observar si un niño está aprendiendo con mayor rapidez de lo que puede soportar su sistema visual.

Supongamos, como ejemplo, que el niño completa las etapas cuarta y quinta con éxito, pero que le resulta difícil leer las mismas palabras en el libro. La solución es sencilla. Sabemos que el niño lee palabras de 2,5 centímetros con facilidad. Por tanto, el padre preparará unas cuantas palabras más y unas frases fáciles, de 2,5 centímetros de altura. Deben buscarse palabras y frases sencillas, que diviertan al niño cuando las lea, y después de dos meses de seguir así, se vuelve otra vez al libro.

No olvidemos que si la letra impresa fuera demasiado pequeña, nosotros mismos también tendríamos dificultad en leerla.

Si el niño tiene 3 años cuando se llega a la etapa del libro, con letras de 6 milímetros, probablemente no habrá que preocuparse en absoluto de ello. Sí el niño tiene menos de 2 años al llegar al libro, lo más probable es que haya que preparar unas letras más de 2,5 o de 5 centímetros. No importa; la cuestión es leer letras del tamaño que sea. Ello proporcionará al cerebro del niño un desarrollo que ningún otro método le podrá ofrecer.

Una vez que el niño haya leído el verdadero libro (palabra, frase, oración y página a la vez), no debe hacerse esfuerzo alguno por ocultar la satisfacción de que sepa hacerlo. Difícilmente llevará a cabo el niño, en toda la vida que le queda por delante, un acto más importante que este.

Crease o no, el niño ha leído un libro, y si se ha comenzado lo bastante pronto y se ha sabido estimar su labor con alegría y entusiasmo, posiblemente no habrá cumplido aún los 3 años cuando lo consiga.

SÉPTIMA ETAPA (el alfabeto)

Ahora es usted un experto profesor: ha enseñado a leer a un niño pequeñito, y cuando se publica este libro, solo un pequeño porcentaje de gente lo había hecho.

Vamos a pensar en ello: ¿quiénes somos nosotros para decirle a usted cómo enseñar el alfabeto? Utilizando cualquier sistema o material que le parezca oportuno, enséñele el alfabeto, tanto las mayúsculas como las minúsculas. Ahora será muy fácil.

Es también muy posible que haya aprendido ya gran parte del alfabeto, o incluso todo él sin ayuda de ninguna clase.

No hay mucho más que decir en este capítulo, como no sea recordar que los libros que se vayan adquiriendo han de elegirse fijándose en las siguientes características:

  1. Tamaño de las letras suficientemente grande.
  2. Texto impreso sin láminas ni dibujos entre líneas.
  3. Número de palabras del vocabulario.
  4. Asunto y tema del libro.

Un libro, para ser elegido, ha de reunir todos estos requisitos en mayor o menor grado.

Hay tres niveles de entendimiento distintos en el proceso de aprender a leer. A medida que el niño conquiste cada uno de ellos mostrará una alegría exuberante por su nuevo e interesante descubrimiento. La alegría que Colón debió de sentir al descubrir un nuevo mundo no fue sin duda mayor que la que experimenta un niño en cada etapa de este ir abriéndose paso por el mundo del conocimiento.

Naturalmente, su primer placer y encanto los encuentra en el descubrimiento de que las palabras poseen un significado. Para el niño esto es casi como un código secreto, del que participa con las personas mayores. Esto le divertirá visible e intensamente.

Luego se da cuenta de que las palabras que lee se pueden usar juntas y que sirven para algo más que para la designación de objetos. Esto constituye también una revelación nueva y maravillosa.

Probablemente, a los padres les será muy fácil advertir el último descubrimiento que hace. Este descubrimiento, el más importante de todos, consiste en darse cuenta de que el libro que está leyendo representa más que la simple diversión de traducir nombres secretos en objetos, y mucho más que descifrar hileras de palabras que son comentarios sobre cosas y personas. De pronto, y con gran satisfacción para él, se le desvela al niño el gran secreto de que el libro le está hablando realmente a él y solo a él.

Cuando el niño llegue a darse cuenta de esto (lo cual no tiene que ocurrir necesariamente en el primero ni en el segundo libro), ya no habrá nada que le detenga. Entonces será lector en el más amplio sentido de la palabra. Se dará cuenta de que las palabras que ya conoce pueden estructurarse de diversas formas para expresar ideas totalmente nuevas. Ya no tiene que aprender un nuevo grupo de palabras cada vez que ha de leer algo.

¡Qué descubrimiento! Pocas cosas se le podrán comparar en su vida futura. Ahora puede, siempre que quiera, hacer que un adulto le hable de cosas nuevas, por el mero hecho de coger un nuevo libro.

Todos los conocimientos del hombre están ahora a su alcance. No solo los de la gente que él conoce, su familia y sus vecinos, sino los de aquellos que están muy lejos y que jamás conocerá. Y más aún: puede acercarse a gente que ha vivido hace muchos años, en otros lugares y en otras épocas.

En el reino animal, la especie humana es la única capaz de alterar su proceso evolutivo. En su mayoría, las especies que siguieron este proceso se han extinguido. Otras desempeñaron sus papeles y han subsistido como muestras permanentes de las fases de dicho proceso.

Este poder de controlar nuestro propio destino comienza, como veremos, con la capacidad de escribir y leer. Por haber podido leer y escribir, el hombre ha conseguido transmitir a los hombres de siglos posteriores y de los más remotos lugares los conocimientos por él adquiridos. La sabiduría del hombre es acumulativa.

El hombre es hombre, fundamentalmente, porque es capaz de leer y escribir.

Esta es la auténtica importancia de lo que el niño descubre cuando aprende a leer. El niño incluso intentará a su manera contar a sus padres su gran descubrimiento, a menos que ellos no le hagan caso. Si lo intenta, deben oírle respetuosamente y con mucho cariño. Lo que tiene que decir es importante.