Renacimiento

Hemos de saber que dormir es como morir; soñar, como el estado intermedio entre la muerte y el renacimiento, y despertar, como renacer. El ciclo de los tres revela la existencia del renacimiento futuro, con lo cual podemos comprender la existencia de nuestras incontables vidas futuras.

Numerosas personas piensan que cuando el cuerpo se descompone al morir, el continuo de la mente cesa y deja de existir, al igual que una vela se apaga cuando se consume la cera. Hay incluso algunas personas que piensan en suicidarse con la esperanza de que así se acaben sus problemas y sufrimientos. No obstante, estas ideas son completamente erróneas. Como ya se ha mencionado, nuestro cuerpo y nuestra mente son entidades distintas y, por lo tanto, aunque el cuerpo se desintegre después de la muerte, el continuo mental permanece intacto. La mente no cesa, sino que simplemente se separa del cuerpo y viaja a la próxima vida. Por lo tanto, en el caso de los seres ordinarios, en lugar de liberarnos de nuestras penas, la muerte solo nos trae nuevos sufrimientos. Debido a que no comprenden esto, muchas personas se suicidan y destruyen así su preciosa vida humana.

Existe una práctica especial llamada transferencia de consciencia a otro cuerpo, que fue muy popular en el pasado. Hay numerosos ejemplos de practicantes que podían transferir su consciencia de un cuerpo a otro. Si el cuerpo y la mente fueran una misma entidad, ¿cómo les hubiera sido posible a estos practicantes transferir así su consciencia? Incluso hoy día no es extraño que la mente se separe del cuerpo de manera temporal antes de la muerte. Por ejemplo, muchas personas que no son practicantes espirituales han tenido lo que se llaman experiencias extracorpóreas.

También podemos comprender la existencia de vidas pasadas y futuras analizando el proceso de dormir, soñar y despertar, por su semejanza al de la muerte, el estado intermedio y el renacimiento. Cuando nos dormimos, nuestros aires internos burdos se reúnen y disuelven en nuestro interior y la mente se vuelve cada vez más sutil, hasta que se transforma en la mente muy sutil de la luz clara del dormir. Cuando se manifiesta la mente muy sutil, experimentamos el sueño profundo y, externamente, parece como si estuviéramos muertos. Cuando cesa, la mente se vuelve cada vez más burda y pasamos por los diferentes niveles del estado del sueño. Finalmente, recuperamos la memoria y el control mental, y nos despertamos. Entonces, nuestro mundo onírico desaparece y percibimos de nuevo el mundo del estado de vigilia.

Cuando nos morimos, ocurre un proceso muy similar. Al morir, los aires internos se disuelven en nuestro interior y la mente se vuelve cada vez más sutil, hasta que se manifiesta la mente muy sutil de la luz clara de la muerte. La experiencia de la luz clara de la muerte es muy parecida a la del sueño profundo. Cuando la luz clara de la muerte cesa, experimentamos las etapas del estado intermedio, que es como un estado onírico que ocurre entre la muerte y el renacimiento. Pasados unos días o unas semanas, el estado intermedio cesa y, entonces, renacemos. Al igual que al despertar de un sueño, el mundo onírico desaparece y percibimos el mundo del estado de vigilia, cuando renacemos, las apariencias del estado intermedio cesan y percibimos el mundo de nuestra nueva vida.

La única diferencia significativa entre el proceso de dormir, soñar y despertar, y el de la muerte, el estado intermedio y el renacimiento, es que cuando la luz clara del sueño cesa, la conexión entre la mente y el cuerpo se mantiene intacta, mientras que cuando la luz clara de la muerte cesa, esta conexión se rompe. Si lo contemplamos, podremos comprender con claridad la existencia de vidas pasadas y futuras.

Por lo general, pensamos que los objetos que aparecen en los sueños no son reales, mientras que los que percibimos cuando estamos despiertos sí lo son; pero, en realidad, todo lo que percibimos es como un sueño en el sentido de que no es más que una mera apariencia en la mente. Para aquellos que saben interpretarlos de manera correcta, los sueños pueden ser muy reveladores. Si, por ejemplo, soñamos que visitamos un país en el que nunca hemos estado, este sueño puede indicar una de estas cuatro cosas: que estuvimos en ese lugar en alguna vida pasada, que lo visitaremos más adelante en esta vida o en una futura, o que tiene algún significado personal para nosotros, por ejemplo, haber recibido recientemente una carta procedente de allí o haber visto un programa de televisión sobre él. De igual modo, si soñamos que volamos, puede significar que en alguna vida pasada fuimos un ser que podía volar, como un pájaro o un meditador con poderes sobrenaturales, o tal vez sea una predicción de que lo seremos en el futuro. Soñar que volamos también puede tener un significado menos directo y simbolizar una mejoría en nuestra salud física o mental.

Con la ayuda de mis sueños pude descubrir dónde había renacido mi madre. Justo antes de morir, mi madre se quedó dormida unos minutos y, al despertar, le dijo a mi hermana, que en aquellos momentos la atendía, que había soñado conmigo y que en el sueño yo le ofrecía un pañuelo blanco tradicional. Para mí, este sueño predecía que yo podría ayudar a mi madre en su siguiente vida. Por ello, después de su muerte, recé todos los días para que renaciera en Inglaterra, donde yo vivía, y poder así tener la oportunidad de volverme a encontrar con ella y reconocer su reencarnación. Cada día rogué con devoción para recibir señales claras de dónde había renacido.

Poco después tuve tres sueños que eran muy significativos. En el primero, soñé que encontraba a mi madre en un lugar que parecía ser Inglaterra. Le pregunté cómo había viajado desde la India hasta allí y me contestó que no venía de la India, sino de Suiza. En el segundo sueño, soñé que veía a mi madre hablando con un grupo de personas, me acerqué a ella y, aunque le hablé en tibetano, no me entendió. En vida, mi madre solo hablaba el tibetano, pero en el sueño hablaba inglés perfectamente. Le pregunté por qué había olvidado el tibetano, pero no me respondió. Luego, en ese mismo sueño, soñé con una pareja de occidentales que me estaban ayudando con diversos proyectos y actividades espirituales en Gran Bretaña.

Los dos sueños parecían dar pistas sobre el lugar donde había renacido mi madre. Dos días después del segundo sueño, el marido de la pareja con la que había soñado vino a verme y me anunció que su mujer estaba embarazada. En ese momento, recordé el sueño y pensé que su bebé podría ser la reencarnación de mi madre. El hecho de que en el sueño mi madre hubiese olvidado el tibetano y hablase solo en inglés sugería que iba a renacer en un país en el que se hablaba este idioma, y la presencia de esta pareja en el sueño podía indicar que ellos iban a ser sus padres. Entonces, decidí hacer una adivinación tradicional con oraciones rituales, y el resultado reveló que este bebé era la reencarnación de mi madre. Me sentí muy feliz, pero decidí mantenerlo en secreto.

Una noche volví a soñar con mi madre repetidas veces. A la mañana siguiente pensé con detenimiento sobre el tema y llegué a una conclusión: «Si el bebé ha nacido esa noche, no hay duda de que se trata de la reencarnación de mi madre, pero en caso contrario seguiré investigando». Después, llamé por teléfono al marido, que me dio la buena noticia de que la noche anterior su mujer había dado a luz a una niña. La noticia me llenó de alegría e hice una ceremonia especial de ofrendas.

Unos días después, el padre me telefoneó y me dijo que cuando el bebé lloraba, si le recitaba el mantra de Buda Avalokiteshvara, OM MANI PEME HUM, dejaba de hacerlo y lo escuchaba con atención. Me preguntó por qué lo hacía y le contesté que era debido a las impresiones de su vida anterior. Yo sabía que mi madre había recitado este mantra con mucha fe durante toda su vida.

La niña recibió el nombre de Amaravajra. Más tarde, cuando Kuten Lama, el hermano de mi madre, vino a Inglaterra se quedó asombrado de lo cariñosa que era con él y dijo tener la impresión de que lo reconocía. Yo también tuve la misma sensación. Aunque solo veía a la niña muy de vez en cuando, siempre se alegraba mucho de verme.

Un día, cuando Amaravajra empezaba a hablar, al ver un perro dijo señalándolo con el dedo: «Kyi, kyi». A partir de entonces, cada vez que veía un perro solía llamarlo así. Su padre me preguntó por su significado y le contesté que en el dialecto del oeste del Tíbet, donde vivía mi madre, kyi significa ‘perro’. Además de esta, también pronunció de manera espontánea otras palabras en tibetano.

Más tarde supe, a través de mi cuñado, que después de la muerte de mi madre, un astrólogo tibetano predijo que nacería como una mujer en un país de lengua diferente a la tibetana. Este suceso que acabo de relatar forma parte de mi propia experiencia, pero si lo investigamos, podemos encontrar otros casos auténticos de personas que han reconocido la reencarnación de su marido o de su mujer, de sus maestros, padres, amigos y otros seres.

En el oeste del Tíbet, cerca del primer monasterio en el que estudié, vivía un hombre que tenía fama de tener muy mal carácter. Este hombre había reunido muchas monedas de plata, que escondía en una tetera, y ni siquiera su mujer sabía que las tenía. Más tarde, en su lecho de muerte, debido a su apego a las monedas, estaba obsesionado con la idea de que alguien las robara e intentó avisar a su mujer, pero estaba tan débil que solo podía pronunciar la palabra tib, que significa ‘tetera’ en tibetano. Su mujer pensó que quería una taza de té, pero cuando se la ofreció, no la quiso. Poco después falleció.

Al cabo de un tiempo, la mujer encontró la tetera. Sorprendida de lo mucho que pesaba, abrió la tapa y vio que estaba llena de monedas, entre las cuales había una pequeña culebra. Atemorizada, pidió ayuda a sus familiares para sacarla de la tetera; sin embargo, por mucho que lo intentaron, no pudieron separar a la culebra de las monedas. Estaban asombrados y desconcertados y se preguntaban de dónde provenía la culebra.

Entonces, la mujer recordó las últimas palabras de su marido y comprendió que cuando se estaba muriendo, intentó hablarle de las monedas. Sin embargo, ¿por qué la serpiente se resistía a separarse de ellas? ¿Por qué estaba tan apegada a las monedas? Para averiguarlo, decidió visitar a un yogui clarividente que vivía en los alrededores, y este le dijo que la culebra era la reencarnación de su marido. Como resultado de las malas acciones que había cometido impulsado por el odio, había renacido como una serpiente, y debido al apego que tenía a las monedas en el momento de morir, se había introducido en la tetera para estar cerca de ellas. Con lágrimas en los ojos, la mujer le suplicó: «Por favor, dime cómo puedo ayudar a mi esposo». El clarividente le sugirió que ofreciese las monedas a la comunidad de la Sangha ordenada de la localidad y les pidiese que rezaran para que su marido se liberase de su renacimiento animal.

Si contemplamos estos relatos con una actitud receptiva y reflexionamos sobre la naturaleza de la mente y la analogía del proceso de dormir, soñar y despertar, lograremos un profundo entendimiento de la existencia de vidas futuras. Este conocimiento es muy valioso y nos ayudará a lograr una gran sabiduría. Comprenderemos que la felicidad de nuestras vidas futuras es más importante que la de nuestra vida actual, por la sencilla razón de que la duración de innumerables vidas futuras es mayor que la de esta breve vida humana. Esto nos animará a crear las causas para disfrutar de felicidad en nuestras incontables vidas futuras o a aplicarnos con esfuerzo para alcanzar la liberación permanente del sufrimiento eliminando nuestras perturbaciones mentales.