Capítulo 13.

 

 

—Necesito comer algo y hacer algunas averiguaciones, señor Lacroix —Comenzó a decir Brody en tono cansado—. Vendré dentro de un par de horas.

Brody no daba crédito a lo que estaba oyendo. Había nombrado a dos de los más importantes magnates del panorama internacional y al hijo de una de las personas con más influencias que él conocía. William Donovan, Nicholas Swarz y Gabriel Mebs.

No sabía que cojones estaba pasando allí pero tenía que comer algo.

Se dirigió hacia su despacho y por el intercomunicador llamó a su secretaria:

—Claire preciosa, ¿Puedes ir a la hamburguesería de la esquina y traerme dos hamburguesas completas, dos colas y dos cafés con leche?

—¿Hoy comemos por dos jefe? —le preguntó Claire en tono risueño por el intercomunicador.

—Hazlo Claire, y antes de irte tráeme una aspirina ¿quieres?

Después de tomarse la aspirina, Brody comenzó a leer los tres expedientes que había encima de la mesa su despacho otra vez. El último, lo había pedido en cuanto el detenido había nombrado a William Donovan. Sabía que tenía que haber alguna conexión, pero aquel hombre insistía en relatarle una historia que no parecía tener fin.

“Gabriel Mebs, treinta y cuatro años, rubio, ojos azules, metro ochenta. Hijo del filántropo y magnate Chris O. Mebs. Licenciado y doctorado en psicología por la universidad de Harvard. No estaba casado ni tenía hijos. Tenía una consulta en la quinta avenida en donde se trataban muchas de las celebridades del momento. Le gustaban los coches y la ropa cara... blablabla... —Siguió leyendo Brody las nimiedades en los gustos de aquel rico joven—. Desde hacía un año no se le conocía ninguna pareja ni ningún rollo raro. Ni multas de tráfico ni nada, pero sí una agresión que lo había dejado ingresado durante más de un mes en el hospital.”

—Qué cojones habrá pasado —Pensaba Brody en voz alta—. Eras guapo, inteligente, una buena cartera llena de billetes, ¿qué hacías allí Gabriel? Tendré que indagar más en la agresión que sufriste a lo mejor saco algo en claro. Bien veamos a la segunda víctima.

“Nicholas Swarz, treinta y cuatro años, directivo de la mayor empresa de reestructuración genética y molecular del EE.UU., heredada de su padre Nicholas Swarz Sénior, fallecido un año antes en París, con inversiones en casi todo el planeta, podrido de dinero, con un ego más grande que el Empire State Building... blablabla... —Siguió leyendo Brody—, su última relación era con una joven de veintinueve años llamada Bec no sé qué, que era dueña de una librería en el centro, y que tenía contactos con editoriales de Europa y Asia.”

Brody sacó una foto en la que Nicholas y Bec salían juntos posando en una gala benéfica. Se quedó pensando. Conocía a aquella chica pero dónde la había visto. Claro, la librería. Recordó que hace tres años o así un amigo le había recomendado aquella librería porque encontraba cualquier tipo de libro. Ahora se acordaba de ella. Era una mujer rubia, ojos grandes castaños, con aquella cicatriz sobre el labio superior izquierdo...

—Cada vez me duele más la cabeza —Volvió a expresar sus pensamientos en voz alta de nuevo—. ¿Si tuvierais un sueldo como el mío... por qué os podríais haber matado?

Sin pensárselo más, saco el tercer expediente. Él no era una víctima, pero Blaise contaba la historia con aquel hombre como protagonista así que...

“William Donovan, tenía sesenta y ocho y había formado un imperio con astilleros, inversiones en bolsa, coches, hoteles, joyas…Estaba soltero y no tenía hijos. No se le conocían relaciones sentimentales de pareja desde hacía casi treinta años. Su última relación seria había sido con una escritora de origen español con mucho éxito en aquella época, ya que había sido una de las primeras mujeres en escribir novela erótica”.

—Vaaaya—exclamó Brody al coger la foto que había en el dossier donde se veía Donovan con la escritora—, menudo par de tetas. Joder, ¿te lo pasaste en grande, eh? —Brody continuó leyendo el informe que tenía en las manos.

“La escritora se llamaba Rebecca Morgan y había sido asesinada de un disparo en la cabeza en su casa. Nadie sabía quién había sido el autor. Tenía una hija que se llamaba igual que ella pero que tras la muerte de su madre, nadie volvió a saber nada de la pequeña.”

—Esto es una mierda, tres hombres que no tienen nada que ver, un loco que me está contando la guerra de las galaxias, dos de ellos muertos y para más inri el caso de esa puta vagabunda —Hablaba solo en su despacho.

Brody cogió la foto en la que salían Donovan y Rebecca y sin darse cuenta cogió la de Nicholas y Bec. Al mirar las dos fotos se dio cuenta que el parecido físico entre las dos mujeres era más que evidente. Entre aquellas dos fotos había por lo menos veinticinco o treinta años de diferencia, pero el parecido estaba claro, salvo porque una tenía los ojos azules y la otra castaños.

Claire entró por la puerta con el pedido que había hecho su jefe. Brody se lo quitó de las manos dirigiéndose hacia el calabozo sin darle las gracias. Cuando el guardia abrió la puerta donde estaba Blaise, se sentó en frente de él y le ofreció la comida.

—Gracias jefe Brody.

—Acabo de encontrar estas dos fotos Blaise —Tendiéndoselas, esperó su reacción—. Creo que tiene mucho que contarme cuando acabemos de comer, soy todo oídos.

Perdida
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