12 - Vuelve, Coco
«Nunca he conocido el fracaso»497.
COCO CHANEL
UNA envejecida Chanel no estaba aún preparada para un retiro placentero en Suiza, con o sin Dincklage a su lado. Años antes había confesado al fotógrafo Horst: «¡Estoy cansada! Naturalmente esto no es verdad. Estoy bien y llena de ideas para hacer muchas cosas en el futuro»498.
La vida de Chanel estaba lejos de su fin. Su colaboración con los nazis, su antisemitismo visceral y su intento de usar las leyes de arianización nazis para vencer a los Wertheimer no llegaron a ser conocidas hasta mucho tiempo más tarde. Durante los años que siguieron a su testimonio en el juicio de Louis de Vaufreland Chanel llevó una vida tranquila en un exilio voluntario en Lausana. Dincklage estaba junto a ella. Sin embargo, había rumores de que la pareja se había separado499. Gabrielle Palasse visitaba a menudo a la tía Coco. Su padre, André, se estaba recuperando en la villa sobre el lago Leman, regalo de Chanel. Con el tiempo su salud mejoró y él y su nueva esposa se mudaron a una casa en la Bretaña.
A partir de 1945 Chanel empezó a comprar el silencio de aquellos que habían conocido de cerca sus relaciones con la Abwehr y con las SS de Schellenberg. También siguió inventando historias acerca de su niñez, de sus amores y de sus actividades durante la guerra. Cuando Chanel500 leyó un borrador de las Mémoires de Coco que había escrito Louise de Vilmorin, le contó a su biógrafo Paul Morand —que también había sido un antiguo oficial de Vichy— que no le gustaba lo que había escrito Vilmorin. Por lo que, desde Suiza, encargó a otro escritor francés, Michel Déon, que posteriormente fue elegido miembro de la Académie Française gracias a sus obras de ficción, que escribiera sus memorias de forma anónima. Después de un año éste había redactado unas trescientas páginas basándose en «largas conversaciones» con la propia Chanel. Sin embargo, aquel libro tampoco gustó a Coco501. Chanel nunca habló de ello con Déon, pero le envió un mensaje a través de su amigo Hervé Mille, el editor de Paris Match. Mille contó a Déon que Chanel quería que supiera que «en aquellas trescientas páginas no había ni una sola frase que no fuera suya, pero que ahora que veía el libro terminado pensaba que aquello no era lo que América esperaba»502.
Según Morand, Déon concluyó: «Chanel tenía un miedo infantil a abandonar el mundo de sus sueños y enfrentarse a las realidades propias de la existencia»503.
En su exilio en Suiza el estado de ánimo de Chanel era muy bajo. A medida que pasaban los años tuvo que llorar la pérdida de un amigo tras otro. A principios del otoño de 1950 fue a visitar a Misia Sert, que estaba muy enferma. Débil y cansada, no había dejado las drogas a sus 78 años. Misia recordaba entonces que hacía muchos años ella había sido una de las modelos favoritas de Renoir y de otros impresionistas franceses. Aquella visita fue su despedida. Misia murió con Chanel a su lado. Al poco murió Bendor después de haber asistido a la coronación de la reina Isabel, y Étienne Balsan murió, igual que Boy Capel años antes, en un accidente de automóvil.
Chanel todavía estaba preocupada por el poder que otros pudieran ejercer sobre ella: Vaufreland —su compañero en la Abwehr—, Theodor Momm, Walter Schellenberg y, por supuesto, Dincklage. Todos ellos eran testigos vivos de su colaboración con los nazis.
Walter Schellenberg, que fue mano derecha de Himmler, aparece en esta foto después de su rendición ante los agentes aliados en 1945. Más tarde sería juzgado y acusado de crímenes de guerra. Cuando fue liberado, debido a sus problemas de salud, Chanel sufragó sus gastos médicos en el exilio. |66|
En junio de 1951 Chanel supo a través de Momm que Schellenberg había salido de la cárcel debido a que sufría una enfermedad hepática incurable504. Su sentencia de seis años de prisión, emitida por el tribunal militar de Núremberg para crímenes de guerra, había sido conmutada. Mientras esperaba el juicio, Schellenberg, desde la cárcel, había escrito sus memorias. En aquel momento trabajaba en ellas con la ayuda de un periodista alemán, que reescribía la obra en un libro acerca de la vida del que fue mano derecha del Reichsführer de las SS Heinrich Himmler. El libro se publicó con el título de The Labyrinth (El laberinto).
Theodor Momm debió de haber contado a Chanel que Schellenberg estaba entonces buscando un editor para su libro, y ella se dio cuenta del peligro que ello suponía. Organizó a través del trust COGA (acrónimo de la combinación de las primeras letras que forman sus nombres: Coco y Gabrielle) la forma de financiar un retiro confortable para Schellenberg y su esposa Irene en una casa en el distrito suizo del lago. Pero las autoridades suizas no quisieron que un criminal de guerra convicto viviera en su país y fue expulsado. Schellenberg consiguió obtener un pasaporte suizo falso con el nombre de Louis Kowalki; entonces de incógnito se dirigió con Irene a una villa en Pallanza, Italia, a orillas del lago Maggiore.
Desde Alemania Momm alertó de nuevo a Chanel de que Schellenberg estaba siendo tratado de su enfermedad en Pallanza, y que necesitaba dinero con urgencia para pagar al médico, el doctor Francis Lang, así como los gastos de una clínica italiana donde recibía tratamiento.
El profesor Reinhard Doerries, el principal biógrafo de Schellenberg, cuenta lo que ocurrió: «El doctor Lang y su esposa visitaron a Schellenberg en Pallanza... y entonces el doctor Lang les planteó que tenía graves problemas económicos, ya que había tenido que adelantar de su propio bolsillo los gastos médicos y de otro tipo que le correspondía abonar a Schellenberg, y que ascendían a unos 20.000 francos suizos»505. El doctor Lang contó que entonces «Schellenberg contactó enseguida con Chanel y le explicó sus problemas financieros... la señora de la alta costura llegó pronto a Pallanza en un Mercedes negro, con las cortinillas echadas. Entregó a Schellenberg unos 30.000 francos franceses [el doctor pensaba que la suma debió de ser abonada en francos franceses]».
Para explicar la actuación de Chanel el doctor Lang dijo: «Durante la guerra Schellenberg había sido muy útil para ella y para otros en el mundo de la moda».
El 31 de marzo de 1952 Walter Schellenberg murió en Turín a los 42 años, y fue enterrado en esa misma ciudad el 2 de abril. Después de su muerte su esposa escribió a Momm: «Madame Chanel nos ofreció ayuda económica en nuestra difícil situación y gracias a ella pudimos pasar unos pocos meses más juntos»506. Después de la muerte de Schellenberg Irene volvió con sus hijos a Düsseldorf, donde un editor la presionaba para publicar la autobiografía de su marido. Chanel lo sabía y debió de haber recibido la promesa por parte de Irene Schellenberg de que su nombre no aparecería en las memorias de su esposo si éstas se publicaban.
Dincklage, a pesar de que se le había prohibido la entrada en Suiza debido a su pasado como espía nazi, vivió varios años con Chanel en Lausana y en Davos. Según sus amigos, Spatz todavía tenía el aspecto de un atractivo oficial alemán. Hay una fotografía de Chanel y Spatz tomada en Suiza hacia 1949: Dincklage con un elegante abrigo largo y un sombrero de fieltro tiene el aspecto de un distinguido oficial retirado. La pareja parece relajada. Aquellos que conocieron a Dincklage en aquella época lo recordaban como un playboy maduro: un hombre de imponente presencia y con unos modales impecables.
Chanel y Dincklage en Suiza en 1949. |67|
El biógrafo de Chanel, Pierre Galante, escribió que el idilio de Dincklage y Coco no se acabó entonces: «Pasaron tiempo juntos en el complejo invernal de esquí desde donde realizaban pequeños viajes a Italia... los amigos suizos de mademoiselle, sus tres abogados, el dentista, el médico, el especialista en reumatismo y el oculista los veían muy a menudo juntos, y había rumores de un posible matrimonio»507. De repente un día el Spatz de Chanel desapareció.
Dincklage abandonó a Chanel y fijó su residencia en las islas Baleares, un soleado rincón del Mediterráneo con un clima agradable, un lugar bastante parecido a Sanary-sur-Mer, la que fuera su residencia ideal en la década de 1930. Vivía en una bonita pensión que pagaba regularmente a través del COGA Trust de Chanel. Nadie parecía saber si Chanel y Dincklage se reunirían de nuevo.
Pierre Galante entrevistó a los amigos de Chanel de aquel entonces. Les pidió que describieran el estado de ánimo de Coco508 después de que Dincklage se fuera. Éstos describieron a Chanel como una «encantadora, sencilla y activa mujer. Invitaba a sus amigos con frecuencia tanto a los hoteles donde residía como a restaurantes en la “vieja” Lausana. Su menú era muy poco variado. Casi siempre pedía crema de verduras, filet mignon, arroz sin mantequilla y compota de fruta». También dijeron que «Chanel salía de compras o a bailar con sus amigos, especialmente a tiendas caras». Cenaba fuera aquí y allá, bastante a menudo solía hacerlo con el médico en el que confiaba, y más tarde solía invitarlo a él y a su esposa a su casa de La Pausa».
Chanel casi nunca hablaba de moda. Una amiga contaba: «Era como si ya no le interesara. O casi... Un día [una conocida] llevaba una blusa que a Coco no le gustaba. No pudo resistir la tentación de agarrar unas tijeras y hacer algunos retoques sobre la marcha»509.
El fotógrafo Horst daba otra imagen de ella en 1951: «Chanel estaba desorientada en aquella época; parecía aburrida. Su pelo era distinto, y había empezado a depilarse las cejas. No se parecía a la Chanel que yo había conocido»510.
¿Qué haría después aquella extraordinaria mujer, todavía rebosante de creatividad y de energía? A los 70 años Chanel tenía una singular e inagotable ventaja: su talento. Continuó ganándose la admiración y el afecto de Pierre Wertheimer a pesar de sus querellas de los últimos cuarenta años. Poco tiempo antes éste había averiguado que Chanel estaba fabricando un perfume en Suiza. Era un claro incumplimiento del acuerdo de 1924 que Chanel había firmado por el que vendía todos los derechos de su línea de perfumes y cosmética a la Sociéte des Parfums Chanel, una empresa de la que los Wertheimer tenían el 90 por ciento.
En la primavera de 1947511 Wertheimer y su abogado llamaron al abogado de Chanel, René Chambrun, a su despacho en los Campos Elíseos de París. Pierre Wertheimer quería hacer un trato. Ofreció a Chanel 50.000 dólares y un pequeño porcentaje adicional de las ventas anuales del perfume Chanel nº 5. Chambrun subió la oferta inicial y pidió un porcentaje más alta sobre las ventas anuales. Sus negociaciones duraron casi un día entero. Estuvieron peleando por lo que a la larga serían grandes sumas de dinero. Durante las largas e interminables discusiones Chambrun abandonó la sala con el propósito de obtener la conformidad de su cliente en Lausana vía una línea privada de teléfono que tenía en una sala próxima. En realidad salió para hablar con Chanel en persona. Ésta había estado esperando escondida todo el día para oír las propuestas de los Wertheimer.
A primera hora del día siguiente se llegó a un acuerdo: Chanel obtendría 350.000 dólares en efectivo y el 2 por ciento de todas las ventas —más de un millón de dólares anuales (el equivalente a unos 9 millones de dólares actuales). Los dividendos tenían que ser depositados en la cuenta que Chanel tenía en la Union de Banques Suisse. Más adelante Chanel diría a un amigo: «Ahora soy rica»512.
Era evidente que Pierre Wertheimer ya de vuelta en Nueva York había sabido jugar bien sus cartas. Si hubiera demandado a Chanel ante los tribunales, habrían salido a la luz sus conexiones con los nazis, sus contactos con el doctor Kurt Blanke y su intento de arianizar el imperio de los Wertheimer. También se hubieran aireado los acuerdos secretos entre los Wertheimer y Félix Amiot, además del pago de una gran suma de dinero a éste en 1939 y los tratos que éste había realizado para llevar a cabo planes de guerra con la Luftwaffe de Hermann Göring. Incluso la misión secreta de Thomas Gregory se hubiera hecho pública. La mala prensa podía haber dañado el nombre de Chanel; la reputación del lucrativo sello comercial tan querido por la familia Wertheimer podía resultar dañada. Los Wertheimer estaban protegiendo la franquicia que proporcionaría unos beneficios inimaginables a su familia. Años más tarde —hacia 2008— se vendía un frasco de Chanel nº 5 cada treinta segundos513.
En 1970 y después de una relación que había durado treinta años Chanel despidió a René de Chambrun (aunque más tarde se reconciliarían). En aquel momento ella pensaba: «No puedo soportar a los abogados, a los policías y a los soldados»514. Entonces, y a pesar de su desprecio por los juristas, Chanel utilizó los servicios de Robert Badinter, un brillante especialista en derecho internacional, que años más tarde sería famoso por haber conseguido la abolición de la pena de muerte por guillotina en Francia.
El biógrafo Pierre Galante cuenta que Badinter se convirtió en abogado de Chanel: «Soy judío. Quizá usted no lo sepa, mademoiselle». «Por supuesto», respondió Chanel, «y no me importa en absoluto. No tengo nada en contra de los judíos».
Chambrun y su esposa Josée nunca dijeron una palabra acerca de Chanel en público. La pareja había escapado al castigo después de la guerra gracias a sus inmensamente poderosas conexiones —igual que Chanel había conseguido salvarse gracias a Winston Churchill—. Durante muchos años Chambrun había defendido a Chanel con todas sus armas. A pesar de que el abogado conocía la colaboración de Chanel en tiempo de guerra la protegió y mintió por ella en un reportaje de la BBC acerca de sus relaciones con Dincklage y de la misión de 1944 que ésta había llevado a cabo por encargo de Berlín.
En una transcripción de la entrevista de la BBC, emitida por última vez en 2009, Chambrun responde cuando se le pregunta por Dincklage: «Sabía que en algún momento, porque ella me había hablado de él, existió un jugador de tenis alemán, de la nobleza, Dincklage, y sabía que ella lo ayudó económicamente. Y eso es todo lo que sé acerca de los rumores que hay sobre Coco»515.
Cuando se le cuestionó por la misión de Chanel en España en 1944, respondió: «No veo qué interés podía tener en aquella misión. Creo que si le hubiesen propuesto una misión así, ella habría dicho que no. Ésta es mi Chanel, esto es lo que yo creo que hubiera hecho. No es de mi incumbencia. Lo que sé que hizo fue ayudar al que había sido un tenista, en realidad lo ayudó, pero todo ese asunto de pergeñar un trato de paz es una tontería». Chambrun había sido el fiel caballero durante más de treinta años.
En el otoño de 1953 Chanel escribió a Carmel Snow de Harper’s Bazaar: «Creo que sería divertido volver a trabajar... tú sabes que yo podría crear un estilo nuevo, adaptado al estilo de vida de hoy en día... siento que ha llegado el momento»516. Pierre Wertheimer estaba de acuerdo; ello supondría una excelente forma de reforzar la franquicia del perfume Chanel.
El mundo de la moda parisina estaba lleno de rumores. «Mademoiselle Chanel va a volver». «Chanel vuelve a la costura». Coco contó a la prensa: «Quizá todavía tengo dos o tres cosas que decir». A medida que se acercaba la Navidad de 1953 los medios de comunicación informaron: «Chanel volvería en febrero». Algunos de los modistos la felicitaban mientras que otros la temían. Reunió a algunas de sus antiguas empleadas y también a gente nueva. A veces le dolían las manos debido a la artritis; al fin y al cabo ya tenía más de 70 años. Cecil Beaton, el fotógrafo y diseñador de vestuario, comentaba: «Los dedos de Chanel parecían lo suficientemente fuertes como para poder herrar un caballo». Se agachaba y gateaba apoyada en las manos y en las rodillas mientras colocaba alfileres en los bajos de las faldas, con su canotier de paja siempre sobre la cabeza para ocultar las zonas con calvicie, y por supuesto nunca faltaba entre sus labios un cigarrillo Camel».
Pocas semanas antes del desfile declaró a Vogue: «Empezaré con una colección... Unas cien [piezas]... no quiero hacer una revolución... será una colección hecha por una mujer con amor». El primer desfile de Chanel en la posguerra se realizó el 5 de febrero de 1954 —una vez más fue el día 5, porque Coco estaba segura de que el número 5 era su número de la suerte—. Esa vez no fue así. Los cognoscenti de París recibieron con educación la cuidada coreografía de Chanel que se presentó en la opulencia de su renovado salón. Un periodista del diario más importante de Francia, L’Aurore517, escribió: «Todos habían venido a la espera de encontrar de nuevo la atmósfera de las colecciones que habían sorprendido a París en años pasados. Pero ya no quedaba nada de todo aquello, sólo modelos que desfilaban ante una audiencia que ni siquiera aplaudía. Una retrospectiva bastante melancólica». Lucien François del Combat (en otro tiempo el periódico de Camus) escribió un devastador artículo acerca de la primera colección de Chanel después de la guerra: «Sus vestidos son adecuados para limpiar despachos»518. «Las maniquíes de Chanel parecían un grupo de gansos»519.
Después del desfile Pierre Wertheimer fue a ver a Chanel en el showroom de la rue Cambon. La halló arrodillada, poniendo alfileres en los dobladillos de unos vestidos. Se quedó de pie, observando cómo trabajaba, y luego la acompañó de vuelta al Ritz: «Tú ya sabes que quiero seguir adelante. Quiero seguir adelante y ganar»520.
«Estás en lo cierto», le respondió él. «Estás en lo cierto de querer seguir adelante».
Sin embargo, a pesar de la reacción de la prensa amarilla y del desaire de los británicos, la prensa americana estaba impresionada. Life informaba: «Chanel ha influido en todas las colecciones actuales. A los 71 años nos ha dado muestra de algo más que de estilo: ha desencadenado una verdadera tempestad. Estaba decidida a volver y a conquistar la posición que ostentaba en el pasado: la primera»521. Harper’s Bazaar y Vogue estaban de acuerdo. Marlene Dietrich522 fue a la rue Cambon y encargó varios modelos, entre los que había algunos trajes chaqueta, los tailleurs Chanel, que llegarían a ser famosos hacia 1956.
Las creaciones de Chanel podían haber sido un éxito, pero su empresa tenía graves problemas económicos. Su vuelta le había costado cerca de 35 millones de francos (el equivalente a casi 800.000 dólares de 2010). La empresa estaba en quiebra523. El ángel de la guarda de Chanel, Pierre Wertheimer, intervino de nuevo. En la primavera de 1954524 Chanel y la organización de Wertheimer por fin firmaron un acuerdo: ella vendería a los Wertheimer su empresa de moda, sus propiedades comerciales y todo el holding que llevaba el nombre Chanel. Los Wertheimer, por su parte, pagarían todos sus gastos: las habitaciones del hotel Ritz, a sus empleados domésticos, las facturas de teléfono, el correo y todos los demás gastos cotidianos. Lo único que tenía que hacer ella era ayudar en la implementación de nuevos perfumes y seguir con la dirección de su casa de moda. Era un trato ideal para Chanel. En los años venideros la empresa se convertiría en una máquina de hacer dinero para los Wertheimer.
En el otoño de 1956 Chanel presentó otra colección para animar las reseñas de prensa. The New York Times informaba desde París: «La vuelta de Chanel a la escena de la moda el pasado febrero dejó al mundo de la alta costura esperando una revolución sin precedentes, pero ésta no se materializó. Sus diseños tenían el mismo espíritu de lo que había hecho antes de la guerra, pero en los últimos ocho meses el ojo de la moda se ha amoldado al look Chanel. Es fácil, lo casual, lo esencial cubre las necesidades actuales de la vida cotidiana de muchas mujeres»525.
Chanel estaba de vuelta en su negocio, y dichosa de nuevo. Aquel año lanzó los famosos taillerus Chanel, sus trajes sastre. Y aquel mismo año la edición inglesa de las memorias de Schellenberg, The Labyrinth, apareció con una introducción del historiador británico Alan Bullock, que más tarde escribiría una biografía de Hitler que tuvo mucha influencia y fue aclamada por la crítica. En ninguno de estos escritos se mencionaba a Chanel para nada.
De nuevo Coco podía respirar tranquila.
Como corresponde a una reina de la moda526, Chanel fue invitada a Dallas, Texas, por un dinámico e innovador Stanley Marcus, famoso por vender en su boutique de Dallas artículos caros y extravagantes. En su catálogo de Navidad ofrecía bañeras a juego para hombre y mujer, aeroplanos para él y para ella, y submarinos en miniatura. En 1957 Chanel llegó a Dallas para recibir el premio Neiman Marcus por su «distinguished service in the field of fashion» (irónicamente el ejecutivo que acompañó a Chanel a Dallas fue H. Gregory Thomas, entonces presidente de la compañía de perfumes Chanel).
Coco halló las costumbres americanas vulgares, pero de nuevo, e irónicamente, quiso visitar un rancho en Texas. Se organizó una visita al rancho del hermano de Marcus, Black Mark, en el que se celebró una cena al estilo ranchero y un espectáculo de rodeo y de tiro con lazo al estilo cowboy.
Por desgracia resultó que a Chanel no le gustaba nada el sabor de la comida del Oeste, por ello volcó su plato de carne a la parrilla y judías bajo la mesa sobre las elegantes zapatillas de satén de otra invitada, Elizabeth Arden, que se sentaba a su lado; Coco había sorprendido de nuevo.
De vuelta en París vía Nueva York, Chanel fue entrevistada por un periodista de The New Yorker en el hotel Park Avenue Waldorf Astoria. El reportero la encontró527 con «un aspecto sensacional, ojos castaño oscuro, una sonrisa brillante y una vitalidad propia de los 20 años, y cuando le dio un fuerte apretón de manos le dijo: “I’m très très fatiguée”. Era la afirmación de una mujer que sabía que podía permitirse decir aquello».
En Nueva York se le hicieron otros homenajes. Años más tarde el productor de Broadway, Frederick Brisson, propuso realizar un musical llamado Coco, con Katharine Hepburn en el papel protagonista. Todo se precipitó cuando Hepburn pasó unos días con Chanel en París. La actriz recordaba que cuando visitó a Chanel, sin quererlo interrumpió su siesta: «Cuando me fui de París estaba segura de que podía interpretar el papel de Chanel»528, dijo la Hepburn.
A pesar de que parezca imposible, en algún momento después de 1962 Chanel, con 79 años, tuvo otro pretendiente: François Mironnet. Era un hombre soltero cuando Chanel lo contrató como mayordomo. Tenía cierto parecido a Bendor, el duque de Westminster. Según Lilou Marquand Grumbach, el asistente íntimo y amigo fue casi un amor a primera vista529. Mironnet pronto se convirtió en su compañero y confidente. Ofrecía a Coco su brazo cuando ésta necesitaba ayuda para bajar la escalera y le recordaba cuándo tenía que tomar su medicación. Para recompensar su lealtad530 Chanel instruyó a Mironnet en el diseño de joyas. A menudo él se sentaba en la mesa privada de la diseñadora en el comedor del hotel Ritz. Olvidando los treinta años531 que los separaban, Chanel se enamoró de François, recordaba Grumbach, que los veía juntos todos los días. Según ella Chanel pidió a Mironnet que se casara con ella.
La famosa escalera de la rue Cambon recreada para el musical de Broadway Coco, protagonizado por Katharine Hepburn en 1970. Los trajes chaqueta de Chanel (tailleurs) que llevan las actrices eran diseños Chanel auténticos. |68|
Janet Wallach, otra de las biógrafas de Chanel, tenía otro punto de vista. Creía que Chanel tenía miedo a la soledad: «En los últimos años de su vida Chanel se rodeó de mujeres... el mundo de la moda creía que Coco había cambiado sus amantes masculinos por femeninos. Sus jóvenes y bellas modelos, algunas de ellas lesbianas, todas hechas a su imagen y semejanza, se convirtieron en el objeto de su amor»532. Chanel simplemente estaba sola y, aunque hubiera podido flirtear con sus bellas modelos, seguía estando desesperadamente necesitada de compañía. Le hacía falta un hombre a su lado y François Mironnet fue su último amigo varón.
Claude Delay, la escritora y psicoanalista francesa, y también amiga íntima de Chanel, tenía otra teoría: los muchos affaires amorosos de Chanel, sus encaprichamientos y sus atenciones con François Mironnet los comentaba Chanel con sus propias palabras: «No importa la edad, una mujer que no es amada está perdida; sin amor yo también podría morir»533. A medida que envejecía las expresiones de Chanel se suavizaban, pero todavía conseguía conquistar.
Chanel, con gafas, observa el desfile de moda desde la escalera de la sede en la rue Cambon. |69|
Chanel posó para Vogue con uno de los trajes chaqueta de su marca, con pieles y sombrero. A pesar del cuidadoso trabajo de su maquilladora personal, Chanel, con 81 años, parecía una hoja marchita, e incluso cada vez era más dependiente de su inyección nocturna de morfina.
Diez meses antes de su muerte Cecil Beaton fotografió a Chanel, y todavía tenía su look, su «perfume de siempre»534.
Un momento culminante para Chanel llegó ocho meses antes de su muerte. Claude, la esposa del presidente Georges Pompidou, había sido clienta y admiradora suya durante muchos años. En junio de 1970 invitó a la diseñadora a cenar al palacio del Elíseo, la residencia presidencial. Después de la recepción, si hemos de creer lo que dice el biógrafo Pierre Galante, Chanel comentó: «En mi época nadie invitaba a una modista a cenar»535.
Gabrielle Coco Chanel murió en sus habitaciones en el hotel Ritz la noche del 10 de enero de 1971. Fue atendida por Jeanne, su doncella. Sus últimas palabras fueron: «Bueno, así es como una se muere»536.
Unos minutos antes de las siete de una gélida mañana de un martes 13 de enero se transportó un ataúd que contenía el cadáver de Chanel a la maravillosa iglesia de la Madeleine, a unos pocos minutos andando desde la rue Cambon y el hotel Ritz. Todavía no había amanecido. París estaba casi en silencio. Hacia las nueve de la mañana los invitados entraron en la iglesia: Lilou Marquand Grumbach de la mano de Salvador Dalí, seis de las modelos de Chanel vestidas con sus trajes sastre, sus viejos amigos Serge Lifar y lady Abdy, y una serie de miembros de la competencia, entre los que se encontraban Yves Saint Laurent y Marc Bohan de Dior. Luchino Visconti envió dos coronas de rosas rojas.
Después de la ceremonia religiosa el ataúd fue colocado en un coche fúnebre y llevado a Lausana, donde Chanel había encargado un panteón de mármol coronado por las cabezas de cinco leones y una sencilla cruz con su nombre.
La fortuna de Chanel a su muerte —administrada por COGA y por su sobrina nieta Gabrielle Palasse Labrunie y sus abogados suizos— ascendía a más de 10 millones de dólares, unos 54 millones de dólares de 2010. Casi todos querían una parte.
Dibujo de Chanel por Cecil Beaton. |70|
El tercer miércoles de marzo de 1973537 el antiguo asistente de Chanel, el hombre que se supone fue su último amor, François Mironnet, se presentó ante el tribunal civil central de París. Mironnet reclamaba parte de la herencia de Chanel. Presentó como prueba de su petición una carta que ésta le dejó. Según ella, Chanel le había legado un millón de dólares, sus propiedades en Lausana y sus joyas. Su reclamación fue respondida por el abogado de Chanel en Suiza y representante de la Union de Banques Suisses, según las órdenes que le había dado Gabrielle Labrunie538. Sin embargo, la reclamación de Mironnet fue apoyada539 por una serie de gente célebre en París, entre los que se encontraba Jean Cau, antiguo secretario de Jean-Paul Sartre y premiado escritor de L’Express, Le Figaro y Paris Match, Jacques Chazot, un amigo de Chanel y conocido bailarín, y Lilou Marquand Grumbach, acompañante de Chanel y secretaria. Lilou afirmaba540 que en mayo de 1968 Chanel le había leído la carta en la que legaba parte de su fortuna a Mironnet. Cuando el documento fue presentado ante el juzgado541, fue declarado falso por los expertos suizos y auténtico por los franceses.
¿Cómo acabo todo aquello?542. El tema fue resuelto extrajudicialmente, según cuenta Gabrielle Labrunie, sin profundizar en el tema.
Tres años más tarde, una noche del 24 de marzo de 1976, murió Dincklage no lejos del nido de águila del führer donde, en otro tiempo, Hitler había recibido al duque y a la duquesa de Windsor. Entre las últimas personas que vieron a Dincklage había una mujer, con la que había vivido en una villa cerca de Berchtesgaden, Schönau am Königssee, Hurberta von Dehn, que provenía de una familia aristocrática de Bavaria, y el doctor Herbert Pfistere. Cuando se le preguntó acerca de lo que recordaba de los últimos años de Dincklage, el doctor Pfistere comentó que Dincklage le había contado que había estado en prisión durante un tiempo después de la guerra y que había sido oficial de las SS.
Claude Pompidou, esposa del presidente de la República francesa, era una clienta asidua de Coco Chanel. Aquí aparece en la casa Chanel en 1962. |71|
Dincklage fue incinerado cerca de Salzburgo, y sus restos fueron trasladados a Hannover, ciudad natal de la familia durante más de cien años543. Allí, en un cementerio memorial a orillas del lago, sus cenizas fueron enterradas junto a los muertos de las dos guerras mundiales y las víctimas civiles de los bombardeos aliados. Era el lugar apropiado para un guerrero alemán, un hombre que había servido a su país durante más de cuarenta años y dos guerras.
Once meses más tarde Louis de Vaufreland murió a los 65 años en una villa a las afueras de París. El agente a sueldo de la Abwehr en el París de tiempos de guerras y némesis de Chanel en la posguerra había desarrollado una existencia llena de vicisitudes después de haber sido liberado de la cárcel. Estuvo implicado en una serie de asuntos fraudulentos en Francia y en Irlanda, que incluían el intento de vender billetes falsos de 100 dólares y la tentativa de hacerse pasar por policía. Pasó un tiempo en las cárceles de Fresnes y Santé en 1956.
En 1951 las fuentes de la inteligencia francesa informaron de que Vaufreland había sido visto en la villa de Donald Maclean, La Sauvageonne, cerca de Saint Maxime en la Costa Azul. Era la misma época en que Maclean y Guy Burgess, miembros del grupo de los cinco espías de Cambridge, huyeron de gran Bretaña hacia la Unión Soviética.
Gregory Thomas, el antiguo presidente de la compañía Chanel, murió a los 85 años en Florida. Thomas, un oficial condecorado de las OSS de la Segunda Guerra Mundial y oficial de la Legión de Honor francesa, había adoptado el seudónimo de don Armando Guevaray Sotto Mayor para ayudar a la familia Wertheimer en la Francia ocupada. Una vez jubilado, Thomas había seguido con los Wertheimer en distintos puestos de responsabilidad durante más de treinta años. Como conocedor y entusiasta del vino, fue fundador y grand maître de la Commanderie de Bordeaux en Estados Unidos, una asociación de élite para amantes de los vinos de Burdeos.