CAPÍTULO 14

Las cartas sobre la mesa

El cambio climático también ha hecho de las suyas en Londres. En el corazón lúdico de la capital, a un paso de la boca de metro de Leicester Square, la terraza del Cafe Fiori se encuentra repleta. Sería algo lógico tratándose de un lugar semejante si no estuviéramos en el mes de noviembre, tiempo otrora de un otoño con serios guiños invernales. Todo cambia, y no necesariamente para bien. Acercarse a Nadal en una entrevista cara a cara empieza a conllevar servidumbres publicitarias. Largo y casi invasivo en medios de comunicación, transportes públicos y pantallas cinematográficas se presenta el diálogo con John Carlin, patrocinado por el Banco Sabadell, una de las entidades que apoya comercialmente la carrera del tenista, además de dar nombre al torneo Conde de Godó.

Se cierra la temporada de 2014, planta la primera piedra de su academia de tenis en Manacor, y hay excusas sobradas para facilitar algunas conversaciones. No ha sido un año bueno, si lo confrontamos con otros en los que su dominio resultó avasallador. Cuatro títulos. Eso sí, su noveno Roland Garros, en un curso condicionado por los problemas de espalda, una lesión de muñeca y la demorada operación de apendicitis.

Nadal no ha dejado de estar presente desde que jugó en los cuartos de Basilea, ante el joven Coric, el último partido de 2014. Hasta la reaparición en Abu Dabi, su imagen sigue paseando por las ciudades españolas en el lomo de algunos autobuses, irrumpe en los espacios publicitarios de los medios audiovisuales y contrata páginas o rincones de lujo en la decaída prensa escrita. Conviene mantener muy vivo al ídolo, ahora en período de reposo, a la espera de iniciar en serio la pretemporada, promover su carácter cercano y su espíritu entusiasta, aproximarlo a la gente cuando se encuentra fuera de competición y, lógicamente, ajeno a los vínculos triunfales a los que ha asociado su figura durante lustros. Una vez de nuevo en las canchas, la campaña continúa.

Competidor infatigable, buen jugador de golf, esmerado futbolista, deporte que pujó con el tenis en su infancia, Nadal también hace sus pinitos con la baraja. Aficionado al póquer, participa desde 2011 en distintas actividades de Pokerstars, una empresa de apuestas a través de Internet que también hace caja gracias a deportistas célebres. El 18 de noviembre de 2014 protagonizó una exhibición en The Hippodrome Casino junto al ex futbolista Ronaldo Nazario de Lima. Es la percha que me permite reencontrarme con él a solas poco después de la partida, que gana transcurridos los veinte minutos pactados. Donará los 25.000 dólares en juego a su fundación.

Chaqueta negra, camisa blanca, vaqueros azules y zapatos marrones afilados. Nadal se abraza con Ronaldo y le pone al día de las evoluciones de Real Madrid y Barcelona, de lo mal que están los azulgranas y de lo bien que lo está haciendo el equipo de sus amores, el que entrena Carlo Ancelotti. Aún no ha llegado la crisis, la goleada sufrida en el Vicente Calderón y la derrota en el Camp Nou. En el fútbol, como en el tenis, la realidad puede cambiar con mucha rapidez. Queda mucho por delante.

Refiere también sus preocupaciones, la incomodidad de estar inactivo y de medicarse con antiinflamatorios. El doble campeón del mundo y extraordinario futbolista en el Real Madrid, Barcelona e Inter de Milán le cuenta que tiene previsto irse a vivir a Miami y comprar allí uno de los equipos de fútbol de la NASL (North American Soccer League). Semanas después se hará con el Fort Lauderdale Strikers de Florida. Nadal conoce bien la zona, entre otras cosas porque ha disputado en más de una decena de ocasiones el torneo de Cayo Vizcaíno.

Ronaldo usa gafas, pequeñas, metálicas, que acentúan si cabe sus mofletes. Ha engordado considerablemente incluso desde antes de la retirada. Nadie diría que fue uno de los delanteros más veloces, un jugador que supo combinar como pocos la habilidad y el vértigo. «Vi por primera vez a Nadal cuando tenía cinco o seis años. Lo trajo su tío Miguel Ángel a un entrenamiento del Barcelona», recuerda durante la partida, que cuenta con un animador dedicado a bromear con los jugadores.

The Hippodrome Casino está en Cranbourn Street, una calle peatonal de vivo tránsito. El logo muestra un carruaje cuyo chófer fustiga con un látigo a dos caballos al galope. «Responsible Gambling», Juego responsable, puede leerse en el folleto promocional, que advierte con detalle de los riesgos de la ludopatía. Ambos protagonistas se preocupan por elaborar un discurso que higienice la mala reputación del póquer. Desde que se legalizaron las normativas y se concedieron las licencias, el número de jugadores en la red creció por encima del millón y medio, «en su mayoría adolescentes que llegan tras el uso incesante del móvil y las redes sociales y por la publicidad agresiva que realizan los operadores de juego en todos los medios de comunicación», según palabras de Juan Lamas, uno de los responsables de Fejar (Federación Española de Jugadores de Azar Rehabilitados).

Carlos García, el fotógrafo que me acompaña, pide autorización para filmar imágenes de la sala. En principio, árnica. Solo es advertido de que se abstenga de tomar planos cortos, pues ha de preservarse el anonimato de los numerosos jugadores que se encuentran a media tarde en el recinto. No han pasado cinco minutos y la prohibición es total: nada de grabar. En la planta baja está el Black Jack, la ruleta y uno de los bares. En la primera hay 24 mesas de juego. En la segunda se encuentran el cocktail bar y el cabaret. La tercera queda reservada en esta ocasión para Pokerstars.

Suenan los Drifters, el célebre «Under the boardwalk» de los años 50 que popularizara mucho después Bruce Willis. Le sucede Chic, funky, música negra, ritmos bailables, sensuales, que inducen a la aventura. Sammy Davis Jr. cantó en el Hippodrome en 1969. También lo hizo ese mismo año Judy Garland, presentada por su hija, Lorna Luft. Nos lo recuerdan sendos cuadros, entre los muchos acomodados en las paredes del recinto. También está Frank Sinatra, no lejos del botellero acristalado donde lucen, entre otros licores para economías más que solventes, botellas de Moët Chandon.

En el rincón que acoge la partida entre los dos ilustres invitados, un señor indiscutiblemente español se encarga de cortar un lustroso jamón. Luce escarpadas patillas de bandolero, que no logran desmentir un semblante saludable. El pata negra lleva una vitola con los colores de la bandera. Circulan bebidas dulces con mucho hielo granizado y coquetos canapés. Han sido dispuestas medio centenar de sillas para acomodar a los invitados. El desarrollo de las manos de póquer resulta difícil y aburrido de seguir en vivo.

Una actividad comprometedora

Nos queda constancia, por el repaso de sus aún breves andanzas por mesas de alto rango y por las referencias de alguna voz acreditada entre las presentes, de que Nadal también es ducho en esta disciplina. «Gana el que controla mejor sus emociones y observa con mayor perspicacia las de sus rivales en la mesa, el que maneja mejor la estadística, las matemáticas, y el que toma la decisión correcta en el momento adecuado», explica el interlocutor que nos llevará hasta él, quien prefiere no ser relacionado públicamente con Pokerstars. «Nadal es una persona muy persistente, disciplinada y constante. Es capaz de jugar aislándose, lo que le permite seguir un patrón basado en la estadística y la probabilidad». Vicente Delgado, joven profesional del póquer, destaca del tenista «el factor competitivo que le hace estar concentrado y querer mejorar continuamente».

El ex futbolista ucraniano Andriy Shevchenko, que destacó en el Dinamo de Kiev, el Milan y el Chelsea, y Alberto Tomba, cuádruple medallista olímpico de esquí, son otros de los jugadores venidos del deporte. Sale pronto el carácter lúdico, la pura diversión, en el discurso de la gente próxima a Pokerstars y en quienes promocionan la marca. Dice Ronaldo que el póquer ya no es nada oscuro sino una actividad que pone a prueba la inteligencia y la audacia. Insiste Nadal en que se trata de una diversión que también practica en Manacor, rodeado de la gente más cercana. Intenta con ello neutralizar los posibles perjuicios que para su imagen pueda suponer verse asociado a este tipo de actividades. Siempre relacionado con la ejemplaridad, no solo por el éxito sino también por las formas que propaga en el ejercicio de su consecución y en las reacciones cuando la victoria le da la espalda, es consciente de que esta fuente de ingresos es la más delicada en su proyección pública.

Una vez consolidado como referente social, construida una imagen modélica, está en disposición de desarrollar actividades no dignas de loa sin exponerse al reproche público generalizado. «Yo le hubiera recomendado que no lo hiciera. El póquer es una forma de ganar dinero sin esfuerzo, mientras que él ha construido una carrera basada precisamente en lo contrario, el esmero y el sacrificio. Toda su trayectoria se ha distinguido por las victorias logradas a base de disciplina, trabajo y superación», dice Javier Gomá, autor de la Tetralogía de la ejemplaridad,11 en la conversación que cierra este libro.

Nadal me recibe en el casino londinense en un pequeño set reservado por los organizadores. Estrecha la mano con energía, golpea levemente con la izquierda sobre mi espalda, saluda sonriente antes de tomar asiento. El guión no viene dado, como podíamos temer, por los promotores de la cita. Bastará con mencionar el nombre de la compañía y ofrecer alguna foto donde aparezca el logo. Por cortesía, nobleza obliga, deslizamos una primera pregunta que vincula la afición al póquer con su talante competitivo y ganador: tenis, fútbol, golf...

No se trata, como responde a continuación, de perpetuar el niño que aún lleva dentro, sino de pasar el rato, de disuadirse en tiempos de obligado descanso. Está muy enfadado por el cariz que ha tomado el conflicto por el nombramiento de Gala León como capitana del equipo español de Copa Davis. Recibió un whatsapp de ella preguntándole por su estado físico. Decidió no contestar. Se le ve hastiado por el asunto, como si tuviera demasiadas preocupaciones para andar a estas alturas enfrascándose en historias que ya no van con él, presente en tres de las cinco finales en las que España conquistó la Ensaladera, con solo una derrota individual en 22 partidos, aunque menos vinculado al equipo en los últimos años.

Rechaza categóricamente el victimismo de la capitana, que se ha atrincherado bajo la coartada de conductas machistas en la actitud de los jugadores. Nadal prefiere abordar el asunto con seriedad, desde criterios exclusivamente profesionales. Arantxa Sánchez Vicario, ganadora de cinco títulos del Grand Slam y ex número uno del mundo, o Conchita Martínez, campeona de Wimbledon y ahora responsable del equipo español de Copa Federación, seguramente no hubieran sido mal recibidas.

Resulta difícil elegir cauces alternativos de conversación, lograr un mínimo de originalidad en las preguntas, pretender sacarle del coto tenístico. ¿Qué espera el lector de una entrevista con Nadal? ¿Qué más pretende conocer del tenista hoy etiquetado y con un punto añadido de relajación por las circunstancias del encuentro, fuera de competición, en el ordenado caos de una tarde en un casino londinense?

A la hora de abandonar el campo de juego, la cancha o el ocasional tapete, Nadal reivindica la fidelidad a sus orígenes. Un hombre de pueblo, Manacor, que vuelve a casa después de cada una de las expediciones a que le obliga su tarea profesional. Una persona preocupada por los problemas de su tiempo, que no vive en la burbuja que se podría suponer por su condición de atleta de élite y multimillonario. Según publicó la revista Forbes en noviembre de 2014, es el noveno deportista mejor pagado del planeta, con un patrimonio que está entre los 150 y los 200 millones de euros, el único español entre los diez primeros.

«Soy consciente de la vida real», dice poco antes de rechazar una valoración sobre Podemos. «Son...», arranca, para excusarse de inmediato cortésmente, pues, argumenta, es un personaje público y sus palabras pueden tener una trascendencia especial. Los tenistas, los deportistas, por lo general, no se pronuncian sobre asuntos relacionados con la política, menos aún cuando se trata de formaciones que proponen una transformación social. Les conviene mantener una aparente neutralidad, no perder los acólitos conquistados a través del excelente ejercicio de su profesión y de una imagen cuya cuota de compromiso queda cubierta con las actividades de sus fundaciones.

Sí dedicó palabras de suma admiración hacia Juan Carlos I, el 2 de junio de 2014, día en que Mariano Rajoy hizo pública la decisión de abdicar del Rey. Nadal, que se demoró más de lo habitual en comparecer ante los medios, en un parlamento sumamente cuidado, con apariencia de haber recibido el asesoramiento preciso, dijo: «Solo puedo agradecer al Rey todo lo que ha hecho por nuestro país durante tantos años. No ha habido persona que nos haya representado mejor en el mundo. España tiene que estarle agradecida, por lo que hizo en su momento, por lo que ha hecho todos estos años. Quiero agradecerle al máximo lo que ha hecho por nuestro país». Ferrer, a quien acababa de vencer en cuartos de Roland Garros, ofreció una respuesta más breve, en la que dejó caer que se reservaba su opinión sobre la Monarquía.

En Londres, en el casino, en noviembre de 2014, actualizamos el retrato del jugador que se aprestaba a intentar protagonizar un nuevo episodio de resurrección, aunque los inicios de 2015 no resultaron brillantes hasta la llegada del primer título, en Buenos Aires, tras imponerse en la final a Mónaco. Con anterioridad, derrota contra Berrer en la primera ronda de Doha, eliminado por Berdych en cuartos del Abierto de Australia y superado por Fognini en las semifinales de Río de Janeiro. Después, cayó con Raonic en cuartos de Indian Wells.

La imagen de su rostro en blanco y negro, con el cuero cabelludo cada vez menos poblado, las uñas lógicamente cuidadas en los ocho dedos de estimable longitud que cubren sus ojos a petición del fotógrafo. No se trata de un encuadre impuesto por el protagonista, como el de Joan Manuel Serrat en la promoción reciente de su último álbum, ni del desdén insolidario de Xabi Alonso, que abandona las concesiones sin importarle que los tres únicos fogonazos hayan resultado fallidos. Nadal es de otra pasta. Asume las obligaciones laterales de su oficio. Es paciente con el retratista, y más aún con los aficionados que demandan una rúbrica o un selfie que incorpore el complemento excepcional del ídolo.

De frente, sin atajos

Existen itinerarios alternativos a la hora de abandonar la cancha de la Caja Mágica una vez que concluyen los partidos en el torneo de Madrid, al igual que los había en el Madrid Arena, la sede donde se disputó la competición entre 2002 y 2008. Dotado de la lógica protección por los responsables del torneo, nunca ha querido hacer uso de los atajos, dar la espalda a sus seguidores. «No puedo hacer eso», responde a la propuesta de los vigías, dispuestos a cumplir con su labor y facilitarle el abandono del recinto.

Nadie le ha visto jamás declinar los ruegos de los aficionados ansiosos que le acosan en cualquier lugar del mundo. Tampoco una mala cara en los innumerables actos promocionales. El inolvidable Marat Safin, campeón del Abierto de Australia y del US Open, impelía a su equipo a dar por concluida cualquier servidumbre publicitaria casi recién iniciada esta. Juicioso, profesional, atento, Nadal asume las obligaciones complementarias que derivan del éxito. «El trabajo de un tenista no empieza ni acaba en el campo de tenis. Hay mucha tarea antes de llegar a la pista y también mucho que hacer después de acabar un partido o incluso un entrenamiento. El trabajo de prensa, como aquel con los organizadores de los torneos, con los patrocinadores o con los aficionados, es parte de mi profesión. Ya que estoy, mejor hacer las cosas bien, ¿no? Así, todos contentos», me comentaba después de ser distinguido en 2010 como Hombre del Año por El Mundo, junto al seleccionador español de fútbol Vicente del Bosque, en una doble nominación excepcionalmente deportiva.

La confesión es refrendada por los distintos profesionales que han trabajado con él. Su compromiso no dista en exceso del manifestado raqueta en mano. Nadal se aplica con similar implicación y disciplina. La empresa automovilística KIA fue una de las primeras que detectó su enorme impacto. Más allá de las atenciones que le convienen por la explotación comercial de su figura, siempre ha dispensado detalles cuando menos sorprendentes. Trabó pronto una relación cercana con los directores coreanos de la compañía. Aprendió sus nombres y el de sus hijos, a quienes no solía faltarles una camiseta firmada en los encuentros de carácter profesional. Dentro de una vida inevitablemente programada, más aún según fue elevando su rango jerárquico en el circuito, nunca se dejó llevar por el más mínimo desdén. En su faceta actoral, también memorizó pronto los mensajes que había de pronunciar en coreano delante de la cámara, para el asombro de los responsables de la grabación. Se reveló muy capaz de rodar en tiempo récord, por el acierto desde la primera toma, pero nunca hizo ascos a repetir un plano si así le era requerido. Parecía uno más entre el barullo propio del estudio, no el mejor reclamo del KIA CEED, asociado a la máxima calidad y fiabilidad, al juego limpio, los valores que defiende desde su irrupción en el circuito.

Un atuendo número uno

Los asuntos de carácter comercial y de imagen han de pasar por el filtro de Carlos Costa. El torneo de Madrid tiene en Nadal a uno de sus iconos prácticamente desde su nacimiento. Si bien en la primera edición fue Ferrero, entonces en la cresta de la ola, número uno del mundo durante ocho semanas en el otoño de 2003, período en el que se desarrollaba la competición hasta 2009, el elegido como emblema del tenis español, pronto emergió el mallorquín como primera vía de enganche con el público de la capital.

La agencia Kitchen se encargó de realizar la promoción del torneo durante varios años. En los inicios de 2009, después de haber finalizado su primera temporada como número uno, Nadal decidió modificar la impronta guerrera y juvenil que le venía distinguiendo desde sus comienzos. Abandonó las camisetas sin mangas y las bermudas piratas por debajo de las rodillas para aparecer con una estampa más formal, modificando la longitud de los pantalones y luciendo polos de corte clásico. Kitchen debía partir de imágenes ya realizadas por fotógrafos deportivos y respetar esa mutación estilística hacia la madurez. Costa insistió a la agencia en transmitir una imagen menos agresiva del jugador, más calmada. En las diferentes metáforas visuales, ya fuera un robot de corte futurista que eleva el tenis a otra categoría o un caballero con armadura del que emana nobleza y gusto por el combate, Nadal, sin perder el aroma juvenil, empezó a dejar atrás los rasgos del muchacho para tomar las hechuras de un hombre.

No han dejado de sucederse las campañas destinadas a rentabilizar un éxito sin parangón en el deporte español y que admite escasos paralelismos internacionalmente. La más ambiciosa de las recientes está vinculada al Banco Sabadell, con el que presentó un acuerdo sin fecha pública de caducidad en la primavera de 2014. Meses después nace Cerca, a partir de conversaciones con John Carlin. Se trata de destacar la permanente operatividad del banco ofreciendo una vertiente íntima del jugador. Es un diálogo privado entre dos personajes que vencen la distancia física impuesta por sus respectivas profesiones gracias al vértigo de las nuevas tecnologías.

La idea es extraordinariamente ambiciosa. Basta ver la edición de elEconomista.es del 18 de febrero de 2015. Un documento de cuatro páginas, con cinco imágenes apoyando el diálogo Nadal-Carlin. La publicidad, empaquetando la información: portada, segunda página, penúltima y cierre.

El padre del proyecto es Toni Segarra, uno de los grandes publicistas de la actualidad, también autor de la conversación entre Pep Guardiola y Fernando Trueba, idea de la que nace el nuevo plan promocional del banco. «Se trata de mostrar un Rafa íntimo, personal, junto a alguien que le conoce bien, un periodista con autorización para sondear. Rafa deja entrar hasta donde deja, pero es dicharachero y generoso. La elección de Carlin permite, además, eludir una cierta solemnidad. Tampoco es casual el medio. Se comunican por whatsapp, lo que añade familiaridad, o por Skype, lo cual incorpora un tono distinto», me comenta Segarra en conversación telefónica desde su despacho en SCPF, la empresa que dirige en Barcelona.

Permanece el blanco y negro como señal distintiva del banco, al igual que sucedió en el desarrollo de la campaña con Guardiola. Consideran que añade verosimilitud. No hay guión, sino sugerencias. Se parte de una lista de argumentos que los dos interlocutores podrán seguir o no. La periodicidad es semanal. «Después de grabar horas de conversación resulta fácil elegir los mensajes que más interesen al banco», prosigue Segarra. «Hay momentos que no tienen demasiado interés para el público, pero, desafortunadamente en este caso, surgen otros que facilitan el impacto, como la lesión que sufrió en la muñeca. Lo primero es buscar situaciones reales. Por ejemplo, le decimos: “¿Puedes ir a hacer la compra?”. No queremos interpretación. Poco a poco, habrá que ir forzando situaciones».

Segarra transmite honestidad y confianza. A diferencia de algunas de las personas con las que he logrado hablar para llevar a cabo este libro, y de otras que no se prestaron a una mínima colaboración, se muestra diáfano en el discurso, ajeno a los temores que parecen mover a la gente que habitual o coyunturalmente ha tenido el privilegio de trabajar junto a Nadal. Hay un celo a menudo exagerado en el entorno del tenista por preservar su imagen, la sospecha de que esta pueda resultar dañada por la intromisión de un periodista cuya única intención ha sido tejer un relato más o menos personal sobre un joven digno de profunda admiración.

El libro se fue escribiendo según dictaban la inspiración y las circunstancias. En un primer momento, pretendí un relato más conectado con la faceta estrictamente profesional, pero, en la medida en que la permeabilidad de algunos coprotagonistas y testigos se revelaba precaria, hube de alejarme hacia otros observadores de su colosal aventura profesional, que abrieron territorios sugerentes.

Frescura ante la cámara

«Es espectacularmente profesional. Exhibe siempre el máximo nivel de concentración. Eso sí, es un enfermo de tenis. Tiene un ojo permanente en lo que hacen Federer o Djokovic», comenta el director de SCPF. «Otras marcas le hacen actuar en exceso. Nunca hemos pedido a un celebrity que se refiera directamente al banco, sino que hable de conceptos, con la intención de que se sienta más cómodo. Lo otro conduce a una cierta rigidez, resultando intrínsecamente falso, aunque funcione. Es un proyecto peculiar, amplio en el tiempo y documentalmente extraño, que tiene más que ver con algo editorial».

Guardiola, señalado por el éxito en su etapa como futbolista y más aún en los banquillos. Rafael Nadal, la victoria con rostro humano. Dos deportistas de contrastada elocuencia y capacidad de convicción. «Guardiola es un crack de la comunicación, al que le pareció una idea fascinante conversar con Fernando Trueba. Un hombre con grandes inquietudes intelectuales para venir del fútbol. A la hora de establecer diferencias entre ambos, te diré que Pep controla más, tiene una posición concreta ante la cámara. Nadal es más espontáneo».

Aun siendo de carácter nacional, la campaña del banco tiene su prioridad en la captación de clientes en Madrid. Se graba con un equipo reducido de profesionales, con el fin de no pecar de un carácter intrusivo que limite la naturalidad de los protagonistas. Al frente de ellos, el director de cine Isaki Lacuesta, Concha de Oro en el Festival de San Sebastián de 2011 con la película Los pasos dobles. «Para él supongo que no dejaremos de ser muchos, o al menos muy hippies, pero en comparación con un rodaje normal somos pocos. Solemos ir tres o cuatro», me explica Lacuesta.

«El primer día que rodamos me dio la impresión, que luego perduraría, de ser un chico muy enfocado, concentrado en lo que tenía que hacer, y extremadamente profesional, una persona cordial que plantea siempre cómo hacer las cosas bien», dice al regreso del Pirineo oscense, donde ha rodado su séptima película, La próxima piel.

«Cuando le recogimos en el aeropuerto londinense de Heathrow, en el verano de 2014, antes de realizar el primer spot, se encontraba preocupadísimo por las nubes. Estuvo todo el trayecto inquieto ante la eventualidad de la lluvia, por cómo esta podría afectar a su entrenamiento. Tanteábamos la manera de hacer el trabajo, pues él nunca había rodado de esa forma. No es un anuncio al uso que va pensado de set en set, en el que el protagonista actúa. Aquí le seguimos más tiempo y de continuo. No es ni un reportaje ni una publicidad convencional. Un poquito complicado de explicar hasta que nos viéramos las caras».

Sostiene Lacuesta que Cerca ofrece una imagen más real del tenista, en relación con el hombre al que estamos acostumbrados a ver en sus comparecencias públicas. «Es de natural espontáneo, pero en sus apariciones ante los medios a veces no lo parece. Piensa mucho y es muy calculador, y en ocasiones aparece más rígido o robótico de lo que es. Le planteamos situaciones cotidianas que la gente no puede ver y acabaron dando una imagen más favorecedora de él».

El director de Murieron por encima de sus posibilidades rechaza el estereotipo tenístico que se construyó de Nadal, enraizado en sus comienzos. «Mientras le filmaba, pensaba que estaría muy bien que David Foster Wallace no se hubiera muerto. Seguramente cambiaría bastante su impresión. Utiliza a Nadal como prototipo de latino mediterráneo, visceral y físico. Seguramente con los años habría atemperado mucho esa descripción. El tiempo ha demostrado que posee mucha más técnica de la que en principio se le otorgaba. No queda duda de eso. Al escritor le servía muy bien como contrapunto de un modelo de tenista, como arquetipo, cuando en realidad la cosa es bastante más compleja que eso».

El autor de La broma infinita estaba considerado como uno de los grandes escritores de su generación. David Foster Wallace se suicidó en la localidad californiana de Claremont el 12 de septiembre de 2008, víctima de una depresión crónica. Gran aficionado al deporte, publicó un artículo titulado en su origen, «Federer, una experiencia religiosa» y después «Federer, en cuerpo y en lo otro», donde plasma su devoción por el suizo, a quien siguió durante varios torneos y tuvo la oportunidad de entrevistar. En cuerpo y en lo otro12 reúne una serie de ensayos del autor, encabezados por el que aprovecha para dar título a la obra. Como apunta Lacuesta, la loa de Federer se construye a través de algunos de sus enfrentamientos con Nadal, «la virilidad apasionada del sur de Europa contra el arte intrincado y clínico del norte», en palabras del escritor.

Regresamos a otras particularidades de la proximidad documental con el tenista español. «Se siente más a gusto haciendo cosas que haría igual si no estuviéramos nosotros. Es una paradoja, porque se trata de momentos en los que más incómoda puede hacérsele nuestra presencia, dado que pertenecen al ámbito de lo privado. Pero cuando accedemos a su vida real le cuesta menos que si acabamos pactando situaciones más forzadas», añade Lacuesta.

Al igual que Segarra, se refiere a la búsqueda de autenticidad, de escapar de las formas convencionales del lenguaje publicitario. «Cuando aparecía el Nadal intérprete que hemos visto en otras situaciones lo evitábamos. Si está con los colegas o sale a pasear, todo va sobre ruedas. Cuando hemos buscado hipótesis ficcionadas para que ganara tiempo, tiende a sus recursos interpretativos, como haríamos todos. Y ahí es más complicado que no chirríe».

Al director catalán también le llamó la atención la autoridad de Nadal a la hora de organizar las actividades relacionadas con el rodaje. Ya conocía su carácter en la cancha, pero quedó sorprendido de que en los asuntos de otro orden no se pusiera más en manos de su entorno. «Fue impresionante verle entrenar y cómo dirigía lo que buscaba de esa sesión preparatoria. Es un hombre que se toma el descanso como parte indispensable del trabajo. Me había quedado con una imagen, fruto de lo leído y escuchado, del muchacho que sigue lo que dice la gente próxima que le rodea. Me di cuenta de hasta qué punto el jefe es él. Supongo que se trata de algo que ha ido adquiriendo con los años. Tiene muy claro lo que quiere hacer y cómo quiere hacerlo. Vi cómo se erige en el verdadero organizador de su vida. Cuando teníamos que definir el recorrido desde Heathrow hasta la shopping para comprar la comida que iba a cocinar después en su casa de Londres, le decía claramente a Carlos Costa cómo lo quería hacer. Es un líder de equipo».

Lacuesta solo añade un matiz a esta confesión que me ha hecho en el inicio de la charla: «Como profesional de otro ámbito, a mí también me sirve como ejemplo». Aquí viene la única reserva. Nadal vuelve a Manacor para rodar el anuncio en el que conversa con Carlin sobre la reciente lesión de muñeca. «Venía de Alicante, de ver a Julio Iglesias. Nos contó que estaba muy cansado porque había vuelto a las cuatro de la madrugada. Me impactó que no le gustara la música decente. Le dije: “Te admiro mucho, pero como dj no te contrataría jamás”. Mostró su sorpresa porque alguien se tomara la confianza de decirle eso. Carlin sí puede permitirse comentarle lo que le pasa por la cabeza».

Con todo, en la ejecución de la tarea cinematográfica, en su actitud frente a las demandas del director, Nadal se movió a ritmo de free jazz, en la literalidad de la expresión de Lacuesta. «Sí pactamos algunos temas de conversación, sobre todo con su interlocutor, pero si hubiera tenido que aprenderse un guión habría perdido frescura. En la recreación de algunas situaciones sí repetimos planos, pero llegamos a la conclusión de que para lo que estábamos buscando era mejor filmarle de manera documental».

11. Gomá, Javier, Tetralogía de la ejemplaridad, Taurus, 2014.

12. Wallace, David Foster, En cuerpo y en lo otro, Literatura Mondadori, 2013.