4. La Hermandad

Jimmy esperaba ansioso a que Chris volviera de la última clase. Aunque había prometido tener paciencia, en lo único que podía pensar era en que aquel presentimiento de que algo malo sucedía con Lucy iba en aumento. En todo el día, apenas había podido concentrarse. Sabía que no debía molestar a Huck para las dudas sencillas que le iban surgiendo durante su aprendizaje, para eso estaba Chris, pero aquello era diferente. Y sabía que Huck lo entendería, o al menos, eso esperaba. Su mente vagó hasta la primera vez que le había conocido en persona, aunque por supuesto, había oído hablar de él antes. Debía tener unos veintiún años, y era el «jefe» de la «Hermandad de la luz», una de las hermandades más exclusivas y misteriosas del campus. Por toda la universidad corrían historias sobre lo que allí sucedía, y sobre sus ocupantes. Huck se llevaba la palma de esas leyendas. Se decía de él que ayudaba a los que tenían problemas, pero que también era violento, y que utilizaba malas artes para conquistar a las chicas del campus. Solo el primer rumor era cierto, como le demostró la primera vez que coincidieron.

Jimmy apenas llevaba una semana en el campus, y compartía habitación en una de las residencias comunes con un tranquilo chico de Manchester. Aquella tarde, se había entretenido en la biblioteca, así que había anochecido para cuando llegó a una zona boscosa. Allí, observó que dos tipos del equipo de fútbol estaban haciendo pasar un mal rato a Jason, otro compañero de la residencia. Jimmy les miró con asco, y se dirigió a ellos sin pensarlo.

—Eh, vosotros, dejadle en paz.

Los dos jugadores le miraron con sorna y uno de ellos golpeó brutalmente el estómago del pobre chico. Jimmy, en lugar de amedrentarse, se acercó un poco más y amenazó:

—Vuelve a hacer eso y te denunciaré.

—Lárgate.

—No pienso hacerlo. Y te repito que pienso denunciarte al rectorado.

—Dudo que después de la paliza que te daremos te queden muchas ganas de hablar —replicó bravuconamente uno de ellos mientras se acercaba para golpearlo.

Jimmy esquivó ágilmente el puñetazo y, antes de que pudiera devolverlo, una voz profunda les detuvo:

—¿No habíamos quedado el año pasado que ibais a dejar en paz a los novatos? No me gusta tener que repetiros las cosas simplemente por el hecho de que seáis cabezas huecas que solo saben darle a una estúpida pelota.

—Este tío se está buscando la muerte —le susurró Jason al oído.

—No lo creo —repuso Jimmy—. Fíjate.

El que hablaba era un tipo alto, musculoso, moreno, de unos profundos ojos verdes que parecían traspasarles a todos con la mirada. Iba completamente vestido de cuero, como si estuviese a punto de subirse a una Harley. Los dos miembros del equipo de fútbol le miraban aterrorizados mientras Huck añadía:

—Si vuelvo a veros golpeando a alguien, no os dejaré marchar simplemente, así que más os vale que esta sea la última vez que atacáis a un inocente.

Uno de los jugadores hizo ademán de contestar, pero el otro le obligó a callarse diciéndole al oído:

—Recuerda lo que ocurrió el año pasado, déjalo.

Huck continuó atravesándolos con la mirada mientras les veía desaparecer, y luego se giró a los dos asombrados chicos. Primero, ayudó al chico golpeado a levantarse mientras le preguntaba:

—¿Estás herido?

—No, por suerte llegasteis cuando apenas habían empezado. Solo me duele un poco el estómago.

—Si empeora, pásate por la Hermandad de la Luz y pregunta por Joshua. Él te dará algo para ese dolor.

Jason se marchó aun musitando gracias, pero Jimmy, sin saber muy bien el porqué, se quedó junto a Huck. Se sentía fascinado por él, por aquella aura que había conseguido ahuyentar sin un solo golpe a los dos bravucones. Huck comentó:

—Has sido muy valiente al ayudarle, bienvenido al campus. Necesitamos gente como tú por aquí.

—Creo que el valiente eres tú… Además, has conseguido que se fueran. Me temo que yo hubiese tenido pocas posibilidades delante de ellos.

El chico de cuero sonrió y replicó:

—En eso tienes razón. Soy Huck.

—Yo soy Jimmy —se presentó mientras le estrechaba la mano. En ese momento, una fuerte tensión les sacudió. Se apartó y comentó:

—Parece que estamos cargados de energía estática…

Huck le miró con una media sonrisa enigmática y se limitó a contestar:

—Lo que me imaginaba. ¿Te apetece venir a tomar algo a mi Hermandad? Me gustaría hablar contigo.

—¿A tu Hermandad? —repitió Jimmy intrigado.

—Sí, a pesar de las leyendas de campus, no nos comemos novatos ni asesinamos vírgenes.

Jimmy se sintió avergonzado porque el chico que le había ayudado pensara que él creía todas esas historias, de modo que se apresuró a contestar:

—No es eso. Es que pensaba que no dejabais entrar a nadie que no fuera un hermano…

—Lo cierto es que hacemos excepciones de vez en cuando. ¿Te apuntas? Solo un café y algo de conversación…

—Está bien. Aunque soy yo el que te debería invitar a algo, me has salvado.

—Tranquilo, todo lo que te haces se te devuelve, así que tarde o temprano me será devuelto, igual que tu acción ayudando a Jason. No hay entonces porque tener deudas entre nosotros.

Jimmy le miró sin entender demasiado a que se refería, pero decidió que quería saber algo más de aquel extraño chico que había acudido en su ayuda.

La Hermandad estaba ubicada cerca de allí, entre los árboles. Tenía una apariencia extraña, igual que todo lo que rodeaba a Huck. Era blanca, con los tejados negros terminando en punta. No había ni una sola ventana abierta, ni cortina a través de la que se pudiera vislumbrar nada; ya que todas las ventanas están cubiertas por gruesas puertas de madera. Pudo atisbar un pequeño huerto cerca de la entrada, aunque en aquel momento no podía imaginarse a alguien con el aspecto de Huck haciendo de jardinero. La imagen le hizo sonreír, y Huck comentó:

—Del huerto se encarga Joshua.

—¿Me has leído el pensamiento?

—Se me da bien leer los rostros, y el tuyo ha sido bastante claro.

—Lo siento, no quería ser maleducado.

—No lo has sido. Además, la idea de tirarme por tierra con pantalones de cuero a mí también se me hace muy divertida.

Mientras hablaban, la puerta se abrió y un chico muy sonriente les recibió:

—Huck…, comenzábamos a preocuparnos por ti…

—No me digas… ¿Y qué habías pensando para salvarme?

—Algo increíblemente bueno.

—Bien, espero que mañana lo uses en nuestras clases.

—Y ahora es cuando recuerdo porque debo mantener mi gran boca cerrada.

Huck rio y le presentó:

—Chris, este es Jimmy, viene a tomar algo conmigo.

Jimmy le tendió la mano y al instante sufrió el mismo tipo de descarga eléctrica. Con semblante preocupado comentó:

—Parece que hoy estoy lleno de energía estática. ¡Qué raro…! Nunca me había pasado.

Chris y Huck intercambiaron una mirada y este último comentó:

—Será mejor que entremos.

La Hermandad era muy diferente a como se la había imaginado. Los rumores de la facultad incitaban a pensar en un lugar tétrico, de decoración gótica, pero nada más lejos de la realidad. Las paredes estaban pintadas de un agradable color crema, y el amplio vestíbulo apenas si tenía más decoración que algunas velas encendidas y unos sofás en el que estaban hablando algunos chicos que tenía vistos del campus. Todos le miraron extrañados, pero nadie le habló. Huck comentó:

—Acompáñame a mi despacho. Allí podremos hablar más tranquilamente. Chris, encárgate de nadie nos moleste, por favor.

—Por supuesto. Encantando de conocerte, Jimmy.

Este siguió a Huck escaleras arriba, hasta el despacho de Huck. Aunque no era muy amplio, tenía un antiguo secreter de madera oscura, sobre el que yacían algunos libros con extraños símbolos en la portada. Huck no encendió la luz, sino que dejó que las velas iluminaran la estancia.

—¿Te molesta la falta de luz eléctrica? La tenemos, por supuesto, pero nos gusta más este ambiente.

—Yo también lo prefiero, aunque… —Su voz se cortó y Huck terminó su frase diciendo:

—Aunque no sueles decirlo porque tienes miedo de que te tengan por alguien extraño. ¿Me equivoco?

Jimmy denegó con la cabeza y Huck añadió:

—Mira, no me gustan mucho los rodeos, así que te seré sincero. Si eres quien creo que eres, bastará con que tomes mi mano.

—¿Quieres otra descarga?

—Quiero demostrarte algo.

Jimmy le miró indeciso y Huck añadió:

—Yo confío en ti, por eso estás en mi Hermandad esta noche. Me gustaría que hicieras lo mismo conmigo.

Sus palabras causaron mella en él, y puso su mano sobre la suya según él le indicaba. Esta vez, no hubo corriente eléctrica, sino un extraño fluir de energía, como si por un momento Huck y él estuviesen conectados. Cuando se apartó, musitó quedamente:

—No puedo creerlo… He sentido… poder… ¿Quién eres?

—Ya conoces la respuesta, la habrás percibido por ti mismo. Lo importante es quién eres tú.

—Soy un chico normal. Y será mejor que me vaya.

—Espera. —Le detuvo Huck—. No voy a obligarte a que te quedes, pero sí que me gustaría que escucharas.

—Está bien —concedió Jimmy aunque no muy convencido.

—Soy brujo, al igual que el resto de los miembros de la Hermandad. Somos pocos, por eso nos hemos ganado la consideración de extremadamente selectivos en nuestros procesos de admisión. Pero lo cierto es que dado que solo dejamos entrar a gente con poderes, como comprenderás se reducen bastante los candidatos.

—Entonces, ¿qué hago yo aquí? Te aseguro que yo no soy brujo…

—Eso ya lo sé, nadie lo es cuando entra en la Hermandad. Pero sí tienes el potencial para serlo, por ello notamos esa tensión eléctrica cuando unimos nuestras manos.

Jimmy le miró, incapaz de decir nada. Estaba tan acostumbrado a verse a sí mismo como un tranquilo chico de pueblo, que todo aquello que le decía Huck parecía sacado de una película.

—Mira, Jimmy, sé que no entiendes nada, y que también estás algo asustado. Ambas cosas son muy normales, pero el problema es que no puedo seguir explicándote nada más si antes no te unes a nosotros.

—¿De qué estás hablando?

—El proceso de entrar en la Hermandad es más fácil de lo que la gente cree, siempre y cuando se cumplan dos requisitos. El primero, es tener el poder en tu interior, eso lo advertimos con la corriente que nos da al unir nuestras manos. El segundo es más personal. La magia es algo peligroso, y no podemos permitirnos crear brujos de magia negra. Por ello necesitamos estar seguros de que la persona tiene un buen corazón; y tú lo has demostrado al intentar salvar a ese chico, incluso a costa de que te golpearan a ti también.

Jimmy continuó sin saber qué decir, y Huck añadió:

—No puedo explicarte más sin poner en peligro los secretos de nuestra Hermandad. Así que te propongo una cosa. Te dejaré esta noche para pensarlo. Si estás interesado, mañana mismo organizaré todo para que te instales con nosotros. Aprenderás a convertirte en un brujo blanco, lo que quiere decir que únicamente podrás utilizar la magia para ayudar a los demás o para el bien común. También tendrás que seguir una serie de reglas, necesarias para el mantenimiento de la Hermandad. A cambio, te garantizo que vivirás la experiencia más increíble de tu vida.

—Está bien, lo pensaré. Lo cierto es que ahora mismo estoy un poco turbado —contestó Jimmy con sinceridad.

—Lo entiendo. Y me gusta que seas cauteloso, es una buena cualidad para un brujo.

En silencio, lo había acompañado a la puerta, donde le dijo seriamente:

—En caso de que decidas no unirte a la Hermandad, espero que nuestra conversación quede entre nosotros. Nuestra existencia es un secreto, y así debe seguir siendo.

—Por supuesto.

Huck le estrechó la mano y volvió a notar la energía, pero esta vez era más agradable, como si le transmitiera seguridad, no solo en Huck sino también en sí mismo.

Pasó la noche en vela pensando en la proposición y, evidentemente, le había contestado que sí. Aquella decisión había dado un vuelco a su vida de trescientos sesenta grados…, un vuelco del que aún no podía hablar, ni a Lucy ni a sus padres.

Cuando Chris entró en la habitación que compartía con Jimmy, le bastó una mirada para saber lo que quería pedirle. Antes de darle tiempo a que dijera nada, este le espetó:

—Lo prometiste, Chris. Sigo sin tener noticias de Lucy y mi presentimiento va en aumento. Necesito hablar con Huck, contigo o solo.

—Hola Jimmy, yo también me alegro de verte —le saludó su amigo bromeando.

—Chris, no es momento de juegos…

Su compañero le miró preocupado. Jimmy era el primer novato al que tomaba bajo su mando, él era su mentor, y temía defraudarle, tanto a él como a Huck. Ser mentor conllevaba una gran responsabilidad, y él temía que estuviese permitiendo que Jimmy se dejara llevar por la simple preocupación de estar un día sin hablar con su novia. Sin embargo, tampoco quería arriesgarse a omitir un presentimiento, so pena de que fuera algo grave y él no actuara a tiempo. Por ello dejó caer su mochila despreocupadamente sobre la cama y contestó:

—Está bien, te acompaño a ver a Huck. Pero si se cabrea, salimos corriendo.

Jimmy rio por toda contestación y le siguió por el pasillo mientras Chris continuaba quejándose, sin advertir que él solo podía pensar que estaba un paso más cerca de ayudar a Lucy, fuera cual fuera su problema.

Entró en la habitación respetuosamente detrás de Chris, que no parecía tenerlas todas consigo con aquella visita. Huck estaba sentado descuidadamente delante del escritorio, en el que en lugar de las cosas habituales del tipo ordenador, libretas y apuntes; había velas y libros de magia. Al verlos entrar les preguntó:

—Parecéis preocupados, ¿qué sucede?

Jimmy le contó sus premoniciones acerca de Lucy, y Chris añadió:

—Ya le he avisado de que, al ser principiante, su sensibilidad está muy exacerbada y no sabe distinguir entre preocupaciones normales y premoniciones.

—Eso puede ser cierto, pero no me gusta correr riesgos, así que haremos algo fácil, un simple conjuro para ver cómo está su energía. Sin embargo, no quiero que tampoco te hagas muchas ilusiones. Solo percibiré la energía positiva y la negativa, no lo que las motiva. Para hacer eso necesitaría a los demás hermanos, y no nos gusta demasiado utilizar esa carta, al menos hasta que no es absolutamente necesario. A ninguno nos conviene un exceso de magia.

—Me parece correcto. Yo solo quiero saber si Lucy está bien.

Huck asintió y comentó:

—Entonces, nos vemos en diez minutos en el desván. Con nosotros tres bastará. ¿Tienes alguna foto de ella?

—Sí, por supuesto.

—Entonces, tráela. Nos facilitará el trabajo.

Mientras salía, Jimmy no pudo dejar de bromear al oído de Chris:

—No se ha enfadado…

—No cantes victoria, el conjuro aún no ha terminado, joven aprendiz.

—Chicos, puedo oíros… —resopló Huck burlonamente.

Y Jimmy supo que les ayudaría en lo que pudiera.

El antiguo desván había sido reconvertido en el lugar de los rituales. Decorado completamente en madera, todos debían descalzarse para entrar en él. Las paredes estaban cubiertas de libros de magia, y la única iluminación que se permitía era la de la claraboya durante el día y la de las velas durante la noche. Jimmy no había estado nunca allí para hacer un ritual, ya que apenas estaba comenzando su aprendizaje, así que se sintió algo sobrecogido por el lugar. Chris le sonrió tranquilizadoramente y Huck les instó a sentarse en círculo. Colocó la foto de Lucy en medio, junto con unas velas de colores y unas hierbas, y tomó las manos de sus compañeros, mientras musitaba unas palabras. Jimmy sintió fluir la energía, como Huck cogía la suya y la de Chris y las unía a la suya propia para romper las barreras del espacio tiempo y llegar hasta el espíritu de Lucy.

La desconexión les dejó a todos agotados, sin poder hablar. Huck, más acostumbrado a los rituales, fue el primero en moverse, y lo hizo para dar una infusión a sus amigos.

—Bebamos, nos sentará bien.

Jimmy tomó la bebida, y le miró expectante. Huck parecía bastante preocupado, y eso había conseguido inquietar incluso a Chris.

—¿Qué has visto?

—La pregunta correcta sería: ¿Qué he sentido? Es algo muy extraño, chicos, nunca me había pasado. Esa chica, tu novia, es como si tuviera el alma divida en dos. En ella hay bondad y a la vez una maldad digna de una hechicera de magia negra.

—¿De qué estás hablando? ¿Lucy una hechicera de magia negra? Tienes que haberte equivocado.

Huck le miró. El comentario le había ofendido, pero por suerte hacía años que había conseguido dominar sus instintos, algo indispensable para el cargo que otorgaba en la Hermandad.

—Yo no me equivoco en la energía que recibo, lo cual no quiere decir que no haya una explicación para ello. Pero antes de negar tan fácilmente que tu novia es una hechicera, deberías recordar que tú tampoco le has dicho que eres un brujo.

Jimmy bajó la cabeza, consternado, y repuso:

—Es cierto, pero yo estoy en una hermandad de brujos blancos y tú acusas a la persona más dulce y buena que he conocido de hacer magia negra. Lo siento, pero son cosas muy diferentes.

Huck se acercó lentamente a él y le puso la mano en el hombro mientras le decía:

—Ya te lo he dicho, la magia no se equivoca, pero sí que pueden faltarnos datos. Después de lo que he visto, sí que considero necesario estudiarlo más a fondo. Sea lo que sea que está pasando en esa casa, es grave.

—Entonces, voy ahora mismo para allí.

—No hasta que sepamos algo más.

—¿Me estás prohibiendo que vaya a ver a mi novia?

—Te estoy explicando que ahora mismo hay un problema de magia negra relacionado con ella. Y dado que eres un brujo que apenas si ha empezado a descubrir tus poderes, me gustaría que me dieras un poco más de tiempo antes de ir a enfrentarte a algo para lo que seguro no estás preparado.

—Huck tiene razón. —Medió Chris—. Te ayudaremos, pero tienes que dejar que hagamos nuestro trabajo.

Jimmy asintió y con voz firme contestó:

—De acuerdo, pero quiero colaborar. ¿Qué puedo hacer?

Huck se detuvo a pensar unos segundos y luego comentó:

—Me has dicho que estaba con una amiga, ¿tendrías una foto de ella?

—Sí, Lucy me mandó recientemente una de las dos. ¿Servirá?

—Sí, ve a buscarla. En cuanto nos hayamos recuperado, volveremos a conectarnos, esta vez con las dos. Necesito saber qué tipo de energía tiene la otra persona implicada.

A Jimmy le pareció estar en un sueño, oyendo hablar de su novia y de su mejor amiga como de dos seres mágicos, pero por suerte para él ya llevaba suficiente tiempo en la Hermandad como para saber que en la vida había mucha más magia de la que todo el mundo creía. Rápidamente, terminó su infusión sanadora y corrió escaleras abajo en busca de la otra fotografía.

A su vuelta al desván, observó que sus amigos ya se habían terminado la infusión, y estaban ya colocados en círculo. Él tendió la fotografía a Chris, que no pudo evitar comentar:

—Tanto tu novia como tu mejor amiga son unas preciosidades…

—Sí, y te recuerdo que una es una presunta hechicera de magia negra y la otra aún no lo sabemos… —le recordó Huck, aunque no podía dejar de estar de acuerdo con la afirmación.

—Lucy no es una…

—Será mejor que todos nos callemos y nos centremos en el círculo. ¿De acuerdo?

—De acuerdo —aceptó de mala gana.

Los tres volvieron a unir las manos y repitieron el ritual. Cuando terminaron, el rostro de Huck denotaba aún más preocupación. Nervioso, se levantó y dio varias vueltas a la habitación antes de decir:

—No os lo vais a creer, pero tu amiga es una bruja blanca. No tiene desarrollado su potencial, pero, sinceramente, es increíble la energía que desprende.

—¿Debby es una bruja? Pero, le he cogido muchas veces de la mano y no ha habido energía entre nosotros…

—Eso solo sucede entre los brujos…

—No lo sabía.

—Hay aún muchas cosas que desconoces, pero te las iremos mostrando, todo a su debido tiempo.

Se volvió a sentar, visiblemente agotado, y esta vez fue Chris quien preparó las infusiones sanadoras. Después de tomarlas Jimmy inquirió:

—¿Y qué hacemos ahora?

—Tengo que estudiarlo. Igualmente, que esa bruja esté con tu novia debería tranquilizarte. Una bruja blanca jamás se haría amiga de una hechicera de magia negra, se repelen como el agua al aceite. Créeme, lo he visto.

—Huck, ¿estás diciendo lo que creo que estás diciendo? —preguntó Chris.

—Sí. Me temo que si Lucy es una buena chica, y Debby una bruja blanca, lo única opción que nos queda es pensar que alguien que está intentando apoderarse de tu novia.

—¿Qué? —exclamó Jimmy, aterrado.

—He oído hablar de ello antes, pero nunca lo he visto. Y, sinceramente, no sé ni siquiera si estoy preparado para ello.

—Huck, eres un brujo de increíble, de los mejores…

—Te agradezco la confianza, Chris, pero aún soy aprendiz en bastantes cosas. Voy a tener que emplearme a fondo si quiero saber qué está pasando y cómo solucionarlo.

Jimmy le miró visiblemente preocupado e insistió:

—No puedo dejar a Lucy sola, tengo que…

—Si vuelves a decir que tienes que ir a verla, te lo juro que te hago un conjuro y yo mismo te encierro en este desván.

Los ojos de Huck relampagueaban, así que Jimmy decidió que era mejor no insistir. Recuperando la compostura, su amigo comentó:

—Ahora dejadme, tengo que mirar si en los libros de magia encuentro alguna respuesta. Y no comentéis esto con nadie. Yo mismo convocaré a todos los hermanos cuando tenga claro a que nos enfrentamos. ¿De acuerdo?

Los dos asintieron y cuando salieron del desván, Huck se dejó caer apesadumbrado. Aunque había contado en grandes trazos la verdad, había omitido que esta segunda vez aún había captado con más fuerza la energía negativa en Lucy. Fuera quién fuera aquel punto de magia negra, estaba ganando la partida. Y sabía que le quedaba muy poco tiempo para evitarlo.