Mi hermana y mi pelo.
VI el documental Pastilla busca Malaltia (Pastilla busca Enfermedad)
sobre lo increíblemente polimedicamentados que estamos en la
sociedad actual y que muchas veces el objetivo de las grandes
farmacéuticas no es tanto el investigar para curarnos sino el
incrementar sus beneficios vendiendo más y más pastillas. Poner la
etiqueta de “enfermedad” a procesos normales de la vida como la
timidez o el envejecimiento. Se crea una enfermedad, se crea la
identificación con la misma y la necesidad de una cura y, de manera
casi inmediata, se ofrece en forma de un nuevo medicamento. Como
pasa con cualquier otro producto bien publicitado, creamos la
necesidad del mismo. Parece increíble que muchas farmacéuticas
tengan más presupuesto para marketing que para investigación. Es
terrorífico que sean ellas mismas quienes muchas veces financien
los estudios para el medicamento que quieren lanzar. Que tales
estudios tengan muchas carencias, como que se hagan en un tiempo
insuficiente o con muy pocas personas. Que no dé tiempo de observar
si existen importantes efectos secundarios. Que los estudios en los
que se encuentran efectos negativos no se hagan públicos. Que
cueste hasta 14 años retirar un medicamento cuando se demuestra que
es perjudicial.
Varios casos me tocaron mucho la fibra y até
cabos después de mucho tiempo sin prestarles atención. Mi hermana
murió a los 25 años, después de padecer un trastorno mental desde
los 17. Comenzó teniendo problemas para relacionarse en el
instituto e intentando autolesionarse. Poco a poco fueron viéndola
distintos médicos. Jamás tuvo un diagnóstico certero, aunque se
barajó la esquizofrenia. Le empezaron a medicar, a medicar mucho, y
a partir de ese momento jamás volvió a ser la misma, nunca noté una
mejoría. Iba de mal en peor. Cada vez tenía más pensamientos de
acabar con todo, se hería, nos hería, tenía delirios de grandeza.
Pensaba en la inmensidad del universo, en que no sabía qué hacía
aquí, en que la única manera de acabar con todo ese dolor era
acabar con ella misma. En algunos momentos volvía a ser ella y la
veías como si nada pasase, pero tarde o temprano volvía el
monstruo. No podía enfrentarse al mundo. Hasta que un día, cuando
todo estaba más o menos bien, se lanzó a una vía justo cuando iba a
pasar un metro. Se nos fue un trozo de vida que jamás se podrá
reemplazar. Mari tenía problemas para relacionarse, sí, pero quién
no los ha tenido. Jamás tuvieron sesiones de terapia con ella, sólo
pastillas y más pastillas. A lo largo del documental aparecieron
los casos de varias chicas como ella. Y, de nuevo, cuando algo te
resuena tanto, creo que es porque hay verdad ahí. Nadie sabe qué
habría pasado con mi hermana si se la hubiese tratado de otra
forma, pero lo que sí tengo claro es que nunca hubo un sincero
interés por abordar su caso de una forma global, o quienes la
trataron no tuvieron las herramientas necesarias para hacerlo. No
hubo sesiones de apoyo, no hubo psicólogos con terapias, no, sólo
pastillas.
De lo que sí que tengo certeza en carne
propia es de los efectos negativos que me causó el finasteride. En el documental aparecen varios
chicos explicando su pesadilla al tomar esta droga y, qué sorpresa,
fue lo mismo que me pasó a mí en su momento. Lo estuve tomando algo
más de un año porque mis entradas estaban creciendo de manera
alarmante y tenía miedo de quedarme calvo. En el prospecto se
indicaba que unos pocos pacientes habían observado efectos
secundarios como falta de libido, disminución de la cantidad de
esperma o dificultad para concentrarse, pero que esos efectos
desaparecían completamente si se suspendía el tratamiento. Esos
chicos habían dejado las pastillas hacía 5 años y su vida no había
vuelto a ser la de antes. No podían hacer el trabajo que antes
realizaban porque eran incapaces de concentrase y su vida sexual
estaba destruida. Yo tuve un momento de clarividencia cuando una
noche fui a la cocina a buscar algo y, al llegar allí, no sabía qué
era lo que quería. Estaba completamente aturdido y era incapaz de
enfocar mi atención en nada. Y de los síntomas sexuales
mencionados, todos. Las cosas tardaron bastante tiempo en volver a
la normalidad. Cuando comenté, meses después, con un dermatólogo
que había abandonado el tratamiento por esos síntomas y que tenía
la sensación de que me estaba haciendo mucho daño, me confirmó que
tenía muchos pacientes que le habían contado lo mismo y que había
hecho bien en seguir mi intuición.
Y yo me pregunto, ¿cómo se pueden valorar
los posibles efectos secundarios que le puede causar a un persona
la administración semanal, durante años y años, de medicinas muy
potentes? Nadie puede ser capaz de preverlo porque para lanzar esos
medicamentos no se han hecho estudios tan largos.
Es sólo un pensamiento, una pregunta
abierta.