El diálogo bioético
Hay diversas formas de abordar el diálogo bioético (DB) en una sociedad plural ante el relativismo ético existente, principalmente debidos a los procesos de globalización y de diversidad en que se debate el mundo en la actualidad, se destaca la situación del ser masa y ser más "yo", son unos de los rasgos más determinantes de que el hombre moderno no es unidimensional, sino plural. Antropológicamente, el pluralismo remite a un trasfondo más esencial: el reconocimiento de la legitimidad de todas las maneras de ser y de realizarse como seres humanos, lo cual exige a su vez, de que las mismas sean aceptadas como tales y posibilitadas para su desarrollo y expresión. Sin embargo, por la «ley del menor esfuerzo posible», muchas personas no buscan dar coherencia a su «verdad», de ver más allá de «los árboles» que obstaculizan su visión, como diría Heidegger, de dar coherencia a sus criterios a través del «diálogo», por menospreciar a su congénere, por falta de criterios, referentes y horizontes claros. De igual manera, se establece la necesidad de la mejor comprensión posible de la «vida», la «dignidad» y la «libertad» humana.
La «individualidad» es otro signo de la época que complejiza el DB desde la descontextualización del ser-en-relación y el ser-para-el-mundo y mucho más, la segregación que se produce el ser-con-el-mundo. Estos existenciales favorecen a una desensibilización hacia-el-otro, el alter, sobre todo si está siendo vulnerada su dignidad, por considerar que eso no es un problema mío y centrarse sólo en su «yo» y su «mundo». A su vez, se genera una pérdida de la responsabilidad social y la solidaridad humana, siendo éstas, cada vez más, un valor en extinción. Lo que anteriormente era el producto de un compromiso por su comunidad, su país o el mundo, se ha reducido a una mera satisfacción individual.
De igual manera, la «secularidad» en el ser humano surge como otro signo de los tiempos en el DB, por las consecuencias de la modernidad y de la postmodernidad en el mundo Occidental, las cuales se enmarcan desde esta categoría existencial. Conscientes de ser el hombre y la mujer protagonistas de la historia, buscan de esta forma reafirmar su identidad autónoma y rectora, lejos del Trascendente, como una necesidad de fortalecer su naturaleza humana. ¿En verdad se logra este propósito? ¿Ha podido el hombre deslastrarse de Dios a lo largo de la Modernidad y la Postmodernidad? De esta manera el «yoismo» lleva a un progresivo "desencantamiento" del mundo, rebajándole todo el sobrante de magia, misticismo, tabúes, supranaturalidad e ideologías, y aceptando su corresponsabilidad frente a él y los demás hombres. ¿Pero qué sucede si ya no comparto esta reciprocidad por el flagelo de la individualidad?
Desde otra perspectiva, el no considerar en una primera aproximación del debate bioético a las «creencias», permite realizarse un análisis e interpretación que daría una primera alternativa desde una postura más «natural» y «universal», ya que las creencias (ideas y posturas personales se consideran incuestionables, por lo menos en ciertas instancias) y las posibles ·»improntas» que en la vida surgen, restringen la visión holística de la problemática. Pero, en una segunda consideración, obviamente, hay que considerarlas. Y así sucesivamente, hasta agotar todas las posibilidades factibles o viables.
No se puede dejar de considerar a otro de los signos de los tiempos de este diálogo, la «racionalidad». Con la secularidad el hombre moderno pone en relieve un modelo antropocentrista, propio del ascenso creciente de la primacía del sujeto por la autoconciencia que adquiere de sí mismo frente a todo lo demás; reafirmándose así, la primacía de la razón objetiva sobre los sentimientos y creencias. Tal afirmación se extiende, además, a los usos y funciones de la misma, a una mayor razón instrumental: el hombre moderno desplaza al mito y opta por la razón a la hora de afrontar la realidad (de experimentarla, comprenderla, valorarla e intentar configurarla). Así el hecho, lo tangible, lo demostrable por deducción, lo replicable y sobre todo lo novedoso, es más seguro, en lo que me puedo soportar. En consecuencia, la constante de la racionalidad alude a una serie de facetas características del hombre actual:
- La experiencia de la realidad no está abandonada a lo a-racional o irracional sino que, en último término, queda sometida a la ratificación de la razón. Ello no es negativo, todo lo contrario, pero no todo «lo humano» puede ser descrito desde lo estrictamente racional ni todo puede ser explicado con palabras.
- La comprensión de la realidad acaece cada vez menos con base en instancias mitológicas o convencionales y cada vez más, bajo el dominio teórico de esquemas científico-lógicos. Ello también es positivo, ya que permitió el desarrollo del conocimiento. Hoy en día se exige trascender de estas concepciones.
- La valoración de la realidad se lleva a cabo desde el ámbito de la razón, sin dejar de considerar el ámbito de las emociones y creencias enraizadas con la identidad del alter, sino debidamente argumentadas hasta donde sea posible, ya que no toda consulta puede tener una solución como se expresase anteriormente, ni dejar de dar una ayuda o acompañamiento a quien lo solicite.
- La configuración de la realidad viene sistemáticamente planificada de acuerdo con los dictámenes que implanta la razón como agente primario de orientación y plasmación de los quehaceres humanos. Pero, también está entrecruzada por posturas reduccionistas de la naturaleza humana, de demagogias y sentimentalismos de grupos de interés, lo que incrementa la entropía y el caos informacional.
Desde todos estos puntos de vista, adquiere relevancia la adecuación entre medios y fines, tal y como fuese mencionado, a la vez que se subraya el interés por el método y la eficacia. La racionalidad moderna comporta mucho de pragmatismo.
Hay diferentes aspectos que el relativismo ético complejiza el manejo de la verdad y legitimidad en el DB[79] y ello define una epistemología del mismo tiene ciertas características, se citan entre ellas, la amplitud holística del análisis, la capacidad para manejar la pluralidad de opiniones y multidisciplinas (p.ej., teología, filosofía, medicina, biología, derecho, sociología y antropología), los enfoques requeridos para sistematizar situaciones problematizadoras, y la competencia para interpretar desde un método casuístico, inductivo, racional, secular y en permanente mejoramiento las realidades que se estudian.
Si bien el DB ha rescatado la autonomía de la persona y sus derechos fundamentales, sigue teniendo deficiencias en materia de justicia distributiva. En parte, por carecer de competencias comunicativas y de pensamiento práctico. De igual manera, se mantiene en ciertos grupos un marcado sesgo ideológico o religioso, en un enfrentamiento frontal al pluralismo, en vez de buscar nuevos caminos de reflexión, alternativas para negociar y encontrar consensos. Todos los extremos son negativos en general. ¡Ojala! se recuerde el «término medio aristotélico» que permitiría una deliberación que lleve a establecer una plataforma común a partir de una ética civil, para así, poder pasar a una ética de máximos, respetando la dignidad y libertad personal, a través de una conciencia informada y recta.