CAPÍTULO 14. La canción de Fluke

—Yo no puedo bajar hasta el barco. —Constancia estaba de pie en la cabina frente a Slater. —¿Entonces cómo...?

—Por favor, no me interrumpa, señor Slater. Sólo responda a mis preguntas. Necesito toda la información que pueda darme. ¿De acuerdo?

Slater la miró unos instantes. Jupe pudo ver el furor en sus ojos.

—Más preguntas —dijo—. Está bien. ¿Qué es lo que quieres saber?

—¿Dónde está exactamente? La caja metálica con esas... calculadoras de bolsillo.

—Bien, lo único que tiene valor... —Slater procuraba sostener su mirada—. Lo único que merece la pena está debajo de la litera, en la cabina.

—¿Está atada al suelo?

—No —Slater apartó su mirada—. Tu padre estaba tratando de botar la balsa salvavidas. Íbamos a llevarnos la caja. Y entonces... no hubo tiempo. El barco se hundió... —se encogió de hombros con amargura—. Tuvimos que dejarla allí.

—¿La puerta de la cabina está cerrada?

—No. Estaba sujeta para que se mantuviera abierta. Ya sabes...

Constancia asintió. Había salido a pescar con su padre desde que tenía diez años. Conocía cada detalle del barco de alquiler.

—Lo sé —dijo—. Con esos pesados ganchos de latón de la cubierta. Papá solía utilizarlos para evitar que la puerta se cerrara y poder bajar a la cabina desde el timón para tomar una cerveza.

—Sí —Slater volvió a mirarla a los ojos.

—¿Qué aspecto tiene esa caja?

—Es de color verde oscuro. Está hecha de acero. Tendrá unos cincuenta centímetros de largo y treinta de ancho. Y tal vez veinte de alto.

—¿Tiene asa?

—Sí. Como... bueno, como una caja fuerte. Tienen un asa de metal en la tapa.

—Necesitaré una cuerda. —Constancia hizo una pausa. Jupe adivinó que estaba buscando la mejor manera de sacar aquella caja del barco—. Una buena cuerda larga y resistente y una percha de alambre, parecida a las de colgar los trajes.

—Muy bien.

Jupe se hizo cargo del timón en tanto que Slater traía lo que Constancia necesitaba. La joven empujó hacia adentro los extremos del colgador para darle forma de rombo. Luego retorció el gancho hasta que formó un ángulo recto con el armazón.

Hizo un nudo corredizo en la cuerda de nylon y anudó el extremo al colgador de alambre.

—Bien —dijo—. Ahora ya estoy lista para bajar.

Pete dio un paso al frente.

—Si quieres... —comenzó a decir.

Él no quería ir con Constancia. Después de lo que había ocurrido no se sentía con ánimos para bucear. Pero tenía que ofrecerse. No se hubiera sentido bien de no haberlo hecho.

—Iré contigo si quieres —dijo. La joven le sonrió.

—No, tú quédate aquí, Pete. Prefiero tenerte a bordo por si acaso algo sale mal.

Pete le sonrió a su vez, agradecido. Probablemente ella se libraba de él, pero su modo de hacerlo le hizo sentirse mucho mejor.

La observó mientras se colgaba del hombro el rollo de cuerda de nylon, se ajustaba la máscara y se dejaba caer suavemente de espaldas al mar.

Fluke había permanecido dormitando a pocos metros de la lancha. Abrió los ojos al instante en que Constancia nadó hacia él, saliendo a su encuentro con su acostumbrada afectividad. Por unos instantes la joven acarició su lomo apoyando su rostro contra él.

Pete pudo ver que estaba hablando al pequeño ballenato. Pero estaban demasiado lejos para oír lo que decía.

Al pensarlo más tarde, no pudo imaginar cómo Constancia se las arregló para explicar a Fluke lo que deseaba que hiciera. Sin palabras. Pero tal vez ellos no necesitasen palabras para entenderse.

Recordó lo que había sentido al verles en la piscina de Slater. La amistad y confianza entre ellos eran tan profundas que parecían compartir una voluntad común. Lo que quisiera Constancia lo quería Fluke también.

Les vio sumergirse. Constancia rodeaba a Fluke con su brazo. Eran como las dos valvas de una concha.

Jupe mantenía los ojos fijos en el monitor de la cabina.

Vio aparecer el círculo de luz en la pantalla cuando en las profundidades del océano Constancia encendió la linterna sujeta a la cabeza de Fluke. Vio como la luz subía y bajaba a través de las turbias aguas. Una multitud de pececillos pasaron ante la cámara.

Y entonces volvió a aparecer el fondo del océano. Una zona circular de arena y grava, y una roca cubierta de percebes.

Slater estaba al timón detrás de él, y Jupe le sintió crisparse de repentina excitación.

La cámara de Fluke había enfocado la popa de un barco.

—Ahí está —Pete se situó al lado de Jupe.

La popa del barco iba ampliándose, llenando el círculo de luz. Pasó rápidamente, como una señal en la autopista. La luz se movía sobre una cubierta. Jupe distinguió parte de un timón. El círculo se apagó por un momento, para reaparecer más brillante que antes. Jupe vio la silueta de una silla, un ojo de buey.

Fluke había entrado en la cabina.

Durante varios segundos las imágenes en la pantalla iban de un lado a otro con tal rapidez que era imposible distinguir lo que eran. Jupe sentía que Slater se estaba poniendo rígido de impaciencia.

Las imágenes danzantes se fueron centrando poco a poco. La cámara enfocó un único objeto. Iba apareciendo lentamente hasta quedar enfocado.

Era una caja metálica.

—Esa es —Slater se inclinaba hacia adelante por encima del timón como si quisiera agarrar la caja de la pantalla.

La caja fue creciendo, creciendo, hasta llenar todo el círculo de luz mientras la cámara colocada encima de la cabeza de Fluke se iba acercando más y más a ella.

De repente se movió hacia un lado desapareciendo del todo. En la pantalla no había ya nada que ver. Sólo un círculo blanco.

Jupe de momento se extrañó. ¿Le habría ocurrido algo a la cámara? Luego comprendió que Fluke había metido la cabeza debajo de la litera y el lente de la cámara enfocaba la parte pintada de blanco situada debajo de ella.

Por espacio de un minuto la cámara sostuvo el enfoque, casi sin moverse. Luego todo volvió a cobrar movimiento. Las imágenes se sucedían con tal rapidez en la pantalla que era imposible distinguirlas. A Jupe le pareció ver por una fracción de segundo una parte de la borda.

Desapareció y fue sustituido por el ya familiar círculo de agua lechosa. Fluke estaba emergiendo.

—Estúpido animal —Slater juraba entre dientes con las manos agarrotadas sobre el timón—. Ni siquiera ha intentado sacar la caja —se volvió enejado mirando hacia la playa.

Jupe no le prestó atención. Había visto algo en la pantalla que Slater se había perdido... una instantánea de Constancia nadando hacia adelante. Ahora extendía la mano hacia la cámara. La luz del monitor se apagó y la pantalla quedó a oscuras. Constancia la había desconectado.

—Toma. Maneja el timón —Slater agarró a Pete de un brazo—. Y trata de mantenerlo en el mismo sitio.

Jupe vio que Slater corría hacia la borda de la lancha. Le siguió despacio mientras Pete cogía el timón. Pero Jupe no fue a reunirse con Slater junto a la borda. Pasó de largo hasta llegar a la cubierta de popa y allí se detuvo junto al armario. Tenía los ojos fijos en el mar, esperando.

No tuvo que aguardar mucho tiempo. A unos veinte metros de distancia emergió la cabeza de Constancia. Jupe pudo ver que ya no llevaba el rollo de cuerda colgando del hombro.

Fluke nadaba a su lado, y cuando el pequeño ballenato alzó la cabeza, Jupe vio algo más. La cámara y ¡la linterna habían desaparecido y en su lugar sujeta a la cabeza de Fluke por medio del arnés de lona estaba la caja verde de metal.

Jupe abrió el armario para sacar la bolsa sellada de plástico que Pete escondiera allí. Después de abrirla, sacó el transceptor portátil. Tiró de la antena hasta que alcanzó toda su extensión y pulsó el interruptor de emisión.

—Bob —dijo con premura por el micrófono del transceptor portátil—. Bob, pon la canción.

Miró hacia Slater. El calvo estaba inclinado sobre la borda y le gritaba a Constancia.

—¡Tráela! Trae aquí esa caja, ¿no me oyes?

—¡Empieza a tocar la canción, Bob! —repetía Jupe con Insistencia—. Que suene ya la canción de Fluke.