CARMEN DE BURGOS
Una mujer moderna
(Almería, 1867-Madrid, 1932)
Todo lo que no me hace morir me hace más fuerte.
Nietzsche
No era habitual que las mujeres pudieran vivir de su trabajo. Se les permitía estudiar, conseguir una profesión, pero luego ejercerla era mucho más complicado. Sin embargo, a finales del siglo XIX algunas irán desbrozando el camino, convirtiéndose en profesionales de la abogacía, la enseñanza, la literatura…
Unas lo hicieron por libre elección y otras forzadas por una determinada situación a la que tuvieron que enfrentarse. Entre estas últimas se encuentra nuestra protagonista.
Carmen de Burgos estudió magisterio. Quiso hacerse maestra para así poder terminar con su difícil situación matrimonial.
Desde muy joven Carmen deseó enamorarse, casarse, ser madre. Cuando tenía quince años se enamoró de un periodista que tenía doce más que ella y que le escribía versos de amor: Arturo Álvarez Bustos. Carmen y Arturo se casaron al año siguiente.
Muy pronto Carmen será víctima de malos tratos. La convivencia se deteriora. Además, sus hijos no consiguen sobrevivir. Primero murió un niño, después una niña y más adelante otro niño. Por ello cuando nace su cuarta hija, María, Carmen se abraza a ella llorando y decide planificar un nuevo futuro para las dos.
Se informa sobre cuáles pueden ser las salidas que pongan fin a su matrimonio y Carmen se entera entonces de que el adulterio y los malos tratos estaban considerados en la mujer como delito y en el hombre como falta menor. Ya no tiene dudas. Sabe que la solución para terminar con aquel tormento pasa por prepararse y conseguir un empleo. Después de muchos esfuerzos, de muchas noches en vela estudiando, Carmen consigue el título de maestra.
Se había hecho a sí misma. Era una mujer nueva y por tanto dueña de su persona. Dejó a su marido y con su única hija, María, que ya tiene cuatro años, llega a Madrid en 1901 dispuesta a reorganizar su vida. Se siente aliviada al dejar atrás el asfixiante ambiente de Almería, ciudad en la que nació y vivió hasta entonces, y en la que nunca le van a perdonar su comportamiento. Nadie entenderá la postura adoptada por Carmen al decidirse, después de muchos sufrimientos, a abandonar el domicilio conyugal.
La sociedad de aquel tiempo consideraba que las mujeres estaban obligadas a aceptar los problemas matrimoniales para la buena marcha de la familia. Jamás una esposa debía hacerle frente al marido. Su deber y obligación consistía en obedecer y callar. Carmen no está de acuerdo porque no quiere hipotecar su futuro por algo que ya no existe. Su vida es un infierno y debe salir de ella como sea.
Al llegar a Madrid Carmen sabe que lo ha conseguido, aunque los primeros tiempos de su estancia en la capital no van a ser fáciles. Deberá enfrentarse a las pretensiones de más de un caballero que, debido a su comportamiento, la consideran una mujer frívola y ligera. Será su propio tío, Agustín de Burgos, que la acoge en su casa cuando Carmen llega a Madrid, quien intente propasarse con ella. Y Carmen se verá obligada a abandonar la casa de su familiar ante el acoso de éste. Pero a pesar de este contratiempo Carmen de Burgos sabe que Madrid es la ciudad donde debe vivir. Le atrae todo de la gran ciudad. Se siente fascinada por el ambiente cultural de la capital de España.
En Madrid conoce a algunos de los autores más famosos del momento. En Madrid se pueden contemplar las más importantes novedades teatrales. El Apolo y el Lara compiten en estrenos.
Carmen asistirá a la polémica puesta en escena en el Teatro Español de la obra Electra de Galdós, con gran éxito popular y fuertemente criticada por algunos intelectuales, entre los que destacaba Azorín, al que Carmen había conocido en la redacción de uno de los periódicos a los que ella acudía en busca de trabajo.
Aquel era el ambiente en que le gustaría moverse. Carmen se siente atraída por el mundo de la bohemia. Sabe que Madrid es el lugar ideal para abrirse camino en el mundo de la literatura y es eso lo que ella desea: dedicarse a escribir. Ha estudiado magisterio para poder trabajar pero su vocación no es la enseñanza. A los pocos meses de su llegada a Madrid se incorpora como maestra a un colegio de Guadalajara.
Carmen va a intentar compatibilizar su trabajo de maestra con algunas colaboraciones en la prensa. Y como es luchadora irá abriéndose camino. Primero conseguirá que le publiquen unos poemas en el Madrid Cómico, después artículos en los diarios ABC, El Globo y El País.
Más tarde, el director del Diario Universal, Augusto Suárez de Figueroa, confiará en ella empleándola en el periódico. Suárez Figueroa será quien le anime a firmar sus trabajos en la prensa con el seudónimo de Colombine, nombre que pronto se hará familiar a los lectores.
Carmen de Burgos, Colombine, tiene una columna diaria titulada «Lectura para la mujer». Habla de modas, de decoración, de belleza y de mujeres. Carmen escribe sus primeros libros: Moderno tratado de labores y La protección e higiene de los niños. También se convertirá en la primera mujer que realice trabajos como corresponsal de guerra en España. El periódico El Heraldo de Madrid decidió enviarla a Marruecos para que desde allí informase de la contienda:
El vecino fuerte de Camellos dispara sobre una multitud de moros que se distinguen con los anteojos cerca de las ruinas de un pequeño poblado y entre los nopales vecinos se ve el fogonazo del tiro al salir; pasa la bala silbando sobre nuestras cabezas y no la vemos hasta que una luz de relámpago nos anuncia que ha estallado en las lomas del Gurugú, y pocos segundos después se escucha el eco de la detonación.[255]
Carmen de Burgos intentará desde la ventana que le ofrece la prensa hablar sobre la posibilidad de que el Gobierno elabore una ley del divorcio y pide a renombrados escritores, políticos y periodistas que opinen sobre la conveniencia o no de la misma.
La noticia escandalizó al sector católico de la sociedad española de 1900, que pondrá todo tipo de trabas para que no se escriba en el periódico de este tema. Carmen, imposibilitada para dar a conocer los resultados de la encuesta y poder seguir hablando del divorcio, se decidió a publicar El divorcio en España, un libro que le haría famosa.
A los diez años de llegar a Madrid Carmen de Burgos, Colombine, es una periodista y escritora muy valorada. Prestigiosas revistas madrileñas le piden colaboraciones. Escribe crónicas de viajes, cuentos y artículos para La Esfera, Mundo Gráfico y Nuevo Mundo, entre otras. También colabora en publicaciones de Portugal, Milán, Nueva York, Buenos Aires y La Habana.
Carmen ha conseguido introducirse, como tanto deseaba, en los círculos intelectuales madrileños donde se la considera una más. Sin embargo, a Carmen, como mujer, no le está permitido asistir a las tertulias literarias que se celebran habitualmente en los cafés.
Ella desea participar en aquellas reuniones pero no manifiesta abiertamente su opinión, y como quiere mantenerse al día y alternar con sus compañeros de profesión adopta tal vez la postura más inteligente: organiza una tertulia en su propia casa.
Muy pronto el salón de Colombine —así se llama la tertulia de Carmen de Burgos— se convierte en uno de los más concurridos. Muchos de los autores famosos acuden los miércoles a casa de la escritora, donde es frecuente también la presencia de algunas mujeres deseosas de poder ofrecer sus opiniones sobre diversos temas y la de jóvenes promesas, entre las que sobresale un hombre, un muchacho del que Carmen se enamorará.
Corre el año 1910. Hace tiempo que Carmen ha asumido las críticas que su conducta pueda suscitar. Es el precio que tiene que pagar por intentar hacer lo que quiere. La vida es más difícil para las mujeres. Ella lo sabe bien, y aunque su postura no sea de protesta radical, sí intentará disfrutar de algunos privilegios destinados a los hombres, aunque para ello tenga que innovar algunas costumbres.
Carmen no es una mujer joven, ronda los cuarenta años, pero se encuentra en plenitud. Es inteligente, valiente y, además, guapa. Pocas mujeres en aquel tiempo se atreverían a mantener una relación con un hombre veinte años más joven. Pero ella lo hace. Carmen se ha enamorado de Ramón Gómez de la Serna. Cree en el talento del joven escritor y lo apoyará en todo momento. Él admira a Carmen y se siente halagado por el cariño de ella, que es una periodista y escritora de prestigio. Están enamorados, comparten aficiones. Años más tarde, Ramón dirá del apoyo que Carmen siempre le brindó:
Ella me ha alentado y se ha dado cuenta desde el principio, cuando la incomprensión arreciaba, de que era sencillo y bueno lo que me proponía. […] He podido resistir con paciencia esos quince años de inadmitido en literatura, gracias a ese rato silencioso de comunicación y trabajo en su casa.[256]
Carmen de Burgos y Ramón Gómez de la Serna mantienen una relación de bohemia completa. Son dos amigos que viven separados, que satisfacen sus necesidades sentimentales y que comparten un proyecto común: ¡escribir! Se han creado el ambiente y las condiciones adecuadas para trabajar sin distracciones.
Lo cierto es que cuesta entender que una mujer como Carmen de Burgos haya podido sentirse unida a Ramón Gómez de la Serna, conociendo lo que éste había escrito acerca de la condición femenina:
Lleno de un pánico profundo ante las mujeres, ante su vesania exquisita y anodina, su inquisición disimulada, su seducción trituradora, su absurda y traidora pretensión matrimonial […] sus inquebrantables deslealtades en cuestión de ideas […] sólo ante esta mujer he podido respirar libremente sin el tropiezo terrible de un espíritu cegado, sin sentirme mediatizado […] sin tener que recurrir sólo a la galantería […] y sin necesitar simular esa otra cargante galantería literaria que necesitan las literatas usuales.[257]
Tal vez Carmen nunca quiso casarse con Ramón Gómez de la Serna. Con una experiencia tenía suficiente. Bien es verdad que probablemente Ramón tampoco deseara hacerlo. La suya era una relación en libertad que no dura un año o dos sino que se alarga en el tiempo. Carmen de Burgos se siente bien a su lado, aunque le conoce a fondo.
Tal vez si Carmen hubiera reunido fuerzas para romper con su amante se hubiera evitado la mayor tragedia de su vida.
Carmen de Burgos cree en Ramón y lo anima a diseñar una nueva revista. Así, aparece Prometeo, en la que ella va a colaborar. Curiosamente, el nacimiento de esta publicación coincide con la muerte de La Revista Crítica que Carmen había fundado. Muchos pensaron entonces que Carmen había sacrificado su propia revista para dejarle el camino libre a Ramón.
Es indudable que Carmen de Burgos lo apoya de forma incondicional. Y lo hace porque le gusta lo que Ramón escribe. Es innovador y amigo de llamar la atención. Ramón Gómez de la Serna llegó a pronunciar una conferencia subido en un trapecio desde donde lanzaba las cuartillas a medida que las leía. Ramón, con sus greguerías, género literario creado por él, se convierte en el máximo exponente del clima vanguardista de la segunda mitad de los años veinte.
Juntos viajarán por distintos países europeos, pero será Portugal el elegido. Durante su estancia en Lisboa Carmen entrará en contacto con la organización Cruzada de Mujeres Portuguesas, con la que colabora. Es una entidad cuyas componentes manifiestan abiertamente sus inquietudes políticas trabajando con la República y defendiendo a las mujeres desde ópticas progresistas.
No tardará Carmen, siguiendo el ejemplo portugués, en crear la Cruzada de Mujeres Españolas, que desde el primer momento se dedicarán a trabajar para conseguir una ley de divorcio y la concesión del voto femenino. El grupo de mujeres integrantes de la Cruzada protagonizará una manifestación callejera para pedir el voto femenino.
Es curioso cómo Carmen va adquiriendo con el transcurso de los años una mayor concienciación feminista. Ella, que había atacado desde sus artículos de El Heraldo el feminismo extremo, no duda ahora en asumir muchas de sus propuestas. Claro que en todo este tiempo, además de acumular experiencia, ha tenido oportunidad de traducir La inferioridad mental de la mujer de Moebius.
Carmen criticará esta obra en una conferencia pronunciada en Logroño en marzo de 1912 titulada «Influencias recíprocas entre mujer y literatura».
Para Carmen, la evolución de la mujer pasa por elevar su nivel cultural. Cree que la cultura la capacita para disfrutar de muchos aspectos de la vida hasta entonces desconocidos. Le facilita argumentos para defenderse y le enseña a reflexionar para poder tomar decisiones ante una situación complicada. También piensa —y lo sabe por experiencia propia— que la cultura permite a la mujer la independencia económica tan necesaria para poder sobrevivir a los problemas matrimoniales.
Todas las biógrafas de Carmen de Burgos coinciden en señalar su desenfrenada actividad. «Trabajó como veinte escritores juntos», dice Concepción Núñez. «Publicó más de ciento cincuenta obras literarias. Además, dio conferencias tanto en España como en el extranjero», apunta Paloma Castañeda. Lo cierto es que resulta bastante sorprendente comprobar que, siendo una autora con una producción tan extensa, en la actualidad casi nadie se acuerda de su nombre.
Carmen de Burgos escribe para el gran público. No es una escritora experimental, como apunta Ángela Ena, pero sí tiene un estilo muy personal y es muy novedoso el tratamiento dado por Carmen a los temas universales de la literatura tradicional:
El matrimonio ya no es final feliz, ni siquiera final, de un relato. La maternidad ya no es la meta que persigue la mujer, y sobre todo ofrece a esta mujer una libertad de acción, una rebeldía contra la opresión del matrimonio, incluso, contra el marido. Ahí tenemos por ejemplo el artículo 438 sobre la situación injusta de la mujer ante al adulterio. Y sobre todo quiero destacar la presentación del amante. El amante que libera a la mujer insatisfecha. Carmen de Burgos ya no castiga a la mujer insatisfecha que se rebela contra el matrimonio como ocurría con las heroínas de la gran novela del siglo XIX; madame Bovary, Ana Karenina o la misma Fortunata sino que les ofrece alguna salida, alguna solución. Esta solución puede venir por el camino de la especulación del divorcio o la figura, el hallazgo de un amor fuera del matrimonio; el amante. El amante que la libera del matrimonio o que la inicia en el campo del amor sin tener en cuenta para nada el matrimonio. Incluso otra de sus aportaciones, no sólo de ella sino de otras escritoras, es la presencia de la homosexualidad femenina.[258]
Carmen, sin duda, encuentra el ejemplo en sí misma. Separada de su marido, viuda desde hace tiempo, jamás ha vuelto a pensar en casarse.
Tiene un amante desde hace casi veinte años. Ella tiene sesenta y Ramón cuarenta. Los dos se han preocupado por mantenerse firmes en su decisión de estar juntos a pesar de los problemas y de las incomprensiones. Pero llegará un momento en que la relación de Carmen de Burgos y Ramón Gómez de la Serna se quiebre de la manera más trágica y traumática que se pueda imaginar.
A finales del año 1929 se estrena en Madrid una obra de Ramón Gómez de la Serna, Los medios seres. En ella trabaja la hija de Carmen de Burgos, María, que en estos años se ha hecho actriz en contra de la voluntad de su madre, se ha casado y divorciado y ahora vuelve a pretender alcanzar la fama desde un escenario. Y la alcanzará. Todo el mundo en Madrid hablará de ella y de Ramón, el autor de la obra. No comentan su maravillosa interpretación ni la calidad del texto de Gómez de la Serna, que resultó un fracaso total sino el rumor que escandaliza a todos: María se ha enamorado de Ramón y éste no ha podido resistirse a sus requerimientos amorosos. Ninguno de los dos tiene la valentía de decírselo a Carmen, que se entera por terceros.
Carmen piensa que no podrá soportarlo. Ella había cuidado personalmente de la educación de su hija enviándola a los mejores colegios. Jamás se separó de su lado. Incluso la llevaba a sus viajes por el extranjero. María era la persona más importante de su vida, a quien ella consideraba su mejor obra.
El ya débil corazón de Carmen se resiente, pero es una luchadora y a pesar del dolor y de la vergüenza desea seguir viviendo. Al fin y al cabo, como afirmó en más de una ocasión: «Lo importante es sentir la vida». Después de unos días en los que permanece aislada de todo y de todos, Carmen de Burgos vuelve a su actividad y de nuevo es la escritora infatigable.
La relación entre su hija y Ramón es muy breve. María vuelve junto a ella arrepentida y Ramón se va al extranjero avergonzado. Corría el año 1930. La complicada y difícil situación política era tema de actualidad. El dictador Miguel Primo de Rivera había presentado su dimisión y los jóvenes partidos políticos adquirían cada día mayor protagonismo.
Carmen de Burgos decide entonces tomar parte activa en la política. Se afilia al Partido Republicano Radical Socialista. Y, como es habitual en ella, su trabajo será constante. Pronto estará en mítines, homenajes y conferencias. Festeja con sus correligionarios la llegada de la República. También participa en actividades de la masonería creando, con otras siete mujeres, una logia o cámara de adopción que se llamará Amor. Se podría pensar que Carmen se sube al carro del vencedor porque lo cierto es que la masonería cobra, con la llegada de la República, un auge espectacular. Pero como puntualiza Ferrer Benimeli, hacía bastante tiempo que Carmen de Burgos era masona:
[…] había sido iniciada en La Argentina y había participado también en la masonería portuguesa.[259]
Así pues, no hay oportunismo por parte de Carmen al crear una nueva logia, sino compromiso y deseos de luchar para conseguir una mayor independencia para la mujer:
¿Qué es lo que pretende Carmen con esta logia femenina de las que había pocas en España? Reactivar la recuperación de la mujer, sacarla del ámbito familiar, insistir en lo que había sido una trayectoria suya como escritora o como periodista, como fundadora de la Cruzada de las Mujeres Españolas, ya en los años veinte en los que interviene el pacifismo. Lo que pretende es defender el feminismo por una parte, defender el sufragio femenino.[260]
Carmen tendrá la alegría de ver cómo Clara Campoamor consigue el derecho de las mujeres a manifestar sus opiniones en las urnas. Desgraciadamente no vivirá lo suficiente como para poder ejercer su derecho al voto, y sí para perdonar a Ramón Gómez de la Serna que cuando regresa a Madrid, casado, manifiesta su deseo de verla.
Hace mucho que Carmen ha perdonado a su hija y ahora recibe en su casa a Ramón para demostrarle que no le guarda rencor y que sigue siendo su amiga.
Dos meses antes de cumplir sesenta y cinco años el corazón de Carmen de Burgos se negó a seguir. El desgarro sufrido hacía sólo tres años manifestaba sus consecuencias.
Murió el 8 de octubre de 1932. Fue enterrada, por expreso deseo, en el cementerio civil de Madrid. No quiso regresar a la tierra en que había nacido. Madrid era su ciudad. La ciudad donde discurrió casi la mitad de su existencia. Fueron los años más importantes de su vida, porque Carmen de Burgos en Madrid pudo ser ella misma y sentirse dueña de su destino.