Capítulo 14
Lord Phillip Carroway, Vizconde de Edgehill, necesitaba pasar una velada con sus amigos o se daría a la bebida. Cortejar a Caroline estaba siendo más difícil de lo que hubiera esperado. Estar con ella estaba afectando a su cordura. La deseaba tanto que tenía que esforzarse para no tocarla, para no arrastrarla, en todos los bailes en los que coincidían, detrás de alguna columna y besarla hasta robarle el sentido.
En un intento desesperado por recuperar el juicio, esa noche había cambiado los valses por las cartas y por ese motivo estaba sentado a una mesa en el White’s, esperando a que Lucius, al que había enviado una nota para que se reuniera con él, acudiera.
Iba por su segundo whisky cuando una voz, que no hubiera esperado escuchar esa noche, se dirigió a él.
—Eso no es lo que esperaba encontrar de un hombre prometido y profundamente enamorado.
Se dio la vuelta para enfrentar a otro de sus mejores amigos, Lord Sebastian Middlethorpe. Él era el único que se había dado cuenta de los sentimientos que albergaba por Caroline. A pesar de lo mucho que se había esforzado por ocultarlos, su amigo lo había notado. Quizás porque se encontraba en la misma situación que él. Enamorado de la hermana de su mejor amiga, una dama a la que había creído no merecer.
Rápidamente se levantó para estrechar su mano.
—¿Qué haces aquí? Creía que seguías de luna de miel.
—Y sigo de luna de miel, pero al parecer era necesaria mi presencia aquí esta noche para alegrar a cierto amigo deprimido.
Phillip se dejó caer de nuevo en la silla.
—¿Quién te lo ha contado?
—Yo —anunció Hawkscliffe, que se detuvo a saludar a su amigo Sebastian.
Sebastian se había casado hacía dos semanas y esa misma tarde había partido con su esposa a Bath, por lo que estaba ajeno a lo sucedido en Londres durante ese tiempo.
No obstante, en cuanto supo de su regreso, Lucius le había enviado una nota para que se reuniera con ellos en el club. Tras hablar con Victoria, había acudido allí para animar a su amigo y, una vez cumplida su misión, regresar a casa para acompañar a su esposa al primer baile al que iban a acudir como matrimonio.
—Creía que te molestaba que quisiera casarme con tu hermana.
—Nada más lejos de la realidad. Lo que me preocupaba era que no la amases lo suficiente. Una vez disipadas mis dudas, creo que eres perfecto para ella.
Los ojos de Phillip brillaron por la rabia.
—¿Creías que yo no…?
—Caballeros —interrumpió Sebastian—, haya paz, por favor.
El marqués alzó las manos en señal de tregua con una sonrisa traviesa en los labios.
—Deja de provocar a Edgehill o te prometo que no haré nada si decide retarte esta noche. De hecho, es posible que acepte ser su padrino si me lo pide.
—Gracias, Sebastian —dijo Phillip alzando su vaso.
—He de reconocer que os he echado de menos —anunció Sebastian.
—No mientas. Estás demasiado enamorado de Victoria y tu mujer es tan encantadora que es imposible que te hayas acordado de nosotros.
—Tienes toda la razón, Hawkscliffe.
Los tres rieron de nuevo en armonía.
La charla con sus amigos calmó los ánimos del vizconde, que llegó a plantearse ir a la fiesta a la que Caroline asistiría, cuando Sebastian se levantó para marcharse a casa y acompañar a su esposa. No obstante, decidió que podía tomarse la noche libre y ser simplemente Phil.
Para su sorpresa Hawkscliffe tampoco se marchó, sino que se quedó allí con él.
—Lamento haberte ocultado mi compromiso con Caroline. No estuvo bien.
El marqués alzó la mirada de su vaso.
—Sé lo persuasiva que es mi hermana. No te culpo por querer hacerla feliz. Dios sabe que llevo años haciendo eso mismo.
—Eres un buen hermano.
—Espero serlo la mayoría de las veces. Aunque…
—¿Qué sucede?
Lucius se encogió de hombros.
—Puede que no sea nada, pero… ¿Te has dado cuenta de que de un tiempo a esta parte Caro se ha hecho íntima de Lady Alice Alvanley?
—Tú también lo has notado. Creía que se tenían animadversión.
—Y así era.
—Y después de los constantes coqueteos de Lady Alice creí que Caroline la evitaría y en lugar de hacerlo la invita a pasear con nosotros. Es… extraño.
El marqués descartó la idea que le rondaba.
—Tal vez no sea nada y esté demasiado segura de lo que sientes por ella para darle importancia a la actitud de la dama.
—Supongo que es posible que sea así.