ALBORADA
Ni tan siquiera el cielo.
Sino una memoria del cielo,
y el azul de la tierra
en tus pulmones.
Tierra
menos tierra: contemplar
cómo el cielo ha de encerrarte, crecer inmenso
con las palabras
que dejas por decir… y nada
se perderá.
Soy tu desazón, la rendija
en el muro
que se abre al viento
y su tartamudeo, tormenta
en plural; este otro nombre
que das a tu mundo: exilio
en los cuartos del hogar.
El alba se recoge, engendra
testimonio,
el olmo y la ceniza
que caen. Yo regreso a ti
a través de este fuego, un resto
de la estación venidera,
y seré para ti
como el polvo, como el aire,
como la nada
que no ha de rondarte.
En el lugar anterior al aliento
sentimos cruzarse nuestras sombras.