NOTA HISTÓRICA
La presente novela es una mezcla de hechos ficticios e históricos. El propósito es fantasear sobre uno de los primeros atentados que se produjeron contra un monarca español en la historia moderna.
El historiador R.A. Stradling describe así el atentado:
Su origen era la rivalidad entre los dos principales ministros de la monarquía, a saber, Gaspar de Haro y Medina de las Torres. Cuando este último empezó a destacar sobre el primero (en 1661), el heredero de don Luis de Haro, el marqués de Heliche, decidió vengarse recurriendo a medidas extremas. Herido en su orgullo, por el nombramiento de Medina como alcaide del Buen Retiro, ya que este puesto lo había ocupado antes su padre, Heliche planeó una pueril demostración de protesta. Alertados por ruidos extraños, la guardia de palacio descubrió una mecha encendida a sólo unos centímetros de una carga de pólvora colocada bajo el escenario del coliseo. La familia real se hallaba en ese momento en el Retiro, aunque no en el mismo teatro. A fin que no torturase más a un esclavo al que habían prendido tras hacer tan terrible descubrimiento, Heliche se confesó culpable, pero alegando que no había intentado amenazar al rey, sino sólo asustar al antiguo enemigo de su familia. Los jueces aceptaron estas disculpas, y Felipe IV envió al temerario joven al frente portugués para que madurase.[5]
Junto con este hecho he entremezclado los extraños sucesos ocurridos en el convento de San Plácido. Éstos siguen siendo un enigma. Según Olivares, aquellas eran monjas de gran santidad, pero para el pueblo era un antro donde se producían cultos demoníacos y orgías sexuales. Seguramente no fuera ni lo uno ni lo otro. Los escándalos sexuales entre la población religiosa (muchas veces obligada a prestar votos contra su voluntad) eran frecuentes, pero resulta muy extraño pensar en un convento como un centro de actividades satánicas y delirio sexual.
Ligados a este lugar hay una serie de personajes reales. El benedictino Francisco García Calderón fue procesado por seducir a las monjas del convento de San Plácido, pero es ficticio el modo en que muere.
Teresa Valle, la priora del convento, al ser juzgada por la Inquisición, declaró haber sido poseída por un demonio llamado Peregrino.
Jerónimo Villanueva, el protonotario de Aragón y fundador del convento de San Plácido, es también un personaje histórico. El misterio de los papeles desaparecidos de sus archivos nunca se pudo aclarar. Su hijo Jorge es una invención.
Fray Diego es un personaje ficticio. Sin embargo, las disputas entre las dos órdenes religiosas más importantes del momento no son una imaginación novelesca. La orden favorita del pueblo eran los franciscanos. Entre la gente principal el monopolio era para los jesuitas y los dominicos, que entablaron una dura batalla para ganar donaciones y privilegios. De cara a la religiosidad popular, los dominicos ensalzaron a la Virgen de Atocha, mientras que los jesuitas enaltecían a la Virgen de la Almudena, encargándose respectivamente de su culto en el convento de Atocha y en la iglesia del Colegio Imperial, hoy iglesia de San Isidro.
En la primera mitad de su reinado Felipe IV prefirió de entre las órdenes religiosas a los jesuitas, predilección que es una de las características de la aristocracia de la época. Los confesores reales solían provenir de los dominicos, enemigos declarados de la compañía. El influjo de los jesuitas sobre el rey declinó a partir de 1640, cuando una serie de escándalos les desacreditaron. A partir de entonces el rey evolucionó hacia formas más puritanas, lo que hizo que empezara a ver con desagrado las permisivas doctrinas confesionales de los jesuitas.
El origen y los fines de la secta de los iluminados o alumbrados expuesta por el dominico son históricos. El término, limitado al principio a una secta del Renacimiento, se acabó aplicando a cualquiera que se desviara por un motivo u otro de la ortodoxia oficial.
Los sucesos que narra fray Diego sobre las brujas de Zugarramurdi reflejan fielmente lo acaecido en Navarra en aquella época. En defensa de la denostada Inquisición hay que decir que muchos de sus miembros eran gente ilustrada que se limitaba a velar para que no fructificaran las ideas religiosas contrarias al catolicismo ortodoxo que tanta sangre estaba vertiendo en otras latitudes. En principio, el Santo Oficio se negó a participar en estos hechos de supuesta brujería y sólo lo hizo a petición de la autoridad civil y de la presión popular. Su supuesta crueldad no era mayor que la que ejercía la autoridad civil de la época.
Gonzalo García es un personaje de ficción, pero el hecho que las autoridades mandaran a vivir a un alguacil al barrio de Lavapiés para vigilar la conducta de sus vecinos es histórico. Algunos de los alguaciles y corchetes eran antiguos soldados.
Adam de la Parra, y toda la camarilla que rodeaba al conde-duque de Olivares (incluyendo al jesuita fray Hernando de Salazar), son también personajes históricos.
Lo esencial de la trayectoria de la familia Cortizos, la famosa familia de banqueros conversos, es real (aunque Alonso, su mujer, y Rodrigo son personajes de ficción).
Don Luis Vargas es un personaje de ficción, aunque efectivamente existió un licenciado con ese nombre que vivió en ese mismo barrio. En aquel lugar vivían bastantes letrados, algunos de ellos se dedicaban a administrar los bienes de los nobles y de las órdenes religiosas.
El músico Juan Hidalgo existió realmente, aunque se desconoce casi todo de él. Se encargó de la música teatral en la corte de 1644 a 1685, trabajando entre otros con Calderón.
Francesco Cavalli destacó como compositor y organista en Venecia y Francia. La música de la ópera L’Erismena fue compuesta en 1655, el libreto era de Aureli. No es descabellado pensar que alguna de las obras de Cavalli pudiera ser representada en el Retiro.
En esta novela hay otras referencias a personajes reales. Girolamo Fracastoro fue un médico italiano que especuló en su obra De contagione et contagiosis morbis sobre las posibles causas de la propagación de las enfermedades. A él debemos el nombre de Sífilis, puesto que es autor de un largo poema narrativo en el cual un pastor español llamado Sífilis contrae una extraña enfermedad.
Otro de los médicos citados es don Cristóbal Hayo, catedrático de Medicina de la Universidad de Salamanca. Una de las enconadas polémicas médicas del siglo XVII trataba sobre si el consumo de tabaco era beneficioso o perjudicial. Don Cristóbal defendía sus indudables ventajas.
Puede parecer extraña la presencia de un esclavo en el palacio real en la España del siglo XVII; sin embargo, esto era bastante común. De los 120.000 habitantes de Sevilla en 1620, 6.000 de ellos (un 5 por ciento de la población) eran esclavos, la mayoría de ellos turcos, berberiscos y negros.
Algunos de los edificios notables que se citan en la obra, como el palacio del Buen Retiro, han desaparecido, conservándose únicamente sus jardines, el estanque, el interior del Casón y el Salón del Trono, hasta hace poco Museo del Ejército. El mismo sino tuvo el viejo Alcázar Real, que fue destruido por un incendio en la noche de Navidad de 1734; sobre sus ruinas se levantó el palacio de Oriente.
Tampoco queda nada de la casa de campo de la huerta de la Buitrera, cuyos cimientos pueden hallarse hoy en algún lugar bajo los pinos del parque del Oeste.
Por el contrario, otros se mantienen en pie. Entre ellos la cárcel de la villa, hoy Ministerio de Asuntos Exteriores, en la plaza de la Provincia. También se conserva el convento de San Plácido, que permanece en el número nueve de la calle de San Roque.
Otros edificios religiosos mencionados, como el de las Descalzas Reales o el de la Encarnación, pueden visitarse hoy en día. El pasadizo que unía el Alcázar Real con la iglesia de este último monasterio fue destruido por el incendio que consumió el palacio. El fuego también se extendió a la iglesia, que resultó muy dañada. Lo que se puede contemplar hoy en día es la reconstrucción posterior.
La iglesia de Santa María, el edificio religioso más antiguo de la villa, fue uno de los muchos inmuebles destruidos a raíz de la desamortización de Mendizábal. Las ruinas de lo que parece fue la mezquita sobre la que se edificó la iglesia se pueden contemplar hoy en la calle Mayor.
La basílica de Nuestra Señora de Atocha sigue todavía hoy en el mismo lugar que ocupaba el convento en el siglo XVII. El antiguo edificio fue demolido a finales del siglo XIX, pero fue reconstruido poco después. Los dominicos siguen instalados allí, aunque el espacio de sus antiguas huertas y olivares es ocupado hoy por el colegio Virgen de Atocha (donde cursó estudios el autor) y el Panteón de Hombres Ilustres.
La fortaleza de San Felice de los Gallegos todavía se alza muy cercana a la frontera portuguesa. Recientemente ha sido rehabilitada.
La bella estatua de Felipe IV que presidía el patio principal en el palacio del Buen Retiro se eleva hoy en la plaza de Oriente.
El Apocalipsis de San Juan era uno de los más populares entre el escaso público lector de la Edad Media. Esto se refleja en la producción de numerosos códices miniados, muchos de los cuales todavía se conservan. Algunos de ellos pertenecían a la Casa Real. El que hojea fray Diego bien podía ser los Comentarios del Apocalipsis que se conserva hoy en día en la Biblioteca de El Escorial.