ESCENA TERCERA
ENID está en la sala de estar, hablando por teléfono. Al encenderse las luces, mira la hora en su reloj.
enid (al teléfono): Hola, Lena... ¿Te pillo en mal momento?.. Siempre que te llamo, vas a salir. ¿Cómo está Julián?... ¿De veras?... ¿De veras? Dios mío, es un quiste muy grande. ¿Se puede sentar?... Max está bien, si es que eso te interesa... Estupendamente, le puede caer la sopa en la miel... Escucha, no te voy a robar mucho tiempo. Querría comentar contigo la posibilidad de invertir en un pequeño negocio... No, no... Lena, espera... éste es mucho menos complicado. Reconozco que el asunto de las tarjetas de felicitación parecía muy bueno en teoría, pero, cuando surgieron los problemas, la cosa resultó una pesadilla. Cómo iba a caer en que había que llevar libros y cuentas...
Lena, yo... yo... para serte franca, andamos un poco apurados por el momento... ¿Cuánto tiempo podré aguantar en pie, vendiendo medias? Las piernas me fallan... ¿Es eso lo que he de esperar para el resto de mis días?
Lena, escúchame... Tengo dos ideas. Una son cajas de cerillas con el nombre impreso de la persona que las usa, y la otra son peces tropicales... hablo estrictamente de envíos contra reembolso... Bueno, claro, las cajas de cerillas nada más... no vas a meter los peces en sobres...
Lena, nadie te está pidiendo dinero. Sé que estás igual que un pozo vacío... créeme, el otro día le dije a alguien que eras igual que un pozo vacío.
Muy bien, Lena, son casi las siete y media, tengo que tomar el metro o llegaré tarde al trabajo. Pero seguiremos esta conversación. Si me llamaras tú alguna vez... (Cuelga y se pone la chaqueta.) Nunca me ha perdonado su apariencia física. Como si yo tuviese la culpa...
Coge el bolso y se dirige a la puerta, mientras las luces se apagan.)