Ahora 45
Viendo las olas romper, al sol caer, le di la razón a Adam; yo ni siquiera había considerado que es lo que iba a pasar con Alex. Simplemente me enamore. Y por primera vez en mucho, mucho tiempo tome una decisión sencilla.
Eventualmente Adam detuvo la inquisición y pude acercarme a ellos. Alan enseguida me envolvió con sus brazos, me regalo un reguero de besos en el cuello, en el cabello, en todas partes mientras veíamos como bailaba su familia, todos contra todos, riendo, divirtiéndose, olvidando por unos momentos que algunos vivíamos con una enfermedad.
― ¿Escuchaste lo que dijo mi hermano? ―Preguntó Alan con sus labios entre mi cabello. Fingir ignorancia nunca ha sido mi fuerte, evadir la verdad era más lo mío. Pero Alan, con él me era difícil evadir cualquier cosa.
― ¿Cómo te diste cuenta?
―Oh, Cosita, te conozco. Sé cómo te encierras en ti misma cuando algo no te gusta. En cuanto salí a buscarte, lo supe ―besé sus manos y me recargué todavía más en él.
―Yo también tengo mis reservas, Alan. Para mi es una tragedia conocerte.
―Ey, para mi no es una tragedia conocerte ―aclaró haciéndome girar. Él recargado en un árbol y yo entre sus piernas, teníamos la altura perfecta.
―Es una tragedia porque creí ser feliz en mi relación anterior. Creí que la relación era normal, cariñosa, incluso respetuosa con todas las camas involucradas. Pero te conocí… y estoy perdida. Es una tragedia que ahora sepa que viví engañada, que era infeliz. ¿Cómo te voy a sobrevivir?
― ¿Por qué me tienes que sobrevivir? ¿Por qué no simplemente vives conmigo?
―Vamos, Alan. Tú sabes que esto solo es una relación sin importancia ―uff, desperté al monstruo de ojos dorados. Solo cuando se enojaba aparecían esas flamas atrás del dorado,
― No puedes decir que es una relación sin importancia, porque así te quitas importancia a ti misma. Y tú, Christine Adams, eres la mujer más importante en mi vida ―lo decretó con uno de sus besos, de esos que dejan sin aliento, que aflojan las piernas y los parpados dejan de funcionar.
―Ay, Alan ―el muy tonto se burló de mí.
―Ya te lo he dicho, Cosita, yo sé lo que sientes por mí.
La última persona en quererlo reconocer era yo misma. En lo que llevaba de vida no se me había aparecido ese pensamiento en la mente, ni siquiera cuando veía las fantásticas películas de Disney llenando mi cabeza de ilusiones irreales. Pero ver a Alan y Alex jugar futbol… sentí lo que ya era un continuo no deseo, sino necesidad, de formar parte de sus vidas, de sus pensamientos y de su corazón. Quería formar parte de su familia.
― ¿Te molesta si te acompaño? ―Alejandra era una mujer muy joven, no aparentaba tener cuatro hijos hechos y derechos, mucho menos nietos, aunque por el recibimiento, podía estar segura de que los defendía a todos con garras y dientes afilados.
―Por favor ―contesté sonriendo. Al fin y al cabo, era su jardín trasero.
― ¿Podemos hablar sin reservas, Christine? ―Directa como su hija, apenas y se había sentado y ya venía a matar.
―Por supuesto ―esperé el golpe, la advertencia, nunca la acusación.
― ¿Hasta dónde piensas dañarlo?
―Yo jamás le haría daño a Alex ―contesté indignada a la abuela del chiquillo que tenía conquistando mi corazón. Aun con todos mis problemas, yo jamás le tocaría un pelo a nadie para dañarlo.
―Ya lo sé, no es Alex quien me preocupa. Es mi hijo quien está en problemas ―quise fingir que no sabía a qué se refería, pero ¿de qué me valía hacerme la idiota? Ya lo era, no tenía que fingirlo.
―Entre Alan y yo no hay nada permanente ―sentencié más para mí, que para ella.
No dijo nada, pero podía ver en sus ojos esa expresión que solo tienen las madres. “No te hagas” parecía gritar. Deje de verla para centrarme en el océano enfrente de mí. Era un lugar paradisiaco. Las pequeñas olas chocando contra las rocas era el perfecto sonido para dejar de pensar.
―Solo te voy a pedir que no le hagas daño. Alan ya ha sufrido bastante…
― ¡Mamá! ―La voz de Amy cortó lo que suponía era el sermón menos halagador que iba a recibir en mi vida. Alejandra me vio mordiéndose los labios, podía sentir el flujo de instinto maternal correr por su cuerpo.
―Solo digo que…
― ¡Mamá! ―La volvió a cortar Amy. A decir verdad, deseé que Amy no interviniera en el asunto, total, el sermón lo iba a recibir tarde o temprano. Además, seguramente era bien merecido.
Alejandra suspiró al levantarse para dejarme en la compañía de Amy, aunque cumplió su cometido, me dejó perdida en el laberinto de mis emociones.
―No consideres mucho lo que diga mi madre, Alan siempre fue su consentido ―sonreí por obligación. Alejandra y Adam tenían razón, Alan ya había sufrido lo suficiente.
― ¿No eres tú su consentida?
―Oh, no. Yo soy la chiquita de mi papá, Alan siempre ha sido el chiquito de mi mamá.
― ¿Y los gemelos?
―Naa, ellos se tienen a sí mismos, no necesitan ser los consentidos de nadie, ya se consienten entre ellos.
Se escuchó la risa de Alex y mi atención fue completamente para él. Se estaba divirtiendo y extrañamente eso me hizo muy feliz.
―Yo no estoy de acuerdo con mi mamá ―interrumpió mis pensamientos Amy―. Yo creo que eres perfecta para Alan y para Alex.
― ¿Cómo podría ser perfecta para ellos? ―Si tenía tanta carga sobre mis hombros.
―Porque quieres más a Alex, que a Alan.
Por un largo momento no supe qué decir―: Es… es diferente.
―Sí, si es diferente. Hasta que no tienes hijos, no sabes la capacidad que tienes de amar a alguien. Te he visto como interactúas con Alex, como juegas, como lo abrazas, como le cantas. Solo he visto a alguien más, cuidarlo como tú lo cuidas. Ni siquiera yo, que lo adore desde el momento que venía a este mundo, lo trato como ustedes lo tratan.
― ¿Ustedes? ¿Quién más lo…? ― ¡Oh, Madre! Por qué me encelaba de esa manera con el niño.
―Tú y Alan. Nadie cuida a Alex como tú y Alan. Tan desinteresadamente, tan incondicionalmente. El amor a un hijo llega lo pidas o no, Chris. Solo nos queda atesorarlo.
Se escuchó la risa de Alex y regresé mi mirada a los niños. El árbol más grande de la casa tenía tablas para que se pudieran subir con facilidad y no corrieran el riesgo de caerse. Vi con angustia como Amanda era vencida por su hermano para llegar a la cima, no entendí la risa de Amy.
―Deja que crezca un poco más, un día lo va a vencer ―decretó muy segura. Yo no estaba tan segura, aunque eran mellizos, Amanda era mucho más delicada que su hermano, ya se empezaba a ver la diferencia de estaturas―. Una vez yo le gane a Adam, y mira lo enorme que esta el adorado ―era cierto, de los tres, Adam era el más corpulento―. Y no solo le gané, también le rompí la pierna ―presumió orgullosa.
Los Duncan habían tenido una buena infancia, sin alcohol, golpes o humillaciones. Sin traumas que los llevaran a tomar malas decisiones.
―A partir de ese día nunca se negaron a jugar conmigo. Mis hermanos son hombres de palabra ―y las mujeres también, era obvio que ‘el adorados’, no solo era un decir, era un hecho.
―Amy, ¿Ale ya hablo con ella? ―Bueno, hoy era el día de las amenazas. La de Karen venía con un deje de burla. Afortunadamente corría tras una pelota y no se detuvo a averiguar.
―No le hagas mucho caso a ‘Barbie’. tiene la mala costumbre de dejarme el trabajo sucio a mí ―no pude evitar reír―. Que no se entere que le dije así, pero yo no tengo la culpa de que parezca muñeca ―susurró en conspiración. Amy me gustaba mucho, era franca, real―. Tuvo algo que ver con mis hermanos, ¿sabes? Siempre los cela. Sobre todo, a Alan después de lo de Cris.
No es que sintiera celos… bueno si, en realidad sentía celos, la mujer era muy bella, mucho más que Claire, aunque no veía a Alan con la mirada depravadora de Claire, más bien lo veía con cariño.
― ¿Fue larga la relación que tuvo con Alan? ―La risa de Amy me sacó de balance por completo. Parecía que con ellos no me enteraba de cuando hacia comentarios graciosos.
―Perdón, pero es que… ―se limpió un par de lágrimas, el dorado de sus ojos destellaba, se parecía mucho a Alan en eso―. No, su relación no fue larga, tal vez un par de horas. Y si contamos con que compartió ese tiempo con Andy y que ya venía desgastada de Adam, ¡puf! Se podría decir que la relación con Alan fue de minutos.
― ¡¿Con los tres?! ―De repente Karen se volvió mi heroína.
―Un fin de semana. Karen es muy justa, no podía dejar a ninguno de los tres fuera.
― ¿Solo eso? ―Estaba segura de que tener a los tres Duncan podía ser adictivo. Un fin de semana sonaba a poco.
―Sí, solo eso. Yo creo que ese fin de semana solo la afianzo como una hermana más, que yo sepa, ninguno de los cuatro buscó algo más. Siempre la han visto como hermana.
―Karen besó a Alan en los labios ―no es que la estuviera acusando, pero a lo mejor la mujer se quedó con ganas de ‘más’ con Alan.
Volvió a reír, solo que ahora me tomó de la mano redimiendo un poco de confianza.
―Ella también los ve como sus hermanos, es muy protectora con los que quiere. No te dejes amedrentar por un beso, créeme, ha hecho cosas peores.
Pasé un buen rato escuchando historias de ellas antes de ser ‘mujeres de bien’, como ella misma se describió. Eran historia de amistad en las buenas y en las malas, de búsqueda por la felicidad. Y también las de Alan. Al parecer, mi Cosota era un desbocado que saltaba de cama en cama.
―Nació Alex y le cambió todo, incluso su manera de saltar de cama en cama ―mmm, ¡qué divertido! Malditas camas saltarinas.
―Yo he… yo cometí muchos errores. Te aseguro que los de Alan son menores ―lo que menos quería era que supiera de mi cama, que también era un poco saltarina.
―Todos hacemos cosas de las que nos arrepentimos, Chris. ¿Alguna vez te ha dicho Alan que no recuerdo el primer encuentro que tuve con Austin? Estábamos en la universidad, yo salía con otro, después de una fiesta él me llevó hasta mi casa, incluso le di un beso en el pecho. ¿Pregúntame si recuerdo algo? Nada. Para mi no paso, siempre me voy a arrepentir de eso, me hubiera ahorrado un par de años y un par de malas decisiones.
Tal vez…
―Te voy a decir un secreto, Christine, Alan es el favorito de mis adorados. Adoro a mis hermanos, pero los gemelos son los gemelos. Alan y yo somos…
―Alan y Amy.
― ¡Exacto! ―Sonrió con el mismo cariño que Alan sonreía cuando hablaba de ella. Eran Alan y Amy―. No sabes lo mucho que me duele déjalos cada vez que nos vamos a la casa de Londres. Soy conocida por proteger a los míos, Alan y Alex eran míos...
― ¿Eran?
Fue sin intención, sin premeditación alguna, pero cuando envolvió mis hombros con su brazo y me vi arropada por la mujer, fue imposible contener las lágrimas. Amy me acompañó con un suspiro esperanzador.
―Ahora son tuyos, Chris, cuídalos.
Sin pensarlo mucho, sin premeditación alguna, en ese momento lo prometí… Con mi vida.