Y ahora que usted ya no me necesita y le dice a un guardia que me lleve a la entrada puede escribir su informe sin instalarse en el escritorio

Coja este cinturón madrecita

o sea solicitando sin palabras aún sentado y aunque sentado en realidad a gatas y al borde de las lágrimas, los dos ojos un ojo

Soy muy malo castigúeme

con un solo párpado, no el de arriba, el de abajo en cuya bolsa se escondía el remordimiento, es decir no lo escondía, se notaba una agüita, aplástela con la palma como hacen los niños y limpíesela en la camisa donde se secan las manchas de remordimientos anteriores, el miedo a dormir debido a los bichos que le hurtaban las vergüenzas y su madre de repente desnuda a su lado, un cuerpo enorme que lo mastica y devora, usted a medida que desaparece

Madre

y al final ella agachada sobre el barreño fregando, su madre y su padre enormes, desnudos, que rezongaban

(no rezongos pero sirve)

arrancándose pedazos con esa ferocidad de los mastines con los cadáveres de los patos y usted desde la puerta espiándolos, su padre que lo sorprende a usted aún con los dientes fuera y luego ocultando los dientes, la boca de su madre también sin dientes, blanda, tan incomprensible sin ropa, liberando el cinturón de su padre de las presillas con la misma avidez con que arrancaba pedazos y ni el arcángel Gabriel en la cabecera lo ayudaba, no merece la pena rezar, debo de haber pecado, he pecado, detalles de repente importantísimos, una raja en el jarrón de una sola flor, el tapete deshilachándose, la raja y el tapete en las voces tiránicas con que se dirigen a nosotros

Vas a ir al Infierno has pecado

siempre que pecamos un alma del Purgatorio condenada, tal vez de su abuelo o de su padrino que antes de fallecer jugaban al chaquete bajo el limonero vestidos con chaleco con cadena, le ofrecían licor de madroño a pesar de su abuela

¿Lo quieren matar?

(creo que estoy inventándolo todo, seguro que no fue así)

y su abuelo agitando el licor con la porfía de los viejos a quienes les falta casi todo desde la infancia hasta las muelas Un traguito no le hace daño a nadie chico bebe

(estoy inventándolo todo de cabo a rabo)

después bebiendo un brazo que flotaba separado del resto, no usted entero, el brazo con mareos y sueño, ganas de cerrar los ojos, tumbarse y las coles bailando de manera que intentó bailar con ellas para que las coles desistiesen, su padrino olía a valeriana debido a los nervios, echaba espuma en la iglesia en el momento de la hostia, el Diácono lo bendecía en latín

Vade retro, Satanás

y su padrino desplomándose en el banco pasmado de visiones

He estado en el Limbo con los niños no bautizados

no, su padrino sin pensar en los niños interrumpiendo el chaquete

Mira cómo baila tu nieto

y su madre con el cinturón ella a quien le faltaban los pedazos que le había arrancado su padre, un codo, las tripas

(sigo inventando)

gordísima

(el enfermero

Tómese a pecho lo del colesterol doña Beta)

con las nalgas entumeciéndose, los muslos entumeciéndose, la inmensidad de los pechos entumeciéndose desencajados

(era eso lo que ella guardaba en la blusa y trastornaba a los hombres, apartaban el pie del pedal de la bicicleta y se apoyaban en el suelo contemplándola pasmados)

su madre cogiendo el cinturón por el extremo sin hebilla

Ya verás bandido

y las almas del Purgatorio dando las gracias por la esperanza de que Jesús no las castigase

Gracias doña Beta

de modo que en la plaza elegía siempre la más fuerte, la mayor

Coja este cinturón madrecita

y ahora que ya no me necesita, le dice a un guardia que me lleve a la entrada y por el camino más guardias, un olor no sé dónde

(no de negro, no mío)

que se dilata y se disipa puede escribir su informe tranquilo, creo que soy capaz de irme del Barrio, levantar la caja que tantas veces he levantado y cargar con ella no sé adonde, la casa de mi tía con vega que se cerraba con un gancho en un clavo y en la cual ni el perrito hoy día, todos los mastines incinerados, puede ser que un fragmento de cortina en el que el zurcido se desvaneció balanceándose solitario, el manzano sobre el pozo o ni asomo del manzano que el mundo no es eterno y en lugar de la casa y del patio

(del patio no hay duda, el gallinero, las verduras)

hierbas, yo

¿En qué sitio quedaría la casa?

e incapaz de encontrarla, en el lugar de la parada del autobús de las diez un tipo con un bastón

(¿el hombre de los sauces?)

escarbando la tierra en busca de tesoros, no

Te he tenido en brazos pequeña

el temor a que yo escarbase con él y le robase y el bastón amenazándome de lejos, yo en el Barrio con la caja y si se la extendiese al del bastón

(hipótesis que debe considerarse: ¿el tipo el marido de mi tía?)

se negaría sin una mirada siquiera

(o el hombre de los sauces y la palabra secreta expandiéndoseme en la boca, ha de seguir conmigo cuando no sea más que cenizas de horno)

yo inmóvil en el Barrio descansando sobre una piedra, lo que no falta aquí son piedras por no hablar de cabras, tejones y niños descalzos, el marido de mi tía

(me pareció)

pellizcándome el cuello y no el marido de mi tía claro, no creo que le pellizquen el cuello hoy día dado que no se interesan por ti así como afirmaba el cura sacudiéndome el vestido de la comunión en la iglesia y gotas de estearina en mi piel, en las mangas

¿Crees que tu madre viene aquí?

creo que me miran como los del Barrio me miraban tomándome por blanca yo que no era blanca ni mestiza ni negra, era escarlata y lila, del mismo modo que no hablaban conmigo, se apartaban, cuando él no estaba en su lado del somier lanzaban en la habitación

(Donde vivo lo que no faltan son habitaciones)

por llamar habitación a aquello, animales muertos, jarros, en una ocasión un tiro y la olla animándose y cayendo así como caeré rompiendo el collar que me resta en cuanto la pastilla me encuentre el corazón, se lo compré no sé dónde a un vendedor ambulante, cuenta la verdad, no mientas

(el veterinario al empleado

Quítale esa porquería a la perra qué idiota un collar)

el de los empeños me lo ofreció

Guarda eso deprisa

ya enfermo, enteco, antes de que la hija en el sótano

Papá

(el empleado no le desenroscó el cierre, se lo arrancó)

la última ocasión en que lo visité los ataúdes y esa vez no dos periquitos, uno empinando en el aseladero solemnidades de viudo, el de los empeños por primera vez apoyado en un féretro

No te molestes no puedo

(me acuerdo de su cara señor Vargas)

yo con lástima intentando aun así y no podía realmente, qué es de su reacción señor Vargas, una sutura del hospital en la barriga, una sonrisita no pegada a los labios navegando entre la nariz y el mentón, de vez en cuando una muela y la lengua comprobándola

Se notan las muelas ¿no?

con la mente concentrada en las muelas, el de los empeños vanidoso

No se me ha caído ni una

abriendo la boca mostrándolas y allí estaban todas unas tras otras, magníficas, al paso que yo cuatro o cinco calculando por encima pero dispuesta a ayudar

¿En qué ataúd quiere que lo acueste señor Vargas?

en lugar de las cenizas en el horno y de su cuerpo ardiendo, un collar en un paquetito

Escóndeme eso deprisa

sin dejar que me lo probase por miedo de su hija, me quedé con aquello en la mano pasándole el dedo levemente y mirándome en los espejos de los escaparates, el veterinario al empleado

Quítale esa porquería a la perra qué espanto un collar

el empleado arrancándoselo y ningún reflejo de mí, fue una pena señor Vargas no haberlo ayudado a elegir el ataúd, no quería que acabase en el horno, creo que usted me caía bien, si quiere no me molesta hacerlo y ha de poder se lo prometo, déjeme ser una ardilla entregándole una nuez, he oído decir que no sé qué en los intestinos todos consumidos por dentro, no el líquido en los pulmones del perrito, pudriéndose solamente, me acuerdo de la muela de vez en cuando y de la lengua comprobándola, nunca se le cayó ninguna qué envidia, consuélese con eso, muere capaz de mostrar los dientes y allí venía la sonrisa esbozándose a duras penas, la cantidad de energía caramba que precisan los labios, me voy del Barrio antes de que me quemen la habitación

Lo que no falta son habitaciones

unas botellas de queroseno, unos desperdicios, un neumático ardiendo puertas adentro derritiéndose en la pared, las personas no

Señora

aunque yo con collar, yo un mártir que se diluye en la parte de atrás, san Roque, san Cirilo, santa María Egipcíaca

(tengo más de reserva, san Luis Gonzaga, san Sandalio)

el de los empeños

No puedo

y árboles hacia los otros en la calle, lámparas por la noche, una infinidad de días

¿Qué le ha hecho a sus días señor Vargas?

el de los empeños en las escaleras indignándose con las piernas

¿Ustedes no se mueven?

y casi no se movían intentando soportar el tronco sin vértebras que desistía en la chaqueta, la enfermedad consumiéndole

el pecho después de consumirle las tripas, présteme el pañuelo tía para apretarlo en mi mano de blanca

(¿seré blanca de nuevo?)

el de los empeños con un suspiro costoso

Te he dado un collar bonito

o sea cuentas verdes con estrías marrones salvo la más pequeña amarilla, la chica que vino a la tienda a entregarlo la usó para sustituir una de las verdes perdida, al recibir el dinero y el resguardo

¿Solo esto?

sin recoger los billetes y la voz del negro en su voz, el mismo olor pronunciado

No nos dejan ir señora

no dormía conmigo, dormía en una manta en el desván mientras el avión de Peque zumbaba, se despertaba lo sentía observarme y ningún avión, nosotros dos, la inquietud de las gallinas en la red, revuelo de plumas, caliza desconchada, los sauces que me acompañaban desde la infancia

Te he tenido en brazos pequeña

y no crecieron en el Barrio, los buscaba entre las cabañas y el agua de la laguna ausente, a lo sumo un sapo que parecía haber perdido las gafas y se esforzaba por entenderse con el mundo en una pequeña mata de juncos, visité al de los empeños en el hospital y me miró desde una distancia de kilómetros aunque a medio metro de mí de manera que tenía que gritarle al oído debido al espacio

¿Quiere que sea su ardilla quiere una avellana mía?

y en lugar de la sonrisa una contracción trabajosa

No vale la pena esforzarse señor Vargas

con la esperanza de que yo considerase que me había entendido, hay personas que al borde del final se preocupan por nosotros, el negro por ejemplo

(nunca fui su ardilla)

cuando le dispararon

Señora

junto a los cabrahigos no rencoroso, sumiso, acomodando los brazos más deprisa a medida que las pistolas disparaban, uno o dos pasos sin rumbo antes de derrumbarse en el apeadero vacío y tal vez mis compañeras lo oyesen en la plaza, interrumpiesen a los clientes

¿No sientes?

los clientes inmovilizándose sin acabar el trabajo y lo que sentían eran recuerdos remotos y falanges equivocándose en la clase de piano, no las de ellos, las de la vecina con perritos que emigró a Panamá con la familia, no volvió a Lisboa y los clientes a la espera después de cuarenta años, mis compañeras desviándonos del piano

Debe de ser una fantasía mía no hagas caso me dio la impresión de que un negro

pero la vecina de los perritos separándolos, tal vez sea artista de conciertos y los clientes a mis compañeras

¿Eres artista de conciertos?

entraban en el hostal deteniéndose en cada puerta en busca de la música o de una vecina con perritos que les hiciese señas desde las teclas, ordenaban a sus esposas arreglándoles el peinado con el dibujo de las manos

Un día de estos te arreglas el pelo así

y pedían silencio con el índice en alto encantados por un bolero inaudible, ahora que usted ya no me necesita y le dice a un guardia que me lleve a la entrada creo que soy capaz de irme del Barrio, no llevo la caja, qué me importa la caja, ropas de trabajar en la plaza que no vuelvo a ponerme y el mandilón del colegio para los clientes ancianos, uno de ellos traía el chupete

Póntelo

y se inclinaba aplaudiendo

Vas a sonreír vas a sonreír

lo que quiero que sepan antes de que la pastilla me acalle es que a pesar de todo

o sea antes de que la pastilla siga acallándome y de la pastilla al horno cuánto me queda, cinco minutos, diez, siento la cola que se alza y desiste y una de las patas que no logra avanzar de modo que tengo que escribir deprisa lo que falta si es que se puede llamar escribir a lo que hago, yo a la espera del negro en el apeadero tal como la Policía me ordenó y tantos insectos en las plantas, tanto rumor de lagartos, semillitas que vuelan, peludas

(incluso en los sauces me acuerdo, mi madre

Las semillas

el hombre

Las semillas

y no agradecidos por verlas, asustados)

en busca no sé de qué posándoseme en la garganta, en la oreja, en la falda para soltarse y seguir rodando y a mi derecha los agentes puesto que ningún cuervo en los cactus, el de los empeños no se despidió en el hospital

(¿me habrá visto al menos habrá visto las semillas?)

preocupado por durar una hora, el empleado del veterinario al veterinario

¿Otra pastilla señor?

los cuervos los encontraba en el Barrio en grandes bandadas airadas y las semillitas en mayo y junio volando en los callejones

(en la laguna después de los sauces, pensaba

Se acabó

y flotaban otra vez)

por tanto yo en el apeadero oyendo la sombra de los cabrahigos que aumentaba en el suelo, no larga, subiéndome por las rodillas y después por la cintura

(será el efecto de la pastilla que comienza y debido a la pastilla las alucinaciones que nos trae la agonía, los parientes antiguos

Vamos a llevarte con nosotros

señalando el camino hacia el fondo de la tierra y en el fondo de la tierra una sala con sillas de caoba y mesitas de tres patas donde unas personas ancianas excitadas por vernos

No has parado de crecer)

la sombra de los cabrahigos o la sombra de los cuervos, las semillitas sin sombra escalando la colina, mis compañeras

Adiós vieja

patrullando la plaza y vigilando a los clientes, un perrito amarillo que ahuyenté con una piedra

No vas a morir de nuevo

(las personas mayores tamborileaban sobre las mesitas

Adónde va a ir a parar hermana cómo ha crecido la muchacha)

y entonces el negro más joven que mis hijos yo que ni en el balde de la partera los tuve, se fueron todos a los sauces seguro o el agua de la laguna avanzó un paso y los cubrió, el negro asomando en el taller

Señora

(si hubiese tenido un hijo ¿se ocuparía de mí?)

y los cuervos avisando que bien los oía en el pinar

Ten cuidado muchacho

con las alas crepitando

(¿habrá cuervos en el mar?)

barajando las semillas

(si me sobrase tiempo y no me sobra tiempo discurriría sobre los cuervos, he pasado meses en compañía de ellos, sé dónde aprenden a crascitar, dónde enferman, qué piensan de nosotros y por qué no les gustamos)

y mira las copas de los cabrahigos avisándolo también, mira el viento, algo en mí, estoy por creer que mi voz aunque la pastilla me impida hablar y me disuelva los mecanismos

(no hay cuervos en el mar)

de la memoria hasta el punto de perder casi la palabra secreta

(no perderla, la palabra)

yo en el apeadero por lo que restaba de la voz

Ten cuidado

y el negro dándose cuenta y sacando la escopeta del interior de la camisa agradecido

Señora

yo una especie de remordimiento o no precisamente remordimiento, un avión que me zumbaba en el oído, uno de los agentes en los cactus y el negro preguntando antes de soltar la escopeta no decepcionado conmigo, no dispuesto a abandonarme

¿Has sido tú señora?

en mi compañía porque donde vivíamos lo que no faltaba eran habitaciones, suciedad, trastos más viejos que yo, los blancos sin acercarse a nosotros

Los monos

al norte del Barrio, en el lado opuesto a los cabrahigos en que comenzaba la lluvia de agosto, llena de luz, no triste, centenas de collares del tipo del mío deslizándose y el de los empeños señalándome la lluvia

Esconde eso

antes de que la hija

Papá

el de los empeños

Esconde la lluvia deprisa

y yo acomodándola en el bolso, un pequeño cementerio en un campo de nogales, cinco o seis tumbas de navegantes o misioneros o astrónomos de la corte que las raíces levantaban, en qué sitio estarán la de mi madre, la de mi padre, dónde quedará la mía, el veterinario palpándome las arterias y doblándome una para

Ya debe de haber espichado la perra

y yo ciega, distinguí al negro avanzando hacia mí él que nunca avanzó hacia mí, me respetaba, una tarde lo llamé

Ven aquí

y se tumbó a mi lado vestido lustrándose los zapatos en los pantalones y limpiándose la cara, no un agente, dos agentes, tres agentes, uno de los mestizos acechando desde el taller, el de los empeños insistiendo

Esconde la lluvia deprisa

y yo con las manos extendidas corriendo entre las gotas, le pregunté al negro

¿No te quitas la ropa?

y él abrochándose la chaqueta y ajustándose la corbata con el corazón saliéndosele del pecho, al desistir en el apeadero el corazón paró, si al menos un tren me llevase con usted no me importaría adonde, a la aldea de mis abuelos al norte, a Canadá, a Japón, el veterinario o el policía palpando las arterias del negro

Listo

como a mí dentro de poco

Listo

o sea el empleado del veterinario o uno de los agentes quitándome el collar o quitándole los anillos y colocándoselos en los dedos, yo con el bolso abierto recogiendo la lluvia para no perder las cuentas dado que el de los empeños

No pierdas las cuentas

y no las pierdo señor Vargas, al irme del Barrio llevo el collar quédese tranquilo, he de prestárselo a las personas ancianas excitadas al verme

No ha parado de crecer

y no he parado de crecer soy tan grande, casi todos los planetas caben en mi, el cura obligándome a arrodillarme frente a sus mártires terribles por faltarles miembros, facciones, si la Santa del marco no respondía a sus peticiones mi tía la volvía cara a la pared

Te quedas ahí en penitencia

sin atender a las disculpas

Solo me pides aquello de lo que no soy capaz

o

Hay momentos en que Jesús no me hace caso he hecho lo que he podido palabra

pero los mártires del cura no en una estampa, estatuas y por consiguiente auténticos, con gotitas de sangre en el pecho y barba de madera, se oía la carcoma royendo los intestinos del señor Vargas y los de él, el sacristán desilusionado

A estos ni un milagro los salva

el cura convencido de que sí

Estás ocultando tus pecados confiesa

sin que yo murmurase que pecaba en los sauces, aún hoy si me lo preguntaran no lo sé, había ranas, el mar

no el mar, la laguna, el mar más tarde si la pastilla lo permite, con una pizca de suerte

(no voy a tener suerte)

he de escribir sobre el mar, los mártires con la nariz hacia el techo

Dios no se preocupa por nosotros

y hasta el día de hoy siguió sin preocuparse por ellos ni por mí, qué hizo por nosotros díganme, no me da pena el señor Vargas ni el perrito amarillo ni la mujer

Por favor

en la vivienda de Sintra, me dio pena el chiquillo del avión

no me dio pena el chiquillo del avión, aunque fuese mi hijo no me afligiría por él así como no me afligiría por lo que bajaba de mi cuerpo y me dejaba hueca, no me puede dar pena porque me vaciaron de mí y de la pena, yo unos carboncitos en el horno y las semillitas yendo más allá del Barrio y desapareciendo en el pinar, el ruido que me llega es la verja de mi tía golpeándose, golpeándose, el negro que no me da pena

Donde vivo lo que no faltan son habitaciones

y habitación, mantas y cacharritos que no servían amigo, aparta los cacharritos que no sirven, pensándolo mejor no soy negra, soy blanca, el negro que no me da pena a mi lado sin lustrarse los zapatos ni limpiarse la cara con la palma hasta que dos agentes lo introduzcan en el horno o lo tumben en una imitación de sábana a la que llamaban sábana y no era una sábana y lo envuelvan en el coche para que el veterinario de ellos

¿Para qué incinerarlo?

(yo sin parar de crecer)

lo envuelvan en el coche y el negro no una persona, un mono, el policía le dio la vuelta con la culata y aunque le faltase la mitad de la boca él

Señora

tal como un perro

Señora

el perrito amarillo

Señora

no un ladrido

Señora

envolvieron al negro en el coche y no permitieron que me acercase yo que no intentaba acercarme, me ordenaron con las escopetas

Tú quieta ahí

no señora, tú, a los blancos tú y el mestizo que acechaba desde el taller desapareció porque los arbustos rumorearon más distantes de nosotros, uno de los agentes lo siguió con la pistola y yo

¿Gasta pólvora en una comadreja amigo?

de modo que la pistola apuntándome a mí durante un momento y desapareciendo en el bolsillo, las personas ancianas con polvo en los encajes

¿Adónde vamos a ir a parar si ella crece de esta forma?

y entonces me di cuenta de que me tumbaban en la imitación de sábana a la que llamaban sábana y no era sábana, la blanca vieja que vivía con los negros con un cuchillo en el ombligo como si fuesen ellos y la dejamos aquí, durante la época de la plaza dormía en un antro en Alcántara y las crecidas ofrecían a la muralla lo que tirábamos, muebles de trainera, cacerolas rotas, canastos, si estuviese en el antro en Alcántara una noche cualquiera un dolor en este sitio, mi tía

¿Qué tienes?

no mi tía es evidente, yo a mí

¿Qué tienes?

y yéndose el dolor y volviendo, cómo se llama este dolor, qué me pasa, el brazo izquierdo, la pierna izquierda, el tobillo que me falta, la mano apoyada en un borde que me falta también, una noche cualquiera yo dejando de crecer, dónde están las canoas de pescar marisco en la margen, en lugar de las canoas mi dolor que llega y un arrastrarse del cuerpo en dirección a la puerta, creo que un arrastrarse del cuerpo y falso, yo caída en el apeadero mientras que las balas y el negro

Señora

con chaquetón de espantajo escurriéndosele del lomo, el policía no le dijo al guardia que me llevase a la entrada, me engañó

Usted nos ayuda con el negro hágalo ir hasta los cabrahigos y yo la ayudo después

olvidado de ponerse a gatas sobre fotografías y borrones ofreciéndome el cinturón

Coja el cinturón madrecita

o peleándome con él entre lágrimas despechado conmigo

¿Por qué me cambió por un negro?

y no son escopetas ni pistolas, es el cinturón de la misma manera que no son tiros en el brazo y en la pierna

(y al final era eso, tiros, imaginaba que enferma y tiros, imaginaba que sola y mucha gente conmigo, cómo engaña la vejez señores)

y entonces las semillitas, los cuervos y yo ni un lamento, ni una petición, si el destornillador y navajas y martillos yo ni un lamento tampoco, todos los mestizos del Barrio a la entrada de las casas sentados sobre canastos, ladrillos, mi caja que no llegué a llevar

(el estuche del maquillaje, sostenes)

ajenos a las semillas, me pareció que el agua de la laguna creciendo

(y las personas ancianas con un fervor pasmado

No ha parado de crecer)

y en vez de agua cabrahigos y cardos, el policía colocándose el cinturón

Los mestizos han de enterrarlos quédense tranquilos

dado que los monos se entierran unos a otros, es de la naturaleza de los animales cavar con las uñas sin entender por qué, esos instintos de ellos, el policía colocándose el cinturón junto con la última lágrima

Madrecita

y un coche que parte, dejamos el lugar señalado en el mapa mediante una cruz, que sustituyo por una cruz más cuidada a las 23.43 h (veintitrés horas cuarenta y tres minutos), dejando los cadáveres según las instrucciones recibidas en el apeadero antiguo en que antes una balanza, un reloj y el inspector con la banderita

(la garita del inspector en los bojes)

donde desde hace años ni asomo de tren salvo que se llame apeadero a una casucha con escarabajos, saltamontes y a veces un tejón o una pareja de tejones vistos los grititos de la hembra

Por favor

en lugar de equipaje, no, vistos los grititos de la hembra corriendo bajo las tinieblas

(¿qué te pasa que te desorientas, te confundes?)

que el rocío, los insectos y otros factores de erosión como el tiempo y el calor por no hablar de la inevitable putrefacción de la materia que es el destino de lo que existe, erosionarse y perecer, destruyeron, con el objetivo de que logremos intimidar a los restantes sospechosos a partir de este momento en número de 6 (seis) habiendo permitido que uno de ellos nos observase a distancia sin ninguna iniciativa de contención por nuestra parte y lo que me apetecía era una estación de servicio a la vuelta de Ermesinde que me trajese paz, mi hija estirando las mantas y los 3 (tres) edificios fuera más ½ (la mitad) derecha de otro a la izquierda y ²/5 (dos quintos) de la izquierda de un último a la derecha, adivinar el número de palillos del restaurante y por una vez en la vida acertar, contarlos uno a uno pensando

Me he equivocado

y al final 26 (veintiséis) realmente y por tanto la telefonista de la clínica no

Estoy con mucho trabajo disculpe

esos murmullos que nos exaltan por dentro demorándose en nosotros

¿Le apetece el sábado?

y me apetece el sábado, no se imagina cuánto me apetece el sábado, dejamos el local a las 23.43 h (veintitrés horas cuarenta y tres minutos) hacia el edificio de la Sede dejando el Barrio 1.° de Maio donde las razas inferiores desprovistas de alma se acomodaban en sus madrigueras, frente a los faros un conejo estremeciéndose

(¿o mi hija gateando hacia atrás?)

a la espera

Mátame

y no la voz de la telefonista, mi voz

¿Qué tienes?

si al menos un perrito amarillo al otro lado del Tajo por el que pudiese interesarme y que me pudiese gustar, que se me oville en los pies o camine a mi encuentro tropezando de entusiasmo con esos murmullos que nos exaltan por dentro demorándose en nosotros

¿Le apetece el sábado?

y el sábado vacilar con la camisa, decidirme por la de color crema, observarme al espejo, comprobar que en el cuello una raya de la plancha y tirarla a la cama donde la camisa resbala con lentitudes de ahogado

(¿cuántos ahogados no habré visto en mi trabajo con los párpados cosidos por los peces y crucificados en las rocas?)

compararla con las otras, borrar con agua caliente la raya que no quedó borrada, creció y a pesar de crecida

volver a ponérmela con el nudo de la corbata más ancho para disimular, afeitarme dos veces porque una aspereza en la mejilla, al disolver la aspereza la navaja se escapó y una gotita de sangre que tarda en secarse, los zapatos de los domingos que me aprietan los dedos, el agua de colonia que al principio no huele, aspiré y no huele y de repente huele a las flores de los entierros que me dan mala suerte, asquean

(¿me habré quedado en el apeadero como ellos?)

con las flores de los entierros soy otro, no yo, interesarme

¿Quién es?

y el moverse de la boca asimétrico, más pecas de las que tenía

(yo semejante a mi padre observando la lluvia, por una uña negra no

Padrecito

nosotros que no conversábamos, para qué, usted mi padre y se acabó, mi madre

Se marchó el primero y quedó el segundo qué cruz)

un grano en el párpado que en cuanto lo encontré empezó a picarme, oculté la gotita con un poco de crema y la gotita presente, el desencanto de la telefonista

Usted es así qué disgusto

de modo que quedarme en la silla, cerrar los ojos, no ir, levantarme de la silla y sentarme de nuevo a las 18.08 h (dieciocho horas ocho minutos) y en este momento los negros sepultando a los negros como se hace con las terneras enfermas, como me sepultarán a mí que no tengo familia

(mi hija en Ermesinde

Desaparezca)

una zanja que se disimula y adiós, el último paquete de bollos intacto en la mesa por cuánto tiempo todavía, buscar las llaves vacilando entre la puerta y la silla y la gotita de la barba ya no roja, pardusca, cerrar las ventanas, dar una vuelta más a los grifos, comprobar el gas, interrumpirme en medio de las escaleras con la impres, con la certidumbre de olvidar no sé qué, revisar con las manos abiertas bolso gafas pañuelo y seguir bajando, el parquecito, la terraza, la joyería donde la mujer fuerte coloca las contraventanas y su marido

Más para acá

qué vida, lo que me espera antes de que la aorta se desregule y reviente, concentrarme en la aorta que me engaña

Trabajo como es debido calma

así como me engañaron en la Policía durante más de 30 (treinta) años

Nos informan de la Central de que la promoción está casi

y mientras está casi yo con miedo a las serpientes en los cabrahigos escoltado por agentes con la mitad de mi edad

(menos de la mitad de mi edad)

y con aortas saludables que se ríen de mí madre, repare en las expresiones, me tratan de

Señor

y acechando desde el

Señor

desdén de ellos

Ese payaso viejo

ese payaso viejo al cual la vieja del negro tan ridicula como él y con quien debería haberse casado

(si no fuese lo que era nos casaríamos un día)

lo convenció de mantenernos quién sabe cuántas horas en medio de los arbustos, las semillitas descansaban en nuestra ropa antes de flotar hacia el oeste y los cuervos nos picoteaban sin cesar los oídos

Quédense tranquilos que el negro va a pasar por aquí

no contando sapos, alacranes de cola en ristre

Quedarás ciego con el veneno

y la mala lengua de los parientes bajo la tierra deshaciéndose en nosotros, no

No has parado de crecer

nada de

No has parado de crecer

qué les interesa que crezcamos, amenazas, profecías

Los animales nos atacan

con su envidia de los vivos, mi abuelo estoy seguro aguzando la hoz con la botella en el bolsillo

Ya te las cuento muchacho

perdiendo el equilibrio en el baúl y rezongando en el suelo y el payaso sin ver la hoz claro, perfumado, con la corbata elegante, todo atildado el cretino al encuentro quién sabe de quién, a los sesenta y tres años no reparan en lo que hacen preocupados por la aorta, el payaso suspendiéndose un momento para acomodarse la hombrera pidiendo

Coja este cinturón madrecita

y no cogen el cinturón, el payaso olvidado de adonde iba, olvidado de la telefonista

(¿sería una telefonista?)

olvidado de todo principalmente del viento en los cabrahigos que permanecerá con nosotros hasta el fin del mundo, el payaso con un tornillo de menos seguro de que lo esperaban, que una dama cualquiera

(ninguna dama, ilusiones)

¿Le apetece el sábado?

(tan agitado)

embelleciéndose la melena con un meñique de joyero, por qué motivo lo mantuvieron en la Policía, no le entregaron un cheque y lo echaron

Vete payaso

y a causa de él secándonos toda la noche aplastados, doloridos, cabeceando en las jaras

(si al menos fuesen jaras, cardos nada más)

mientras en un bosque de sauces no un bosque de sauces, algunos sauces, no exageremos, una mujer con delantal

Obedece

y un hombre

Te he tenido en brazos pequeña

emergiendo de rumores de laguna, la palabra secreta finalmente dicha que se soltaba

Padre

y los cuervos despedazándola luego con los picos enormes

(nunca los vi tan grandes)

un vestido de la comunión barato con el velito hecho en un pispás, un cirio que se apagaba y volvía a arder pero huidizo, incierto y la vieja del negro callándose al escuchar la palabra, los labios de ella

Padre

suspendida en el apeadero

Padre

y en esto el negro subiendo la vereda acompañado por el zumbido de un avión que los cuervos desgarraban de modo que nos levantamos de los cardos

(el payaso bien podría haber elegido otro lugar pero cardos, entréguenle un cheque, échenlo

Jubílese

ansioso por rasgarnos con los espinos)

de modo que nos levantamos de los cardos mientras la vieja del negro

Padre

a los fragmentos de las vías, las retamas

Padre

el Barrio 1.° de Maio a 50 (cincuenta) metros a lo sumo, tal vez 80 (ochenta) lo acepto

gallinas, mestizos, cabritos y ella en la exaltación del reencuentro

Padre

segura de que nadie los separaba

Padre

que para siempre

Padre

que no había muerte

Padre

ella a medida que caía

Padre

y el payaso por el parquecito con su gotita de sangre y la raya de la plancha en la camisa corriendo con los zapatos ajustados camino de la mujer amada.