Fábula del enfermo muy debilitado
Acudí a su consulta pues pensaba
que no experimentaba la mejora
que tiempo atrás predijo la doctora.
Y tan rotundamente lo afirmaba
que creí que, ya mismo, me curaba,
pero engañarme quiso la traidora.
«Hay en algún desierto, a veces, flora»
—me dijo cuando el torso me auscultaba—.
Pero en mí, aunque buscaba, nada hallaba.
«Desnúdate del todo, a ver si mora,
en parte oculta, lo que menoscaba»
—me imperó, candorosa, la señora—.
De pronto comprendí lo que tramaba:
someterme a una cura embriagadora.