III
Antes
Sentía el dolor omnipresente, la dominaba por completo. Pero su consciencia, que había pugnado por dominar las oleadas de pánico, se encontraba lo suficientemente lúcida como para permitirle pensar de nuevo.
Aquel monstruo le había hecho algo terrible en la espalda. Temía que fuera a morir, por lo que trataba febrilmente de imaginar algo, cualquier cosa, que ofrecerle a cambio de que le perdonara la vida. Haría lo que fuera con tal de no tener que morir. Jamás había reflexionado sobre la muerte, sobre el momento en el que dejara de existir. No estar. Nunca más. ¿Por qué no aparecía su madre para abrazarla?
Por favor, mamá, por favor. Ven y ayúdame.
¿Sería la muerte aún más dolorosa que esto? ¿Podría existir un dolor más atroz? Comenzó a lloriquear. No, su madre no vendría a salvarla, pues no sabía dónde encontrarla. Nadie lo sabía. ¿La encontraría alguien alguna vez? Quizá… ¿Tal vez hubiera otras personas cerca? Sin pensárselo mucho, comenzó a gritar. Empleó todo el aire de sus pulmones en aquel grito, y apareció un nuevo e insoportable dolor, pero aún así continuó gritando:
—¡Estoy aquííííí! ¡Ayudaaaaaaaa!
La asaltó repentinamente un pensamiento aterrador. ¿Y si era el monstruo quien la oía? ¿Y si, debido a ello, se le ocurrían otras cosas terribles que hacer con ella? Interrumpió sus gritos de forma abrupta, que se perdieron en quejumbrosos gemidos, y finalmente enmudeció. Confiaba en que el monstruo no la hubiese oído. Confiaba en que…
Alzó la cabeza. Un ruido.