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Cara a cara con la ira

Adrián Ripoll se encontraba de nuevo solo, envuelto en la oscuridad, donde su apego por los seres amados lo había dejado atrapado. Como una mosca en la miel. Deseaba con fuerza que se abriera alguna luz en aquella oscuridad opresiva. Esperó. Luchaba por permanecer relajado en ese espacio en el que no hay nada que hacer.

Como inesperada respuesta a su desesperanza, se entreabrió una rendija por la que un sonoro rayo de luz penetró e inundó el espacio.

En silencio, Adrián Ripoll caminó hacia la claridad, atraído por ella. Se daba cuenta de que con cada paso que daba se abría una nueva hendidura luminosa de luz grisácea… Poco a poco, suavemente, la oscuridad fue dando paso a una luminosidad tenue, como un halo de neblina matinal, gracias a la cual Adrián Ripoll podía ahora visualizar la figura que surgía delante… Era la cara de su hermano, la cara de Ferran…

El rostro de Ferran estaba inmóvil, con una mirada dura de reproche y de ira. Adrián lo miró y le devolvió la misma mirada airada. Los dos hermanos se quedaron de pie uno frente a otro; en medio, como el humo de una hoguera de odio, se elevaba un resplandor azul que se hacía más intenso al penetrar en el espacio de la ira entre los dos.

Sobre ese silencio de acero, la voz de Ari Kalu, que recitaba su plegaria, se fue haciendo de nuevo cada vez más presente.

Adrián Ripoll, AR, Noble hijo, ¡no te dejes atraer por la tenue luz tenebrosa de color gris humo! Es el camino que se te ofrece procedente de tus malas acciones y de los velos que cubren tu espíritu, acumulados por una violenta ira… No te agarres a ella, pues caerás en los estados infernales en los que padecerás sufrimientos y penalidades intolerables sin que llegue la hora de salir de ellos. No la mires. Abandona tu ira, tu odio… La confusión de tu yo aumentará con el orgullo, que es causa de sufrimiento.

Adrián Ripoll seguía mirando a Ferran con rabia intensa. A su vez, el hermano le devolvía la misma mirada… Bruscamente, Adrián Ripoll le dio la espalda, elevó la barbilla y continuó su camino, volviendo a penetrar en la penumbra.

Ari Kalu alzó su voz en un intento enérgico de conseguir que Adrián, allá donde estuviera, lo escuchara:

Por favor, AR, mira la clara luz… Aparecerá también el resplandor azul del estado humano… Debido a tu orgullo, te sientes atraído por él… y temerás la luz de la sabiduría… pero ¡no te dejes atraer por la tenue luz azul! ¡Reconoce en la clara luz la sabiduría primordial! O errarás en el ciclo de las existencias bajo el poder de un orgullo violento…

La voz de Ari Kalu se fue haciendo cada vez más lejana para Adrián Ripoll, mientras su figura se desvanecía de nuevo.