25
LA NOTICIA
Al retirarse aquella tarde a su modesta habitación, en casa del hostelero, Ángel recibió una llamada que supondría un giro definitivo para la incertidumbre en la que estaba viviendo.
Una voz tosca desde algún lejano locutorio se identificó como el primogénito de su abuelo, un tío del que había oído hablar, pero al que nunca había conocido.
—Disculpa que te moleste a estas horas, después de no haber dado señales de vida en todos estos años. Me ha dado tu teléfono mi hermana, es decir, tu madre. Antes de nada quiero agradecerte que cuidaras del viejo los últimos años de su vida.
—No hay de qué. Creo que fueron los mejores años de la mía.
—Fantástico —dijo de forma algo atropellada—, entonces creo que la noticia que te daré te va a encantar.
—¿Cuál es la noticia?
Ángel se puso a la defensiva. Sabía que aquel tío suyo, con el que su abuelo no se hablaba, tenía constantes problemas con la ley. Tras su paso por la cárcel, había estado en paradero desconocido, ya que había muchas personas a las que había estafado y que esperaban ajustar cuentas con él.
—La noticia es que no voy a poder tomar posesión de la casa donde viviste con tu abuelo. Por un problema legal que aún tardará unos años en resolverse, no puedo vender ni alquilar esa propiedad. Y la verdad es que tampoco tengo puñeteras ganas de vivir ahí. A mí me gusta estar cerca del mar.
—Entiendo —repuso Ángel desconcertado—. No sé, entonces, en qué puedo ayudarte.
—Te explico. Esta mañana he estado allí, por si quedaba algo de valor. Y lo cierto es que, desde que está deshabitada, la casa se ha deteriorado muy rápidamente. Si no se instala allí alguien que pueda cuidar de ella, cuando solucione todo este embrollo me encontraré con una propiedad en ruinas. Por eso había pensado… Bueno, tal vez podrías volver allí, como si fuera tu casa. Yo no te cobraría nada y de aquí a un par de años, cuando solucione mis problemillas, volvemos a hablar y tal vez te puedas quedar con ella definitivamente a cambio de muy poco. Mientras tanto, puedes vivir allí como si fuera tuya. ¿Aceptas el trato?
Ángel se quedó boquiabierto ante aquella noticia. Parecía cerrar un círculo que había iniciado al cumplir el deseo de su abuelo de buscar su futuro en la ciudad. Lo cierto era que había ganado suficiente dinero para vivir una temporada. Y podía aplicar su experiencia para empezar algo nuevo en la aldea. Tal vez una cooperativa agraria u otro proyecto que ayudara a aquellas gentes sencillas que tan bien le habían tratado.
Aquella oportunidad le llegaba, además, en el momento óptimo. Había cumplido sus objetivos en el restaurante y en la envasadora de agua que había dejado en tan buena situación.
Podía marcharse tranquilo… sin molestar a aquella chica que le había robado el corazón. Laura podría seguir en la empresa, donde sin duda pronto ocuparía un puesto superior al de secretaria.
—De acuerdo —declaró tras estos instantes de reflexión—. Me encargaré de la casa y hablaremos de aquí a un tiempo. Te agradezco que hayas pensado en mí. Voy a cuidar de ese lugar como si fuera mío, así que no debes preocuparte por nada.
—Eso es lo que quería oír —concluyó la voz al otro lado—. Te tendré informado cuando haya novedades. Según mi abogado, hay para largo. Por cierto, encontrarás la llave en una maceta junto a la entrada.