Octubre 1.999
Llevaban varios meses yendo directamente a La Misión, el bar al que solía ir el Chino con sus amigos. Ya no solían quedar con José Manuel para ir a la nave, iban directamente al bar, y a veces se encontraban con José Manuel y el resto, otras al Chino y compañía y a veces a todos. Jose se llevaba muy bien con Edu y Quique, los amigos del Chino, pero realmente ellos no parecía que estuvieran involucrados en nada, quizás, como los más jóvenes, de vez en cuando trasladaban paquetes, pero no daban el perfil de gente que conociera qué se llevaba el Chino entre manos con el Coyote.
Tenía que acercarse al Chino, pero siempre estaba protegido por sus dos sombras, como habían empezado a llamarles Laura y él, porque el Dardo y el Bulldog, no le dejaban ni un momento a solas. Y aunque hablaban con Jose de vez en cuando, no sentía que fuera a llegar a ninguna parte, tenía que pensar en otra cosa.
Era domingo por la mañana y estaban los dos en la cama de Jose disfrutando de no hacer nada y hablando sobre este tema cuando Laura le dio una idea.
- El otro día estuve leyendo un artículo en Internet de cómo se infiltraban los polis en redes de narcotráfico en Colombia. Bueno, hablaban de infiltración y de penetración. - Laura se giró en la cama, se apoyó en un brazo, mirando a Jose que estaba tumbado atento a lo que ella decía. - Decían que la infiltración es acercarse a una estructura ilegal hasta el punto de hacerse pasar por parte de ella o llegar a ser un contacto que actúe de forma delictiva, un trabajo muy duro y que puede durar más de un año. Sin embargo, la penetración es contactar con uno de los integrantes de la banda y convertirlo en un soplón, primero se busca a un elemento de la banda que sea débil, manipulable o que esté descontento por algo, se contacta con él y se le ofrece dinero o beneficios penales. Estos soplones suelen ser unos don nadie en la estructura. - Jose no sabía muy bien a donde quería llegar, pero la dejó continuar, la conocía lo suficiente como para saber que llegaría a una conclusión lógica, primero la exposición y luego la conclusión. - El caso, es que habían detenido a la banda porque el policía se había convertido en otra persona, vivía en los barrios bajos, iba disfrazado y se convirtió en un habitual comprando droga a esa gente. De vez en cuando la policía paraba a algunos de los delincuentes que identificaba su compañero caracterizado, simplemente para pedir documentación, como si de mera rutina se tratara, de esa forma identificaron a todos los involucrados. Su tapadera duró meses pero nadie le prestaba atención, cuando compraba droga hablaban y él escuchaba, sacaba cosas de aquí y allá. Hasta que se enteró cuando el jefe iba a aparecer, a ese era realmente al que buscaban. Estuvo sin moverse de la casa, durmiendo en una esquina de la calle más de veinticuatro horas, de forma que lo vio llegar y pudieron identificarlo. De esta forma, lograron identificar a toda la red de distribución, lo que facilitó desmantelar la banda. Cayeron todos los jefazos.
- ¿Tienes alguna idea? - Laura negó con la cabeza.
- Te he contado esto, pensando que a lo mejor se nos ocurría algo. Obviamente no quiero que te disfraces de un vagabundo durante meses y te acerques a la banda para comprar droga regularmente. Pero quizás haya que acercarse de otra forma. Ya nos conocen, ahora tienen que saber que somos malos. - Laura levantó las manos entrecomillando la palabra malos.
Se volvió a tumbar en la cama, puso la cabeza encima del pecho de Jose, éste la rodeó con sus brazos.
- Sabes, creo que me has dado un par de ideas.- Laura levantó la cabeza y lo miró. - Lo de los soplones ya lo había pensado, incluso tengo a las personas perfectas para ese papel, Edu y Quique. Creo que con asustarles un poco nos darán información, pero no es suficiente, porque pienso que tampoco saben mucho, aunque seguro nos ayudan a identificar a un montón de gente involucrada, tal y como ocurría en la historia que acabas de contar. El Chino sólo trata con sus dos sombras, Quique y Edu son dos pringados que le hacen algunos recados.
- Ya es algo para empezar. - Jose asintió.
- Pero como bien dices, tengo que actuar. Tienen que verme como alguien de su calaña y relacionándome como hago ahora no llego a ningún sitio. Se me ocurre algo, pero tengo que darle forma.
- Pues habrá que celebrar las nuevas ideas. - Dijo Laura provocativamente mientras se colocaba encima de él y lo besaba. Jose olvidó de lo que estaban hablando y se centró en Laura, en su cuerpo, sus labios y en hacerle las cosas que tanto la hacían disfrutar.
Estaban en La Misión tomando algo con José Manuel, apoyados en la barra del bar, Laura tomando su habitual whisky con cola, lo mismo que José Manuel, y Jose con un botellín de agua.
- ¿Es que nunca bebes? - José Manuel siempre veía a Jose con un botellín de agua.
- No cuando conduzco. - Fue categórico en la contestación.
- Si bebes no conduzcas. - Dijo José Manuel irónicamente mientras se encogía de hombros. Empezó a hablar con Laura sobre el comienzo de las clases. Laura ese año comenzaba sexto, el último año de Facultad y él se había cogido asignaturas de sexto, pero también algunas de cuarto y de quinto que aún tenía pendientes.
Jose no estaba prestando mucha atención a la conversación, tenía los ojos puestos en el Chino, el Bulldog y el Dardo, que parecían ocultar algo en un rincón del bar mientras hablaban con Edu y Quique. Pocos minutos después, ambos se dirigían a la puerta del bar y él los interceptó. Se puso a hablar con ellos, y en ese momento se dio cuenta que llevaban una mochila que antes no tenían, además le dio la impresión que querían deshacerse de él, le estaban dando largas, por lo que Jose no insistió mucho, tenían prisa, así que les dejó ir. Pensó que era el momento adecuado que llevaban esperando algunos días, seguramente iban a realizar una entrega, esperaba que en la mochila llevaran droga que les hubiera pasado el Chino.
Si no se equivocaba y todo salía como habían planeado, esa noche conseguirían dos soplones.
Salió del bar detrás de ellos, pero ni se dieron cuenta. Tampoco vieron al señor que había en la esquina leyendo el periódico, y que después de un leve movimiento de cabeza de Jose en la puerta del bar comenzó a seguirles. Ni a la pareja que parecía besarse en un portal justo en frente del bar, que se unió al grupo a una distancia prudencial.
Cuando Jose vio que todo estaba en marcha entró de nuevo al bar y se acercó a Laura, le susurró al oído, la música estaba muy alta, así que aunque la hubiera hablado con tono alto, nadie le hubiera oído. - Ya está. Veamos si funciona.
Carlos iba detrás de Edu y Quique, parecían nerviosos, pero intentaban disimularlo bromeando y hablando mientras caminaban. Si alguien se hubiera fijado en ellos no hubieran visto nada raro, simplemente dos amigos paseando y divirtiéndose, pero les delataba el tabaco, se encendían un cigarro, se lo fumaban y no se habían deshecho de la colilla, ya estaban encendiéndose otro, algo les tenía preocupados. Seguramente Jose tenía razón y llevaban droga en la mochila, eso esperaba, pensó Carlos.
Habían estado dando vueltas por el barrio de Vallecas, supuestamente para despistar o quizás para fijarse si alguien les estaba siguiendo, pero aún así no se percataron que eran seguidos por un hombre solitario y despistado con un periódico en la mano, y por una pareja que no paraba de hacerse carantoñas.
Llegaron al metro Puente de Vallecas donde todos fueron entrando sin llamar la atención. No era tarde, por lo que había bastante gente en el andén, lo que hizo que Carlos y la pareja de policías que seguían a Edu y Quique pasaran desapercibidos. Carlos se montó en el mismo vagón que ellos, pero en el otro extremo, había gente para ocultarse, aunque no la suficiente para perderlos de vista. La pareja se subió en el vagón de al lado atentos a todos ellos.
Llegaron a Sol donde se bajaron todos. Había mucha gente. Les costó salir del vagón por los empujones de la gente que intentaba entrar sin dejar salir a los que se bajaban. Cuando lograron salir, anduvieron un poco para llegar a la plaza existente en el interior del metro, bajo tierra, donde se dividen los caminos para diferentes líneas y se accede a las salidas al exterior. Subieron a la parte de arriba y salieron por la salida que les quedaba más cerca, la salida a Preciados. Carlos iba prácticamente pegado a ellos, pero con el barullo de gente que había, no llamaba la atención. La pareja iba unos pasos por detrás.
Se dirigieron a la calle Montera, llena de gente que iba deprisa atravesándola, otra gente que se dedicaba a mirar escaparates y apoyadas en portales y paredes de las casas, estaban las prostitutas esperando clientes, algunas ya acompañadas y negociando.
Carlos tenía en su punto de mira a Edu y a Quique, aunque no dejaba de mirar a su alrededor por si encontraba algo que pudiera llamarle la atención o le indicara que había sido descubierto. En cualquier caso, no vio nada fuera de lo normal. En ese momento vio que Quique y Edu desaparecían en un portal pegado a uno de los sex-shops de la calle.
Carlos sujetó la puerta en el momento justo, a punto estuvo de cerrarse, poniendo el pie entre el marco y la puerta. Oyó a Edu y a Quique en la escalera y subió detrás de ellos sin hacer ruido, cosa que no era fácil porque al ser un portal antiguo, las escaleras eran de madera y los tablones al pisarlos cedían haciendo un ruido muy característico, pero Quique y Edu iban hablando y seguían sin darse cuenta que estaban siendo vigilados. Carlos pensó que Jose tenía razón, eran unos inútiles.
La pareja se quedó fuera del edificio, pegados al portal, no permitiendo que la puerta se cerrara mientras solicitaban refuerzos. No tenían idea de cuánta gente se podían encontrar en el piso al que se dirigían. Disimulaban perfectamente, en vez de hablar por teléfono parecían dos enamorados que se despedían en el portal.
Al llegar al tercer piso llamaron al timbre, inmediatamente la puerta se abrió y pasaron al interior. Carlos desde la escalera, no logró ver quién les había abierto ni el interior del piso, podía haber treinta personas como una, no había visto ni oído nada que pudiera darle una pista. Se quedó esperando en el pasillo a que vinieran los refuerzos.
Unos minutos después entraban en el portal un grupo de agentes del grupo especial de operaciones. Sin hacer apenas ruido llegaron a donde se encontraba Carlos esperándolos. Éste le indicó en silencio al geo, que era el jefe de la unidad, el piso en el que habían entrado Edu y Quique un rato antes, él asintió y puso en marcha a sus hombres.
Llamaron a la puerta identificándose, y entonces el silencio que existía hasta ese momento se desvaneció para convertirse en un montón de gritos, gente que corría de un lado para otro dentro del piso. Al final los geos derribaron la puerta y en unos minutos tenían controlada la situación y requisado un montón de material que habían encontrado dentro.
Después de dejar a Laura en su casa, Jose se acercó a comisaría para ponerse al día de lo ocurrido. Lo único que sabía es que los tenían, gracias a un breve mensaje que Carlos le había enviado a su móvil. Jose había intentado contactar con él pero no le cogía el teléfono, supuso que estaría interrogando a alguno de los detenidos.
Cuando llegó a comisaría, Carlos estaba en su mesa rellenando informes.
- ¿Qué ha pasado? ¿No estás con ellos negociando? - Preguntó Jose sorprendido al ver a su compañero con el papeleo.
- Estaba esperándote para interrogarlos. Hemos llegado hace una media hora, les estoy dando tiempo para que se pongan nerviosos y se asusten un poco. - Jose sonrió, Carlos se levantó de la mesa y se dirigieron hacia la sala de interrogatorios. - Tenías razón, llevaban un par de kilos de cocaína dispuestos a venderla. En el piso hemos encontrado varios millones de pesetas, que suponemos era el pago por la mercancía. Los geos se han llevado a todos los detenidos, menos a Quique y a Edu que los hemos traído a comisaría con nosotros.
Ya habían llegado a la sala de interrogatorios y estaban observando a ambos a través del cristal. Ambas salas se encontraban enfrentadas y ellos estaban en medio, Quique estaba a su derecha y Edu a su izquierda. Como habían hablado, no podían ver a Jose, él tenía que seguir sin ser descubierto.
Entraron dos policías a ambas salas, uno a cada una de ellas. Era la pareja que les había seguido junto a Carlos. Ella se iba a encargar de Edu.
- Bueno, bueno, bueno. - Decía mientras Edu la observaba sentarse en frente de él y dejar una carpeta encima de la mesa. Jose conocía esa cara, intentaba aparentar que no estaba asustado, pero se daba cuenta que la había cagado y que podían caerle un montón de años de cárcel. - Lo que tenemos aquí. - Se cruzó de piernas lentamente sin dejar de mirar a Edu. Jose sonreía, ella estaba consiguiendo derrumbarle sin apenas haber abierto la boca, esa indiferencia, esos silencios. Jose miró hacia el otro cristal y vio que Quique estaba en una situación parecida, el policía era más agresivo que su compañera, pero Quique tenía miedo. Volvió a observar a la policía y a Edu, su método para interrogar le tenía enganchado, era buena interrogadora. - Así que trabajas como mecánico en un taller. - Hizo otra pausa. - También veo que tienes un pequeño historial de detenciones con la policía. - Ella contemplaba el informe sin mirarlo a los ojos. - Nada grave, alguna detención por conducir ebrio, varias multas, algún robo sin importancia, y sin embargo ahora te pillamos con dos kilos de cocaína. - Ella levantó la cabeza del expediente y lo miró a los ojos, negando con la cabeza. - Eso está muy mal. - Le trataba como si estuviera regañando a un niño pequeño y Edu se comportaba como si estuviera recibiendo una buena reprimenda. - Sabrás que por llevar encima una cantidad tan grande de droga, que presumiblemente estabas vendiendo por la cantidad de dinero incautada junto con la droga, puedes pasar muchos años en la cárcel. - Edu se encogía en la silla. Jose supuso que estaría pensando que su vida se había ido a la mierda por esta estupidez, que él apenas sabía nada, pero era él quien iba a pagar. La policía vio que no tenía mucho más que hacer, estaba asustado y estaba en el punto de llegar a un trato, no necesitaba apretarle más las clavijas, no quería ir a la cárcel. Se puso rígida en la silla, descruzó las piernas, cruzó los brazos encima de la mesa y lo miró a los ojos. - Edu, sabemos que eres un don nadie y que hoy has metido la pata, pero te voy a proponer algo. - Edu levantó la cabeza y la miró esperanzado. - Sabemos que esta entrega la has hecho para tu amigo el Chino. Sabemos que el Chino trabaja para alguien llamado el Coyote. Necesitamos que seas nuestros oídos y nuestros ojos en compañía del Chino, que nos lo cuentes todo. Necesitamos nombres, lugares, cualquier cosa, cualquier detalle, aunque no te parezca importante. - Edu resopló.
- Quiere que me convierta en su soplón.
- Si quieres llamarlo así.
- ¿Hay otra forma de llamarlo? - Hizo una pausa. - Si me descubren, soy hombre muerto.
- Entonces carga tú con todo. Tú mismo. - La policía se encogió de hombros haciendo una pausa, de forma que Edu pudiera pensar. - Sólo tienes que elegir, ayúdanos a meter entre rejas al Chino y a su jefe, te estoy ofreciendo inmunidad. Cuanto antes los cojamos, antes serás libre. - Edu sopesaba lo que le proponía la policía, parecía ser su única salida, pero convertirse en soplón le daba miedo, podía acabar muy mal.
- Y ahora, si me dejáis salir, ¿qué le voy a decir al Chino? ¿Y Quique?
- Si Quique es tan listo como tú, habrá aceptado el trato. Os vamos a devolver la droga que llevabais. Sólo tenéis que decirle al Chino que al llegar visteis algo raro. Estuvisteis esperando escondidos en la escalera un rato hasta que visteis entrar a los geos. Esperasteis y cuando visteis que tiraban la puerta a la que os dirigíais salisteis de allí por patas.
- ¿Y qué pasa con los otros? Ellos sabes que estuvimos allí. - Edu seguía muy intranquilo, por más que lo analizaba, pensaba que el Chino les iba a pillar.
- Del resto nos ocupamos nosotros. ¿Trato hecho? - Se hizo un silencio en la habitación que duró largos segundos, hasta que Edu asintió.
Jose se dio la vuelta y comprobó que Quique también estaba aceptando el trato. El plan había salido como querían. Se despidió de Carlos, salió de la habitación en la que estaban escuchando y se fue a casa.
Sabía que podía salir todo muy mal y ellos podían acabar muertos si les descubrían, intentaría encargarse de todo para que eso no llegara a ocurrir. Tenía que encerrarlos pronto. Llevaba nueve meses relacionándose con ellos pero el caso no avanzaba, con Edu y Quique seguro que cogerían a más gente relacionada con el narcotráfico, tal y como había sucedido hoy, que habían cogido a algunos camellos del centro. Pero no sería suficiente para atrapar al Coyote, ellos estaban demasiado abajo en el escalafón para llevarlos hasta él. Tenían que pensar en otra cosa.