Febrero 2.016
Laura se levantó temprano, apenas había podido dormir dándole vueltas a los dos asesinatos, el Bola y Quique. No creía que fuera casualidad, estaba claro que alguien los estaba asesinando, y la elección del asesino era quemarles vivos, una muerte cruel que había visto de cerca.
Tenía miedo, en cualquier momento le podía tocar a ella. Así que la noche anterior se decidió, tenía que investigar por su cuenta. Jose le contaba cómo iban las investigaciones, pero los avances eran mínimos, por no decir nulos.
No sabía por donde empezar, así que lo que se le ocurrió fue empezar por lo que ella consideraba el detonante del comienzo de los asesinatos, la salida del Coyote de la cárcel.
Sabía donde vivía porque cuando Jose le mostró el informe del policía que lo seguía, se quedó con la dirección. Conocía la calle porque era muy cerca de donde se reunían todos cuando eran jóvenes. La misma calle, distinto número.
Se puso mallas negras, jersey negro, chaqueta negra y zapatillas negras, esperaba pasar desapercibida. Se recogió su melena oscura en una coleta y se puso una gorra. Aunque hacía mucho frío en la calle, el día estaba especialmente soleado, cosa que la beneficiaba, porque así se podría poner las gafas de sol sin que a nadie le pareciera extraño, eligió las más grandes, las que más cara le ocultaban. Cogió el coche y se dirigió a Vallecas.
Aparcó a unas manzanas de donde vivía el Coyote, se puso la riñonera, en la que llevaba el móvil y poco más.
Eran las nueve de la mañana cuando se sentó en un portal frente a la casa de la hermana del Coyote. Desde su posición vería perfectamente a cualquiera que saliera o entrara a la casa, y ella entre los coches aparcados no sería vista.
No había mucho movimiento, el domingo todo el mundo estaba durmiendo a esas horas. A eso de las diez salió el Coyote. Llevaba unos vaqueros y una cazadora, sus fríos ojos azules de siempre y la cicatriz que tanto le imponía. Se levantó y comenzó a seguirlo en la distancia. Pasaron por delante de un puesto de periódicos, el Coyote compró la edición dominical y siguió su camino. Laura al pasar se fijó en los titulares de los periódicos. No vio nada referente a accidentes o asesinatos con explosiones, así que siguió hacia delante sin detenerse.
Después de cinco minutos callejeando por el barrio, llegaron al destino al que el Coyote se dirigía. Entró por la gran puerta de la iglesia, debía de ser la misa de las diez, porque había algunos ancianos entrando y también vio a un grupo de gente joven.
Ella pasó y se quitó las gafas de sol y la gorra para no llamar la atención, pero se sentó en el último banco. Desde allí buscó al Coyote entre la gente y lo localizó en la fila central, en el segundo banco.
La misa duró prácticamente una hora en la que él estuvo concentrado a lo que decía el cura, asintiendo de vez en cuando conforme con el sermón. Se arrodilló y rezó, se puso en pie y cantó, dio a sus vecinos de asiento la paz y sonrió a la gente como un buen cristiano.
Al salir de la iglesia, un niño corriendo lo empujó, la abuela se disculpó, perdónelo, ya sabe como son los niños, no me hago con él, le dijo, y él le sonrió y le quitó importancia al asunto.
¿Habría cambiado realmente como pensaba la juez?, se preguntó Laura. Pero ella no lo creía, estaría actuando, porque por lógica si sales de la cárcel y al poco tiempo empieza a morir gente que testificó contra ti en el juicio y que por ellos te has pasado quince años encerrado, obviamente, el primer sospechoso eres tú. Tiene que comportarse, pero tiene un buen motivo.
Al final a Jose le habían asignado el caso puesto que era una de las personas que más conocimiento tenía sobre todo lo que había ocurrido en el pasado, y todo apuntaba a que lo que estaba ocurriendo ahora estaba relacionado. Lo llevaba su equipo y estaba informado de los avances, aunque iban muy despacio. Jose la mantenía informada con las novedades, por ello sabía que seguían sin tener ninguna idea de quién podía ser el culpable, no tenían sospechoso a parte del Coyote, pero no tenían ninguna prueba para incriminarlo. Según el Coyote había estado las dos noches en casa de su hermana. La primera celebrando la Nochevieja con la familia hasta muy tarde, la familia lo corroboraba, a las cinco de la mañana momento de la explosión estaba con ellos. Y en las horas precedentes y en el momento de la explosión en casa de Quique, también estaba en casa de su hermana, durmiendo. Su hermana y su sobrino también corroboraban esto.
Ella pensaba que era su familia, qué otra cosa podían hacer. No podía pensar que él no fuera el culpable, porque si fuera inocente, entonces quién podría ser el culpable.
Después de salir de la iglesia, deshicieron el camino andado para volver a la casa de su hermana. Sólo hizo una breve parada en una pastelería donde compró unos pasteles y una barra de pan.
Estuvo todo el día sentada en su puesto sin que pasara nada, ni siquiera comió. Cuando dieron las once de la noche decidió volver a casa, había perdido el día y no había descubierto gran cosa, ninguna pista que le demostrara que él había asesinado a sus viejos amigos.
Cuando llegó a casa, Jose estaba sentando en el descansillo esperándola.
- ¿Dónde te has metido? Llevo todo el día llamándote. - Laura comprobó el teléfono y tenía diez llamadas perdidas de Jose a diferentes horas.
- Perdona, tenía el móvil en silencio y no me he dado cuenta. - Abrió la puerta y sin decirle nada, Jose entró detrás.
- ¿Se puede saber dónde has estado todo el día con esa ropa? ¿Robando? - A Jose no le pasó desapercibido el atuendo de Laura, la verdad es que parecía que iba a entrar a robar una joyería.
- De acuerdo, he estado vigilando al Coyote.- Dijo Laura agotada y abatida porque su día no había sido nada fructífero.
Jose no dijo nada, no se puso a gritar como ella esperaba, cosa que le agradeció. - ¿Has comido algo? - Como Jose se imaginaba, ella negó con la cabeza. Abrió el frigorífico y como de costumbre estaba vacío, sólo había refrescos. Abrió un cajón en el que sabía que Laura guardaba las propagandas de los sitios que servían comida de la zona y llamó a un chino. Mientras, ella se fue a cambiar.
Se puso un chándal para estar por casa y salió al salón donde Jose estaba sentado esperándola. Él había dejado su chaqueta colocada encima de una silla del comedor y en la mano tenía una taza de té que le estaba ofreciendo. Laura la cogió agradecida, cualquier cosa caliente le sentaría bien. Se sentó a su lado, mirándolo a los ojos. - Gracias.
Se la veía tan agotada y aterrorizada, pensó Jose. Sabía que ella pensaba que podía ser la siguiente, o incluso él, y sabía que el modo de defenderse de Laura no era esperando a que la encontraran, tenía que hacer algo, era una luchadora nata. Siempre le había impresionado eso de ella, su instinto de supervivencia.
- Bueno, cuéntame, ¿has encontrado algo? - Volvió a negar con la cabeza.
- Se ha pasado el día encerrado en casa de su hermana. Sólo ha salido esta mañana a misa, ha comprado el periódico, pasteles y una barra de pan. Nada más. La puerta del garaje está justo al lado del portal y tampoco ha salido en ningún coche, he estado atenta.
Jose le acarició el brazo intentando insuflarla ánimo o tranquilidad, cualquiera de las dos cosas le vendría bien.
- Mi equipo no cree que haya sido él. - Laura lo miró atónita.
- ¿Cómo? ¿Piensan que es inocente? La gente que está muriendo es la gente que testificó en su contra, la misma gente que le ha hecho pasar quince años en la cárcel. ¿Por qué piensan que no es él? - Jose entendía la desesperación de Laura, él sentía lo mismo.
- Porque tiene coartada.
- ¿Coartada? Estaba con su familia. Pueden estar mintiendo.
- Quizás. - En ese momento llamaron al telefonillo. - Debe ser la cena. Quédate ahí, ya me encargo yo.
Laura seguía dándole vueltas a todo, si no era el Coyote, ¿quién podía ser? Jose a su lado la cogió de la mano. - La cena está preparada.
Miró a la mesa del comedor y ya estaban los platos puestos y la comida servida, había estado tan ensimismada que ni se había dado cuenta. - ¿Qué quieres de beber? ¿Vino? - Laura asintió.
- Espera, deja que vaya yo. Siéntate que vuelvo en un momento. - Laura salió al tendedero donde tenía un botellero con algunas botellas de vino. Eligió un Rioja que a Jose le encantaba y a ella también. Abrió la botella en la cocina mientras seguía pensando en el caso.
Cuando salió, Jose la observaba.- Buena elección. - Dijo cogiéndole la botella de las manos. Ella se sentó a su lado mientras él servía vino en ambas copas.
- Si no es el Coyote, ¿quién crees que puede ser? - Jose se había hecho esa misma pregunta miles de veces desde que había leído el informe que reflejaba su coartada para ambos asesinatos, aún no lo habían descartado como sospechoso, porque aunque tenía coartada el motivo era muy evidente para dejarlo pasar, quizás demasiado evidente.
- No lo sé, Laura. Llevo analizándolo todos estos días y no se me ocurre nadie. Es como si el Coyote hubiera sido el detonante de los asesinatos, pero es demasiado evidente que sea él. Me refiero, a que su motivo es claro. Si de verdad los quiere matar, ¿lo hace justo al salir de la cárcel para que piensen en él? ¿Y con explosiones, quemándolos? Esto ya me parece el colmo de la autoinculpación. Y si no recuerdo mal, el Coyote era muy listo, ¿verdad? - Laura asintió, seguía por completo el razonamiento de Jose y pensaba que tenía razón. Entonces quién podría ser.
- Si, tienes razón, era listo. Por eso os costó tanto cogerlo. Tu razonamiento es muy lógico, me duele no haberlo visto yo. - Reconoció.
- Laura, estás aterrorizada y reaccionas como un animal enjaulado. Tienes que relajarte y pensar con calma. Sé que eres capaz, me lo has demostrado en muchas ocasiones. - Jose tenía razón, estaba actuando por instinto y no de forma lógica. Si ellos eran víctimas en potencia y seguía actuando así, seguro acabaría como el resto, quemada. Se quitó inmediatamente la imagen de la cabeza. Tenía que ser más lista que el asesino.
- Tienes razón. Tengo que relajarme y pensar. Actuar con inteligencia.
- Pero hoy no. - Jose le llenó de nuevo la copa. - Hoy nos vamos a emborrachar y olvidar lo que está ocurriendo.
Laura no comió mucho, tenía el estomago cerrado, pero si bebió vino. Cuando terminaron de cenar y metieron los platos en el lavavajillas, Jose le dio un beso en la mejilla despidiéndose. Cuando se disponía a abrir la puerta, Laura se giró.
- Por favor, quédate esta noche. Necesito que me abracen. - Jose la miró y la vio tan desvalida que no pudo negarse, aunque tampoco lo hubiera hecho.
Laura se despertó y vio que estaba dormida en el pecho de Jose mientras él la abrazaba. Entonces, recordó la noche anterior. Lo miró y sonrió, era un cielo, se había quedado abrazándola toda la noche como le pidió.
Se levantó con cuidado para no despertarlo y fue a preparar el desayuno. Eran las seis de la mañana, por lo que lo dejaría dormir un rato más. Mientras ponía café para hacer en la cafetera y preparaba unas tostadas, oyó que Jose se acercaba a la cocina. La miró con ojos dormidos y el pelo revuelto.
- Buenos días, pensaba llevarte el desayuno a la cama. Es lo menos que puedo hacer por haberte quedado a dormir. - Jose le sonrió, estaba tan guapa por la mañana.
- Pues me vuelvo a la cama. - Dijo bromeando. Se acercó al plato donde ya había un par de tostadas, vio al lado tomate para untar en un pequeño recipiente y se echó en la tostada.- Estoy muerto de hambre. Por cierto, ¿de dónde has sacado los tomates? Anoche no tenías nada en la nevera. - Laura no pudo evitar reírse, mientras le mostraba un frasco en el que se leía tomate con aceite para untar. Jose puso los ojos en blanco. - Cómo no.
Esa mañana estuvo muy ocupada en la tienda, por lo que no pudo pensar en otra cosa que no fueran sus clientes y sus muebles. Como le habían pronosticado, en los últimos días empezaron a llegarle pedidos de gente que vivía en La Moraleja y que habían visto tanto la cómoda como el cabecero que había vendido. Llevaban días viniendo a ver la tienda, incluso alguno había repetido y le había comprado más de una cosa. Muchos tenían muy claro lo que querían, por lo que viendo lo que tenía en la tienda se lo llevaban directamente o lo dejaban encargado. Pero otros le pedían que se acercara a su casa para que echara un vistazo a la habitación y los asesorara.
Jose la llamó al mediodía para ver qué tal se encontraba. Estuvieron hablando de cosas varias, pero esta vez no mencionaron el caso. Ya habían exprimido el tema la noche anterior y habían llegado a la conclusión de que no tenían nada, así que era absurdo volver a lo mismo.
También la llamó David para interesarse por ella, sabía lo nerviosa que estaba últimamente, y para invitarla a cenar esa noche. Aunque a Laura no le apetecía quedar a cenar porque estaba agotada y lo que quería era dormir, no tuvo que ponerle ninguna excusa puesto que tampoco podía. Tenía que ir a La Moraleja a ver a una clienta al salir de la tienda y por su experiencia con ella, porque ya era el tercer pedido que le hacía, llegaría muy tarde a casa, porque esa clienta en particular era muy indecisa, se tirarían toda la tarde decidiendo el mueble y el color. Cuando colgaron, pensó que David se había quedado decepcionado, lo llamaría esa semana para cenar con él otro día.
Laura salió pronto de la tienda, no habían dado aún las cinco, para ir a La Moraleja. Como el día había sido muy productivo no se iba arrepentida por cerrar tan pronto. Lo que llevaba de año se le estaba dando muy bien, de hecho, empezaba a no dar abasto. Si la cosa continuaba así, tendría que pensar muy seriamente en contratar a alguien que le ayudara con los muebles.
Acababa de entrar en el coche cuando llamó su clienta.
- ¿Laura? - Se oyó una voz aguda al otro lado.
- Hola, señora Martínez. Iba justamente ahora a su casa.
- Oh, cariño, ¡cuántas veces te he dicho que me tutees! Llámame Lorena. Pues para eso te llamaba, no voy a poder atenderte. ¿Podrías venir mañana? - La verdad es que ese cambio de planes a Laura le venía fenomenal, respiró aliviada, porque estaba agotada y lo único que quería era meterse en la cama y dormir.
- Claro, Lorena. Ningún problema. Nos vemos mañana a la misma hora. - Laura no volvió a la tienda, se fue directamente a casa.
De camino puso el manos libres en el coche y llamó a Marta, recordaba que esa mañana iban al ginecólogo, quería saber qué tal había ido todo.
- Hola, guapa. Bueno, cuenta, ¿hay novedades?
- Laura, siiiii. - A Marta se le notaba muy feliz. - Ya nos han dicho qué es. Adivina.
Laura tenía un cincuenta por ciento de posibilidades de acertar, se arriesgó. - ¿Niña?
- Siiii. - Gritó su amiga ilusionada. Pablo debía estar cerca de su mujer porque le oyó decir. “Una pequeña Marta” - Pablo está tan feliz como yo.
- ¡¡¡Cuánto me alegro!!! - Laura estaba encantada - ¿Y el resto?
- Me han dado los resultados de la amniocentesis y todo perfecto. - A Marta su ginecólogo le había recomendado hacerse la prueba por la edad y porque el análisis que se había hecho le había dado alta posibilidad de que el bebé viniera con Síndrome de Down. Laura se relajó con la noticia, sabía que su amiga llevaba algunas semanas nerviosa esperando los resultados. De hecho, no lo sabían más que Pablo y ella.
- Genial. Bueno, tenemos que quedar a tomar un café y me cuentas todo. Quiero ver la última ecografía que te hayan hecho. Seguro que ha crecido un montón. - Marta le puso al día del tamaño del bebé y otros datos que le habían dado. Quedaron para verse a lo largo de la semana. Siguieron hablando de temas triviales hasta que se cortó la comunicación porque Laura entraba en el garaje de su casa.
Le fue muy fácil entrar. Era de día pero nadie se había percatado de su presencia. Entró por el garaje. Como era habitual, el coche que entró no se quedó esperando a que se cerrara la puerta, así que cuando se coló detrás de él nadie lo vio.
Para acceder desde el garaje a la zona de pisos había que tener una llave especial que no tenía, así que subió a las zonas comunes por la escalera. Abrió un poco la puerta de acceso, no había nadie. Era pronto y hacía frío. Los niños aún estarían en el colegio, por lo que no había ninguno jugando en el parque infantil. Los padres estarían trabajando o a sus quehaceres en casa. El caso, es que estaba despejado, tampoco se veía al conserje que solía salir de su garita para dar de vez en cuando alguna vuelta por la urbanización. De todas formas, se puso un gorro de lana que llevaba en el bolsillo para que nadie pudiera identificarlo, con el frío que hacía a nadie le llamaría la atención, pero no se encontró con nadie.
La cerradura del portal estaba rota, por lo que entró sin problemas. Subió por las escaleras. Cuando llegó a la puerta a la que se dirigía se quedó mirando la cerradura. No sería difícil abrirla, sacó la ganzúa y se puso manos a la obra. En unos segundos estaba dentro.
Dio una vuelta por la casa, sabía que era pronto y que ella no llegaría hasta más tarde. A esa hora estaba trabajando en la tienda. La vio en algunas fotos repartidas por la casa, con sus amigos, con su familia, en todas estaba riendo, muy feliz. Eso lo enfureció, ella no se merecía esa felicidad.
Miró en sus cajones, olió sus perfumes, pasó a su taller y vio los muebles en los que estaba trabajando, pasó la mano por uno de ellos, siguió paseando por la casa, revisando sus cosas, entrando en su intimidad. Si ella lo hubiera sabido se hubiera enfadado o se hubiera asustado. No lo sabía, le daba igual.
Laura llegó a su casa poco después de las cinco. Mientras iba en el ascensor se apuntó mentalmente que tenía que acercarse al supermercado al día siguiente, puesto que no tenía comida en casa, menos mal que había sobras de la cena del día anterior, porque llegaba con hambre.
En la puerta de su casa estuvo un rato buscando las llaves en el descansillo. Siempre las dejaba en un bolsillo interior del bolso para tener acceso rápido, pero esta vez se debían de haber caído al interior, y no las encontraba. Oía su tintineo, pero no las localizaba. Al final las encontró. Por fin, se dijo.
Cuando abrió la puerta, lo primero que le llamó la atención era que aún era de día y en la casa había luz, como solía llegar más tarde, siempre era de noche. Se dirigió a la cocina para prepararse algo de comer y fue cuando lo notó.
La casa olía a gas. Ya estaba en la cocina, por lo que abrió la puerta del tendedero y la ventana para ventilar la casa, se acercó al salón y abrió el gran ventanal. Llamó al teléfono de urgencias que tenía anotado en la caldera para estos casos y luego llamó a Jose.
Cuando Jose llegó ya estaban revisando la caldera en busca de la fuga. En cuanto la vio se acercó a ella y la abrazó, ella se apoyó en su pecho y respiró más tranquila.
- Dicen que alguien la ha manipulado. - Levantó la cabeza y lo miró a los ojos, sin apartarse de su abrazo. Su voz era tranquila, nada parecido a la noche anterior cuando estaba asustada y nerviosa, y hoy que la habían intentado asesinar estaba serena. Jose no dejaba de sorprenderse por lo incoherente que era a veces. - Han encontrado una cañería del gas rota y un tubo enganchado que hacía que el gas fuera directamente a la casa. Dicen que he tenido suerte de llegar de día, porque si hubiera encendido una luz al entrar, seguramente hubiera explotado. También al llegar pronto a casa todavía no se había acumulado mucho gas, pero una hora más tarde y boom. Y eso que con mi plan de hoy hubiera llegado varias horas más tarde. - Laura había estado pensando mucho en lo que había ocurrido mientras llegaban el técnico y Jose. Como se temían, habían intentado asesinarla. Tendría que prestar más atención a todo y para eso necesitaba estar tranquila, ser lógica y coherente, no la persona asustadiza en la que se estaba convirtiendo. Tenía que pensar quién podía querer matarla a ella y al resto, porque de lo que no tenía ninguna duda es que el Bola y Quique habían sido asesinados y todas las muertes estaban relacionadas.
- Le estamos reemplazando la tubería rota. En cuanto terminemos podrá utilizar la caldera sin ningún problema. - Le dijo el técnico cuando Jose por fin se decidió a soltar a Laura y acercarse a ver el destrozo causado.
- Muchas gracias. - Contestó Laura que estaba apoyándose en Jose.
- Hoy te vienes a mi casa. - Laura no replicó, lo que menos le apetecía era pasar la noche en su casa. Habían entrado para matarla, al asesino le había resultado tan fácil.- ¿Sabes dónde están las grabaciones? - Jose había visto varias cámaras en diferentes puntos de la comunidad. Laura puso cara de no saber a qué grabaciones se refería, por lo que él se explicó. - Las de la urbanización. Quizás haya algo interesante.
- Supongo que el conserje lo sabrá.
Fueron a la garita del conserje donde éste les comunicó que las únicas cámaras que funcionaban eran las de las entradas principales, las de los accesos a los garajes eran falsas, simplemente estaban puestas para asustar a los intrusos. Laura no tenía ni idea, eso le pasaba por no ir nunca a las reuniones de vecinos.
Mientras hablaban con el conserje llegó Carlos con algunos policías. En cuanto vio a Laura, se acercó a ella y la abrazó, ella se dejó abrazar.
- Mi niña, ¿estás bien? - Le dijo Carlos sin haberla soltado aún.
Laura tenía su cabeza apoyada en el pecho de Carlos y asintió en silencio.
- Se viene conmigo a casa. Si necesitáis hablar con ella, allí es donde estará. - Carlos asintió y Jose le contó lo que le acababa de decir el conserje.
- Iros a casa. Yo me encargo. - Jose asintió y rodeó a Laura por los hombros.
- Te llamo luego para que nos pongas al tanto de todo. - Carlos hizo un leve movimiento de cabeza. Laura agradeció en silencio que incluyera un “nos” en la frase.
Jose tenía el coche a la entrada del recinto, abrió la puerta del copiloto para que Laura entrara. Ella en silencio se sentó y se abrochó el cinturón. Iba con la ropa del día y como llevaba el bolso cruzado ni se lo había quitado. Así que todo lo necesario lo llevaba con ella, pensó.
Fueron a casa de Jose en silencio, Laura mirando por la ventanilla las luces de Madrid y Jose atento a la carretera, cada uno a lo suyo, pero ambos pensando en lo mismo.
Jose vivía en un ático en Manuel Becerra. Laura se sorprendió gratamente por la zona, por el amplio ático y por la elegante decoración.
- ¡Menuda casa! - Dijo sin poder disimular su fascinación.
- La verdad es que no me salió muy cara. Cuando yo la compré se caían las paredes a pedazos, estaba en muy malas condiciones y nadie la quería, pero yo vi todo su potencial. Es un dúplex enorme, con una gran terraza y estoy prácticamente en el centro de Madrid. - Laura observaba todo a su alrededor, estaban en una habitación enorme, en la primera planta de las dos que tenía. Unas escaleras en el medio de la gran habitación habían sido aprovechadas para separar las diferentes zonas. A la derecha, una enorme cocina, con electrodomésticos de última generación, y Laura ahora sabía que todos ellos los utilizaría Jose para preparar sus fantásticas comidas. A la izquierda, un salón con un enorme sofá modular, en frente una pantalla plana de por lo menos cincuenta pulgadas. Al fondo y detrás de la escalera había un precioso comedor. La decoración era moderna y minimalista, a Laura le encantó. - Terminé hace muy poco con ella. Las obras las he ido haciendo yo poco a poco, para las cosas que requerían a un profesional contrataba a alguien, pero para las que no, lo hacía yo. Te puedes imaginar, con el trabajo casi no me quedaba tiempo, pero me gustaba hacerlo, me desconectaba del trabajo, supongo que a ti te ocurre lo mismo cuando trabajas en tus muebles. - Laura asintió. - Y la decoración, me ha ayudado María, la mujer de Carlos. Tiene muy buen gusto y sabe donde comprar gangas. - Jose le guiñó un ojo, aunque Laura sabía que esos muebles no eran precisamente baratos. Se dirigieron a la cocina. - Vamos a tomar algo y luego te enseño la casa.
- ¿Tienes whisky? - Jose ya lo estaba sacando, supuso que le apetecería una copa, algo más fuerte que el vino. - Solo y con hielo. Gracias.
Jose puso dos copas. Laura se bebió la suya de un trago y se la llenó de nuevo. Mientras, Jose sacó algo de embutido de la nevera y se puso a cortar un poco de queso, Laura cogió una barra de salchichón y cortó algunas rodajas.
- Sabes, he estado pensando mucho. Y creo que tienes razón. No puede ser el Coyote, es muy obvio. - Laura cogió una rodaja de salchichón que acababa de cortar y se la metió en la boca. Cortó otra y se la puso a Jose en la boca. Un gesto muy familiar y muy íntimo, pero a la vez muy natural entre ellos. - Y como no tengo ni idea quién puede ser, ni por qué ha empezado a matar justo ahora, creo que lo mejor es empezar por el principio. Investigar a todos los implicados.