Octubre 1.999
Laura se estaba vistiendo para su cita con Jose, por fin iban a quedar como dos personas normales. No iban a quedar para tratar de acercarse a una banda que traficaba con drogas, tampoco iban a quedar para aprender a utilizar armas, tampoco para aprender a pelear, iba a ser una cita como las del resto de los mortales, o al menos eso era lo que ella esperaba.
Cuando Marta le contaba sus salidas con Pablo, sentía envidia, iban al cine, a dar una vuelta por el Retiro, de tapas por el centro, sin ninguna otra motivación que verse y hablar. Jose y ella no habían quedado de esa forma nunca, ésta iba a ser su primera vez y estaba como un flan. Se sentía tonta por estar en ese estado, llevaban meses juntos, se habían ido de vacaciones juntos, se habían acostado, era totalmente ilógico ponerse nerviosa, razonaba ella, pero aún así, estaba alterada.
Para comenzar, no tenía ni idea de qué ropa ponerse. Miró su cama y vio que tenía prácticamente todo el armario encima de ella, ya se había probado de todo y no se había decidido. Estaba cansada de ir siempre con vaqueros, Jose sólo la había visto con vaqueros, sonrió al recordar que eso no era del todo cierto, y desechó esos pensamientos de su cabeza. Se había probado un par de vestidos, pero eran demasiado elegantes para ir al cine, tal y como pensaban hacer. Habían estado mirando la cartelera de teatros y no habían visto ninguna obra que les llamase la atención, así que al final se decantaron por el cine. El problema es que Laura no se decidía tampoco por la película, estaba entre varias, y mantuvo un monólogo en el que explicaba los pros y contras de cada una, hablando de los actores que participaban en la película, que si uno le encantaba como trabajaba, que si otro sólo hacía bodrios aunque tuviera siempre a la crítica de su parte, después empezó a tener en cuenta la sinopsis de la película, que si estaba muy visto, que menudo rollo, ésta parece interesante pero trabaja ese actor al que odio, le tocó el turno de los directores, a éste no lo conozco, éste me encanta pero no sé si la película merecerá la pena, y así estuvo hablando sola mientras Jose intentaba seguirla en sus razonamientos, así que al final Jose le puso la revista en la mano y le dijo que eligiera lo que quisiera, que él se rendía, ya elegiría la próxima vez.
Al final se puso una mini falda, no demasiado corta, puesto que tampoco iba a ligar a la disco, pero bastante por encima de la rodilla, una camiseta ajustada y unas botas altas. Se miró al espejo y decidió que estaba guapa. Dejó su melena suelta, se maquilló un poco y justo cuando estaba terminando de meter la cartera en el bolso sonó el telefonillo. Jose ya estaba abajo esperándola. Cogió el abrigo, la bufanda y bajó.
Laura entró en el Xsara de Jose, lo fue a saludar, pero él la cogió y la besó, un beso largo y suave que dejó a Laura fuera de juego. Él se apartó y la miró sonriente, le encantaba ver el efecto que ejercía sobre ella, a él le pasaba lo mismo cuando estaba con ella, pero lo disimulaba bastante mejor. - ¿Has elegido la película? - Laura se centró en las películas que había visto en cartelera.
- Creo que al final me quedo con “The Haunting (la guarida)”. Tiene buena pinta. Es de miedo. Por lo visto un equipo entra a investigar en una casa las causas del miedo y empiezan a ocurrir cosas. - Laura esperaba que le gustaran las películas de terror, a ella le encantaban, a parte de que le gustaban los clásicos, poco más sabía de sus gustos cinematográficos.
- De acuerdo, ¿a la Gran Vía, entonces? - Laura asintió. Estaban pasando la película en uno de los múltiples cines que existían en la Gran Vía. Era un poco rollo el tema de aparcar en el centro, pero luego estaba todo muy a mano.
Llegaron al cine y se pusieron en la cola para comprar la entrada. Agarrados de la mano, Laura se sentía como el resto de parejas que había a su alrededor, era una sensación rara pero muy agradable. Cuando pidieron las entradas, Jose fue a pagar pero Laura se le adelantó.
- Hoy invito yo. - Le dijo sonriente.
- Creía que en las citas pagaba el hombre. - Ella puso los ojos en blanco.
- Supongo que en el siglo pasado. Estamos en los noventa. A punto de entrar en el siglo XXI, ya sabes, la mujer es independiente. Ahora se lleva pagar a medias. - Ahora fue Jose el que puso los ojos en blanco.
- Así que eres de esas feministas. Vamos a medias, pero ábreme la puerta para pasar. - Rió irónicamente, y ella le dio un golpe cariñoso en el brazo.
- No digas tonterías. - Le sacó la lengua infantilmente.
Pasaron al cine y Jose compró unas palomitas y un par de refrescos. Se acomodaron en los asientos que les habían dado, en un sitio centrado como habían pedido. La película empezó y se pusieron a comer palomitas mientras la veían. En una escena de la película, Laura dio un bote debido a un susto, dándole, sin querer, un puñetazo a Jose en la pierna con una mano y con la otra, al hombre que tenía al otro lado. Laura le pidió perdón al hombre poniéndose como un tomate, él no pudo dejar de sonreír por lo absurdo de la situación. Jose no prestaba atención a la película, había desconectado a la media hora, cuando decidió que no era de su gusto, por lo que observaba a Laura cómo disfrutaba del cine, saltaba en los sustos, se reía con las ironías y las bromas, se emocionaba en alguna escena triste, era impresionante como se metía dentro de la película. Ella al darse cuenta de que estaba siendo observada, lo miró y le sonrió, pero Jose notó que se ponía nerviosa y se sentía incómoda, lo que le hizo aún más gracia. De todas formas, dejó de observarla para ver el final de la película, que le pareció aún peor que el comienzo.
- ¿Te ha gustado? - Estaban saliendo por la puerta, muy despacio puesto que había multitud de gente. Jose llevaba agarrada a Laura por la cintura para no perderse entre el barullo.
- La verdad es que no. - Dijo Laura meditando la respuesta. - Excepto un par de sustos, ha sido un poco rollo. - Jose se sorprendió, porque parecía que la vivía. - ¿Y a ti?
- Nada, he visto el principio y como no me convencía, he desconectado.
- Sí, me he dado cuenta. - Ella le dio un beso en la mejilla. - ¿Y ahora qué hacemos?
- No sé, ¿qué hacen las parejas normales después de ir al cine? - Preguntó Jose con tono socarrón. Laura no sabía ni qué contestar, ya no recordaba su última cita. - Porque a mí se me ocurre algo. - El tono de Jose no dejaba lugar a dudas de lo que le apetecía en ese momento, pero Laura prefirió obviarle.
- Podemos ir a cenar algo, tengo hambre.
- Conozco un restaurante aquí cerca, en una callecita que sale de Montera. La comida está muy buena y está muy bien de precio. Hacen un arroz espectacular. ¿Qué opinas? - Había salido varias veces por la zona y ese restaurante en particular le encantaba, aunque hacía tiempo que no iba, esperaba que no hubiera cambiado.
- Me parece perfecto. - Sonrió y lo cogió del brazo para que la guiara.
Cuando llegaron al restaurante les dijeron que tenían que esperar diez minutos, así que se quedaron en la barra tomando una copa de vino mientras tanto.
- ¿Puedo hacerte una pregunta personal? - Laura no conocía nada de su vida, y él tenía un informe de lo más completo de la suya.
- ¿Vas a hacerme el tercer grado? - Jose arqueó las cejas con expresión interrogante.
- Llámalo así. - Sonrió ella. - Pero es que no sé nada de ti.
- Pues yo creo que me conoces perfectamente. - Se sorprendía muchas veces por lo intuitiva que era ella, más de una vez le había leído el pensamiento. - ¿Y qué quieres saber de mí? - Preguntó intrigado.
- La verdad es que todo. Pero poco a poco. - En ese momento el camarero los llamó para indicarles que ya tenían una mesa disponible. Lo siguieron y se acomodaron en una pequeña mesa con un bonito mantel bordado y una gran rosa de plástico en un pequeño jarrón en el centro, al lado de una pequeña vela que estaba encendida. Laura se quitó el abrigo dejándolo en el respaldo de la silla, y Jose ya sentado se quedó contemplando su cuerpo y sus gráciles movimientos que tanto lo excitaban.
- Estás muy guapa. - Laura se ruborizó. - ¿Te has dado cuenta que siempre que te digo un piropo te ruborizas?
- Supongo que no estoy acostumbrada. - Laura no entendía por qué todo lo referente a Jose le afectaba tanto, supuso que sería enamoramiento, o simplemente estupidez, no lo había decidido aún.
- Eso lo dudo. - Casi todos los chicos que había visto hablar con Laura se habían insinuado, ella les daba largas con una dulzura inexplicable, sabía cómo tratarlos sin herirlos. Era raro, la mayoría de las chicas guapas que él había conocido, trataban a los chicos que no encontraban interesantes con algo similar al desprecio o la indiferencia. - ¿Puedo elegir por ti? - Laura se sorprendió, nunca habían elegido por ella, pero pensó que sería bonito dejarse llevar por una vez, así que asintió. - Como entrante hacen unos mejillones a la sidra que están espectaculares. De segundo, el arroz a la cazuela está buenísimo, y ponen cantidad, podemos pedir un plato y compartir, ¿te parece? - Laura rió.
- ¿No ibas a elegir tú?
- Sí, pero no quiero que te dejes nada en el plato, así que prefiero asegurarme. Además, ya me has dejado claro que eres una feminista insufrible. - Él le guiñó un ojo.
Llegó el camarero y Jose pidió la comida acompañada de una botella de vino tinto, un Rioja.
- Bueno, por dónde íbamos. - Continuó Laura, no quería despistarse de su conversación inicial. - ¿Por qué te hiciste policía?
- Así que aquí empieza el interrogatorio, ¿no? - Jose le sonrió. - A ver, qué te cuento, para proteger a la gente y el rollo de siempre o prefieres una historia triste.
- La verdad.- Le animó Laura.
Apareció el camarero con el vino, les rellenó las copas y se marchó en silencio. Un momento después llegó otro camarero con los mejillones y el arroz que colocó en el centro de la mesa. Les dijo que ahora les traía unos platos y unos segundos después apareció con un par de platos que dejó encima de la mesa.
- De acuerdo, la verdad. - José se quedó pensando un momento cómo comenzar su historia. Hacía mucho que no hablaba de ello. - Vivía con mis padres en Madrid, en la calle del Pez, bastante cerca de aquí, por cierto. Un día mi madre vino a buscarme al colegio, como todos los días, aunque ese día tenía entrenamiento de fútbol después de las clases y salía más tarde de lo normal. Estábamos en febrero y hacía un frío que pelaba, recuerdo ir agarrado de la mano de mi madre tiritando de frío y deseando llegar al calor de nuestra casa. Entonces, un extraño apareció en la esquina, se dirigía hacia nosotros haciendo eses, yo supuse que estaba borracho, y seguí mirando al suelo intentando protegerme del viento que venía de cara. Al pasar por nuestro lado, tiró del bolso de mi madre que llevaba colgado al hombro y agarrado con una mano. - Jose estaba absorto en su historia, mirando al infinito, pero en ese momento miró a Laura. - Sabes, mi madre siempre llevaba el bolso muy sujeto, decía que sino, cualquier ratero podría llevárselo sin ella darse cuenta. - Sonrió irónicamente. Otra vez dirigió su mirada a un punto fijo en el infinito y prosiguió con su historia. - Cuando el extraño le tiró del bolso, ella como acto reflejo intento agarrarlo más fuerte para que no se lo llevara, pero el borracho sacó una navaja del bolsillo de su abrigo y sin decir nada ni hacer nada se la clavó a mi madre en el corazón, agarró el bolso y salió corriendo. Yo me quedé ahí, mirando cómo corría y viendo cómo mi madre caía al suelo muerta. Nunca lo cogieron, yo no pude ayudar, no lo había visto, iba mirando al suelo para protegerme del viento, sólo recordaba unos zapatos negros, un pantalón negro y un abrigo negro, nada más. Durante mucho tiempo lo llamé el hombre de negro, aparecía en la mayoría de mis pesadillas. - Jose hizo una pausa, había contado más veces esa historia, pero a nadie le había hablado de las pesadillas con el hombre de negro, sin embargo contándoselo a ella, le había salido, sin más. Laura lo miraba a los ojos sin saber qué decir, no se esperaba una historia de esas características. - Decidí que cuando fuera mayor intentaría proteger a los niños de tipos así, que no tuvieran que pasar por lo que pasé yo.
- ¿Cuántos años tenías?
- Ocho.
- Lo siento. - Laura lo cogió de la mano y se la apretó en señal de apoyo, con la otra mano le acarició la mejilla y le dio un dulce beso. No tenía nada que decir, y quiso demostrarle que ella estaba ahí. Jose no quería que nadie sintiera pena por él, y menos ella. Era una historia de su pasado, que no olvidaría, pero ya estaba asumida.
- ¿Alguna pregunta más?
- Creo que por hoy es suficiente. - Dijo Laura sonriente, viendo que Jose ya estaba de nuevo con ella y no en aquella fatídica noche.
Empezaron a comer, pero la comida se les había quedado fría, los mejillones estaban buenos aun así, pero el arroz ya estaba bastante pasado por lo que apenas lo probaron.
Como apenas habían comido, pidieron de postre una tarta de queso y otra de chocolate, en la carta ambas estaban recomendadas por el chef. Las compartieron mientras Laura le tomaba el pelo con la clase de karate que había recibido el día anterior, riéndose de algunas de sus posturas y su equilibrio. Lo contaba con tanta gracia, que Jose no pudo evitar reírse con ella de él mismo.
- Bueno, ¿y ahora a dónde? ¿qué es lo que hacen las parejas normales? - Acababan de salir del restaurante. Jose seguía expectante a ver que quería hacer Laura en su cita normal.
A Laura no le apetecía ir a tomar nada, lo que le apetecía era ir a casa, quizás tomar algo y meterse en la cama con Jose. - ¿Vamos a tu casa? - Jose sonrió.
- ¿Ya te has cansado de una cita normal? - Fingió sorprenderse de forma exagerada. - Antes voy a llevarte a un sitio. - La cogió de la mano y se dirigieron al parking donde habían dejado el coche.
Iban los dos callados. Laura pensando en la historia que Jose le había contado esa noche, pensaba que tenía que haber sido muy duro criarse sin una madre, pero más aún ver cómo la mataban cuando era tan pequeño. Sintió lástima por ese niño, pero miró a Jose y se dio cuenta que se había convertido en un buen hombre. Estaba segura que nunca olvidaría lo que ocurrió, pero eso lo había convertido en la persona que era ahora.
Hubo una corriente de aire frío y Laura sintió un escalofrío, por lo que agarró a Jose del brazo y se pegó a él para sentir su calor. Jose notó el temblor de su cuerpo, así que la rodeó con un brazo, frotándole la espalda para que entrara en calor.
Llegaron al coche y Jose en seguida encendió la calefacción, la puso lo más alta posible para que ella dejara de tiritar. Laura se acomodó en el asiento y comenzó a mirar por la ventanilla, colocó su mano encima de la pierna de Jose, y éste puso la suya encima de la de ella.
- ¿Dónde vamos? - Preguntó, ya que no tenía ni idea dónde podía estar llevándola.
- Aquí cerca. Es un sitio al que me gusta ir por la noche. Tiene un encanto especial. Seguro que has estado mil veces, pero nunca hemos estado juntos. - Laura lo miró sorprendida. Jose solía ser muy dulce cuando no estaba actuando de policía duro, pero nunca hubiera pensado que tuviera una pizca de romanticismo en su interior, y esto le demostraba cuán equivocada estaba. - ¿Cómo vas de tacones? Lo digo porque es difícil aparcar in-situ.
- Llevo tacón, pero puedo andar un rato. ¿No vamos a hacer un trekking, verdad? - Jose rió ante su broma y negó con la cabeza. - Entonces, creo que aguantaré.
Dejó el coche a un par de calles, salieron y se pusieron a andar. Laura estaba totalmente desubicada, así que se dejó llevar por él. Al girar en una esquina vio una preciosa postal de Madrid por la noche, entendió entonces a lo que Jose se refería. Estaban en el Templo de Debod y por la noche con la iluminación era espectacular.
- Sabes, nunca he estado aquí por la noche. Es precioso. - La cogió de la mano y se la llevó a una esquina, donde se podían sentar a contemplar la imagen, a disfrutar del momento.
Jose se sentó en la piedra, estaba helada, así que cogió a Laura y la sentó encima de él, la rodeó con los brazos, puso su cabeza encima de su hombro y le dijo al oído. - ¿Disfrutas de tu cita normal?
- Me encanta. Vamos a tener que repetirlo. - Se quedaron mirando la noche oscura y el templo iluminado, sin decirse nada.
Después de un rato, Jose se levantó arrastrando a Laura con él. - ¿Nos vamos a casa? - Laura asintió.
Fueron dando un paseo hasta el coche, había muchas parejas por la zona, muchas de ellas estaban tumbadas en la hierba besándose apasionadamente, vorazmente. Laura pensó que algunas deberían irse a un hotel, estaban dando un buen espectáculo. Aunque recordó que hasta no hace mucho tiempo ella hacía lo mismo, los chicos con los que había estado saliendo vivían, como ella, con sus padres, eran estudiantes, por lo que no tenían ni dinero ni casa propia, era su primera relación con alguien que llevaba mucho tiempo siendo independiente, viviendo solo en un piso.
- Un penique por tus pensamientos. - Dijo Jose.
- ¿Tan poco valen? - Laura le guiñó un ojo. - Pensaba en que soy feliz y que te quiero.- Era la primera vez que se lo decía, le salió natural, sin darse cuenta, de hecho, hasta que no se lo oyó decir a sí misma, no se dio cuenta que dicha afirmación había salido de su boca. Jose paró en seco, se giró hacia ella, le cogió la cara con sus manos heladas y la besó, con dulzura, despacio, hasta que empezó a sentir una necesidad de ella, que hizo que continuara besándola ardientemente. Paró de repente, tenía que frenarse si no quería desnudarla allí mismo.
Laura se quedó sorprendida de su momento de pasión repentino. Él no la había contestado, no le había dicho que también la quería, pero aceptó que ese beso se lo decía todo.
Continuaron andando hacia el coche con paso apremiante.
Estaban en la cama, desnudos, abrazados, Laura con la cabeza apoyada en el pecho de Jose jugando con su vello, éste tumbado de espaldas, mirando al techo mientras le acariciaba la espalda. Relajados después de una noche de pasión resultante de una velada llena de confidencias. De fondo, se oía el sonido lejano proveniente del tráfico de la calle, Laura pudo percibir el sonido de una ambulancia y de algún coche de policía, poco después escuchó al camión de la basura, debía de ser muy tarde, o muy temprano si lo veías desde el lado de los basureros, pensó. Miró el reloj despertador que Jose tenía encima de la mesilla y vio que eran las seis y media de la mañana, no habían dormido nada, y lo peor de todo, es que en ese momento no tenía nada de sueño, tenía los ojos como platos. Tampoco quería dormir, quería disfrutar de ese instante, tan íntimo, tan familiar, estaba tan a gusto que no quería dejarlo pasar sin guardárselo para sí. Quizás, en otra ocasión, tuviera que recurrir a él para sentirse mejor, así que ahora era el momento de disfrutarlo.
- Sabes, estoy agotado, pero no tengo ni pizca de sueño. Se está tan a gusto, así, contigo. - Laura sonrió por su compenetración.
- Justo, estaba pensando lo mismo. - Miró hacia arriba, se apoyó en el codo y le dio un beso en los labios. Volvió a acomodarse como estaba.
- Es curioso, no recuerdo nada parecido. Lo normal en mis relaciones, es que yo fuera a casa de ellas, echábamos un polvo y en cuanto terminaba me largaba. No recuerdo estar así con ninguna mujer con las que he mantenido alguna relación.
- Suena triste.
Aunque sus relaciones no habían sido muy duraderas, con todas sus parejas había durado varios meses, era raro no haberse quedado con ninguna en la cama para despertar juntos. Por eso, prefería ir a casa de ellas, así tenía la facilidad de lagarse cuando quería, si venían a su casa le costaba echarlas y cuando lo hacía, se iban ofendidas. Sin embargo, con Laura, no quería levantarse de la cama, disfrutaba viéndola dormir, y le encantaba despertar y descubrir que ella estaba a su lado. - Supongo que tienes razón.
Volvieron a quedarse en silencio, cada uno centrado en sus propios pensamientos. Laura no dejaba de darle vueltas a la historia que le había contado en la cena, cómo había perdido a su madre, sentía el sufrimiento del niño de ocho años que por este motivo se había convertido en policía, en el hombre que era en ese momento.
- Tu madre estaría orgullosa si pudiera ver al hombre en el que te has convertido. - Jose se sorprendió con el comentario, aún así, le pareció muy tierno. Ella seguía jugando con su vello, él se incorporó un poco en la cama, lo suficiente para darle un cariñoso beso en la cabeza.