Abril 2.016

 

 

Laura ya llevaba más de dos semanas instalada en casa de David, la convivencia estaba resultando muy agradable, él se esforzaba mucho para que se sintiera a gusto y como en casa, pero ella echaba de menos su casa, echaba de menos el saber dónde estaba el abridor de botellas o dónde estaban las sábanas limpias. Se sentía como una extraña, cosa que es lo que realmente era en la casa de David.

Y eso que no se había pasado todos los días allí metida. Ella y Cris se habían cogido unos días después de Semana Santa y se habían ido a visitar Rumania. Habían alquilado un coche y habían recorrido el país a la aventura, reservando los hoteles por el camino.

Llegaron a Bucarest donde en el aeropuerto cogieron el coche que las llevó a la ciudad. Allí sí habían reservado las dos primeras noches, en un hotel cercano a donde se encontraba el Parlamento. Como llegaron tarde se fueron directas a la cama puesto que al día siguiente tendrían que madrugar, tenían planeadas para hacer un montón de visitas. Se recorrieron la ciudad disfrutando de  todo lo que veían, debido al terremoto que sufrió la ciudad en el 77, hubo una gran reconstrucción que le dio su aspecto moderno y actual, esto lo leyeron en la guía que habían comprado. Visitaron algunas de sus impresionantes iglesias ortodoxas, hicieron una visita guiada que habían reservado por Internet al Parlamento, callejearon y se perdieron por las calles de la ciudad, disfrutaron del día de turismo y acabaron cenando en un restaurante cercano al hotel que habían encontrado en un blog en Internet. Decorado como el salón de un castillo medieval, con sus estandartes y espadas cruzadas colgadas de la pared y donde el plato principal era un pollo asado insertado en una espada de madera que tenías que comer con la mano, al más puro estilo medieval. Disfrutaron de la experiencia, mientras sacaban fotos para el recuerdo.

Por supuesto ahí no quedó el viaje, al día siguiente cogieron el coche e iniciaron la ruta que habían planeado. Habían estado analizando varios blogs de viajes dos días antes de salir hacía Rumania, para organizar una ruta con lo más interesante del país.

Fueron a un precioso Monasterio en Curtea de Arges, donde disfrutaron de la preciosa arquitectura del edificio y la decoración ortodoxa de su interior. Se acercaron a Sibiu, una preciosa ciudad amurallada con casas de diferentes colores, una bonita catedral evangélica, una maravillosa plaza con su torre del reloj, donde por la noche hicieron una parada para disfrutar de unos cócteles y de la noche rumana.

Continuaron al día siguiente camino y pararon en un bucólico pueblo llamado Sibiel que contenía un pequeño museo con preciosos iconos religiosos. Hicieron una parada en la Catedral Ortodoxa de Alba Iulia, donde pasearon viendo el bonito edificio y lo bien cuidada que estaba la zona.

Llevaban algo más de media hora de camino cuando Laura, que era la que en ese momento iba conduciendo, notó algo raro en el coche. Paró en una especie de zona de descanso que había a un lado de la carretera, en el mismo arcén el cuál se había hecho más ancho de lo que llevaba siendo hasta ese momento.

Ambas se bajaron del coche y comprobaron que las dos ruedas del lateral derecho se habían pinchado.

- No me lo puedo creer. - Laura estaba sorprendida comprobando ambas ruedas sin saber cómo había podido ocurrir.

- Creo que he visto en algún sitio como una especie de bordillo, seguro que nos hemos dado con él y nos hemos cargado las dos ruedas. - Cris ya estaba sacando de la guantera del coche la documentación para comprobar dónde tenían que llamar para este tipo de percances.

En cuanto encontró el número de teléfono empezó a marcar los dígitos en su móvil, en seguida contestaron. Cris comenzó a contarle a la mujer al otro lado de la línea lo que había ocurrido, en inglés. Cuando ésta le preguntó dónde se encontraban, se dirigió a Laura haciéndole esa misma pregunta con la mirada. Ella le dijo que se encontraban en el kilómetro 462 de la E60, a 15 kilómetros de Cluj Napoca. Unos metros más allá de donde habían dejado el coche había un mojón que les indicaba toda esa información, por lo menos pudieron relajarse, puesto que sabían el punto exacto en donde se encontraban, la grúa no tendría ningún problema para localizarlas.

- Wait a moment, please. - Oyó Laura decir a Cris para después girarse hacia ella. - Laura, no me entienden y yo tampoco entiendo muy bien a la mujer, tiene un acento muy peculiar. - Laura ya estaba alargando la mano para coger el teléfono que Cris le estaba pasando.

Unos minutos después, Laura ya había completado la información solicitada. Le habían avisado que la grúa llegaría en algo menos de una hora al punto en el que se encontraban, salía de Cluj Napoca, el lugar al que se dirigían.

Mientras esperaban, estuvieron contemplando el lugar, todo era campo, estaba muy verde y a lo lejos se veían zonas de bosque.

Decidieron dar una vuelta por los alrededores sin alejarse demasiado del coche, no fuera a ser que llegara la grúa y ellas estuvieran de turismo por el medio del campo.

Mientras iban paseando despacio, contemplando el bonito paisaje, Cris ya no pudo aguantar más y le preguntó a su amiga por sus relaciones sentimentales, que últimamente parecían tan complejas.

- Me vas a contar ¿qué pasa entre tú y Jose y entre tú y David? - Laura se sorprendió por la pregunta, sabía que en algún momento su amiga se la haría, pero aún no estaba preparada para contestar, ni ella misma sabía la respuesta. Como Laura, no decía nada, Cris siguió insistiendo. - La verdad Laura, no entiendo nada. Hace un mes te acuestas con Jose y ahora te vas a vivir con David. ¿Me he perdido algo?

Laura se quedó mirando a su amiga, no se había dado cuenta de lo raro que era todo si se veía desde fuera. Así que intentó ser lo más sincera que pudo teniendo en cuenta las circunstancias.

- Respecto a irme a vivir con David, es algo temporal, en cuanto pueda me vuelvo a mi casa. - Hizo una pausa, no creía que Cris se tragara la historia de la fumigación que le había contado a sus padres, y aunque seguramente sus padres tampoco la creyeron, por lo menos no dijeron nada, seguro que Cris seguiría indagando. - Se ha producido una avería en el edificio y van a estar arreglándola un par de semanas, así que David me ofreció que pasara esos días en su casa, y a mí no me pareció mala idea. - Cris iba a preguntar sobre la obra, pero notó en la mirada de Laura que no iba a decir nada más al respecto. Aún así insistió sobre el tema de Jose que le tenía demasiado intrigada como para dejarlo pasar.

- ¿Y sobre Jose? ¿Qué ocurre entre vosotros dos?

- La relación con Jose es complicada. No sé ni lo que quiero o siento por él. Aún no estoy preparada. - Cris vio tristeza en los ojos de su amiga, por lo que le cogió la mano y le dio un suave apretón. Continuaron paseando en silencio un rato más.

- Mira, parece que ya ha llegado la grúa. - Laura se giró en dirección hacia el coche y ambas amigas se pusieron a correr.

El conductor de la grúa les cambió ambas ruedas y les hizo firmar algunos papeles. No les puso ningún problema gracias a que habían contratado un seguro al alquilar el coche que cubría este tipo de incidencias.

Ya de noche, llegaron a Cluj Napoca donde cenaron algo rápido en el hotel que encontraron con habitaciones disponibles, muy cerca de la Plaza Unirii, en el centro. Subieron a descansar en seguida a la habitación, habían llegado derrotadas, aunque muy felices. El incidente con el coche había quedado en una mera anécdota y además estaban disfrutando el viaje, el país les estaba encantando y aún quedaba mucho por ver.

Por la mañana se acercaron a la cercana plaza donde se encuentra la Catedral gótica de Sf. Mihail y la bonita Catedral ortodoxa de estilo rumano y bizantino. Después de dar una vuelta por la ciudad, se dirigieron a Turda, donde se encuentran las minas de sal más grandes del país. Entraron a visitarlas y disfrutaron con las amplias salas de su interior y con las preciosas estalactitas de su techo.

Hicieron una parada en Targu Mures, bonito pueblo que encontraron en el camino y que les pareció ideal para comer algo.

Por la noche llegaron a Sighisoara una preciosa ciudadela sajona, donde encontraron habitación en un bonito hotel en una plaza al lado de la Torre del Reloj. Cenaron en un pequeño restaurante en la misma plaza, preparando las visitas del día siguiente.

Se levantaron temprano como estaba siendo habitual en las vacaciones y visitaron el pueblo, lleno de callejuelas estrechas, torres de defensa, iglesias y cuidadas casas antiguas, además de ser considerada la ciudad natal de Drácula, tal y como les decía la guía.

Continuaron camino a Brasov, pero hicieron parada en la iglesia de Prejmer, una fortaleza con unas trescientas celdas comunicadas entre sí por escaleras de madera, construidas en el interior de sus muros, donde se refugiaba la población en las invasiones o cuando se producían catástrofes naturales. Ellas entraron en una de las celdas y fueron recorriéndose otras tantas mediante los pasillos y escaleras interiores. Se sintieron como si estuvieran en un laberinto.

En Brasov encontraron habitación en un hotel en la misma Plaza Grande, desde la ventana podían contemplar la preciosa plaza y la impresionante Iglesia Negra, a la que no lograron entrar, aunque lo intentaron en varias ocasiones, o estaba cerrada, o estaban dando misa, en cuyo caso no les permitieron pasar.

Por la mañana fueron a visitar el inquietante Castillo de Drácula, construido sobre una enorme roca para defender mejor sus murallas debido a las constantes invasiones turcas.

Subieron a la estación de montaña de Poiana Brasov cogiendo el teleférico. Había bastante nieve y algo de hielo, como ninguna iba preparada para la nieve, ambas llevaban zapatillas de deporte para ir cómodas, llegaron con los pies calados al coche, por lo que pusieron a tope la calefacción hasta que volvieron a entrar en calor y se cambiaron de calzado, ya que en el maletero habían dejado repuesto. Después, una parada a tomar un café en el primer lugar que encontraron y ya se habían olvidado del frío.

Regresaron a Brasov donde salieron a dar una vuelta y recorrer la ciudad, cenaron en un bonito restaurante y pasaron a un bar a tomar una copa, encantadas de estar de vacaciones, totalmente desconectadas ambas del estrés de los últimos meses, aunque cada una por un motivo diferente. En el bar conocieron a un grupo de italianos que también estaba haciendo turismo, entre inglés, español e italiano se entendieron, pero los italianos se acabaron poniendo pesados, por lo que huyeron del bar riéndose por la situación.

Al día siguiente, se dirigieron a Sinaia, donde visitaron el Castillo de Peles, un precioso castillo que ambas estaban convencidas de haber visto en alguna película, aunque no recordaban en cuál. Continuaron al monasterio de Sinaia, la Catedral de los Cárpatos. Y llegaron a Bucarest esa misma noche, alojándose en el mismo hotel que la vez anterior, el cuál habían dejado reservado cuando abandonaron la ciudad unos días antes. Descansaron y al día siguiente de vuelta a casa y a la realidad.

Y en eso estaba pensando Laura mientras veía las fotos del viaje en el televisor. Cuando David entró en el salón, la vio totalmente abstraída.

- ¿En qué piensas? - Laura salió de su ensoñación.

- Estaba pensando en lo que nos reímos y disfrutamos las vacaciones, una pena que no pudieras cogerte unos días y venirte con nosotras.

- Bueno, la verdad es que Rumania tampoco es que me llame mucho la atención, no sé cómo os decantasteis por ese lugar.

- Un vuelo de última hora muy bien de precio. Y allí nos encontramos con un país sorprendente, porque los lugares que visitamos fueron todos maravillosos.

- ¿Cenamos? - David ya se dirigía a la cocina para ver qué había en la nevera, como Laura, él tampoco le dedicaba mucho tiempo a pasar por el supermercado. La nevera estaba vacía.

- Vámonos, te invito a cenar. - Le ofreció Laura, porque había quedado en pasarse por el supermercado y se le había olvidado por completo. - Qué menos, me tocaba a mí hacer la compra y se me ha olvidado. - Se encogió de hombros y puso gesto de disculpa.

Salieron de la casa y fueron a un bar que había a unas calles de la casa de David, donde tomaron unas tapas y una pequeña jarra del vino de la casa.

- Por cierto Laura, mañana me voy a primera hora a Barcelona, tengo reuniones por trabajo. Llegaré tarde, así que no me esperes levantada. - David solía viajar bastante por temas laborales, así que a ella no le sorprendió nada.

- Ok, no hay problema. Te prometo que mañana voy al supermercado y cuando llegues verás que la nevera está llena. - Sonrieron ambos, y David no se lo creyó del todo, estaba seguro que a su amiga se le volvería a olvidar comprar comida, para esas cosas era un desastre, peor que un soltero.

 

 

Al día siguiente Laura salió de la tienda y se montó en el coche, tenía en la cabeza pasar por el supermercado como le había prometido a David. Todavía seguía con el coche de su padre, que gracias a Dios aún no había necesitado, porque en el taller estaban esperando una pieza que venía de no se sabe dónde y que con las vacaciones de Semana Santa y demás, estaba tardando más de lo esperado en recibirla. Aunque le habían prometido que ese sábado ya tendrían su coche preparado. Llamaría al día siguiente al taller, puesto que ya sería viernes, para confirmar si podría ir a por el coche o no  en la fecha indicada. No podía estar más tiempo con el coche de su padre, puesto que aunque él le decía que no lo necesitaba, sabía que estaban dejando de hacer cosas por su culpa y eso a ella no le hacía ninguna gracia.

Fue a un supermercado que conocía en el barrio de David, allí estuvo paseando por los diferentes pasillos buscando lo que quería comprar, como no lo conocía, tardó más en encontrar lo que buscaba, de hecho en más de una ocasión tuvo que preguntar a los reponedores que por allí andaban colocando los productos en las estanterías.

Cuando hubo terminado y metió todo en el maletero del coche, le sonó el teléfono.

- Hola Laura. ¿Estás libre el sábado? ¿Te apetece que vayamos de compras? No me vale nada de la ropa que tengo, estoy gordísima. - Laura se rió de su amiga, ya estaba de siete meses y parecía que estaba de gemelos, tenía mucha tripa, aunque por lo demás seguía teniendo un cuerpazo.

- Por supuesto, te paso a recoger. ¿Por la mañana y comemos por ahí?

- Genial, a la hora que quieras. Estaré tirada en el sillón viendo la tele. Pablo no me deja hacer nada, así que me aburro como una ostra. - Laura volvió a reír. Pablo estaba muy nervioso, no quería que saliera nada mal, suponía que eso es lo que sentiría cualquier padre primerizo. - ¿Y tú qué tal estás? ¿Cómo va todo en casa de David? - Laura ya la había puesto al día de todas las novedades.

- Bien, la convivencia es cómoda, somos prácticamente iguales, vamos, un desastre en los temas del hogar. Acabo de salir del supermercado porque tenemos desde hace días la nevera vacía, eso sí, cervezas y vino no faltan nunca.- Marta recordaba esos tiempos sin preocupaciones y deberes, ahora ella tenía que centrarse en que iba a ser mamá y eso durante algún tiempo se le había terminado, o quizás para el resto de su vida. Se estremeció sólo de pensarlo.

Hablaron un rato más y se despidieron hasta el sábado cuando Laura terminara en el taller, si es que le devolvían ese día el coche. Quedó en que la iría informando sobre la marcha para que estuviera preparada.

Cuando llegó a casa de David, pulsó el mando que le había dejado y la puerta del garaje se abrió. Dejó el coche al lado del de él y apagó las luces y el motor. Salió del coche, no veía nada, con la puerta del garaje de nuevo cerrada y sin las luces del coche, la estancia se quedaba completamente a oscuras. Maldijo por lo bajo cuando al ir a encender la luz chocó contra algo que no supo reconocer. Y de repente cayó al suelo y todo se volvió negro.

 

 

Allí estaba esperándola, agazapado en la oscuridad, escondido para que no se percatara de su presencia. Ella por supuesto estaba a otras cosas y no vio a nadie escondido en un rincón del garaje entre cajas y estanterías. Cuando apagó el motor del coche, todo se quedó a oscuras, pero llevaba mucho rato en las sombras, por lo que ya tenía los ojos hechos a la oscuridad, ella no, como notó en cuanto salió del coche y tropezó con una vieja caja de madera que había en un lateral del garaje. Sonrió cuando la vio tropezar, era su momento, no esperaba a nadie allí dentro y no lo vería. Era el momento.

Aprovechó para lanzarse sobre ella sin hacer ruido, llevaba en la mano una maza de goma que había encontrado en una caja del garaje. La golpeó, no lo hizo con fuerza, no quería matarla, así no, todavía no, pero si quería que perdiera el conocimiento, y eso fue lo que consiguió.

Ella se desplomó en el suelo, al caer se dio en la cadera con el otro coche que había en el garaje, supuso que le saldría un buen moratón, pero eso no importaba. La cogió en brazos y la metió dentro de su coche, no había llegado a cerrar la puerta. Las llaves estaban en el suelo al lado de donde ella se había desplomado, cuando la golpeó aún las llevaba en la mano, las cogió y las introdujo en el arranque del coche, lo puso en marcha.

Se quedó un rato contemplándola, ella estaba dormida en el asiento del conductor, decidió echar su asiento un poco para atrás para que quedara algo más tumbada. Parecía relajada, estaba hermosa con su cabellera morena suelta resaltando su blanca piel. Le recordó al cuento de Blancanieves en el momento en que se encuentra en su ataúd de cristal y todos los enanos alrededor llorando su muerte.

Empezó a notar el humo que salía del tubo de escape. Había tenido mucha suerte al tener ella en ese momento un coche tan antiguo, el suyo no desprendería tanta cantidad de humo, pero éste sí lo hacía. A ese paso se llenaría en seguida el garaje de monóxido de carbono, sonrió al pensarlo, en poco tiempo estaría muerta. Tenía que irse, la volvió a mirar y se fue por donde había venido, dejando todo cerrado a cal y canto.

Círculo cerrado
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