3
BETINA RÉGULES
JAIME CEBALLOS siempre se había distinguido por su ambición y su capacidad. Desde los quince años1, comenzó a publicar poemas en las fugaces revistas de provincia y, ya en la escuela de leyes, lo llamaron a decir discursos en varias ocasiones: frente al Gobernador, cuando se inauguró una presa, y después para el Presidente un 16 de septiembre. Sus estudios fueron especialmente brillantes, y su porte distinguido, su estilo maduro de vestir y accionar, le atrajeron la simpatía de toda la gente decente de Guanajuato. Por eso, cuando en abril de 1954 fue a pasar una temporada Betina Régules, una de las chicas bien más populares de la capital, y a la cual los cronistas de sociedad llamaban «la niña dorada», hija del famoso abogado y hombre de negocios don Roberto Regules, todas las señoras procuraron que los dos se conociesen.
Al principio, Betina casi no habló con nadie. Siempre saludaba con corrección, sonriente, pero nunca dejaba de levantar una barrera entre ese encuentro casual y el primer grado de la intimidad. Andaba, sin duda, calando el ambiente. Las primeras veces, le dio a Jaime el mismo tratamiento que a los demás galanes locales. Pero, poseída ya del clima social de la provincia, procedió sin titubeos a elegirlo a él. Jaime sintió que la barrera desaparecía; bastó un brevísimo movimiento de Betina mientras se polveaba la nariz. Jaime la sacó a bailar; lentamente, sus mejillas se acercaron; luego, él se atrevió a apretar sus dedos en torno de aquella cintura de diecinueve años, y por fin los dos perfiles se unieron estrechamente, en silencio, ajenos ambos al ritmo de la música. Las señoras sentadas en fila a lo largo del salón daban muestras de contento.
—Betina es chulísima. ¡Quién nos iba a decir que una chica así, con tanto éxito en la capital, había de caer con una de nuestras promesas!
—La tierra llama, doña Asunción. No en balde el padre de Betina también es guanajuatense y de aquí salió a valerse en el mundo.
—¡Qué pareja tan primorosa!
—Y don Roberto está millonarísimo. ¡Fíjese usted qué ventaja para Jaime! Ahora, en cuanto se reciba, podrá ir a México, a que lo encarrile don Roberto en los negocios. ¡Ay, se han sacado la lotería, los dos, los dos!
Todas las noches parecían insuficientes. Primero, tomados de la mano, por el paseo de la Presa; luego, del talle, por los callejones morados; por fin, en el fondo del automóvil de Betina, los ojos brillantes, los labios repitiendo docenas de veces las mismas palabras, gastadas y cada vez pronunciadas por la primera vez, y en seguida el prólogo del silencio:
—¿Estás a gusto, mi amor?
—Si, Jaime...
—¿No te molesta el humo del cigarrillo?
—No, te lo juro, estoy bien...
—¿Seguro?
para sentir los labios y la lengua comunes, y los senos de Betina, apretados, contra su camisa.
Las noches del joven amor huían veloces. El calor animal, la carne dulciamarga, que se quieren conservar en los únicos instantes sin tiempo:
—¿Para siempre, Betina?
—¡Para siempre, Jaime, mi amor, mi amor!
—¡Mi vida! Quisiera llenarte de estrellas el pelo...
—No hables, Jaime; apriétame...
y el pelo de Betina se llenaba de estrellas, y los dos cuerpos caían abrazados, las manos de ella temblorosas sobre la nuca de él, los dedos de él hundidos en el hueso de la espalda de ella y recorriendo con las yemas ligeras la cintura, los brazos, la visible división de los pechos. Eran noches de provincia, tan lentas como ellos las querían, tan silenciosas —apenas el murmullo del disco favorito, tocado una y otra vez por la sinfonola del bar desierto.
the important thing is here and now and our love is here to stay
mientras los pies apenas se desplazaban y Betina sentía la respiración apasionada de Jaime en la oreja.
Sólo los domingos parecía Betina mudar de personalidad; entonces, cuando los dos se presentaban al tradicional té danzante de las cinco de la tarde en el hotel, una Betina distinta se desprendía de la totalidad formada con Jaime —la que él quería sentir e imaginar— para exhibir sus vestidos de corte severo y provocante entre los tules indiferenciados de las chicas locales. Entonces Betina arqueaba la ceja, afirmaba su elegancia y superioridad capitalinas y la palabra «cursi» salía a cada momento de sus labios y de su mirada. Entonces gustaba de bailar con alegría y pasos complicados entre los movimientos torpes de las parejas provincianas.
—En París nos alojamos en el Crillon— le decía con la voz más alta que de costumbre a Jaime; —Papá dice que por allí ha pasado toda la historia de Francia. Figúrate, en esa misma plaza estaba la guillotina.
Jaime la sentía distinta, pero no dejaba de aplaudirla y de agradecer esta sensación de independencia frente a la provincia que él también hubiese adoptado de poseer las armas de Betina.
A principios de Junio, Betina tuvo que regresar a México. En cuanto Jaime se recibiera, iría a verla y entonces decidirían las cosas.
La tesis de Jaime no resultó tan brillante como todos esperaban. Él, con íntima satisfacción, se repetía los motivos: las largas noches con la mirada perdida, los largos pliegos de cartas diarias, el calor permanente en la boca del estómago.
En la estación de Buenavista lo esperaba la niña soñada, de pelo rubio ceniza y ademán lánguido. Betina agitó la mano, pero Jaime no puedo dejar de observar la pequeña mueca de fastidio en la boca de la muchacha. Descendió del tren, vestido con su traje dominguero, negro, su chaleco y un clavel en el ojal; corrió a abrazarla:
—No, Jaime, ahora no. Nos están viendo.
En el MG amarillo, con el cabello azotado, corrieron hasta la pensión que le habían recomendado a Jaime, en la calle de Milán.
—Vé pensando qué vamos a hacer, Jaime. ¿Qué te gusta? ¿Golf, tenis, equitación?
—Ya sabes que no soy deportista, Betina. Los estudios, las letras...
—Pues eso vamos a remediarlo. Escoge pronto. Te recojo hoy a las nueve de la noche. ¡Ah! ¿Y no tienes ropa menos solemne, así como más británica, tú? Sabes, elegante pero cómoda. Y, oyes, aquí no se usan flores en el ojal.
—No sé... tendré que comprarla... A ver si me acompañas...
—Okey2. Aquí estamos. Chao, mi amor. ¡Hasta las nueve!
Betina arrancó, brillante bajo el sol, levantando una nube de polvo y humo.
La sala de Bobó3 era la misma de siempre; el cordial anfitrión, más abotagado, con el chaleco de ante que ahora apenas ceñía sus ociosas lonjas, recibió a Betina y a Jaime, balanceando entre los dientes amarillos su boquilla de oro:
—¡Caros! Entren a aprehender las eternas verdades. Por ahí anda un indígena con charola y bebestibles. Voici4, oh Rimbaud...
Y corrió, transfigurado por la niebla del tabaco y el agrio sabor de ginebra y whiskey5 que permeaba la estancia. Jaime se sentía molesto con su traje negro arrugado por el viaje, y hasta el grueso anillo con el escudo de la escuela parecía fuera de lugar. Se arreglaba continuamente las puntas del pañuelo; con disimulo, se lustraba los zapatos contra la valenciana.
— ¡Gus darling!—6 exclamó Betina y abrazó a un pequeño hombre regordete y con las cejas depiladas.
—¡Belleza! ¡Tanto tiempo! ¡Desde los idus de marzo!
Ambos rieron en honor del pequeño chiste privado, y Gus, con la mano en la cintura, observó detenidamente a Jaime:
—Preséntanos a tu agente de funeraria, Betina...
Pero Jaime ya le había dado la espalda y se dirigía a la cantina. Betina le siguió, apretando los dientes:
—Cuando menos algo de educación, querido...
Ambos se fundieron en el diapasón de la fiesta. Betina se desplazaba con un profundo conocimiento del terreno, y Jaime, detrás de ella, apenas farfullaba unas palabras mucho gusto... mucho gusto... llegué hoy... sí, Betina me ha dicho... y luego recorría con la vista el salón de Bobó, sus paredes de distintos colores, los cuadros y las estatuillas. Desde lo alto de la escalera, Pichi se asomaba, los ojos cargados de rímel, a suspirar:
—¡Mon romance royal!7. ¡Ya llega mon romance royal!
Bobó se acercó a Betina y Jaime:
—No cabe duda que ya estamos viernes8. Hace poco, tus papis9 eran el elemento joven aquí. Ahora, tú eres la princesa del salón. ¡Cómo ha corrido agua bajo el puente! ¡Y los desengaños y sufrimientos! México no volverá a ser el mismo desde la horrenda muerte de Norma...
—Bueno, era medio cursilona la pobre, pero en fin— interrumpió una Charlotte García más tiesa, como si le faltara aceite, blandiendo los mismos impertinentes de estructura mantenida con tela adhesiva. —¡Mira que morirse así, achicharrada, en plenas Lomas de Chapultepec! Si te digo que aquí todavía anda suelto Huichilobos, palabra. Oyes, ¿y has sabido del famoso banquero?
—Nada— gimió Bobó, masticando su boquilla; —algo de que se casó con una gata, algo así de espantoso. ¿Y qué me dices del impostor de Vampa?
Charlotte se llevó una mano al corazón: —¡Ay! Ni me recuerdes ese golpe mortal. ¡No sé cómo respiro después de eso! ¡Mira que tomarnos el pelo de esa manera!
El rostro de Bobó se arrugó de angustia: —¡Resultarnos con que no era más que cocinero titulado de una pizzería10 de San Francisco!
—¡Nosotros que lo tratamos como si fuera de sangre azul! Ni me lo recuerdes, Bobó, que me muero de la indignación... y pensar que Pierrot Caseaux lo tomó para su servicio... ¡si cada vez que como ahí siento que los macarrones conocen todas mis intimidades!
—Ay, pero cuánta desgracia— rió Betina, jugando con su collar de brillantes. Charlotte repasó con sus ojos miopes a Jaime: —No, chulita, también han pasado cosas muy buenas. ¡Estoy encantada, Bobó, con lo felices que son Pimpinela y Rodrigo!
—Si te lo dije desde que Rodrigo vino por primera vez a un coktail11 aquí— dijo entusiasmado Bobó. —«Ese chico tiene talento», ¿a poco no?
—Sí. ¡Y cómo reciben! La casa del Pedregal les ha quedado linda. Eso sí da gusto, tú. Tanto cachet12, tanto cómo te diré de refinamiento y buen gusto. Luego luego se ve quién es quién en esta miserable aldea.
La Contessa13 Aspacúccoli se acercó haciendo buches de guacamole 14: —Perdí las llaves, queridos. ¿Quién me invita a dormir chez lui?15— Su mirada, ávida, recorrió el grupo: —¿Usted, joven desconocido?— dijo señalando imperialmente a Jaime. Todos rieron y Jaime no supo evitar un sonrojo. La risa de Betina, al notarlo, se suspendió en medio aire. Dio la espalda al grupo y se dirigió, con rapidez, al tocador. Allí estaba Natasha, reducida a la línea intermedia entre el esqueleto y la piel, y una Cuquis ya fodonga16, con las líneas en torno a los labios impresas sobre la piel.
—¡Salut17, Betina!— gimió Natasha desde su lápiz labial perfumado e intenso. —Ya vimos a tu futuro. ¿Es ése, no?
—Un auténtico merenguen)— añadió enfáticamente Cuquita. —¿Por eso cortaste con César? Francamente, chula... ¡Pensar que la beatita hipócrita esa de María del Rosario se va a llevar tantos millones! ¡Pero qué desperdicio, mi amor!
Betina se soltó llorando, la cara escondida entre las manos.
—Conocer el destino es no tenerlo— declaró Rodrigo Pola al grupo que, atento y servicial, lo rodeaba. —El éxito en el cine es eso, una perpetua aventura, donde triunfa el que sabe dominar, el que sabe poner su talento al servicio de las grandes masas. Es evidente que en México ya existe un público enorme que pide cosas que lo entretengan, fáciles de digerir, pero con cierta clase. ¡Todos, estrellas, argumentistas, productores, nos debemos a ese público, nuestro público!
—Tu éxito ha sido maravilloso, Rodrigo— insistía Charlotte. —¿Y no intervienes en la selección de nuevas estrellas?
—Bueno, no es propiamente mi terreno, pero una sugestión mía pesa, ¿me entiendes?— Un traje italiano de tres botones y una corbata de seda gris vestían a Rodrigo. Su rostro, ágil, irradiaba un aplomo total.
Júnior18 se acercó a Jaime: —¿Usted es el pior-es-nada19 de Betina, no? Fíjese, mi mamá es fantástica: ¡fue hasta la Basílica20 a hacer una manda a la Virgen para que Betina y usted no se casaran! ¡Qué detalle más padre, a poco no!
Entraron, entre la indiferencia general, los miembros de la orquesta tropical, e iniciaron su ritmo y su estribillo vacilón, qué rico vacilón, cha cha cha, qué rico cha cha cha21.
Cuquis, observándose en el espejo, susurró a Betina: —No dejes de recordarle a tu papi mi asunto. Aquellos terrenos por el rumbo de Barrilaco, ¿recuerdas?
Pero Betina no escuchaba. «No sólo es pobre —pensaba con la polvera en la mano—; no sabe hacer las cosas, es triste, sí, es ramplón y barato. No se siente a gusto con la riqueza y la elegancia.» Pero la sensación de las caricias y los besos chocaba contra su pensamiento, y entonces resurgía la imagen del pequeño payo, mal trajeado, inepto para hacer conversación o brillar con la luz inequívoca de la pertenencia y la elegancia, y volvía a sucedería el recuerdo de sus manos nerviosas, de los besos los besos los besos.
ricacho, ricacho, ricacho, así llaman en Marte al cha cha cha22.
—Todas las cosas son viejas, y sólo son novedosas al tener éxito— repetía Rodrigo Pola ante el grupo de admiradores que, con su sola presencia, lo coronaban de aplausos. —Éste es el secreto del buen argumentista de cine. Ya vieron el éxito de Almas desnudas. La eterna historia de Romeo y Julieta, pero llevada al ambiente de los bajos fondos, con un Romeo cinturita y una Julieta fichadora que además es hija de un viejo torero ciego. Luego, la novedad del cha cha cha, y Doris Leal en un papel completamente distinto al de esposa abnegada que venía haciendo. Fórmula vieja y probada, drapeados novedosos: ¡taquillazo!
pican, no pican los tamalitos de Olga, Olga23
—¡Ya llega mon romance royal!—24 seguía suspirando Pichi cada vez que un nuevo invitado entraba en el salón.
—¿Quién es tu pinche romance, Pichi25. se puede saber?— dijo en voz baja Gus al oído de la muchacha. El rostro de Pichi se descompuso, y volvió a suspirar: —Ya llega, Gus, ya llega mi chevalier royal...26
tome chocolate, pague lo que deba 27
Pierrot Caseaux entró con una chica nueva, radiante, de colores subidos y ojos de gacela. —Allí está el señor Pola— suspiró la niña, con los labios llenos, a Pierrot. —¿Vamos trabajando una prueba de cine?
pimpollo, pimpooooollo, pim-pim-pimpollo28
Jaime se quedó solo, con los brazos cruzados, frente al ventanal. Betina se acercó y lo tomó del brazo. Quiso hacer conversación ligera, y con una voz cantarina le dijo: —¿Qué te parece el grupo, Jaime?—29 Betina colocó la mano sobre el brazo de Jaime. —Mañana vamos a ver a papá. Está de acuerdo en todo y quiere que entres luego luego al bufete. Me dijo que nos iba a regalar una casa en Anzures.
Los dos guardaron silencio. Jaime acarició lentamente la mano de Betina.
no quieeeero codazos, ni tampoco cabezaaaazos30
RODRIGO POLA
A la una de la mañana, Rodrigo abandonó la fiesta de Bobó31 y descendió a la Avenida de los Insurgentes. Su automóvil estaba estacionado en la esquina con Nápoles: Rodrigo abrió la portezuela y se dispuso a penetrar cuando percibió, dentro del automóvil, una figura oscura. Dio un paso atrás y cerró con fuerza la portezuela. Pasando ese segundo de miedo repentino, trató de distinguir el rostro del bulto oscuro a través del vidrio. Una sonrisa amarga contestó a la mirada inquisitiva de Rodrigo, quien volvió a abrir la puerta.
—¿Tanto he cambiado?— le dijo la voz del rostro moreno y gastado.
—¡Ixca! Es que desde hace tres años...
—Súbete. Vamos a dar una vuelta.
Rodrigo siguió por Insurgentes. A su lado, sentía a un Cienfuegos distinto, no sólo en el abandono de su aspecto físico, en su camisa sin corbata, en el aflojamiento de esa máscara que, antes, parecía eternamente ávida y rígida. Ixca pasó los dedos sobre el cuero del Jaguar. —Esto es muy distinto del cuarto aquel de la calle de Rosales— dijo por fin Ixca, al llegar el automóvil al cruce de Chapultepec, Oaxaca e Insurgentes, donde un rostro plano y sonriente lanzaba humo por la boca desde el anuncio de los cigarrillos «Raleigh»32.
—¿Adonde te dejo?— preguntó Rodrigo mientras se ponía los guantes, detenido por la luz roja. La noche era de diciembre, y un viento tenue pero cortante cruzaba bajo el cielo estrellado.
—¿Adonde vas?
—A mi casa; en el Pedregal de San Ángel33. Pero te puedo dejar donde quieras.
—Dondequiera...
Ixca trató de sonreír al observar las facciones renovadas de Rodrigo, figuradas de nuevo por la piscina y el whiskey34, su pesado abrigo de pelo de camello, sus guantes amarillos.
—¿Qué ha sido de tu vida?— preguntó Rodrigo al arrancar.
—No importa. ¿Qué ha sido de la tuya?... Regálame un cigarro.
Rodrigo sacó una cajetilla de la bolsa cálida del abrigo y apretó el encendedor. Ixca guiñó los ojos entre el humo: —Ahora eres lo que querías ser, ¿verdad? Me da gusto verte así.
—¿Qué?
—Tu éxito, tu dinero, tu esposa. No es lo mismo que cuando te encontré en el cuartito de Rosales, medio muerto con las ventanas cerradas y el gas...
Rodrigo rió con ganas. ¿Qué había sido de aquella confesión escrita en las cuartillas pardas alojadas entre las páginas de Pío Baroja? Le hubiese gustado, ahora, leérselas a Ixca. Pero su primera decisión, al abandonar el cuarto de Rosales, había sido la de no llevarse nada de aquel lugar, dejarlo todo ahí e indicarle al portero que podía disponer de la cama de latón, de su ropa, de los trastos del té, de Baroja y de la confesión. A falta de aquellas cuartillas, un pequeño demonio confortable, guardado también entre la nueva ropa elegante, comenzó a zumbarle, a exigirle que viviese, una vez más, lo escrito en ellas frente a Ixca Cienfuegos.
—¡El gas! ¡El éxito! ¡Mi esposa! ¡El dinero!— rió Rodrigo, nuevamente detenido por el alto de la Avenida Álvaro Obregón. —Claro, ni quién se queje... pero, ¿y la otra vida, Ixca, no era mía también? ¿Crees que porque estoy aquí ya no estoy allá? ¿Crees eso? ¿Crees que una nueva vida destruye a la antigua, la cancela?
—Tu nueva vida debía cancelar la anterior...
—¡Pinches ideas! —Rodrigo arrancó con un respingo—. ¡Puras pinches ideas, Ixca, no sabes responderme con otra cosa, siempre con recetas! ¿Te cansaste de esta receta? ¡Venga la otra! Caray, qué fácil.. Y tú con tus misterios y tu pasado ignorado, ¿tú qué? ¿Puedes pararte en la otra orilla a ver pasar el desfile, a taparte la nariz y ordenar en el cerebro el destino ajeno?
—In vino ventas35.
— ¡Vamos al carajo! Has de ser... no sé, puto o algo... sólo así se explica que juegues de esa manera con los demás....
—¿Jugar con los demás?
—¡Sí! Sólo así se explica... que le hayas escondido a un hijo la muerte de su madre, que...
—¿Te importaba?
—¿Me importaba? —Rodrigo pensó en Rosenda, en el único testigo que realmente le hubiese importado de su prosperidad y su éxito. ¿Norma? Norma no; Norma había sido testigo, la noche que ambos salieron juntos del «Nicte-Ha»36. Allí había terminado Norma para él, pensó en lo más secreto, no sin cierta vergüenza, y con ganas de confesarlo. Pero Rosenda nunca fue testigo. Le era ya muy difícil reconstruir el rostro de su madre; más que carne, un viento de polvo, un olor concentrado, cruzó por sus sentidos. La cadena interminable de anuncios luminosos y focos de colores —se aproximaba la Navidad— amarraba los miembros de Insurgentes. —No, no sé, no ella, como ella era, así, con su nombre y su cara de siempre, puede que eso no... Me importaba... es que ella nunca supo, ¿ves?, nunca supo lo que yo quería ser, sólo sabía lo que era en ese momento, en cada ocasión, pero no lo que yo quería... Empezar las cosas bien, no terminarlas, justificarme, destruirme. ¡Caray, cómo me justifiqué! Y te echo en cara tus recetas, Ixca, todavía me atrevo, ¡carajo!
Entre sus palabras, Rodrigo iba pensando y dudando de su veracidad. No tenía por qué darle gusto a Ixca Cienfuegos, su nueva vida exigía cierta conducta frente a los demás: una conducta que, sobre todo, suprimía la necesidad de ofrecer razones y justificarse. Y sin embargo...
—Óyeme, Ixca: entonces era muy fácil destruirlo todo, y sin embargo se trataba de las cosas que no se pueden destruir. Y ahora que sólo tengo cosas que piden ser destruidas, que dizque se las lleva el viento, ahora no puedo tocarlas, las respeto, las conservo. Todo lo nuevo. Y mandé a la chingada el amor, el respeto a mí mismo, la vocación, todo... y mi madre sabía que así iba a ser, ¿sabes?, por eso me exigía esas defensas, sí, burguesas, las mismas que he terminado por crearme. Mi madre me entendía, cómo no, pero me entendía en cada ocasión, en el momento mismo; no lo sabía, ¿cómo te diré?, por entero, abarcando toda mi vida, y lo sabía sin decirlo, Ixca, buscando otros pretextos fuera de lo que yo quería ser, y yo tenía que justificarme por las cosas que ella sabía pero que no decía. Era como un juego donde los dos jugadores jamás se encuentran, cada uno jugando como loco por su lado y creyendo que el otro está en el juego.
—Pero si ahora estás haciendo lo mismo, ¿no te das cuenta? No puedes verte a ti mismo con verdad, por más que trates. Ahora mismo sé que quieres ser sincero, Rodrigo, y sólo estás buscando que te compadezca y me admire de tus nuevas justificaciones. Eres un...
—¡Cállate, pendejo! Tú que vas a saber de nada, tú que vives como sombra, hurgando, escondido, comiéndote las vidas de los demás. Tú que no tienes carne ni huesos. ¡El hombre puro! Hijo de la gran chingada. Más te valdría justificarte una sola vez y sentirte pobre diablo una sola vez...
—Siéntelo entonces, no hay necesidad de que lo digas.
Rodrigo clavó el dedo en el encendedor. —¡El hombre puro! ¡El hombre fuerte capaz de llevar toda su tragedia adentro! ¡Cobarde! Nunca le has dado nada a nadie, sino tus recetas, tus malditas soluciones de hombre justo; nunca has querido... ¡Bah; ahora ya no puedes ningunearme!
Ixca fumaba con lentitud, derrumbado sobre una esquina del auto. —Te duele lo de Norma.
Rodrigo metió el freno. Ixca fue arrojado hacia adelante y se detuvo con ambas manos sobre el parabrisas. —¡Cabrón, repite eso y...!— Rodrigo acercó el puño al rostro de Cienfuegos. — ¡Tú qué sabes! Tú te la cogiste una vez para probar qué sé yo —quién va a entender por qué haces tú las cosas—, no porque la querías; nunca la quisiste, ¡nadie la quiso más que yo, me oyes! tampoco voy a pensar que lo hiciste para demostrarme que podías a la primera de cambios lograr lo que yo no logré en toda mi vida. Pero tú no te la cogiste cada vez que tenías que salir a escondidas de tu casa a un burdel, tú no tuviste que darle a cada puta la cara y el cuerpo de Norma para poder quererla un poco, tú no tuviste que decirles a las putas las mismas palabras que le hubieras querido decir a Norma, que habías pensado sólo para Norma; tú no tuviste que sustituir a Norma por las docenas de cuerpos sin nombres y sin caras y sin oídos, ¡cabrón!
Amontonando en su rincón, con el cuerpo flojo, Ixca sonreía.
—Seguro, mano, seguro. Ríete. A ti qué más te da.
El automóvil, lentamente, volvió a correr. Las manos enguantadas de Rodrigo arañaban sin fuerza el volante. Sólo esta vez —se juraba a sí mismo— sólo esta vez, nunca más. Pensaba que todas las explicaciones son posibles, y que él no tenía por qué regresar a las que le dolían, a las que no debían tener lugar en su nueva vida.
—Perdóname, Ixca— ¿No era ésta la actitud que le correspondía?, pensó Rodrigo. —Sé que eres mi amigo, que harías cualquier cosa... claro, cualquier cosa desde tu punto de vista. Dos y dos son cuatro. Telón. No, no es así... porque cuando tienes talento y no lo desarrollas... cuando sabes que puedes amar y no amas... cuando sabes la verdad y te rellenas a sabiendas de mentiras...
—¿Y ahora, ahora que lo tienes todo?
Por última vez, lo juraba: —¿Qué? ¿Pimpinela? Ella me da cosas, me da su nombre, su elegancia y sus relaciones —pero igual me daba Norma otras cosas, aunque ella no lo supiera— y yo sigo sin darle nada. Me casé con Pimpinela por eso. Por lo que ella me da —desde su virginidad, oye. Ella ha de creer que yo le doy algo. La tía Lorenza ya pudo reconstruir su pinche casa de Hamburgo y darse el gusto de correr a los judíos y a los gachupines y volver a recibir a las momias que quiera. Joaquinito pudo morirse en paz, con una botella de Hennessy37 abrazada al pecho. El retrasado de Benjamín ya no tiene por qué preocuparse. Pero yo no les he dado nada mío, Ixca. En cambio ella sí me ayuda, ¿ves?, me relaciona bien, me lleva más momias al Pedregal. Pero no sabe ni sabrá nunca quién soy...
—¡Más vale!
—No te rías: no sabrá la mierda que soy; sinceramente ha de pensar que soy el gran tipo, que con diez argumentos taquilleras se hace de una casa de grandes muros blancos y jardines de piedra y piscina y esculturas de Henry Moore, Jaguar38 a la puerta y esposa con apellido. Seguro que eso piensa y se siente muy satisfecha. Pero lo que yo soy, eso se quedó solo, como un pedazo de tierra convertido en isla, a que yo lo piense y lo repiense a solas —porque ya no puedo hablar con nadie sobre estas cosas, no me lo tolerarían— y nunca sepa quién soy, qué me pasó. Mira: —Rodrigo soltó el volante y acercó sus manos al rostro de Ixca—. No son distintas de otras manos...
—No juegues. Conduce bien— sonrió Cienfuegos.
—Mano puñetera y mano que escribe y acciona y busca un sexo de mujer y que juega y trabaja: mírala. Con esta mano no he hecho otra cosa que... sacarme los mocos, Ixca. Esta mano —¡tú lo sabes, no te pido tu compasión!— pudo haber escrito el gran poema, pudo haber amado a Norma Larragoiti... mírala... pudo, pudo, pudo. Mi madre pensó que esta misma mano pudo arrancarla de la pobreza y el culto al muerto... pudo. Y no sirvió ni para cerrarle los párpados. No, estaba muy ocupado sacándome los mocos. Pudo.
Arrinconado, presa de sí mismo, Ixca rugió: —Ya cállate. Me das asco. Ya tienes lo que merecías.
—¡Merecer! ¿Qué merecería mi madre: que papá resucitara de su paredón de ajusticiado? ¿Qué merecía Norma: que un destripado llamado Rodrigo Pola la amase? Merecemos esto, lo que somos, mi madre su nostalgia y Norma su muerte y yo mis mocos.
Al pasar el puente en el cruce de Nuevo León, los automóviles corrían veloces. Disminuían las luces, aumentaban los jardines.
—¿No te comprometen mis confidencias?— sonrió Rodrigo.
—Sólo soy tu espectador— respondió Ixca.
—Sí, es mucho más cómodo. Es como ser el único hombre libre, ¿no?— Rodrigo rió ampliamente. —Déjame ver: una vez, en la Preparatoria, con el grupo de Tomás Mediana; tendrías entonces diecisiete años, pero tu cara ya era la de ahora, igualita. Otra vez durante las huelgas de la autonomía universitaria39. Después, hasta 1951 en que apareces de seudo-confidente de Federico Robles. Y ahora. ¿Qué haces ahora?
—No vivo en esta ciudad— respondió Ixca. —Aquí ya hice lo que tenía que hacer.
—¿Qué cosa? ¿Se te acabó la posibilidad de sacarle el jugo a Robles y a Norma, y a volar? ¡Valiente vida para el hombre justo!
Ixca permanecía derrumbado en una esquina del automóvil. Sin corbata, con un saco negro cruzado y pantalón gris viejo, no se distinguía de cualquier hombre de la ciudad. —Todos encontraron su destino. Hasta yo...
—¿Destino? Ah, sí, hablabas mucho de eso, y del sacrificio. ¡Vaya!
—El sacrificio— volvió a murmurar la voz gruesa de Cienfuegos. —Así murió Norma, pero sin darse cuenta.
—Sí, cuéntame aquello. ¿Qué tuviste que ver tú?
—¿Yo? Yo nada. Ellos dieron lo que traían adentro.
—Del que se perdió todo rastro fue de Robles. ¿Tú sabes qué fue de él? Me dijeron que se había vuelto a casar—. Rodrigo conducía con movimientos elegantes y seguros de la cabeza y los brazos. Quería que ésta fuese la última impresión de Ixca. Pasaron al lado de varias pollerías y restaurants de un piso.
—Sí, se casó. Vive en el Norte; creo que tiene unas tierras y cultiva algodón. Creo que en Coahuila. Tiene un hijo.
—¿Nunca se explicaron el origen del incendio?
—No. Robles fue a la policía y dijo que la culpa era suya. Que él era el responsable de la muerte de Norma. Estaba muy trastornado, y no le dieron crédito, sabiendo, sobre todo, lo de su quiebra.
—¿Quién le habrá inventado el chisme aquel? Pobre hombre, después de todo. Dicen que todo fue una maniobra de Roberto Régules, mi distinguido compañero de banca. Bueno, ¿y tú?
Cienfuegos sintió que el viejo brillo le regresaba a los ojos: -¿Y yo?
—Sí, ¿y tú? A veces me pregunto si comes o duermes—, rió Rodrigo.
Ixca puso un pie sobre el derecho de Rodrigo, que oprimía levemente el acelerador.
—Ciudado...
Y oprimió el pie de Rodrigo mientras el automóvil ascendía en su marcha: —¿Y yo? ¿Qué quieres? ¿Mis recuerdos, mi vida? ¿Crees que no daría algo por conocerlos?
—¡Ixca, quita el pie...!— Rodrigo apoyó un brazo sobre el claxon, que comenzó a berrear por encima del chillido de ruedas.
—¿Crees que recuerdo mi propia cara? Mi vida comienza todos los días— le gritaba Ixca a Rodrigo —y nunca tengo el recuerdo de lo que pasó antes, ¿ves?, nunca40; todo fue un juego espantoso, nada más, un juego de ritos olvidados y signos y palabras muertas; ¡estará satisfecha, ella sí que estará satisfecha, ella sí que cree que Norma fue el sacrificio necesario, y que una vez que el sacrificio nos fue dado podíamos volver a hundirnos en la vida del pobre, a rumiar palabras histéricas sobre nuestros deudos, a jugar a la humildad!
—¡Ixca, quita el pie del acelerador, voy a perder el control del...!
—¡Ella me obligó a vivir con esta criada y con sus hijos, otra vez en la oscuridad! Tú no conoces a mi madre, Rodrigo... mi madre es de piedra, de serpientes, no tiene... —Ixca gritaba y reía, hundiendo el pie cada vez más sobre el de Rodrigo. Los faroles de los autobuses y de los otros autos pasaban como luciérnagas rojas entre los ojos de los dos hombres. Por fin, sin dejar de reír, pero sin el ruido de la risa, Ixca retiró el pie. El automóvil se detuvo abruptamente, con un estremecimiento de aceite y vapor y dinámica arrestados. Estaban frente al convento del Carmen. Ixca se subió las solapas del saco y le torció, riendo, una oreja a Rodrigo. Descendió. El automóvil arrancó nuevamente hacia el Pedregal, y Cienfuegos, riendo, junto al muro del viejo convento sintió que el frío le entraba en los huesos. Una ligera neblina se levantaba del jardín del atrio; una neblina que iba envolviendo su cuerpo, limando sus contornos, penetrando en su carne hasta poseerla y convertirla en otra neblina, menos real y transparente que la que ascendía, con la respiración helada, de la tierra. El frío viento de diciembre arrastró a Cienfuegos, con pies veloces, por la avenida, por la ciudad, y sus ojos —el único punto vivo y brillante de ese cuerpo sin luz— absorbían casas y pavimentos y hombres sueltos de la hora, ascendían hasta el centro de la noche y Cienfuegos era, en sus ojos de águila pétrea y serpiente de aire, la ciudad, sus voces, recuerdos, rumores, presentimientos, la ciudad vasta y anónima, con los brazos cruzados de Copilco41 a los Indios Verdes42, con las piernas abiertas del Peñón de los Baños43 a Cuatro Caminos44, con el ombligo retorcido y dorado del Zócalo, era los tinacos y las azoteas y las macetas renegridas, era los rascacielos de vidrio y las cúpulas de mosaico y los muros de tezontle y las mansardas, era las casuchas de lámina y adobe y las residencias de concreto y teja colorada y enrejado de hierro, era los nombres y los sabores y las carnes regaladas a lo largo del gran valle hundido, pesado, sin equilibrio, y era todas las losas de las tumbas y las voces, y las voces, era Gervasio Pola que quería salvarse solo, como su hijo, era Froilán Reyero y Pedro Ríos y Sindulfo Mazotl que murieron con el ¡Viva Madero! en las gargantas y era Mercedes Zamacona con la memoria cercana a un amor oscuro y a un poder germinado y era Norma Larragoiti cubierta por una tumba de pieles de visón y alhajas y era la catalana erguida que cantaba con lágrimas las canciones de la Guerra de España y era Federico Robles chupado hasta el origen del origen, hasta el centro de la sangre de México, sólo para reconocer a los otros y al ser singular: los ojos ciegos de Hortensia Chacón, esperando hasta el final, hasta que una voz diera fe de su existencia, y era todos los títeres seguros y confiados, Charlotte, Bobo45, la Contessa46 Aspacúccoli, Gus, Pedro Caseaux, Cuquis, Betina Régules, Jaime Ceballos, y era un talabartero del Norte que llegaba ilusionado a la ciudad de los palacios y era un payaso al que no le alcanzaba para comprar pinturas para su rostro, y era Rosenda en el fondo de su tumba, unida por fin al polvo que había sido su primera alucinación de amor y palabras y fecundaciones y era Librado Ibarra que sólo cumplió su vida y un anciano de bigote amarillo que añoraba los palacios porfirianos y era Gladys García en su oración inconsciente de la felicidad mínima, y eran Beto, el Fifo47 y el Tuno48 y doña Serena y también los cadáveres gratuitos y las muertes irracionales de Manuel Zamacona y Gabriel y era una familia que dejaba todos sus ahorros en una vacación acapulqueña y Feliciano Sánchez muerto sobre un llanto de plomo y Pimpinela de Ovando y era, por fin, su propia voz, la voz de Ixca Cienfuegos.
LA REGIÓN MÁS TRANSPARENTE DEL AIRE49
Dueños de la noche, porque en ella soñamos; dueños de la vida, porque sabemos que no hay sino un largo fracaso que se cumple en prepararla y gastarla para el fin; corazón de corolas, te abriste: sólo tú no necesitas hablar: todo menos la voz nos habla. No tienes memoria, porque todo vive al mismo tiempo; tus partos son tan largos como el sol, tan breves como los gajos de un reloj frutal: has aprendido a nacer a diario, para darte cuenta de tu muerte nocturna: ¿cómo entenderías una cosa sin la otra? ¿cómo entenderías a un héroe vivo? el cuchillo de jade es largo, y la noche te lo entregó con una boca sangrante y desdentada, ¿cómo puedes rechazar las súplicas de la noche, que son los ruegos de tu imagen? largo es el cuchillo, cercanos los corazones, pronto el sacrificio que otorgas sin caridad, sin furia, veloz y negro, porque te lo pides a ti mismo, porque tú quisieras ser ese pecho herido, ese corazón levantado —mátalo en la primavera de resurrecciones, la primavera eterna que no te permite contar las canas, las otras caricias, las señales, los tránsitos; mata a ése, igual a sí mismo, que eres tú, mátalo antes de que pueda hablar porque el día que oigas su voz no lo podrás resistir, sentirás odio y vergüenza y querrás vivir para él, que no eres tú, que no tienes nombre: mátalo y creerás en él, mátalo y tendrás tu héroe: acerca, acerca el fuego a sus pies para que la carne ascienda hasta el polvo y tus restos vuelen sobre el valle, exactos sobre el meridiano de los nombres, nombres densos y graves, nombres que se pueden amasar en oro y sangre, nombres redondos y filosos como la luz del pico de la estrella, nombres embalsamados de pluma, nombres que gotean los poros de tu única máscara, la máscara50 de tu anonimato: la piel del rostro sobre la piel del rostro, mil astros una máscara Acamapichtli51, Cortés, Sor Juana, Itzcóatl, Juárez, Tezozómoc, Gante, Ilhuicamina, Madero, Felipe Angeles, Morones, Cárdenas, Calles, Obregón, Comonfort, Álzate, Santa Anna, Motolinia, Alemán, Limantour, Chimalpopoca, Velasco, Hidalgo, Iturrigaray, Alvarado, Gutiérrez Nájera, Pánfilo de Narváez, Gutierre de Cetina, Tetlepanquetzal, Porfirio Díaz, Santos Degollado, Leona Vicario, Morelos, Calleja del Rey, Lerdo de Tejada, Moctezuma, Justo Sierra, Amado Nervo, Zumárraga, Xicoténcatl, Bazaine, Axayácatl, Malinche, Zapata, O'Donojú, Genovevo de la O, Winfield Scott, Allende, Abasolo, Aldama, Revillagigedo, Ruiz de Alarcón, Vasconcelos, Carlota, Fernández de Lizardi, Escobedo, Riva Palacio, Sostenes Rocha, Zachary Taylor, Gómez Farías, Linati, Posada, Forey, Huitzilíhuitl, Vanegas Arroyo, Tolsá, Sahagún, Pancho Villa, Antonio de Mendoza, Sigüenza y Góngora, Fernández de Eslava, Echave, Díaz Mirón, Bernardo de Balbuena, Servando Teresa de Mier, Nezahualpilli, Mina, Antonio Caso, Juan Escutia, Lupe Vélez, Cervantes de Salazar, Carranza, Vasco de Quiroga, Xavier Villaurrutia, Ávila Camacho, González Ortega, Nezahualcóyotl, Cantinflas, Labastida, Maximiliano de Habsburgo, Quintana Roo, Iturbide, Emilio Rabasa, Eulalio Gutiérrez, Anaya, Miramón, Ignacio Vallaría, Roberto Soto, José Clemente Orozco, Bernal Díaz del Castillo, Juan Álvarez, Guadalupe Victoria, Victoriano Huerta, Bustamante, Andrés de Tapia, Ignacio Ramírez, Niño de Guzmán, Juan Diego, Cuauhtémoc, Altamirano, Pino Suárez, Abad y Queipo, Manuel Acuña, Otilio Montano, Nicolás Bravo, Tizoc y tú sin tu nombre, tú que fuiste marcado con el hierro rojo, tú que enterraste el ombligo de tu hijo con las flechas rojas, tú que fuiste el bienamado del espejo nocturno, tú que metiste las uñas en la tierra seca y exprimiste el maguey, tú que lloraste en el altar de los monstruos del crepúsculo, tú que fuiste el juez y el sacerdote, y el nombrado flor de turquesa del maíz, tú que tomaste el sexo de tu mujer bajo el signo del mono, tú que danzaste estrangulado por las flautas, tú que hiciste el viaje del perro colorado, tú, tú mismo que viste la agonía del sol resurrecto, tú que señalaste el camino, tú que caíste acribillado en la laguna, tú que lloraste la orfandad y la derrota, tú que diste a luz un nuevo hijo con dos ombligos, tú que pintaste el ángel solferino y esculpiste el dios espinoso, tú que sembraste la caña, tú que olvidaste tus signos, tú que rezaste entre cirios, tú que te quedaste sin lengua, tú que acarreaste el fardo, tú que labraste en el hambre, tú que levantaste un palo y una piedra, tú, el decapitado sin nombre, tú, el de la picota, tú, y tú, el que no tuvo parque, tú el que nació sin recuerdos, tú que te alojaste en las bayonetas, tú que volviste a caer labrado de plomo, tú que caminaste descalzo con un fusil oxidado, tú que cantaste aquellos nombres, tú que te vestiste de papel de china y cartón de colores, tú que enciendes los petardos, tú que vendes los billetes y las aguas frescas, tú que voceas los periódicos y duermes en el suelo, tú que te pones hojas de tila en las sienes, tú que te amarras a la frente el fardo, tú que gritas los pescados y las legumbres, tú que arrastras los pies en el cabaret y corres por las calles con la boca abierta a ver si te cae una palabra, tú que corres lejos a cruzar el río granizado de plomo y a arrancar las naranjas vecinas, tú, tú tameme52, que no supiste ni cuándo, que sientes a los hijos salir chupados y negros, que buscas qué comer, que duermes en los portales, que viajas de mosca en los camiones, que no sabes hablar de dolor, tú que nada más te aguantas, tú que esperas en cuclillas, tú que ya sientes las ganas, tú que te quedaste solo en una barriada donde hay que defenderse, tú que no tienes zapatos, que te llenas de fritangas y aguardiente, tú que te fuiste y llegaste y te volviste a ir sin que nadie pronunciara la palabra de bienvenida o de adiós, tú que te pusiste a contar lo que faltaba, tú que te sentaste a tejer las sillas de paja, tú que tocas la guitarra por unos centavos, tú que eres ciego y suenas un silbato al cruzar las calles, tú que los domingos te pintarrajeas y te compras un rebozo morado, tú que traes un manojo de hierbas a vender a la plaza, tú que esperas la llegada del hombre sobre un catre de hierro, tú que sales a escarbar los basureros y a recoger las colillas, tú que nomás no das una53, tú que te la pelan, tú que se las mientas, tú que juegas rayuela, tú que te moriste de viruela loca, tú que fuiste a quemar Judas54, tú que te quedaste a rezarle a la Virgen, tú que te dejaste apachurrar por un tranvía, tú que te diste de cates en la esquina, tú que ya no amaneciste, tú que estiraste la pata, tú que fuiste a empeñar tu mesa, tú que colocas los ladrillos y truenas cohetes el día de la Santa Cruz55, tú que te vas de rodillas a la Basílica, tú que hinchas los labios y chiflas en la Arena México, tú que manejas un libre, tú que llegas y te encuentras a un chamaco muerto, tú que comes chicharrón y garnachas, tamarindo y mamey magullado, sopes y frijoles refritos, quesadillas de flor56 y gusanos de maguey, carnitas y pozole, ponches de granada y mangos de Manila, sandías ennegrecidas, salsa de pipián y cajeta quemada, pulque curado y chilaquiles57, chirimoya y guanábana58, dulces fríos de cristal59 y jamoncillo tricolor60, tú que te pones un overol azul y un sombrero de petate y una camisola de rayas y medias caladas y calzón de manta y un chai de estambre y cinturones con hebilla de plata y anillos con la piedra del sol y aguamarinas rosa y chamarras de mezclilla y tú que no te rajas61 y tú que me la mamas62
y en el centro vacío mi corazón que delira
y en la otra orilla ustedes que esperan el bienestar y la fama —yo, nosotros, ustedes, nunca tú, nunca el tercero— y ustedes que burlaron el azar para no ser tú, ustedes que pudieron haber sido ¡bastaba un sol63, un parto! el mismo tameme, el mismo suplicante, pero ustedes que fueron los contados, los elegidos del reino de la tuna: ustedes que viajan y van y vienen y poseen un nombre y un destino claro y ustedes que suben y bajan y ustedes las hormigas y ustedes que construyen carreteras y altos hornos y sociedades anónimas y consorcios industriales y comparten su consejo de administración con míster aquiteinvierto y míster acálastortas64 y ustedes que del jockey65 al versalles66 al amba67 al focolare68 al club de yates al penthouse69 de don la-lamemelculo a la hacienda de don pintaviolines y ustedes que se barnizan la cara y se joden a maxfactor y se arreglan las chichis y ustedes con su pompón y su poodle70 y ustedes que recibieron su corte de brístol y ustedes que se treparon a un alfarromeo platinado con entorchados de cromo y respaldos de cuero oloroso a reses sacrificadas y ustedes con su barrera de primera fila y ustedes que son amigos del zar del azufre y la reina del bebop71 y ustedes que son tratados con respeto, que guardan sus distancias, y ustedes que ancho es el mundo y ustedes con bidet72 y lociones y ustedes que tienen su nombre su nombre, y fícole y fúcole y sus antepasados ¡Lo Cortés no quita lo Cuauhtémoc!73 ¡Jijos de Ruiz de Alarcón!74. ¡Don Asusórdenes y doña Estaessu-casa, Míster Besosuspiés75 y Miss Damelasnalgas: no hay cuidado, se lo ruego, usted primero, sufragioefectivo, norreelección!76. Y soñamos el discurso, y las palabras se nos quedaron en la punta de un puñal, en la carcajada de un cohete: él dijo mi nariz brilla de lejos como la luna, mi trono es de plata y la faz de la tierra se ilumina cuando salgo frente a mi trono y le contestaron de las casas sobre las pirámides, de la mansión de los peces llegaron las mazorcas amarillas y las mazorcas blancas pero en la noche cuando se apagan los tubos neón y los cuerpos se aprietan contra los perros y se busca el rincón de un nicho para dormir cubierto de lonas y periódicos otra vez nos dice míranos, escúchanos, no nos dejes, no nos desampares, danos nuestra descendencia, antiguo secreto, antigua ocultadora, abuela del alba y su doble les contesta ¡serán esclavas las palabras esclavos los árboles esclavas las piedras! pero entonces tenía una boca en cada articulación y con todas mordían, entonces cuando nacía el niño la madre agonizaba y el niño tenía la ventura de que lo criaran las serpientes y de que las cuatrocientas liebres se llevaran los huesos sagrados de la madre: esto decían las voces y se pasaban las palabras de aire en aire y las palabras eran un escudo de plumas de águila, palabras de dardo de turquesa y se sabe que la madre posee un rostro con máscara y los niños pueden ir bajo su signo a tremolar flores en el lugar del humo y todas las voces cantan a la vez, se escuchan sobre los montes y en las alas del colibrí, en las garras del tigre y en la piedra labrada; cantan las barcas ensartadas como esmeraldas a la laguna, cantan los peldaños de piedra y las cabelleras de aceite que no venimos a vivir, que venimos a dormir, que venimos a soñar, cantan todas las voces a un tiempo pero un águila les comió la lengua, y la piedra se ennegreció de fuego, y sonaron las cornetas y gritos y silbos y se levantaron los penachos y divisas de oro por última vez sobre la ciudad, muerte de falo erecto, muerte de alarido mudo, y entonces fue el tiempo de la viruela y de la pestilencia, y de arrancar el oro a las sepulturas, y el tiempo de huir al monte y buscar el signo silvestre y el tiempo de bajar a la mina y ponerse el hierro en los labios mientras otros vestían el jubón y el sayo y la chupa y eran otros los que andaban pobres y descalzos y conversaban mansamente: he aquí que la medalla se vuelca y el troquel es de arrieros y cachopines, clérigos y pleitantes, y festones y frisos de oro estriados: he aquí el emporio de Cambray y Scita, Macón y Java, y el emporio de relaciones y plegarias, romerías y sermones, regocijos, bizarrías, jaeces, escarches, bordaduras, fiscales, relatores, ediles, canciller (resguardo inútil para el hado), alcahuete de haraganes, el que tiraba la jábega en Sanlúcar y un cucurucho negro: simulador confidente, relapso, dogmatista y luego, la empresa eternamente memorable
porque el anciano77 sólo quería libertad para los esclavos
porque el rayo —sitiado entre águilas— sólo quería el mejor arreglo y felicidad interior
porque sólo fueron dos cabezas paseadas entre la burla de la tropa y expuestas en una lanza roja: canas teñidas, y el rostro de cuero con las sienes apretadas78, amortajadas por el paño blanco desde la primera espada
porque las castas se hallaban infamadas por derecho y porque eran tributarios y se hallaban en el mayor abatimiento y degradación y el favor de las leyes les aprovechaba poco79 y han de dividirse las tierras realengas (no son mis palabras, es mi hambre de corazón)
porque veis este anciano respetable, es mi padre, y la patria es primero80, porque las victorias no son de las cabezas paseadas en una lanza, porque las victorias son de las cabezas de laurel81 y del que las cortes del imperio designaren y de los primeros hombres del imperio por sus destinos, por sus fortunas, representación y concepto y el producto total del diezmo eclesiástico y 1593 fincas de regulares del sexo femenino y bienes raíces de las obras pías y limosnas y obvenciones anuales que reciben los regulares de ambos sexos y primicias que se pagan en 1204 curatos y el valor material de la colegiata de Guadalupe incluso los retablos, pinturas, campanas, ornamentos, mármoles y todos los adornos y los vasos ciriales cruces blandones incensarios y el valor de las alhajas en pedrería perlas oro y plata en los expresados templos porque ya es la noche de mayo de 182282 y Doña Nicolasita83 se ha convertido en Princesa y los demás en Ujieres de Palacio y Gentileshombres de Cámara con ejercicio porque el anciano sólo quería libertad para los esclavos y las tierras para las comunidades de los naturales (no son mis palabras, es mi hambre de corazón)
porque el gallero84 proclama adhesión absoluta al federalismo, al progreso, a la libertad, a todos los conceptos abstractos que la moral del siglo impone como banderas en la lucha social y es el supremo redentor de México: religión y fueros, ochocientos pesos para los pasteles85, y Monsieur Remontel, y un párroco que cabalga a enterrar la pierna86: que no me nieguen el único título que quiero donar a mis hijos: el de buen mexicano87, y Mr. Poinsett88, los escoceses y los yorquinos89, El Sol y El Correo de la Federación90 y los puros y los moderados91 y Barradas92 y Gómez Farías93 y el cólera morbo94 Oíd Zack's95 at Monterrey Bring on your Santa Anne96 For every Time we lift a gun Down goes a Mexicanner97 barrancas pardas de Buenavista chaparral que ciñes el Cerro Gordo98 campanas mudas de Puebla99 y por fin El Ayuntamiento de México protesta del modo más solemne a nombre de sus comitentes, ante la faz del mundo y del general en jefe del ejército norteamericano100, que si los azares de la guerra han puesto a la ciudad en poder de los Estados Unidos del Norte, nunca es su ánimo someterse voluntariamente a ningún jefe, persona ni autoridad, sino a las que emanan de la Constitución Federal sancionada por el gobierno de la República Mexicana, sea cual fuere el tiempo que de hecho dure la dominación extraña: El capitán Roberts del regimiento de Rifleros, que había mandado la cabeza de la columna de asalto en Chapultepec en todas las operaciones del 13, fue designado por mí para enarbolar la bandera estrellada de nuestro país en el palacio nacional; la bandera, primera insignia extraña que había ondeado sobre este edificio desde la conquista de Cortés, fue desplegada con entusiasmo por todas mis tropas; el palacio, que se había llenado ya de ladrones y rateros, fue puesto a cargo del teniente coronel Watson y de su batallón de Marinos
porque Mr. Lane ya está en la Mesilla101 y Raouset de Bourbon102 en Guaymas y Su Alteza Serenísima103 decreta las ocasiones en que pueden usar bastón los Consejeros de Estado y un reglamento establece que únicamente los miembros del gabinete pueden vestir de amarillo a sus lacayos y los barcos llegan cargados con cajones de la Orden de Guadalupe104 y se compran y venden Gubernaturas y Comandancias y los polkos siguen bailando105 y ya hay quienes prestan sobre los bienes del clero y después se los guardan y entonces son otra vez los rostros oscuros y las banderas manchadas y las palabras mudas y los ojos brillantes de Ayutla106: se ha corrido el telón sobre el carnaval, pero antes deben pagarse sus galas: en Tacubaya y sobre las cabezas de Ocampo y Santos Degollado y entre las garras de Márquez107 mientras las palabras se iban hundiendo en la tierra seca de costras pardas a esperar entren al dominio de la Nación todos los bienes del clero habrá perfecta independencia entre los negocios del Estado y los puramente eclesiásticos108. Se convoca a un Congreso Extraordinario para que constituya libremente a la nación bajo la forma de república democrática representativa mientras otras palabras se hincaban ante el trono109. La corona imperial de México (non te fidare)110 se ofrece a Su Alteza Imperial y Real (torna al castello) el Príncipe Fernando Maximiliano111 (trono pútrido di Montezuma) para sí y para sus descendientes (nappo galico pieno d'espuma) y el indio de Guelatao112 con la capa negra y el alto sombrero negro recorre en la carroza negra la tierra aplanada por la sequía y la pólvora, los desiertos de espina verde, las montañas de puño cerado mientras en Chapultepec se decide que el Limosnero Mayor no dirigirá nunca, por ningún motivo, la palabra a los Emperadores en la Capilla113 y se decide que el Director de la Música de la Cámara le presente al Emperador para su aprobación los ajustes eventuales de artistas y se decide que habrá en la Casa Imperial el Gran servicio de honor y el pequeño servicio de honor y el Servicio de Campo y se decide que durante la entrega de la birreta a los Cardenales las damas de honor y de palacio vestirán escotado, con la Banda de San Carlos y la cifra de la Emperatriz y se decide que el río anónimo manche los paredones blancos a lo largo de las Tierras Calientes y la meseta polvosa, que los cuerpos sigan cayendo bajo la metralla de Bazaine y Dupin, que el gran lago de sangre de México no se seque, no se seque jamás, único río eterno, única humedad floreciente bajo el sol furioso, pero también se decide que (en lo hondo de su pecho114) el luto Nacional no se lleve más que (ya sienten la derrota) por la muerte de los Emperadores de México (adiós mamá Carlota) durante este tiempo (adiós mi tierno amor) las oficinas de la Corte sellarán sus comunicaciones con lacre negro y ella ya sabe que ¡no debí haber deshonrado la sangre de los Borbones humillándome ante un Bonaparte aventurero!115 y él cree saber que ¡continuaré al mando del timón hasta que la última gota de mi sangre sea derramada en defensa de la nación!116: el valiente general Márquez117, el galante general Mi-ramón, el intrépido general Mejía118, el patriótico general Vidaurri119, en frente los veinticinco mil hombres sin nombre que marchan por las orillas del río San Juan y cierran el círculo sobre Querétaro abandonaste esos países envidiables donde en unión de tu Carlota allá vivías, tú que viniste a desafiar al indio Juárez siendo a la vez que a tu nación no la ofendía son las siete y cinco minutos de la mañana del día 19 de julio de 1857120 tal fue el análisis de un hijo de la Europa, y que después de cumplir tan sangrientos dramas, y que la Historia nunca borrará en sus hojas, el memorable gran cerro de las Campanas y era el criado que corría a apagar las llamas, causadas por el tiro de gracia, que incendiaban la levita en vano fue tu noble esposa hasta París, a recibir sólo un desdén de Napoleón, en vano fue hasta el Vaticano la infeliz, sólo a perder del pensamiento la impresión121 y después sólo era el cadáver embalsamado con los ojos negros de una virgen queretana, lampiño después de una inmersión en tanques de arsénico, ennegrecido por las inyecciones de cloruro de zinc122, que sube a la cubierta del Novara123 y el rostro impasible vuelve a hablar Mexicanos: el gobierno nacional vuelve hoy a establecer su residencia en la ciudad de México Mexicanos124. Encaminemos ahora todos nuestros esfuerzos a obtener y a considerar los beneficios de la paz125. La paz era el deseo verdadero del país, el anhelo del pueblo mexicano de un extremo al otro de la República, desde las puertas de la profesa126 hasta la esquina de Jockey Club127, la paz era despues de La Noria128 y Tuxtepec129, la paz era Mr. Hearst130 y Mr. Pearson131, la paz era ¡mátalos en caliente!132, era poca política y mucha administración133, la paz eran las tierras de las comunidades divididas entre los latifundistas134, la paz eran la acordada y los rurales, la paz era la paz trancazo, el enganchador y el jefe político, la paz era Belén y el Valle Nacional y Cananea y Río Blanco, la paz eran El Hijo del Ahuizote135 y las calaveras engalanadas de Posada 136 y ya lo hemos dicho, el general Díaz desea hacer el mayor bien posible a su patria, siempre que sea compatible con su pertenencia indefinida en el poder: sí estamos aptos para la democracia: el pueblo mexicano no debe fiar sus destinos en manos del general Díaz y debe resolverse a representar el papel que le corresponde en la próxima campaña electoral: ¡escoged! Si queréis el grillete, la miseria, la humillación ante el extranjero, la vida gris del paria envilecido sostened la Dictadura que todo eso os proporciona; si preferís la libertad, el mejoramiento económico, la dignificación de la ciudadanía mexicana, la vida altiva del hombre dueño de sí mismo venid al Partido Liberal que fraterniza con los dignos y los viriles137
y el pecho constelado y las grandes cortinas blancas que esconden los labios lineares y la piel de indio polveada y las anchas aletas de saurio altivo138 se agitan cuando una parvada de palomas vuela alrededor del Castillo de Chapultepec: «Vería con gusto la formación de un partido oposicionista en la República de México»
y todos los hombres y cantos y frases y ordenanzas y batallas y ritos no son sino el recuerdo de mañana, el recuerdo que no quisimos encontrar hoy: es cuando (cometa, si hubieras sabido) el tiempo preñado da a luz todos sus hijos y cada hueso se yergue desde la tierra de lutos y dice su palabra y cae (lo que venías anunciando, nunca hubieras salido): las tumbas y los rostros tienen fuegos rayados entre la sangre, y la memoria (por el cielo relumbrando) es, por fin, la de todos, todos aquí, hoy, todos vivos y adivinándose los unos a los otros como surtidores sobre las ruinas, reconociéndose sobre la tierra cuadriculada de sangre (el veintidós de febrero, fecha de negros pesares) y entre la tormenta de humo y sobre los caballos veloces y los corazones que se dejan beber por la noche y los cañones que se limpian el polvo de la garganta Ciudad Juárez la Ciudadela139 «los terrenos montes y aguas que hayan usurpado los hacendados científicos o caciques entrarán en posesión de los pueblos» 140 Villa se unió con Urbina141 y con don Maclovio Herrera142 con Pereyra143 y los Arrieta Aguirre144 y el jefe Contreras «para la organización del ejército encargado de hacer cumplir nuestros propósitos nombramos como primer jefe del ejército que se denominará constitucionalista»145 adiós todos mis amigos me despido con dolor ya no vivan tan engreídos de este mundo traidor146 el nombre Emiliano Zapata147 Hilario Salas Cesáreo Castro Otilio Montaño Catarino Perdomo Antonio Villarreal Francisco Múgica Pedro Colorado Eulalio Gutiérrez Cenobio Moreno es el nombre de todos, de ellos y de los anteriores, el río de tierra que corre entre el río de voces surgido de una huella del tamaño de un hombre, de una tumba del tamaño de un hombre, de un canto del tamaño de un hombre (campanas148 de Villa Ayala149 ay Villaldama Chihuahua para sarapes Saltillo camino de Huehuetoca150 Vicente Cornejo canta en el puente del Naranjo)151. sólo la tierra habla, ¡no va más! Las memorias están echadas. Aquí está, por un segundo, fijo, abierto como un balcón de oración en las nubes, el rostro de todos que es el único rostro, la voz de todos: la única voz, de la axila de Puerto Isabel al puntapié de Catoche, de la cadera del Cabo Corrientes a la tetilla del Pánuco, del ombligo de México al costillar de Tarahumara152 y después el humo desciende, las herraduras duermen cansadas en el llano, las guitarras quiebran el último aire rasgado y se acabaron las pelonas153 ¡pompas ricas! ¡de colores!154 y es nuevamente la ciudad inflada, en el centro, sin memoria, sapo de yeso plantado de nalgas sobre la tierra seca y el polvo y la laguna olvidada, vino de gas neón, rostro de cemento y asfalto, donde el sexo es un cazador inerme, donde los mataderos de la prostitución trabajan noche y día, cercenando las yugulares de desperdicio y billetes y ordeñando a la luna y perdiendo las huellas: es la Candelaria155 Pantitlán Damián Carmona Balbuena Democracias Allende Algarín Mártires de Río Blanco Bondojito Tablas Estanzuela Potrero del Llano Letrán Norte Artes Gráficas San Andrés Tetepilco Progreso del Sur Coapa Portales Atlántida Altavista Polanco Guadalupe Inn Florida Nochebuena Américas Unidas Letrán Valle Vértiz Narvarte Eugenia San Pedro de los Pinos Hidalgo San Miguel Virreyes Jardines del Pedregal Nueva Anzures Roma Pino Suárez Santa María Barrilaco Popotla Elías Calles Atlampa San José Insurgentes Peralvillo Nacozari Magdalena de las Salinas Héroes de Churubusco Buenos Aires Juárez San Rafael Lindavista Tepeyac Ignacio Zaragoza Deportivo Pensil Cuauhtémoc Marte Retorno Sifón Coyoacán Tlacopac Oxtopulco San Jerónimo Alfonso XIII Molino de Rosas Boturini Primero de Mayo Guerrero 20 de Noviembre Jóvenes Revolucionarios Aztecas Lomas de Sotelo México Nuevo y sus cuatro millones156, es Gabriel puñado de alcantarillas, es Bobó157 de vahos, es Rosenda de todos nuestros olvidos, es Gladys García de acantilados carnívoros, es Hortensia Chacón dolor inmóvil, es Librado Ibarra de la brevedad inmensa, es Teódula Moctezuma del sol detenido, del fuego lento, es el Tuno158 del letargo pícaro, soy yo de los tres ombligos, es Beto de la risa gualda, es Roberto Regules del hedor torcido, es Gervasio Pola rígido entre el aire y los gusanos, es Norma Larragoiti de barnices y pedrería, es el Fifo159 de víscera y cuerdas, es Federico Robles de la derrota violada, es Rodrigo Pola con el agua al cuello, es Rosa Morales de calcinaciones largas, son los rostros y las voces otra vez dispersos, otra vez rotos, es la memoria vuelta a la ceniza, es el bracero que huye y el banquero que fracciona, es el que se salvó sólito y el que se salvó con los demás, es el jefe y es el esclavo, soy yo mismo ante un espejo, imitando la verdad, es el que acepta al mundo como inevitable, es el que reconoce a otro fuera de sí mismo, es el que carga con los pecados de la tierra, es la ilusión del odio, es el tú eres del amor, es la primera decisión y la última, es hágase tu voluntad y es hágase mi voluntad, es la soledad apurada antes de la última pregunta, es el hombre que murió en vano, es el paso de más, es el águila o sol, es la unidad y la dispersión, es el emblema heráldico, el rito olvidado, la moda impuesta, el águila decapitada, la serpiente de polvo: el polvo que huye en constelaciones sobre todos los perfiles de la ciudad, sobre las ilusiones rotas y las conquistadas, sobre las antiguas cimas de penacho y sangre, sobre las cúpulas de cruz y hierro, sobre los palacios del vals y la polka, sobre los altos muros que cubren a la vista las mansiones con piscina y tres automóviles y cuerpos escondidos entre el visón y el diamante, el polvo veloz que acarrea todas las palabras dichas y no dichas
«por lo menos que uno se salve el pellejo; más vale que uno viva solo y no que los cuatro mueran juntos
»nosotros tenemos todos los secretos; sabemos lo que necesita el país, conocemos sus problemas
»sólo le pido a Dios que no me arrebate mi orgullo; es lo único que tengo, que verdaderamente siento mío: mi orgullo
»no hay nada indispensable en México, Rodrigo
»tu padre no tuvo destino: tuvo muerte, desde que nació, muerte para él y los suyos.
»cuando levantas el dedo en clase porque eres el único que sabe la lección, cuando esperas a que otros pasen por la calle para entregar la limosna al mendigo.
»se necesita alquien que envejezca con uno, no crea usted.
Todo lo que se puede compartir no se pierde, sino que es como si se tuviera dos veces, ¿no se le hace?
«luego luego a tenerle compasión a uno
»¡qué más diera uno que trabajar bien y ganar lana en México! »y entonces supimos que también el sol tenía hambre, y que nos alimentaba para que le devolviésemos sus frutos calurosos e hinchados
«ninguno se fue solo; a todos les engalané los huesos
»que yo nomás quiero volverte a calentar la cama una vez más, antes de que ya no me acuerde de tu cara ni de tu cuerpo
»y así nos unieran muerte y parto, parto y muerte siempre
«que yo sí quería participar, que yo sí quería arrancarme a esa losa de derrotas que ellos me heredaron
«vivirnos y morirnos tratando de olvidarlo todo y de nacer de nuevo todos los días sabiendo que todo está vivo y aplastándonos
«¿traes lana?
«hay que cuidar los intereses de la familia financiera
«como para cobrarse de lo que pasó antes, como para decir que todo acaba donde empezó, en ellos y en sus signos, hijo
«se espera sólo lo que no puede volver a suceder, se espera la repetición de dos, tres momentos del principio, el momento antes de un beso, el momento después de un alumbramiento, sí, alguna muerte
»piensa que lo tuvieron todo; es como si mañana tú...
»si no se salvan los mexicanos, no se salva nadie
»por cada mexicano que murió en vano, sacrificado, hay un mexicano responsable
»dime, Juan: ¿para qué venimos a dar aquí?
»Tu as de l'espirit, chérie 160
»si no fuera por los cuates, Beto; si yo te empezara a platicar mis desgracias
»ya cada quien es quien debe ser, tú lo sabes
»condena a esta niña para que yo me salve ejecutando tu voluntad y tu condena, Dios mío
»padre de mi hijo, no tendrás más poder que el que me exprimiste a mí
»era de los nuestros
»no sé; te esperaba tanto»
y sobre el puente de Nonoalco se detiene Gladys García, veloz también dentro del polvo, y enciende el último cigarrillo de la noche y deja caer el cerillo sobre los techos de lámina y respira la madrugada de la ciudad, el vapor de trenes, la somnolencia de la carne, los tufos de gasolina y alcohol y la voz de Ixca Cienfuegos, que corre, con el tumulto silencioso de todos los recuerdos, entre el polvo de la ciudad, quisiera tocar los dedos de Gladys García y decirle, sólo decirle: Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer. En la región más transparente del aire.
1 Las buenas conciencias (1959) narra la historia de Jaime Ceballos hasta los quince años de edad (véase nota 120 de la segunda parte de LRT).
2 Cursiva en EdA.
3 Ídem.
4 Ídem.
5 Dice whisky en EdA.
6 Cursiva en EdA.
7 El francés en cursiva en EdA.
8 viernes: viejo, anciano, decrépito (TPM).
9 papis: padres.
10 Cursiva en EdA.
11 Ídem.
12 Ídem.
13 Ídem.
14 guacamole: ensalada de aguacate (ají, cebolla, tomate y culantro).
15 El francés en cursiva en EdA.
16 fodonga: sucia y descuidada.
17 Cursiva en EdA.
18 Ídem.
19 pior-es-nada: querido(a) (DC). Peyorativo.
20 La Basílica de la Virgen de Guadalupe.
21 Fragmentos de una canción tropical (véase nota 62 de la Primera parte de LRT).
22 Ídem.
23 Fragmentos de un chachachá.
24 El francés en cursiva en EdA.
25 Cursiva en EdA.
26 El francés en cursiva en EdA.
27 Fragmentos de un chachachá.
28 Fragmentos de otro chachachá.
29 Jaime Ceballos y Betina Régules reaparecen en La muerte de Artemió Cruz (1962) y en Cambio de piel (1967), como dos miembros de la burguesía mexicana.
30 Fragmentos de un chachachá.
31 Cursiva en EdA.
32 Sin comillas en EdA. La descripción se apega fielmente a la glorieta en los años 50. En la actualidad, una estación del metro ocupa el centro hundido de la glorieta y, en el segundo nivel, circulan los automóviles.
33 Pedregal de San Ángel: zona residencial situada en el sur de la ciudad.
34 Dice whisky en EdA.
35 El latín en cursiva en EdA.
36 Sin comillas en EdA.
37 EdA no mantiene la cursiva en las marcas de fábrica.
38 Sin cursiva en EdA (véase nota anterior).
39 Véase nota 531 de la primera parte de LRT.
40 Cfr. nota 361 de la segunda parte de LRT.
41 Copilco («en la corona real»): sitio arqueológico situado en el Oeste del Distrito Federal.
42 Indios Verdes: monumento situado en la entrada de la carretera de Laredo (al Norte, cerca de la Villa de Guadalupe).
43 Peñón de los Baños: sito a la misma altura que el Zócalo, pero en los límites de la ciudad (junto al aeropuerto). Según el mito, allí murió Copil, hermana de Huitzilopochtli, y de su corazón arrojado al lago surgió el nopal en que habría de posarse el águila (cfr. notas 13 y 36 de la primera parte de LRT).
44 Plaza de Toros Cuatro Caminos situada en el noroeste de la ciudad.
45 Cursiva en EdA.
46 Ídem.
47 Ídem.
48 Ídem.
49 Epígrafe de Alfonso Reyes (cfr. nota 37 de la primera parte de LRT).
50 La preocupación por la identidad del mexicano, una de las más constantes en Carlos Fuentes, se tradujo en la figuración de un ente enmascarado durante y por el curso de la historia. Las máscaras han sido para el autor, tanto motivo de crítica como material para su obra (cfr. mi libro Los disfraces: la obra mestiza de Carlos Fuentes, México, El Colegio de México, 1981).
51 Este personaje y los que LRT nombra enseguida aparecen en MPH.
52 tameme: cargador (RVP). Los tamemes fueron el medio de transporte y comunicación durante el imperio azteca; transportaban mercancías y tributos.
53 no dar una: fracasar en todo.
54 El Jueves de Corpus se queman los muñecos de cartón llamados Judas (cfr. nota 743 de la segunda parte de LRT).
55 En su fiesta, el Día de la Santa Cruz, los albañiles colocan una cruz adornada con flores, en el edificio, casa, etc., que construyen y organizan una fiesta.
56 quesadillas de flor: tortillas dobladas por la mitad y rellenas con un guiso de flores del calabacín.
57 chilaquiles: guiso de trozos de tortilla con salsa picante.
58 La chirimoya y la guanábana son plantas de la familia de las anonáceas; sus frutos, muy parecidos entre sí, tienen la pulpa de color crema.
59 dulces fríos de cristal: jelatinas de colores espolvoreadas de azúcar y con forma de fruta (rebanada de naranja, limón, sandía).
60 jamoncillo tricolor: dulce de leche en forma de pan y teñido con los colores de la bandera mexicana.
61 que no te rajas: que no te acobardas.
62 mamar: ingerir bebidas alcohólicas; efectuar el acto sexual con la boca; cometer tontería o necedad (TPM).
63 Alusión al quinto sol que, según las profecías míticas, habría de ser el último del mundo azteca (cfr. nota 23 de la primera parte de LRT).
64 acálastortas: acá las tortas: el todopoderoso [fanfarronada].
65 Cursiva en EdA.
66 Se refiere al cine Versalles.
67 Se trata del restaurante Ambassadeurs.
68 Cursiva en EdA. Se trata del restaurante y sala de fiestas.
69 Cursiva en EdA.
70 Ídem.
71 Ídem.
72 Ídem.
73 Variante de la frase: «lo cortés no quita lo valiente.»
74 Variante de la frase: «jijos de la chingada.»
75 Carlos Fuentes critica con frecuencia la cortesía retórica del mexicano. Aquí juega con las frases típicas y huecas del saludo en sociedad.
76 «Sufragio efectivo, no reelección» es el lema gubernamental que se imprime en los documentos oficiales.
77 Miguel Hidalgo y Costilla (véase en MPH).
78 Se trata de Miguel Hidalgo y Costilla y de José María Morelos y Pavón (véase en MPH).
79 El 6 de diciembre de 1810, Miguel Hidalgo y Costilla decretó la abolición de la esclavitud en México. El 5 de octubre de 1813, José María Morelos y Pavón volvió a decretar en contra de la esclavitud y ordenó que se diera libertad a los esclavos. Durante la colonia, las castas en la Nueva España habían tenido extensas clasificaciones raciales para calificar cualquier matiz étnico o diferencias exteriores.
80 Se trata de Vicente Guerrero, quien pronunció esas célebres palabras como respuesta al intento de sometimiento del virrey Juan Ruiz de Apodaca, por medio de la influencia de su padre.
81 La oligarquía criolla, el alto clero y el ejército dieron un giro al movimiento independentista que se desligó de los ideales de Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos y Pavón, cuando Agustín de Iturbide cobró importancia. Así, los primeros fueron los receptores del poder que Agustín de Iturbide se había encargado de asegurarles.
82 La noche del 18 de mayo de 1822. De Iturbide fue proclamado emperador.
83 Una hermana de Agustín de Iturbide.
84 Se trata de Antonio López de Santa Anna (véase en MPH), quien se dedicó a la cría de gallos de pelea (a la ganadería y agricultura), durante uno de sus retiros de la vida pública.
85 Referencia a la llamada «Guerra de los pasteles» (la primera que México tuvo con Francia), cuyo nombre proviene de las reclamaciones de los comerciantes franceses, por pérdidas económicas debido a los trastornos políticos del país.
86 Antonio López de Santa Anna comandó las tropas mexicanas que se enfrentaron a las francesas en la «Guerra de los pasteles». En un encuentro fue herido y le fue amputada la pierna izquierda (que enterró con honores el cura párroco de Veracruz; la pierna fue trasladada a la ciudad de México para depositarla en un monumento El pueblo sacó la pierna y la arrastró por las calles de la ciudad).
87 Palabras de Antonio López de Santa Anna. Fragmentos de un parte que lanzó al perder la pierna y creer que iba a morir.
88 Joel R. Poinsett. Ministro plenipotenciario de los Estados Unidos, enviado a México (1822) para observar la situación del país al concluir la guerra de la Independencia. Fue uno de los encargados de manifestar el deseo de su gobierno de comprar Texas. V. Guerrero le pidió que se retirara de México.
89 escoceses y yorquinos fueron logias masónicas con gran injerencia política.
90 Federación: órgano de expresión de los centralistas que intentaban crear una república centralista (mientras que los federalistas pugnaban por una república federal).
91 Liberales, puros, evolucionistas, moderados: partidos políticos a mediados del siglo xix.
92 El brigadier español Isidro Barradas, quien intentó la reconquista de México, en 1829, con 3.000 hombres (véase López de Santa Anna, Antonio, en MPH).
93 Véase Gómez Farías, Valentín, en MPH.
94 Además de los disturbios políticos que México vivió durante la etapa de consolidación como país independiente, hubo varios acontecimientos más que impactaron la vida de sus habitantes: la bancarrota económica; epidemias de cólera morbo, tifus y viruela (frecuentes y terribles, causaron enorme mortandad; h. 1830); el cometa Halley.
95 Se trata de Zacarías Taylor (véase en MPH), que hizo capitular Monterrey en la invasión norteamericana (1846).
96 Antonio López de Santa Anna (desterrado en Cuba al principio de la guerra con los Estados Unidos) obtuvo permiso de cruzar el bloqueo de los norteamericanos, debido a la certeza de los atacantes de poder comprar sus servicios. Sorpresivamente, el general se unió a la defensa mexicana (sin embargo, su comportamiento mereció siempre sospechas justificadas de traición).
97 Cursiva en EdA desde «Oíd Zack ‘s...».
98 Antonio López de Santa Anna fue vencido en Cerro Gordo el 18 de abril de 1847. Este triunfo de los invasores allanó el camino hacia la capital de la República (que siguieron la misma ruta de Hernán Cortés).
99 Winfield Scott (véase en MPH) esperó en Puebla, durante tres meses, refuerzos para organizar la marcha hacia la ciudad de México y se congració con el clero, por respetar las costumbres e instituciones religiosas.
100 Dice norteamericano en EdA.
101 El general William Car Lane, gobernador de Nuevo México, declaró que el territorio de La Mesilla era propiedad de los Estados Unidos (1853). Con esa justificación, ocupó esa región y México sufrió la pérdida de otra parte de su territorio (véase López de Santa Anna, Antonio de).
102 Dice Raousset-Boulbon, en EdA. Gastón Rousset de Boulbón fue un aventurero francés que pactó con la casa Jecker de la Torre y Cía. para apoderarse del Estado de Sonora. Con un grupo de franceses, desembarcó dos veces en Guaymas. En la primera ocasión, proclamó la independencia de Sonora. El 13 de julio de 1854, fue vencido; en agosto, después de un consejo de guerra, fue fusilado.
103 véase López de Santa Anna, Antonio, en MPH.
104 Antonio López de Santa Anna exhumó la «Distinguida Orden Mexicana de Guadalupe» (1853), la cual había sido creada en el Primer Imperio (véase Iturbide, Agustín de, en MPH) y se nombró el Gran Maestro de la Orden y su Jefe Supremo.
105 Los polkos formaron un grupo contra el gobierno durante la ocupación norteamericana (1847). Su rebeldía la originó el decreto de Valentín Gómez Farías a favor de la expropiación de los bienes de la Iglesia (para financiar la guerra); los polkos exigían la derogación de la ley y el retorno al poder de Santa Anna. El nombre viene de la imagen que dieron al pueblo, la cual los ligaba al presidente del país invasor (James K. Polk), y por la afición de las clases acomodadas (a las que pertenecía el grupo) por bailar la polka.
106 La dictadura de Antonio López de Santa Anna provocó gradualmente el disgusto de todos los grupos políticos. En la rebelión de Ayutla puede verse el momento culminante de numerosos conflictos. El Plan de Ayutla, proclamado el 10 de mayo de 1854, despojaba al gobernante del poder ejecutivo (véase Comonfort, Ignacio, en MPH).
107 El general conservador Leonardo Márquez («El Tigre de Tacubaya») derrotó a Santos Degollado en las lomas de Tacubaya y se extralimitó sanguinariamente con los prisioneros (allí surgió su sobrenombre).
108 Cuando triunfó la revolución de Reforma (1 de enero de 1861), se solucionaron las tensiones y los conflictos entre los partidos por medio de la separación definitiva del Estado y la Iglesia.
109 Un objetivo de los conservadores, en el siglo xix, fue reemplazar la República por una monarquía. Esta ambición la expresó públicamente José María Gutiérrez de Estrada en su carta abierta al presidente Anastasio Bustamante (1840). Antonio López de Santa Anna retomó la idea y buscó contacto con Gutiérrez (quien estaba exiliado) para que intervinieran en México las casas reales de Londres, París y Madrid.
110 En cursiva esta cancioncilla italiana, o «presagio», en EdA.
111 Véase Habsburgo, Fernando Maximiliano de, en MPH.
112 Se trata de Benito Juárez (véase en MPH).
113 Aunque profundamente interesada en cuestiones políticas, la emperatriz Carlota también se ocupó del protocolo en palacio (Chapultepec) y dedicó mucho tiempo a reglamentar las normas de etiqueta.
114 Entre paréntesis, una estrofa de la canción Adiós a mamá Carlota, compuesta por el pueblo, a raíz del viaje de la emperatriz a Europa.
115 Palabras de la emperatriz Carlota Amalia (véase en MPH).
116 Palabras del emperador Fernando Maximiliano de Habsburgo.
117 Véase nota 107. L. Márquez fue miembro de la comitiva que siguió a Maximiliano; en Querétaro, el emperador lo nombró Jefe del Estado Mayor. Se propuso romper el sitio de Querétaro y salió en busca de ayuda hacia la ciudad de México; sin embargo, su deserción fue el resultado de esa empresa. Porfirio Díaz lo derrotó en Puebla (el 22 de abril de 1867, pocos días después de dejar la ciudad sitiada) y, ante este fracaso, Márquez decidió abandonar al emperador (se ocultó en la ciudad de México y salió al extranjero, cuando se calmaron las cosas).
118 Miguel Miramón y Tomás Mejía fueron los militares que murieron al lado de Maximiliano (véase en MPH).
119 Este militar acompañó a L. Márquez en su escapatoria de Querétaro.
120 EdA corrigió parcialmente la errata. [El 19 de junio de 1867 es la fecha correcta del fusilamiento de Fernando Maximiliano de Habsburgo]. Dice: «... del día diecinueve de julio de mil ochocientos sesenta y siete...», en EdA.
121 Carlota Amalia se trasladó a París para obtener de Napoleón la ayuda militar necesaria, pero no pudo convencerlo (se negó rotundamente —1866—). En Roma, la emperatriz pretendió que el Papa aprobara el Concordato (para lograr el apoyo de los conservadores mexicanos). Ante el Sumo Pontífice, en la emperatriz surgen las perturbaciones psicológicas que la mantendrían varías décadas en reclusión (septiembre de 1866). La locura de Carlota (tenía la obsesión de que el emperador francés pretendía eliminarla) le impidió regresar a México y, hasta su muerte, permaneció en el castillo de Bouchop (Bélgica).
122 Con esta alusión, se sugiere que el sentido de la muerte de Maximiliano fue convertirlo en mexicano (en cierto modo ese fue el deseo del austríaco), pues el aspecto de su cadáver lo asemejó a un nativo (Maximiliano era rubio, de tez blanca y ojos azules).
123 Fragata austríaca. La misma que condujo a Maximiliano y Carlota desde Europa hasta México.
124 Dice «... en la ciudad de México mexicanos:-...», en EdA.
125 Tarea general del gobierno de Porfirio Díaz (váse en MPH), que se volvió lema demagógico y justificación a sus acciones dictatoriales.
126 Dice: «... La Profesa...», en EdA.
127 «Desde las puertas de La Profesa hasta la esquina del Jockey Club»: fragmentos de una poesía del «Duque Job» (véase Gutiérrez Nájera, Manuel, en MPH).
128 Plan de la Noria, lanzado por Porfirio Díaz (véase en MPH).
129 El Plan de Tuxtepec se proclamó contra el presidente Sebastián Lerdo de Tejada y reconocía a Porfirio Díaz como general en jefe del Ejército Regenerador. A diferencia del Plan de la Noria que no tuvo consecuencias, el de Tuxtepec culminó con el ascenso de Porfirio Díaz al poder.
130 william R. Hearst, multimillonario norteamericano. Propietario de extensos territorios ganaderos en Chihuahua durante el régimen de Porfirio Díaz (quien protegió los intereses de Hearst).
131 Weetman Pearson, británico. Fue empresario del ferrocarril de Tehuantepec, región de riqueza petrolera. Obtuvo de Porfirio Díaz la Ley del 24 de diciembre de 1901, que tenía como objeto favorecerlo en la explotación de mantos de petróleo. Instaló la refinería de Minatitlán y organizó la «Compañía de Petróleo El Águila, S. A.».
132 Frase muy conocida de Porfirio Díaz. Preludio —y concesión-de la represión gubernamental sangrienta, en Veracruz (en donde se habían rebelado los cañoneros «Independencia» y «Libertad»). La res puesta telegráfica de Porfirio Díaz al gobernador del Estado, Luis Mier y Terán, expresaba esas palabras (según otros: «in fraganti fusilará a los comprometidos y diezmará la guarnición» —junio de 1879).
133 Fórmula que sintetiza la concepción de Porfirio Díaz acerca de las acciones de un gobernante. Implicó que él fuera el único capaz de guiar sabiamente al país, es decir, las cámaras de diputados y senadores sólo debían aprobar los mandatos presidenciales. La opinión pública únicamente debía expresar su confianza en la habilidad del presidente, para preservar la paz y para incrementar la administración.
134 La historia de México muestra que el país tiene un problema fundamental en la distribución desigual de la tierra. Ese problema se agudizó en el Porfiriato. La aplicación irrestricta de las Leyes de Reforma había diezmado las propiedades comunales campesinas y, durante el régimen de Porfirio Díaz, las tierras pasaron a manos de terratenientes. Las rebeliones campesinas y la Revolución se debieron, en gran parte, al problema agrario.
135 Periódico que criticó la dictadura de Porfirio Díaz (apareció desde 1885 hasta 1902). Durante el Porfiriato se publicaron periódicos con el nombre de El Ahuizote, El Nieto del Ahuizote (del náhuatl ahuizotl: nutria).
136 Véase Posada, Guadalupe, en MPH.
137 Frases del programa del Partido Liberal Mexicano, que se dio a conocer en Saint Louis Missouri, el 1 de julio de 1906. Sus firmantes y redactores radicaban en Texas y, posteriormente, combatieron con las armas a Porfirio Díaz (Ricardo Flores Magón, Antonio I. Villarreal, Juan Sarabia, Enrique Flores Magón).
138 La descripción corresponde a Porfirio Díaz.
139 El 19 de febrero de 1913 estalla el golpe militar en la Ciudadela contra el presidente Francisco I. Madero (véase en MPH).
140 Artículo 6. ° del Plan de Ayala (véase Zapata, Emiliano, en MPH).
141 Tomás R. Urbina. Militar que se levantó en armas cuando fue asesinado Francisco I. Madero y organizó las fuerzas de Durango (con las que se formó el núcleo de la división del Norte, el ejército de Francisco Villa). Murió en 1915, ya distanciado de Francisco Villa, en combate con el general villista, Rodolfo L. Fierro.
142 Maclovio Herrera Cosío y su hermano Luis fueron precursores de la Revolución (como Tomás R. Urbina; véase nota anterior). Se separó de Villa por razones personales y militares (fusilamiento de dos hermanos suyos). Murió por confusión de sus soldados, quienes lo acribillaron a tiros (1915).
143 Orestes Pereyra. Militar revolucionario que combatió al lado de Francisco Villa. Fue fusilado por los constitucionalistas (1915; véase Carranza, Venustiano, en MPH).
144 Domingo y Mariano Arrieta. Mineros y arrieros que lucharon por Francisco I. Madero al lado de Venustiano Carranza. Domingo combatió al villismo; Mariano provocó dificultades entre Francisco Villa y Venustiano Carranza.
145 El Ejército Constitucionalista se formó con las facciones de Francisco Villa, Emiliano Zapata y Venustiano Carranza (la carrancista se identificó con ese nombre desde 1914). Se organizó para combatir al gobierno del general Victoriano Huerta (véase en MPH), al formarse el Plan de Guadalupe (el 26 de marzo de 1913). Su primer jefe fue Venustiano Carranza.
146 Fórmula de despedida con la cual concluyen los corridos.
147 Este personaje y los más relevantes de los que menciona aquí LRT aparecen en MPH.
148 En el paréntesis se entreveran versos de varios corridos revolucionarios.
149 Verso del corrido De la muerte de Emiliano Zapata que, en la siguiente versión, inicia una estrofa: «Campanas de Villa Ayala / ¿por qué tocan tan dolientes? / —Es que ya murió Zapata / y era Zapata un valiente.»
150 otro verso del corrido De la muerte de Emiliano Zapata («Camino de Huehuetoca / preguntaba así un turpal: / —Caminante, ¿qué se hizo / del famoso caporal?»).
151 Verso del corido De la toma de Papantla («El trovador de la gleba / el ciego de los fandangos / Vicente Cornejo canta / en el puente del Naranjo.»)
152 La voz abarca el territorio de México al cual descubre con el diseño de un cuerpo humano. Así, «geomorfológicamente», el país aparece como un mexicano (símbolo de todos) con los brazos abiertos. Un brazo se alargaría hasta la Península de la Florida (que no le pertenece), pues la axila de Puerto Isabel se encuentra entre México y los Estados Unidos. Al Oeste, el otro brazo cobra forma con la Península de Baja California. La espalda del hombre descansa sobre el Océano Pacífico y su cadera se dibuja con la parte que penetra más en ese océano. Frontalmente, la tetilla es una prolongación en forma de delta, cuyo vértice rompe el trazo casi circular del Golfo de México. El puntapié lo recibe el Cabo Catoche situado en la Península de Yucatán, en el punto más al noreste de esta región (contrapuesta diagonalmente a la Península de Baja California).
153 Verso de una canción popular.
154 Ídem.
155 Barrios de la ciudad de México.
156 La zona metropolitana de la ciudad de México tiene actualmente trece millones de habitantes, según los últimos datos del Censo de 1980.
157 Cursiva en EdA.
158 Ídem.
159 Ídem.
160 El francés en cursiva en EdA.