21

Después de leer la versión reescrita, corregida y limpiamente mecanografiada de la historia de Stan Winger, Dick tenía que reconocer que era bastante buena. Era posible que su agente no la rechazara. Tal vez Dick había descubierto a un talento nuevo e importante. Tal vez le había echado una mano a alguien que ahora le daría una patada en la cara. ¿Podría darle la espalda a Stan? ¿Simplemente decirle con frialdad que la historia no era lo bastante buena? No. Se la mandó a Bob Mills y se sentó a esperar, deseando escuchar malas noticias. Podría haberse sentido avergonzado de sí mismo, pero no era un ser humano perfecto, ni mucho menos. Se sentía celoso. Ser ladrón le otorgaba a Stan una fascinación profana, especialmente ante Linda, que hablaba de él a todas horas y con entusiasmo. Decía: «Este chico se llevaría de maravilla con Corso», o: «A Jack le encantaría Stan». Nunca se había ofrecido a presentarle a Dick a ninguno de sus amigos beat. De hecho, cada vez que él sugería que podían viajar a San Francisco, ella lo postergaba. «No estoy lista para volver», era lo único que le decía.

Linda estaba recibiendo cartas de su amigo beat John Montgomery, llenas de chismes acerca de Jack y Gary, Phil y Michael, etcétera. A Dick lo volvía loco. Montgomery era el Henry Morley de Los vagabundos del Dharma, y Linda le decía a la gente que había recibido una carta de su vagabundo del Dharma. Luego llamaba a Dick su vagabundo del esquí. «De vagabundos del dharma a vagabundos del esquí —bromeó una vez—. ¡Qué descenso!».

El agente de Dick rara vez le escribía. Mills se contentaba con garabatear una nota a lápiz en la parte inferior de las cartas de rechazo o aceptación, y lo mismo hizo en el asunto de Stan Winger. «El relato de Winger es estilo O. Henry —apuntó en la parte inferior de una nota de rechazo—, pero lo enviaré». La nota en cuestión era de la revista New Yorker, un rechazo plano y frío. Mills había estado enviando cosas de Dick a revistas cada vez mejores desde la publicación de Playboy, pero sin ningún éxito. Sin embargo, las historias de Dick estaban siendo demasiado buenas para las revistas para hombres normales, y curiosamente Playboy era reacio a repetir.

Dick pensó en escribir un cuento sobre Stan Winger. Una buena venganza si el primer relato de Stan era aceptado en alguna parte. Una historia sobre un ladrón que le roba la novia a su mentor. Por supuesto, eso no había ocurrido, pero los elementos estaban ahí. La ficción exageraría la realidad en algo entretenido. Lo que le impedía escribir la historia era que Linda la leería. No pensaba que eso fuera a darle ideas, pero nunca se sabía. Incluso podría cabrearla. «¿No confías en mí?», con esa voz de justa indignación. Así, una buena historia no se escribió, y todo el mundo en la parte oeste de Portland continuó pendiente de si la historia de Stan Winger era aceptada o rechazada.

El propio Stan no estaba en ascuas. Se había quedado anonadado de que el agente hubiera aceptado el relato, aunque Dick señaló que Stan todavía no era un cliente. «Sólo la está enviando», le dijo a Stan. Stan estaba avergonzado, pero no había nada que pudiera hacer al respecto. Linda lo había empujado a eso, enviando un muy mal relato a un agente literario auténtico, arruinando su reputación con antelación. Sabía lo que tenía que hacer si quería impresionar a Linda. Tenía que aprender a escribir. Habló con Dick y sus amigos acerca de tomar clases nocturnas de escritura, pero lo desalentaron. La Estatal de Portland ofrecía clases nocturnas, pero no podía acceder sin un diploma de educación secundaria. En el centro estaba el Multnomah College, una especie de escuela de negocios para gente trabajadora que se anunciaba en el Oregonian y las páginas amarillas. Stan acudió a un edificio de oficinas en Alder Suroeste y descubrió que enseñaban composición y tenían una sección de escritura creativa, y sí, admitían a cualquiera que pagara la cuota. Stan se inscribió en composición y escritura creativa, y pagó las cuotas.

Para gran alivio de Dick, el relato fue rechazado por la primera revista a la que Mills la envió. Por desgracia, no fue un rechazo frío, sino entusiasta. «¡Envíanos más!», había escrito algún idiota en la hoja, debajo de lo cual Mills agregó a lápiz «???». Dick decidió que era hora de sacarse de encima a Stan Winger. Lo había ayudado a buscar un agente, un corrector (Linda) y la entrada en la sociedad literaria de Portland, si podía llamarse así. Que recibiera su propio correo. Dick caminó por Broadway hasta Jolly Joan’s y le dejó la nota de rechazo a la chica de Marty, Alexandra, que se la pasaría a Marty, que a su vez se la entregaría a Stan. Los delincuentes eran así de tortuosos. Stan, obviamente, ni siquiera quería que su agente supiera dónde vivía.

Stan mostró tímidamente su primera nota de rechazo a su maestro, el señor Monel. El señor Monel le gustó desde el principio. Un hombretón de no más de treinta años, con un rostro grande y alegre y una buena mata de pelo. Se había plantado ante la clase de escritura creativa, seis chicas y Stan, y había anunciado que él no sabía absolutamente nada acerca de escritura creativa, pero que cuando el jefe se enteró de que estaba escribiendo «esta gran vieja novela» en su tiempo libre, obtuvo el puesto.

—No se puede enseñar escritura creativa —dijo llanamente—, y tampoco aprenderla. Supongo que tienes que nacer con ello. Lo que podemos hacer aquí, en esta clase, es escribir mucho, leer las cosas de los demás y tratar de ayudarnos.

Exactamente lo que Stan quería, y ése era el tipo del que lo quería. Stan no pudo evitar subir a ver al señor Monel después de la clase e invitarlo a tomar una cerveza.

—Claro —dijo Charlie con una gran sonrisa.

Los viernes en Enrico's
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
Parte01.xhtml
Capitulo01.xhtml
Capitulo02.xhtml
Capitulo03.xhtml
Capitulo04.xhtml
Capitulo05.xhtml
Capitulo06.xhtml
Capitulo07.xhtml
Capitulo08.xhtml
Capitulo09.xhtml
Capitulo10.xhtml
Capitulo11.xhtml
Parte02.xhtml
Capitulo12.xhtml
Capitulo13.xhtml
Capitulo14.xhtml
Capitulo15.xhtml
Capitulo16.xhtml
Capitulo17.xhtml
Capitulo18.xhtml
Capitulo19.xhtml
Capitulo20.xhtml
Capitulo21.xhtml
Capitulo22.xhtml
Capitulo23.xhtml
Capitulo24.xhtml
Capitulo25.xhtml
Capitulo26.xhtml
Capitulo27.xhtml
Capitulo28.xhtml
Capitulo29.xhtml
Capitulo30.xhtml
Capitulo31.xhtml
Capitulo32.xhtml
Capitulo33.xhtml
Capitulo34.xhtml
Capitulo35.xhtml
Capitulo36.xhtml
Capitulo37.xhtml
Capitulo38.xhtml
Capitulo39.xhtml
Capitulo40.xhtml
Parte03.xhtml
Capitulo41.xhtml
Capitulo42.xhtml
Capitulo43.xhtml
Capitulo44.xhtml
Capitulo45.xhtml
Capitulo46.xhtml
Capitulo47.xhtml
Capitulo48.xhtml
Capitulo49.xhtml
Parte04.xhtml
Capitulo50.xhtml
Capitulo51.xhtml
Capitulo52.xhtml
Capitulo53.xhtml
Capitulo54.xhtml
Capitulo55.xhtml
Capitulo56.xhtml
Capitulo57.xhtml
Capitulo58.xhtml
Capitulo59.xhtml
Capitulo60.xhtml
Capitulo61.xhtml
Capitulo62.xhtml
Parte05.xhtml
Capitulo63.xhtml
Capitulo64.xhtml
Capitulo65.xhtml
Capitulo66.xhtml
Capitulo67.xhtml
Capitulo68.xhtml
Capitulo69.xhtml
Capitulo70.xhtml
Capitulo71.xhtml
Capitulo72.xhtml
Capitulo73.xhtml
Capitulo74.xhtml
Capitulo75.xhtml
Capitulo76.xhtml
Capitulo77.xhtml
Capitulo78.xhtml
Parte06.xhtml
Capitulo79.xhtml
Capitulo80.xhtml
Capitulo81.xhtml
Capitulo82.xhtml
Capitulo83.xhtml
Capitulo84.xhtml
Capitulo85.xhtml
Posfacio.xhtml
autor.xhtml
TOC.xhtml