Howard se despertó para encontrar el tío Hash durmiendo tranquilamente cerca de donde los caballos estaban atados. La luz del amanecer se revivía, y Howard saltó, habiendo dormido más horas consecutivitas que había en semanas. Despertó al tío Hash, y escudriñaron el camino delante de ellos, agradecidos que no lo habían intentado en la oscuridad. El camino extendió estrechamente por el acantilado con una bajada en ambos lados. Continuó por algo de distancia antes de curvar hacia la costa.
El tío Hash restregaba rápidamente a los caballos, preparándolos para el viaje ese día. Entonces, el y Howard montaron los caballos y bajaron el sendero estrecho. Howard mantuvo su garrote con él, llevándolo en su regazo. Hasta en los caballos, iban lentos mientras atravesaban la cuesta, y les tomó toda la mayoría de la mañana bajar del altiplano.
Mientras el terreno revirtió a praderas más apto para la labranza, el camino curvó, bajando gradualmente en la distancia. Abrazaron los caballos con las rodillas, y los animales agarraron más velocidad para galopar. Howard se rió al ver su tío levantar un brazo en el aire y aclamar. El tío Hash no había montado los caballos a menudo en la granja durante los últimos anos, Howard recordó, pero el ánimo de granja despertaba más y más completo adentro de é con cada momento que pasaba.
Temprano en la tarde, olía el olor de sal en el viento. Refrenaban los caballos galopantes cuando vieron el pueblo costal abajo y los acantilados de color carmesí en la distancia. A Alita le habían encantado esos acantilados también, Howard recordó con una punzada en el corazón.
“¿Listo ver si alguien sabe quién es Bertwin?” el tío Hash preguntó.
Howard asintió con la cabeza, aunque se sentía inseguro de lo que en verdad esperaba encontrar. Aún si averiguaron quien era Bertwin y la origen del Proverbio de Almas Gemelas, ¿haría una diferencia? se preguntó.
El tío Hash tomó la delantera mientras bajaban al pueblo. Disminuyeron a trotar una vez que llegaron a las afueras del pueblo, pero permanecieron en los caballos, encaminándose por las calles y buscando cual quiero tipo de locación central donde quizás pudiera pedir información.
Un hombre les miró con tiento mientras pasaban y, inesperado para el tío Hash y Howard, el nombre vio el garrote en el regazo de Howard y suspiró, “El Bárbaro.”
“Espera,” el tío Hash gritó, pero el hombro volteó y corrió. “Mejor que le sigamos. Podemos explicar.”
Howard y el tío Hash persuadieron sus caballos a trotar otra vez. El hombre no estaba muy lejos cuando vieron el zócalo en la distancia. Antes que pudieran alcanzarlo, el hombre corrió en la plaza y gritó, “¡El Bárbaro! ¡Corran!” con todas las fuerzas.
“¡Paren!” El tío Hash gritó mientras entraban el zócalo. “¡No somos enemigos!”
No valía. Todos en la plaza gritaban con miedo mientras salían en estampida para alejarse del Bárbaro infame. Por medio de la muchedumbre, el tío Hash vio dos guardias reales y estaba por decir a Howard que se voltearan, cuando su sobrino dio un suspiro doloroso y aferró su mano a su corazón. Howard deslizó del caballo, resollando. El tío Hash bajó de su caballo en segundos, corriendo a su lado con la espada en mano.
“¿Qué pasa?” el tío Hash preguntó.
“Debe estar aquí,” Howard dijo.
“¿Qué?”
“El Cristal de Almas Gemelas. Lo puedo sentir o algo.”
“¿Dónde?” El tío Hash echó un vistazo en la dirección de los soldados. Hacían camino hacia ellos, pero tenían dificultad por las personas quienes todavía salían en enjambre del zócalo.
“Por allí,” Howard dijo, señalando a la derecha de la estatua en el medio de la plaza.
Sin vacilarse más, el tío Hash agarró el brazo de Howard y le ayudó a correr en esa dirección. Howard, todavía resollando, apretó el garrote que todavía cargaba en la mano izquierda, intentando recobrar el aliento. Cada vez que llegaron a una intersección, Howard siguió los latidos de su corazón, sabiendo cual camino tomar sin pensarlo.
Eventualmente, llegaron a una casita en la costa, y Howard pausó. El tío Hash volteó para mirarlo.
“Aquí está,” Howard dijo.
“Hemos llegado hasta aquí. También podríamos ver que podemos encontrar antes que los guardias nos alcanzan.”
Howard y el tío Hash corrieron a la puerta. Howard intentó abrirla, pero estaba cerrada. Sin pensarlo, levantó el garrote y golpeó la puerta vez tras vez tras vez hasta que la madera alrededor de la cerradura hizo astillas. Usando el hombro, empujó la puerta, tropezando mientras entraba la casita.
“¡Aléjense!” una mujer rolliza llevando un delantal y blandiendo un palo de amasar gritó.
Howard sentía su corazón palpitar más y más fuerte en su pecho mientras miraba el anciano y la chava atrás de la mujer. La chava, llevando un sencillo vestido de campesina, un gorro y un chal, de repente empezó a estremecerse. El hombro intentó estabilizarse mientras temblaba y jadeaba. La mujer, manteniendo el palo de amasas señalado a Howard y el tío Hash, volteó para vigilar la chava.
Howard sentía un pinchazo en su corazón mientras miraba la chava temblar, pero entonces de repente paró. Respiró profundo, su pecho estremeciéndose, y entonces levantó la cabeza. Parecía aturdida pero, cuando su expresión calmó, sus ojos cayeron en Howard.
“¿Howdy?” dijo.
El garrote cayó de la mano de Howard, golpeando con un batacazo en el piso.
“Howdy,” la chava repitió, quitando el gorro de la cabeza mientras se adelantaba dos pasos.
“¿Alita?” El nombre apenas sonó puesto que la voz de Howard entrecortó.
“¡Oh, Howard!” Alita exclamó, adelantándose de prisa.
Las lágrimas corrieron de los ojos de Howard y encontró que no podía moverse hasta que Alita corrió en sus brazos, tirando los suyos alrededor de él.
“Te sentí morir,” Howard dijo. Volteó para ver si el tío Hash en verdad estaba atrás de él, de repente preguntándose si alucinaba.
Trafford y Marna se habían adelantado también, aunque Marna había bajado su arma.
“Estaba muerta. Por un minuto,” Trafford dijo. “Mi Marna le regresó.”
“Lo siento tanto,” Alita dijo. “No sabía quién era, entonces no te podía encontrar.”
“Tenía amnesia,” Trafford dijo. Marna extendió la mano y le calló con un pinchazo en el brazo.
Howard, su corazón latiendo forzosamente contra el pecho de su alma gemela, todavía encontró que no podía hablar, agotado por la pesadilla que había vivido durante los pasados meses.
“Te sentí morir,” Howard repitió.
Alita, las lágrimas todavía corriendo por las mejillas, inclinó la cabeza para mirar a la cara de Howard. La preocupación llenó su corazón al ver la mirada hueca en sus ojos. Sin saber por lo cual había pasado, Alita entendió instintivamente que su alma gemela estaba lastimada adentro.
“Tenemos que irnos,” el tío Hash dijo, finalmente adelantándose. “Los guardias reales no pararán hasta que tengan Alita.”
“¿Es una sirvienta huida?” Marna preguntó.
“No,” el tío Hash contestó. “Es la princesa.”
Alita soltó a Howard sólo suficiente para que pudiera doblar la cabeza y mirar a Trafford y Marna. “Howard es mi alma gemela,” dijo. “Mis padres me iban a forzar a casarme con alguien más, entonces destruyeron su granja y salí corriendo.”
“¿Cómo podemos salir de Cliff Coast?” el tío Hash preguntó, ahora con más urgencia. No estaba cierto, pero había parecido que los guardias reales les acercaban por la muchedumbre mientras él y Howard estaban en el zócalo.
“Les remo alrededor de la curva de los acantilados,” Trafford dijo. “Hay algunas cuevas ahí donde se pueden esconder.”
“Tu tobillo no está en forma para remar,” Marna dijo.
“No se rema con los tobillos, querida,” Trafford respondió.
Marna se mofó pero empezó escoltar todos hacia la puerta hecha a astillas, mientras Trafford agarró una alforja, colocó el cerdo, diario y gema en ella y la dio a Alita una vez que estaba afuera. Marna se quedó cerca de la casita para buscar cualquier soldado, mientras Alita escoltó a Howard, quien todavía estaba callado a la playa, y el tío Hash ayudó a Trafford.
El tío Hash y Trafford dieron vuelta al bote de remos y lo empujaron parcialmente en el agua. Alita ayudó a Howard sentarse y entonces se unió con él. El tío Hash tiró su espada en el barco, y entonces volteó para ayudar el viejo. Trafford insistió que el tío Hash se subiera primero y entonces, mientras lanzaba el bote más, Marna gritó. Trafford volteó a ver que los soldados enjambraban alrededor de la casita y restringía a Marna.
“¡Váyanse!” Trafford gritó. “Es difícil ver la cueva, pero está ahí. Miren entre dos piedras.”
“No podemos dejar a tú y Marna,” Alita dijo.
“Doncella milagrosa, estaremos bien,” Trafford dijo. “Siempre y cuando Marna y yo estamos juntos, estamos felices pase lo que pase. Acompaña tu alma gemela.”
La cara de Alita seguía grabada con preocupación mientras miraba a Trafford renguear por la playa hacia la casita. Los guardias reales corrían a la playa, pero el tío Hash ya había agarrado los remos, usando sus fuertes brazos de granja para remarles lejos de la orilla.
Alita volteó a Howard. Puso un brazo alrededor de su espalda y colocó su otra mano en su pecho. Sintió una punzada en su pecho al sentir lo veloz que palpitaba el corazón de Howard y al ver la expresión demacrada en la cara. Cuidadosamente alzó la cara y lo besó en la mejilla.
“Te amo,” Alita dijo. “Gracias por encontrarme.”
Howard no respondió, pero Alita sintió que su corazón palpitante se calmaba ligeramente. Le abrazó más apretadamente, descansando su cabeza en su hombro.
El tío Hash, remando con todas las fuerzas, se sentía preocupado de Howard. De su propia experiencia, sabía del dolor incomparable que uno pasaba cuando se perdió su alma gemela. Pero estar reunido otra vez había parecido sacudir el ser entero de su sobrino. Esperaba que el retorno del dolor no fuera demasiado aguantar para un corazón.
El tío Hash, sonriendo a la forma de Howard y Alita sentados juntos a través del bote de remos de él, sabía que tendrían que tratar con todo poco a poco. Atacó con toda su fuerza, remando más fuerte aún, ansioso de llevar el Bárbaro y la Bibliotecaria alrededor de la curva, donde ojalá les esperara una oportunidad de seguridad.
No pierdes la conclusión emocionante de la Trilogía de Almas Gemelas en La ladrona y el contrabandista: www.amzn.com/B016LA702S
Si crees en las almas gemelas, por favor deja una reseña aquí: www.amazon.com/dp/B016L8MIXQ e inscríbete para la lista de correo de D. C. Rivers para estar notificado de libros futuros: http://eepurl.com/bBXVLn
Gracias por leer El bárbaro & la bibliotecaria.