Capítulo LXVI

SERGIO se plantó en casa de Zaida, recordaba la zona aunque no el nombre de la calle, el taxista fue siguiendo sus indicaciones a medida que se adentraban en el barrio y Sergio iba haciendo memoria. Al llegar frente al edificio pidió al conductor que parase y se apresuró a llegar hasta el portal. La médico estaba en su ONG, pero tocó al portal de la casa por si acaso. Nada. Tocó al del vecino para que le abriera. Nada. No había nadie, después de llamar a varios pisos y a punto de irse una voz en árabe le respondió, al no comprender nada no pudo decirle que le abriese porque no conseguía comunicarse con el hombre en inglés. Decidió quedarse frente al portal hasta que alguien llegase y preguntarle si sabía algo sobre la chica que vivía allí cuando junto a los cubos de basura le pareció ver unas cajas de las que asomaba una camiseta que recordaba. Abrió un poco más la caja de cartón, eran las cosas de Zaida, maleta incluida. Si habían tirado sus cosas, también su pasaporte, fundamental para poder marcharse del país. Efectivamente, rebuscando entre las bolsas, lo encontró junto a varios papeles, notas de la universidad, títulos, que también recogió. Entre tanto, una mujer salía del portal y se fue hacia ella para preguntarle por Zaida.

 

—Conoce usted a Zaida, señalándole el número del piso en el portero electrónico.

 

La mujer negó con la cabeza y miró hacia la basura mirando las cosas cosas de la chica disimuladamente El chico volvió a insistir.

 

—Perdone, ¿me entiende? La chica que vivía ahí arriba que es española. ¿Sabe algo de ella? ¿Por qué están sus cosas en la basura?

 

La mujer respondió en árabe que no sabía nada, algo nerviosa, sin que Sergio entendiese nada, y se marchó rápidamente. El chico cogió una de las cajas con algo de ropa. Parecía que no había casi nadie en el barrio y cuando volvió otra vez la cara hacia una de las ventanas del piso de Zaida creyó ver a alguien observándolo tras las cortinas. Supo que algo gordo había pasado y que nadie le diría nada. Como no sabía dónde estaba el hospital decidió volver a su ONG. Justo antes de intentar buscar un taxi de nuevo, preguntó a alguien más, había un pequeño bazar y se acercó hasta allí, la mujer también parecía no entenderle, antes de irse sacó algo a la desesperada, un billete de 50 euros y se lo enseñó a la mujer.

 

—Gente mala —en un inglés muy pobre—. Tú no volver por aquí. Extranjeros siempre buscan problemas. ¡Fuera! —tomando el billete—. Tu amiga irse a España ya.

 

Al salir de local le pareció ver a alguien mirándolo a lo lejos, un señor con traje que al percatarse de su mirada siguió andando, aunque se dijo a si mismo que no iba a caer en inventarse una trama. Podían haberla despedido y despojado de su casa automáticamente. Tal vez aquel hospital y los chicos tenían que ver algo con drogas y al darse cuenta la habían querido apartar directamente. Esta vez sí, buscó un taxi, no tardó en pasar, como si lo estuviesen esperando, y se fue de nuevo a ver cómo iba la chica.

 

Pensó en llamar a la policía, aunque ya lo habrían hecho sus compañeros. Ya se había olvidado de su labor humanitaria y sólo tenía en su mente a la muchacha, se había convertido en su única prioridad.