Capítulo IX
DURANTE el desayuno se acordó de la pequeña conversación de la noche anterior con Robert Durant y decidió no hacerse configuración mentales sin sentido preguntando a Ángela.
—Oye, estuve pensando y los tíos esos que adoptaron al chico, ¿quiénes eran? ¿Los entrevistasteis vosotros?
—No me digas que estás preocupada por eso, no pasa nada. Los papeles los tramita Olivié con Mohamed a través de asuntos sociales de aquí. En realidad no los conocemos, nosotros sólo comunicamos que tenemos un chico huérfano —mientras miraba a Olivié que parecía estar pensando en otras cosas.
—Está todo controlado —dijo Olivié—. Ellos hacen un exhaustivo control de los candidatos, fueron ellos quienes me llamaron ayer para decirnos que vendrían esos señores a llevárselo. Me alegro de que empieces pronto a involucrarte en todo, hay gente que no comprende que cuando uno viene a un sitio así es para hacer de todo.
—Muchas gracias —respondió Zaida—. Es simple curiosidad, si vamos a tener niños que van a marcharse adoptados tengo que estar al corriente. ¿Pero no es un poco raro que sean los padres adoptivos los que vengan a recoger al niño directamente? Sé de casos en los que el Gobierno de turno envía a los críos al país de acogida.
—Tal vez, pero ellos lo hacen así. Incluso puede que sea mejor porque los nuevos padres se encargan de pagarle el viaje a los chicos.
Zaida se fue para el hospital, como siempre ya había gente esperando, en un barrio y una ciudad con tanta gente pobre, si conseguían quedarse varios días en una de las camas tendrían asegurada la comida y los cuidados. Muchas veces fingían dolores abdominales y todo tipo de extrañas afecciones para las que no había una curra porque en realidad no existía la enfermedad. Había un ya bien conocido por Ángela, dolor de estómago irrefutable, sobre todo con sus medios, beber una gran cantidad de líquido gaseoso sin ingerir alimentos fingiendo un grave dolor de estómago. Cuando auscultaban al paciendo con el fonendoscopio se escuchaba un extraño ruido como si el estómago estuviese trabajando mal, pero después de un tiempo otros pacientes les habían dicho lo que los demás hacían para quedarse encamados. Durante una época pensaron que había un virus que atacaba al estómago y estuvieron muy preocupados por una posible pandemia en la zona.
Zaida seguía preocupada por el asunto de las adopciones y siguió interrogando a la enfermera a lo largo de la mañana.
—¿Y qué es eso de Naufrago del Mundo? El bebé que llegó a Sevilla tenía una nota que decía eso y que lo habían abandonado para protegerlo.
—No hagas caso de esas tonterías. Vete a saber por qué pusieron eso. Por aquí hay mucha gente desquiciada.
—¿Pero es cierto que incluso recibisteis amenazas?
—Bueno, eso decía la médica que estuvo aquí, pero si quieres que te de mi opinión, ya no podía más y empezó a ver cosas donde no las había. El bebé fue abandonado en la puerta del hospital con esa nota. Preguntamos por la zona y en un hospital de aquí nos dijeron que habían intentado matar a la chica empujándola desde un segundo estando embarazada. Tuvieron que hacerle una cesárea y cuando despertó se llevó a su hijo. No pudimos enterarnos de nada más, ni tampoco pudimos dar con la chica. Dimos parte a al policía, el problema empezó cuando la chica que estaba aquí dijo que había recibido alguna amenaza que no pudo probar. Supongo que te lo contaría Patrique, no le hagas mucho caso, también suele ver cosas donde no las hay.
La mañana transcurrió muy ajetreada, cada vez que pasaba un paciente Zaida se ponía a temblar porque no sabía con qué nueva enfermedad le saldría, sabiendo que además no tenía ni idea, obviando si lo había visto en libros o en pacientes a los que en realidad nunca trató. Cada vez que extendía una receta se echaba a temblar pensando en que tal vez esa persona pudiese morirse por su culpa al recetarle el medicamento equivocado. Ángela la reafirmaba y prácticamente era ella quien actuaba de médica, aunque la sevillana no estaba en posición de sentirse ni amenazada ni tratada como una novata porque lo era lo sabía, fue su humildad lo que mejor le hizo sobrellevar la situación. En mitad de la mañana tuvieron un nuevo caso complicado cuando un chico vino con dolor en un ojo, se había clavado una minúscula lasca de metal que le había saltado mientras soldaba una pieza sin la correspondiente máscara protectora. Fue su primera intervención en solitario con éxito. Le pidió a Ángela que sujetara al muchacho y tras limpiar la zona le retiró el trozo con unas pinzas. Sólo se asustó cuando tras retirársela salió un poco de líquido, de nueva la enfermera la tranquilizó diciéndole que era normal. Le mandaron una pomada y le taparon el ojo para evitar posibles infecciones, además darle una cita dentro de tres días y comprobar que todo iba bien.
Los pacientes encamados proseguían su recuperación, excepto el que tenía neumonía porque los fármacos no le estaban haciendo efecto. Otra pequeña proeza para Zaida fue contactar con el farmacéutico de Sevilla con el que antes de ir se había puesto en contacto para que le mandase otros medicamentos. La enfermera que pidió que especificase que la dirección de envío era el hospital porque en aduanas se habían dado cuenta de un creciente tráfico ilegal de medicamentos, genéricos, vendidos después por grandes sumas. Estaban vigilando los envíos de farmacias u otros centros médicos ya que habían llegado a hacer pedidos telefónicamente para no tener que pasarlos ellos mismos por la frontera.