Capítulo 12
Cómo ir a una ópera
En este capítulo
Cómo conseguir las mejores entradas del
teatro
Abonarse o no abonarse… ésa es la
cuestión
La inestimable ayuda de los sobretítulos
para entender la acción
Ideas para sobrevivir al intermedio y, tal
vez, hasta para disfrutarlo
Si has leído los dos primeros actos de este libro, ya sabes qué es una ópera, qué es un libreto y cómo el segundo se convierte en la primera. Has leído además un poquitín sobre historia de la ópera, acerca de los compositores que han escrito obras del género y los cantantes que las interpretan. Ha llegado entonces el momento de experimentar una representación operística en vivo y en directo.
En este punto es probable que una guía de la ópera te aconsejara probablemente que te sientes cómodamente y disfrutes. Pero ¿por qué razón deberías relajarte?
¿Acaso estás tranquilo cuando vas a lanzarte de un avión y ejecutar piruetas en caída libre por primera vez? ¿O antes de la primera noche de un apasionado romance?
¡Claro que no! Estás a punto de hacer algo nuevo, peligroso y emocionante. La ópera no es un sedante, ¡es un estimulante!
Así que, por favor: ten miedo, mucho miedo. Nosotros, tus intrépidos autores, estamos tranquilos y te llevaremos de la mano en todas las dificultades que se presenten.
La compra de la entrada
Antes de poder ir a la ópera hay que conseguir la entrada. En esta sección te daremos cuatro sugerencias para que tengas la más exitosa experiencia en tan importante asunto.
Compra con anticipación
Cuando una gran estrella de la ópera llega a
una ciudad, las entradas vuelan, especialmente las de los mejores
puestos. La mayoría de los grandes teatros de ópera ponen a la
venta sus entradas desde que se abre la temporada, es decir, con
bastante antelación.
Consulta en la página web del teatro o, en caso de duda, llama y pide información sobre disponibilidad y precios.
Entiende bien el plano del teatro
Un teatro de ópera suele ser un edificio enorme. Eso significa que tu experiencia operística variará considerablemente dependiendo de la localidad que ocupes. Cada teatro es único, pero la mayoría tiene en común los siguientes elementos:
Este esquema es válido para la mayor parte de teatros de ópera, incluidos los españoles, como el Teatro Real de Madrid o el Gran Teatre del Liceu de Barcelona.
Otros teatros cuentan también con un tipo de entradas especiales, los puestos de pie. Se trata de una área al fondo de la platea en la que los espectadores, pues eso, restan de pie. Permanecer de pie durante toda la representación puede no ser muy cómodo (¡imagínate una ópera de Wagner, que puede superar las cinco horas!), pero, en compensación, las entradas son muy baratas.
No disimules tu ignorancia
Informa al personal de la taquilla del teatro que estás comprando una entrada para asistir por primera vez en tu vida a una ópera. La mayoría de los empleados se sienten orgullosos de su organización, de modo que quieren estar seguros de que disfrutarás lo suficiente de la experiencia como para desear volver. Te explicarán amablemente las diferentes secciones de su teatro, sin olvidar los puestos de mejor visibilidad, los de mejor sonido, los de más fácil acceso al retrete, y así. También pueden darte información sobre las gangas, los descuentos o las ofertas especiales.
Piensa en abonarte
Si comienzas a tener la sensación de que
este asunto de la ópera te interesa, considera la compra de un
abono de temporada. Los hay de distintas
modalidades y algunos ofrecen la posibilidad de asistir a
prácticamente todos los títulos que se representan en ese curso.
Las ventajas de ser un abonado son considerables, empezando por el
precio, pues comprar todo un paquete de entradas para diferentes
espectáculos siempre es más barato que comprar las entradas una a
una. Además, si la localidad te gusta, puedes renovarla año a año,
ello sin olvidar que los abonados pueden recibir invitaciones para
eventos especiales, como una serie de recitales para voz y piano, o
ventajas a la hora de adquirir productos como un DVD con la última
ópera grabada en el teatro.
Las desventajas de ser abonado son pocas, pero significativas:
Sabiendo esto, tú decides. Pero antes de
abonarte, prueba la ópera en vivo. Compra entradas para algunos
títulos de estilos y características diferentes. Y si te engancha,
ya tendrás tiempo de plantearte la cuestión del abono.
Cómo prepararse, o dejar de hacerlo
Muy bien. Ya tiene tus entradas. Ahora toca prepararse para la experiencia. En esta sección te diremos qué pasos deberías seguir.
Aprende algo sobre la obra
No es necesario estudiar durante meses una
ópera antes de la representación. Pero cuanto más se conoce algo,
más se disfruta, de manera que, después de haber gastado tus euros
en una entrada, vale la pena dedicar algo de tiempo a prepararse
para la experiencia. Aquí están nuestras recomendaciones:
Ésta es suficiente preparación, a menos que quieras ser del núcleo duro de los aficionados a la ópera, que compran la partitura impresa, estudian la música e incluso la cantan durante la representación.
Duerme bien
Dormir bien la noche anterior a la
representación o, mejor todavía, echar una buena siesta la tarde
antes de la ópera es una gran idea. Te mantendrá absolutamente
despierto durante el espectáculo.
¿He de ponerme el esmoquin?
Mucha gente suele ponerse nerviosa ante la perspectiva de cómo vestirse para asistir a una ópera. Pero no vale la pena, pues lo cierto es que puedes vestirte como quieras.
En el teatro no hay requerimiento alguno o norma sobre cómo ir vestido. Nosotros, y practicamos con el ejemplo, creemos que el traje informal hace que te sientas más tranquilo y libre para concentrarte sólo en la representación, que es lo que importa.
Pero te preguntarás: ¿y todos esos hombres vestidos de camarero? ¿Y esas mujeres con sus collares de perlas y sus tocados imposibles?
Bueno, pues los hay que disfrutan de la oportunidad de llevar sus mejores galas unas pocas veces al año, pero la mayoría lo único que desean es llamar la atención. Sienten que la gente espera que se vistan de etiqueta para la ópera, porque, si no lo hacen, ¿qué dirán los amigos?
Nosotros queremos que te sientas a tus anchas con el entorno y no intimidado por éste. De modo que he aquí lo que probablemente verás en el público de una ópera:
Nota: La noche de inauguración de la temporada o de una función de beneficencia la mayoría de la audiencia viste de etiqueta. Pero entonces se trata de una ocasión especial.
Curiosamente, aquellos que van mejor vestidos a la ópera son los que menos interés sienten por el género. Van a hacer relaciones públicas. Y luego no les preguntes qué han escuchado, porque no te dirán más que tres generalidades.
Llegamos así a un punto muy importante
relacionado con el vestido. Si alguien, en cualquier momento,
muestra signos de desaprobación por tu vestimenta, haz lo
siguiente: dirígete a la persona, sonríe y pregúntale: “¿Qué piensa
usted de la resolución absolutamente asombrosa de la disonancia
retardada mediante el arpegio del acorde de tónica, al final de la
exposición de la obertura?”. Esta táctica funciona siempre.
Sin embargo, por lo general es mejor esperar a que la orquesta haya tocado alguna cosa…
La llegada al teatro
Ha llegado el gran momento de entrar en el teatro de ópera por primera vez. Es un lugar que desconcierta e intimida, tanto más cuanto que los demás parecen estar al tanto de lo que sucede. Nuestras sugerencias son las siguientes:
Una miradita al programa de mano de la ópera
El folleto con el programa del espectáculo es clave para el disfrute de la ópera que estás a punto de experimentar. Es de esperar que todo programa de mano que se respete contenga los siguientes elementos:
Todos los teatros ofrecen al menos una hoja con esta información. Ahora bien, los más sibaritas pueden optar también por comprar el programa de mano. Se trata de todo un volumen con hermosísimas ilustraciones en color que incluye la historia de la ópera en cuestión (con la lista de todas las representaciones anteriores realizadas en ese teatro en particular), ensayos críticos sobre su significado y una descripción de los personajes y de la acción de cada escena, además del libreto en su lengua original y en su traducción.
Esos libros pueden costar un ojo de la cara, pero es magnífico tenerlos. Da gusto mirar el programa y recordar la producción, aun varios años después. Y el libreto puede ayudarte a entender el curso del relato, aunque si el teatro dispone de sobretitulado no lo necesitarás durante la representación (mira el apartado “Los sobretítulos vienen al rescate” en este mismo capítulo).
La entrada del director
Ya estás instalado en tu localidad, le has echado un vistazo al programa de mano y sólo esperas que comience el espectáculo.
La intensidad de las luces disminuye, la orquesta afina y el silencio se adueña del teatro. De pronto entra el director; apenas se le ve allá abajo en el foso. Sólo son visibles su cabeza y sus hombros; atraviesa la orquesta como un velocirraptor entre la hierba alta. Cuando llega al podio (el lugar levantado al frente de los músicos) le indica a la orquesta que se ponga de pie, saluda y sonríe al público, confiado en que, por lo que se ve, podría estar en calzoncillos sin que nadie lo advirtiera.
No te avergüences si te sorprendes a ti mismo preguntándote por qué tanto ruido acerca del director. Los novatos en música se lo preguntan y hasta los músicos lo hacen en ocasiones. Encontrarás todo lo relacionado con el campo de acción del director en el Intermedio “Paseo entre bambalinas” que sigue después de este capítulo.
Ahora da la espalda al público y levanta su batuta; la orquesta está atenta. De súbito, con un rápido movimiento de la muñeca, baja la batuta y la música empieza a sonar.
El silencio de las masas: comienza la obertura
La obertura es aquella parte de la ópera en que no canta nadie. Se toca con el telón bajado para que la audiencia empiece a entrar en situación con la obra. Una obertura puede tener otro nombre (preludio, por ejemplo, o simplemente introducción), pero es la misma cosa.
Muchas oberturas, en particular las de los
primeros compositores italianos, como Gioachino Rossini, comienzan
con un fuerte acorde de toda la orquesta. Esta tradición tiene sus
razones. En el pasado, la ópera era un tumulto ruidoso; la gente
iba al teatro a charlar, murmurar y disfrutar de la compañía de los
demás, con algo de música de fondo. Se necesitaban los primeros dos
acordes de la obertura —el equivalente musical de “¡TATÁAAA!”— para
llamar la atención del público y a menudo era indispensable el
resto de la obertura para que la gente se calmara.
En los tiempos que corren es de esperar un reverente silencio del público durante la obertura. Recientemente la música se ha convertido en algo tan importante como el chismorreo.
Las oberturas pueden durar desde dos minutos (como en la muy temprana Bastián y Bastiana de Mozart) hasta quince minutos (como en los preludios de Parsifal y Tannhäuser de Wagner). Algunas intentan establecer el clima de la primera escena o de toda la ópera. Otras, como la de El murciélago de Johann Strauss hijo o la de Don Pasquale de Donizetti, ofrecen las grandes melodías de la ópera. Finalmente las hay, como las de El cazador furtivo de Weber o El holandés errante de Wagner, que constituyen una síntesis musical de la obra, como si se tratara de un poema sinfónico que, sin canto, ya te explica qué va a pasar. Estas últimas suelen ser oberturas bastante largas y desarrolladas.
Algunas oberturas (como las de El rapto en el serrallo y Don Giovanni de Mozart) se transforman en el comienzo de la ópera, pero la mayoría llegan a un triunfante y luminoso final.
Pero no todas las óperas tienen obertura. Las hay, como Tosca de Puccini o Porgy and Bess de George Gershwin, en las que la acción se inicia casi de inmediato y no por ello son menos óperas.
Ahora se levanta el telón. Si la escenografía es medio decente, el público, que probablemente aplaudió al finalizar la obertura, por regla general, volverá a aplaudir. Por fortuna muchas escenografías lo dejan a uno sin aliento. Un buen escenógrafo es capaz de hacer que te sientas en la proa de un barco, en las calles de París, en la roca de las valquirias o en todos estos lugares a la vez.
Los sobretítulos vienen al rescate
Ahora estás viendo la ópera, pero aquí surge un viejo problema: está cantada en italiano, en francés, en alemán, en ruso, en sánscrito…, pero el público, tú entre ellos, es de habla castellana. ¿Qué hacer? ¿Cantar la ópera en italiano y dejar a la audiencia en Babia? ¿O cantarla en castellano y traicionar las intenciones del compositor, destrozando de pasada la poesía? (consulta el capítulo 2 para mayor información sobre este dilema).
Por fortuna la tecnología ha provisto una solución con los sobretítulos. Éstos son diapositivas proyectadas sobre la parte superior del escenario: cada vez que un personaje canta algo aparece como por arte de magia la traducción arriba.
Los esnobs operísticos arguyen que los
sobretítulos distraen la atención. Pero el sistema funciona y se ha
extendido a todos los teatros, pues sus responsables se han dado
cuenta de que son el mejor compromiso entre la autenticidad y la
comprensión. Algunos incluso los han colocado en los respaldos de
cada localidad, para así no tener que mirar siempre hacia arriba y
poder leer más fácilmente. Además, este titulado en los respaldos
tiene una gran ventaja: es personalizable. Es decir, que a lo mejor
tienes un amigo inglés que te acompaña a la ópera y no entiende ni
el italiano ni el castellano. Pues muy fácil: se da la opción de
inglés y aparecen los letreros en tal lengua. Y si no quieres
letreros, no le das a ningún botón y la pantalla permanece en
negro.
La mayoría de los sobretítulos actuales están diseñados para minimizar la distracción. Por ejemplo, no hay cuando el significado es obvio o cuando el texto se repite.
El misterio del aplauso
¿Cuándo aplaudir? Ésta es la pregunta que más ha importunado en la historia a quienes van por primera vez a la ópera.
Uno pensaría que la respuesta es fácil: se
aplaude cuando un cantante termina su intervención (especialmente
si la última nota fue bien aguda). Pero, por desgracia, esta práctica atraería hacia ti
turbias miradas de hito en hito de buena parte del público
congregado.
En las óperas alemanas la costumbre general
es no aplaudir sino al final de cada acto. Richard Wagner fue más
allá y advirtió con toda claridad que no deseaba que la audiencia
aplaudiera sino hasta el final de su ópera Parsifal. Aunque Wagner violó su regla vitoreando
su propia música, hoy el público sigue sin aplaudir al final del
primer acto. Sin embargo, se aplaude al final de los actos segundo
y tercero, si es que se sigue todavía despierto. En todo caso, en
las óperas de Wagner, como no hay números cerrados como en las
óperas italianas (arias, dúos…), sino un flujo continuo de música,
es más difícil advertir cuándo acaba un solo y, por ende, más fácil
resistirse al aplauso.
En las óperas italianas y francesas las reglas son mucho más flexibles. Tal vez sea mejor no saltar como loco cada vez que oigas un do agudo, pero aplaude sin miedo al final de una gran aria o de un coro; el resto de la audiencia te acompañará si la interpretación ha estado a la altura.
La mejor regla general es la siguiente: en
la duda, abstente. Muy pronto verás con claridad si se espera que
aplaudas o no.
“Bravo, brava, bravi, brave!”
Otra misteriosa conducta del público es la extraña y variada colección de sílabas que los asistentes, perfectamente cuerdos en la vida diaria, emiten mientras aplauden. ¿Qué diablos están gritando?
Lo que gritan suele ser una variante de la palabra italiana bravo, que existe también en español, y es sinónimo de ¡muy bien!, ¡viva! o ¡magnífico!
Lo curioso de los adjetivos italianos es que tienen una terminación diferente según se apliquen a un sustantivo masculino o femenino, así que, para ser enteramente correctos, gritaríamos bravo para un hombre y brava para una dama. Si una mujer canta un aria magnífica y le gritas bravo, serás mirado con sorpresa.
A veces es peor. Si quieres felicitar a dos o más cantantes debes usar la forma plural de bravo que es bravi. Excepto cuando el grupo sea sólo de mujeres; entonces gritará brave.
¿Está claro?
En realidad sólo los esnobs saben cómo manejar tamaño lío. Si no estás seguro de lo que debes gritar, déjate ir con un “¡Viiiivaaaaa!”.
Sobre el abucheo…
Una variante adicional de la respuesta del público es el abucheo, por medio del cual expresa su descontento. Te sorprenderás al oír abucheos en la ópera, inclusive en gente va vestida de etiqueta.
El “¡Buuuhhh!” tiene su propia tradición; existe desde casi los comienzos de la ópera. El público italiano ha sido siempre muy franco en sus emociones, lo que es muy loable. Con todo, no te recomendamos el abucheo, puesto que sólo logra poner nerviosos a los intérpretes y que canten todavía peor. Si no te gusta la manera como alguien canta, lo único que debes hacer es no aplaudir; no serás el único.
El entreacto, o la fiesta de los esnobs
¡Oh, el entreacto! Veinticinco minutos de alta sociedad. La oportunidad de exhibir tus mejores galas, codearse con los hombres ilustres y observar a la gente con los anteojos. Personalmente preferimos aprovechar la oportunidad para cruzar la calle en busca de un bocadillo.
Ahora bien, si el entreacto es lo tuyo, te ofrecemos a continuación algunas sugerencias:
Toca, pues, volver a tu sitio a seguir disfrutando de la ópera. ¡Porque esperamos que estés disfrutando de esta experiencia! Y que a esta primera vez le sucedan otras muchas. Será la mejor prueba de que estamos haciendo bien nuestro trabajo.