NOTA SOBRE LAS FOTOGRAFÍAS
A veces las fotografías tienen un efecto raro y simple: a primera vista ves cosas que luego descubres que no están. O, mejor dicho, cuando vuelves a mirar ves cosas que al principio no captaste. En la fotografía de Milt Hinton de Ben Webster, Red Alien y Pee Wee Russell, por ejemplo, al principio me pareció que el pie de Allen descansaba sobre la silla que tenía delante, que en realidad Russell estaba fumando, que...
El hecho de que la imagen no se corresponda con lo que recuerdas es una de las virtudes de la fotografía de Hinton (o de cualquier otra, para el caso), porque, aunque retrata una fracción de segundo, la duración que captamos se alarga varios segundos antes y después de ese momento congelado para abarcar, o parecerlo, lo que acababa de ocurrir y lo que estaba a punto de pasar: Ben echándose el sombrero hacia atrás y sonándose la nariz, Red agachándose a cogerle un cigarrillo a Pee Wee...
En los cuadros reina un extraño silencio incluso en la Batalla de Inglaterra o de Trafalgar. La fotografía, en cambio, puede ser tan sensible al sonido como lo es a la luz. Las buenas fotografías tienen que escucharse además de mirarse; cuanto mejor es la foto, más hay que escuchar. Las mejores fotografías de jazz están saturadas por el sonido del tema. En la foto de Carol Rieff de Chet Baker tocando en el Birdland oímos no solo a los músicos que llenan el pequeño escenario del encuadre, sino también la charla de fondo y el tintineo de los vasos del club. De igual modo, en la foto de Hinton oímos a Ben pasando las páginas del periódico y el roce de la tela cuando Pee Wee cruza las piernas. Si tuviéramos los medios para descifrarlas, ¿no podríamos ir todavía más allá y usar fotografías como esta para escuchar lo que se estaba diciendo? O incluso, ya que las mejores fotografías parecen prolongarse más allá del momento que describen, lo que acababa de decirse, lo que estaba a punto de decirse...