PARTE SEGUNDA
Los seres humanos desean una vida de dignidad y autor realización. Sin embargo la vida nos asesta golpes crueles que nos distraen de esas metas. La sociedad nos enseña a actuar de un modo incompatible con esos objetivos.
Como resultado, el mundo está lleno de gentes que no reconocen su propia fuerza, o que han aprendido a actuar con un estilo inferior porque se creen inferiores. Juzgan imposible la expresión de algunas emociones, como la cólera o la ternura, y a veces ni siquiera las sienten. Se inclinan humildemente ante los deseos de los demás y encierran los suyos en su interior. Como no poseen el control de su propia vida, cada vez se sienten más inseguros. Y aceptan ese estado de inseguridad.
En términos psicológicos decimos que tienen una personalidad inhibida. Creen tener mil razones para no actuar, y diez mil razones para rechazar la intimidad. Carentes de autosuficiencia, viven la vida según las reglas y caprichos de otros. No saben quiénes son, qué sienten, ni qué quieren.
En contraste con ellos, los que tienen una personalidad excitativa (o activa) no temen a sus sentimientos. Ni les asusta la intimidad ni el combate; actúan por fuerza. El hombre excitativo sabe quién es, qué quiere. Es asertivo, afirma constantemente su personalidad.
Con frecuencia, la víctima de la inseguridad no la reconoce como un problema emocional. Justifica su pasividad y temor con excusas: «Si le replico, mi marido se enfurecerá conmigo», «Si me niego a hacer esto, ella no me querrá», «Mi jefe me despedirá si le pido un aumento, ¿por qué molestarme en intentarlo? Seguro que fracaso». Indudablemente, esas personas sufren las tristes y graves consecuencias de su inseguridad: falta de desarrollo personal y de éxito, relaciones rudimentarias, angustia mental y síntomas psicosomáticos que van de la fatiga y la migraña a las úlceras y la impotencia.
Esta conducta, con sus consecuencias infortunadas, se aprende. Y, aun cuando represente un esquema de vida neurótica, es posible olvidarla.
Usted puede hallar respuesta a sus problemas en una nueva técnica científica conocida como Aprendizaje Asertivo, mediante la cual, al cambiar sus actos, cambia sus actitudes y sentimientos hacia usted mismo. El Aprendizaje Asertivo (al que a partir de ahora llamaremos AA) parte de esta premisa: usted ha aprendido formas de conducta insatisfactorias que han hecho de usted una persona infeliz e inhibida, temerosa del rechazo y de la intimidad con otros, e incapaz de defender sus derechos. El AA se propone enseñarle directamente el arte de una comunicación más profunda con los demás, un enfoque activo de la vida y el dominio propio. Lo mismo que se ha entrenado a sí mismo (o ha sido entrenado) para ser un neurótico, ahora puede adiestrarse para ser normal.
TERAPIA DE LA CONDUCTA Y APRENDIZAJE ASERTIVO
Durante más de un siglo, los científicos han llevado a cabo miles y miles de experimento— al estudiar muchas formas de conducta, aprendiendo en el proceso que la conducta obedece a la ley, que sigue ciertas reglas. Así adquirieron el conocimiento de que, bajo ciertas condiciones, la conducta puede cambiarse, y que esas leyes de cambio de la conducta tienen aplicación práctica en los problemas de los seres humanos.
Hace unos veinticinco años, este conocimiento de la conducta se aplicó por primera vez en el tratamiento clínico con la introducción de la terapia de la conducta, una nueva técnica radial —del latín radix, que significa raíz— con la premisa de que lo que usted hace influye en quién es y en cómo se siente acerca de si mismo. Cambiando los síntomas de la conducta neurótica, usted se cambia a sí mismo.
Hasta el nacimiento de la terapia de la conducta —a la que a partir de ahora llamaremos TG— la conducta per se tenía muy poca importancia en el tratamiento terapéutico. Hasta hace veinticinco años, todos los métodos de tratamiento partían de Freud y aceptaban la idea de que las personas son fundamentalmente impotentes hasta que tienen conocimiento de los conflictos, fuerzas y fantasías que residen en el inconsciente, y los traumas infantiles que dieron lugar a días. Los terapeutas orientados hada el psicoanálisis dicen que lo que usted es en el inconsciente influye en lo que usted hace. Su conducta refleja simplemente su inconsciente.
La TC cambió esta norma tradicional. Mientras que di psicoanálisis pregunta: «¿Por qué es usted así?», la TC pregunta: «¿Qué podemos hacer para cambiarle ahora?». La TC toma el problema del individuo tal como existe en la actualidad, identifica la conducta específica que se debe cambiar con el fin de resolver sus dificultades, e intenta sistemáticamente transformar esa conducta basándose sobre todo, aunque no exclusivamente, en métodos derivados de la psicología del aprendizaje, el condicionamiento y el análisis de las conductas observables, que pueden contarse y medirse, antes que en procesos, impulsos o conflictos del inconsciente. Si no tiene lugar el cambio deseado, el terapeuta de la conducta da por sentado que él está haciendo algo mal, y evalúa de nuevo y revisa su enfoque hasta obtener el resultado deseado.
La TC no está en conflicto directo con Freud, Jung u Horney. Pero afirma que el pasado es irrelevante en el proceso de cambiar a una persona, y que la gente no necesita mostrarse pasiva e impotente frente al inconsciente.
La TC cree que, si usted ha aprendido una serie de fobias en ciertas situaciones —ya sean impersonales, como ir en avión, o interpersonales, como el temor al rechazo— puede ahora cambiar su conducta de modo que responda sin temor. La TC afirma que puede librarse de hábitos que no desea, como el de comer con exceso, o el de entregarse obsesivamente a la idea de que todos le rechazan, y reemplazarlos con los hábitos que desea. La TC dice que usted {Hiede liberarse de la tensión, suplantándola por la serenidad.
En este libro trataremos todas estas conductas, pero daremos sobre todo importancia al arte de relacionarse con las personas y el mundo que le rodea. A esta área de TC la llamamos Aprendizaje Asertivo.
LA PERSONALIDAD ASERTIVA
Si miramos un diccionario, vetemos que el verbo «aseverar» significa: declarar o afirmar positivamente, con seguridad, con sencillez, o con fuera.
En términos terapéuticos esto sólo supone una explicación limitada. La persona realmente asertiva posee cuatro características.
Se siente libre para manifestarse. Mediante palabras y actos hace esta declaración: «Éste soy yo. Esto es lo que yo siento, pienso y quiero».
Puede comunicarse con personas de todos los niveles —amigos, extraños y familiares— y esta comunicación es siempre abierta, directa, franca y adecuada.
Tiene una orientación activa en la vida. Va tras lo que quiere. En contraste con la persona pasiva, que aguarda a que las cosas sucedan, intenta hacer que sucedan las cosas.
Actúa de un modo que juzga respetable. Al comprender que no siempre puede ganar, acepta sus limitaciones. Sin embargo, siempre lo intenta con todas sus fueras, de modo que, ya gane, pierda o empate, conserve su respeto propio.
En la actualidad la conducto asertiva es la meta de todos los terapeutas. Cuando se consigue, produce una impresión de movimiento y lleva a una existencia más apasionante a causa de las relaciones personales más íntimas y más profundas.
Debido a una serie de factores ambientales y condicionales confusos, la aserción se luí convertido en un problema nacional.
Padres, maestros, clérigos y hombres de negocios han conspirado inconscientemente para producir una nación de tímidos. Durante la infancia, muchos padres censuran al niño que osa defender sus derechos, y así truncan de raíz la seguridad del niño en sí mismo. Los maestros premian al estudiante que no discute el sistema educativo, y tratan con dureza a los que se resisten a él. En la mayoría de los casos, la Iglesia fomenta más la idea de humildad y sacrificio que la de defensa de los propios derechos. Casi todo empleado aprende, al principio de su carrera, que si protesta no es probable que reciba un aumento o un ascenso, y que incluso puede perder el empleo. Adoptada en la oficina, esta actitud se extiende a la vida familiar y social.
Por otra parte, la gente aprende que, para avanzar, es aceptable y con frecuencia incluso necesario, pasar sobre los demás. Como dijo Leo Durocher: «Los chicos listos llegan antes». Si consideramos seriamente esta herencia cultural tan confusa, casi todas las acciones e interacciones están cargadas de inseguridad.
El aprendizaje inadecuado se interfiere en ocasiones con la aserción o la afirmación adecuada. Usted se siente condicionado por ciertos temores. Pueden ser temores sociales, como el de verse desairado o rechazado; o temores internos, como el temor a la ansiedad, a una manifestación de cólera o a sentir ternura. Cuando uno teme ciertas situaciones tiende a evitar las circunstancias que las producen, inhibiendo así la conducta asertiva y situando la vida más allá del control activo. Por ejemplo, una muchacha de dieciséis años, a» un caso temporal de acné, se queda sin pareja en el baile de la escuela superior. A los diecisiete, y con el cutis perfectamente sano, se va a la universidad, pero el dolor de aquel plantón le afecta toda la vida. Rehúye toda ocasión de intimidad por temor a que se repita el incidente.
Muchas personas tienen un concepto erróneo de la aserción, confundiéndola con la agresión y diciéndose a si mismos que «la agresión siempre es mala». No consiguen distinguir entre ser apreciado y ser respetado. Confunden la diferencia esencial de ser egoísta en el mal sentido y egoísta en el buen sentido (la clase de egoísmo que hizo decir a Walt Whitman: «Canto a mi propio yo, una personalidad independiente»).
A algunos les falta aserción porque no han adquirido ese arte mediante la experiencia y la práctica. Pasados por alto en favor de otros que no tienen más talento que ellos, continúan años y años en el mismo empleo porque no conocen el método de conseguir ascensos. Algunos son incapaces de resistir abusos y desaires porque desconocen las respuestas con las que contraatacar a tal conducta (éstas las presentaremos en el Capítulo IV). Otros responden sí a una petición cuando no quieren dar una respuesta afirmativa, y lo hacen porque nunca han aprendido el arte de decir no.
En el AA, el terapeuta actúa como un maestro, con el propósito de ayudar al paciente a comprender qué hay de malo en su estilo de vida y cómo cambiarlo. Dando poca importancia al inconsciente, el AA recalca dos factores: (1) la identificación de las conductas esenciales que necesitan transformación, ya sea el temor a la intimidad o la carencia de la habilidad necesaria en el empleo; y (2) el planeamiento, junto con el paciente, de un programa sistemático para conseguir los resultados vitales que desea.
EL FUNDAMENTO TEÓRICO DEL APRENDIZAJE ASERTIVO
Para comprender el fundamento teórico del AA, usted debe estar enterado de las teorías eruditas de Ivan Pavlov.
En los Estados Unidos, el fisiólogo ruso es conocido sobre todo por su experimento de principios del siglo XX con el perro, Ja carne y la campana. Demostró que la conducta (en este caso la salivación) originada por la presencia de un estímulo (la comida) podía ser originada por otro estímulo (la campana) si éste se emparejaba con la comida (poder de la carne). Finalmente, bastaba con la campana para obligar al perro a salivar. A este nuevo reflejo aprendido se le llama un reflejo condicionado. Este famoso experimento ha dado a muchos una falsa impresión de la psicología pavloviana, de tal modo que la consideran una aplicación mecánica y limitada a los conceptos de la conducta humana.
En realidad, Pavlov se proponía determinar las características del sistema nervioso que permitían que tanto los animales como las personas se comportaran adaptándose a las condiciones cambiantes en el ambiente.
En sus formulaciones biológicas descubrió que el sistema nervioso tenía dos aspectos:
(1) Hay una parte heredada en el sistema nervioso. El proceso evolutivo ha determinado que el sistema nervioso está estructurado de tal modo que ciertos estímulos generan ciertas respuestas. Así, al estímulo de la comida el perro responde con la salivación porque eones de evolución han hecho que esto forme parte integral de su sistema nervioso. Lo mismo ocurre cuando la pupila del ojo se modifica en respuesta a la luz.
El sistema nervioso humano contiene también ciertas características que influyen en la personalidad. Los psicólogos la denominan «temperamento». Son fuerzas biológicas que afectan a la sensibilidad a los estímulos, al nivel general de energía y a la tendencia á ciertos estados de ánimo, como la depresión y la agresividad. Este temperamento heredado hace que algunas personas reaccionen con mayor rapidez e intensidad que otras, Pero el hecho de que las características temperamentales estén cimentadas en el sistema nervioso no significa que no puedan verse afectadas, modificadas y cambiadas por las experiencias vitales.
Y Una persona debe vivir en relación activa con su ambiente, y responder a los cambios del mundo exterior con cambios en su sistema nervioso. Al cambiar la situación, usted aprende a cambiar. Esto es lo que quería decir Pavlov al hablar del reflejo condicionado.
Lo más importante de los descubrimientos de Pavlov fueron sus conceptos de las fuerzas excitativas e inhibitorias, y su acción recíproca.
Excitación es el proceso cerebral que exalta la actividad y facilita la formación de nuevas respuestas condicionadas.
Imbibición es un proceso desalentador que disminuye la actividad y el aprendizaje de algo nuevo.
Desde la época de Pavlov, tres teóricos —Andrew Salter, el doctor Joseph Wolpe y el doctor Arnold Lazaras— han desarrollado diversos conceptos del AA que surgen, directa o indirectamente, de la perspectiva pavloviana.
Andrew Salter, importante psicólogo de Nueva York y fundador de la moderna terapia de la conducta, utiliza los conceptos pavlovianos de excitación e inhibición como base para el tratamiento de desórdenes nerviosos. Cuando dominan las fuerzas excitativas, la gente se siente orientada hacia la acción y emocionalmente libre. Se enfrentan a la vida según sus propios términos. El dominio de las fuerzas inhibitorias produce personas desconcertadas y acobardadas que sufren de lo que podríamos llamar «estreñimiento de las emociones». Prácticamente carentes de autosuficiencia, siempre están haciendo lo que no quieten hacer. Pata la buena salud psicológica ha de existir un equilibrio adecuado de procesos excitativos e inhibitorios en el cerebro.
Según Andrew Salter, el neurótico siempre sufre un exceso de inhibición.
La terapia sirve para crear y reforzar los procesos excitativos, determinando así un equilibrio nuevo en el que éstos puedan dominar el funcionamiento del cerebro. Esto se consigue haciendo que el paciente actúe deliberadamente de modo excitativo. Sus actos aumentan el nivel de excitación en la corteza cerebral, hasta que se establece un nuevo equilibrio espontáneo entre la excitación y la inhibición, y la nueva conducta se convierte en parte «natural» de la persona. De modo que al principio hay un cambio en la conducta, lo que a su vez cambia la biología del cerebro, lo que por su parte influye en toda la psicología y personalidad del paciente. Salter describe a la persona excitativa como «...directa». Responde sinceramente a su ambiente... Toma decisiones rápidas, y le gusta la responsabilidad. Sobre todo, la persona excitativa se halla libre de ansiedad. Es realmente feliz.
El doctor Joseph Wolpe, catedrático de psiquiatría y director de la Unidad de Terapia de la Conducta en la Escuela de Medicina de la Universidad Temple, define la conducta asertiva como «...la expresión adecuada de cualquier emoción, que no sea la ansiedad, hada otra persona». Debido a sus temores interpersonales tal vez usted sea incapaz de quejarse por el mal servido en un restaurante, de contradecir a le» amigos con los que no está de acuerdo, de levantarse y abandonar un acto social que le resulta aburrido, de reñir a un subordinado o expresar afecto, aprecio o alabanza. El propósito del doctor Wolpe consiste en reducir las ansiedades y temores interpersonales que le impiden hacer tales cosas y lo lleva a cabo mediante la aplicación clínica de su «principio de inhibición recíproca», que ha llegado a ser una de las piedras angulares de la terapia de conducta. El principio declara: «Si se puede provocar una respuesta inhibitoria de ansiedad en presencia de estímulos que evocan la ansiedad, eso debilitará el lazo entre dichos estímulos y la ansiedad».
Así, en el tratamiento terapéutico del AA, el doctor Wolpe enseña a sus pacientes a responder a situaciones sociales con cólera, afecto o cualquier otra emoción que inhibe o contrarresta la ansiedad. En las sesiones del AA, Wolpe hace que el paciente estimule las situaciones que provocan la ansiedad mediante la interpretación de diversos papeles. Luego entrena al paciente para que exprese sentimientos que no sean de ansiedad durante la actuación. Cada vez que el paciente interpreta una escena con éxito, debilita el lazo entre los estímulos sociales y la respuesta cargada de ansiedad, hasta que la ansiedad desaparece por completo. A medida que el paciente aprende a hacerlo consigue aplicar ese adiestramiento a una situación real, y su conducta se hace más asertiva.
Desde el punto de vista sociopsicológico, el doctor Arnold Lazarus, catedrático de Psicología y director del programa de Psicología Clínica en la Escuela Graduada de Psicología Profesional y Aplicada de la Universidad Rutgers, destaca la «libertad emocional» como «...el reconocimiento y expresión adecuada de todos y cada uno de los estados afectivos». Saber lo que usted siente no es suficiente; debe expresarlo, y expresarlo adecuadamente. La conducta asertiva emerge como ese aspecto de la «libertad emocional» que se refiere a la defensa de los propio» derechos. Esto supone: (1) conocer sus derechos; (2) hacer algo al respecto; (3) hacerlo dentro del marco de la lucha por la libertad emocional.
El que no sabe defender sus derechos tiene poca libertad, se siente incómodo y temeroso y, en su hambre de libertad, puede mostrarse a veces «rencoroso y desagradables, con estallidos fuera de tono. Para tales personajes, el AA consiste en enseñarles a distinguir sus derechos legítimos, así como a defenderlos e impedir que les sean usurpados. El doctor Lazaros cree también que parte del reconocimiento de sus derechos supone el reconocimiento de 'los derechos de los demás y el respeto a los mismos.
Sea cual sea la teoría y el método individual de terapia, el AA ofrece do— supuestos:
1. Lo que usted hace sirve como base para su concepto de si mismo. Cuanto más defienda sus derechos y, actúe de modo que se respete a sí mismo, mayor será su autoestimación.
De aquí mi ecuación básica:
Aserción = Autoestimación
En realidad, esta fórmula se deriva de la presentada por William James, que ofrecía esta ecuación:
Éxito

Autoestimación =
Pretensiones
La fórmula de James contiene dos partes. La primera se refiere a lo que usted ha de hacer con objeto de conseguir éxito, y supone la adquisición del trabajo y artes sociales necesarias para este propósito. La parte de pretensiones se refiere a sus propias metas (es decir, hasta qué punto se propone triunfar) y supone elección y decisión, ya que James comprendía que las personas pueden tener muchas metas irreales y en conflicto, y que la consecución de una meta habrá de ser a costa de la supresión de otra. Él aconsejaba: «El que busca su yo más auténtico, más fuerte y más profundo, debe repasar la lista (de metas posibles) y elegir cuidadosamente aquella en la que arriesga su salvación».
En esencia, James quería decir que usted sólo puede realizarse si acepta ciertas limitaciones, y que su autoestimación será igual al grado en que usted triunfe en esa realización. Cierto número de teóricos han elaborado desde entonces a partir de ese punto, que sirve como piedra angular de la teoría psicoanalítica avanzada por Karen Homey.
Sin embargo, desde la época de James, el mundo se ha hecho más complejo y más cínico. Debido a factores que escapan a nuestro control, usted puede hacerlo todo bien y sin embargo no conseguir el éxito En la AA, la meta se ha trasladado del producto final (el éxito) al proceso (es decir: cómo actúa usted en su intento por lograr el éxito) y las conductas involucradas en esos intentos constituyen las que llamamos «asertivas». El mismo acto de seleccionar una meta dice: «Éste soy yo. Esto es lo que quieto». El acto de marchar hada una meta exige una orientación activa, el dominio de las situaciones reales y del propio yo. Las metas más personales exigen la comunicación franca con los demás. El nivel al que usted haya logrado afirmarse decidirá el nivel de su autoestimación.
La diferencia entre la fórmula de James y mi ecuación del AA está en el énfasis que se da al éxito real. La fórmula del AA afirma que, mientras usted actúe asertivamente, conserva su autoestimación. Puede fracasar, sentirse desilusionado y frustrado, pero no pierde la esencia de su respeto por sí mismo. Este concepto puede utilizarse como criterio para la conducta asertiva. Si tiene dudas sobre si fue asertivo un acto específico pregúntese si aumentó su respeto propio, por poco que fuera. Si lo hizo, fue asertivo. En caso contrario, no lo fue.
2. Las conductas no existen aisladas, sino que interactúan mutuamente formando esquemas que llamamos la organización psicológica. En distintos momentos de nuestra vida, la conducta tiene propósitos distintos.
LA ORGANIZACION PSICOLÓGICA
Infancia. El niño cuenta con sus padres como base para su seguridad. Cuando la dependencia infantil resulta afortunada, el niño tiene la fuerza y seguridad necesarias para reestructurar su organización psicológica y pasar así a la adolescencia. Algunas personas no consiguen Hacerlo. Pasan por la vida conservando las metas y hábitos de la infancia, buscando padres en todas las personas y, en algunos casos —a veces de modo muy obvio, y otras veces más sutil— representando el papel del niño exigente. Estas pobres alma» buscan a un «buen padre» en el cónyuge o en un amigo que les consuele en sus penas y les dé el amor generoso que toda madre concede a su hijo. Quieren ser amados por lo que son —aun sin saber qué son— más bien que por lo que hacen. Esta exigencia no puede ser satisfecha, y tales personas siempre van por la vida heridas y desilusionadas.
Adolescencia. El adolescente se crea una nueva organización de conducta en la que su meta se transforma en la de ganar seguridad entre sus pares, más que junto a sus padres. Esta seguridad proviene del hecho de formar parte de un grupo y contar con Ha aceptación y aprobación del mismo. Algunas personas ya no saben pasar de esta etapa. Pertenecer al grupo sigue siendo para ellos el fundamento de la seguridad. El que así obra nunca sale de la adolescencia. Será siempre un ser inhibitorio, porque nunca alcanza su propia identidad fuera del grupo, se preocupa por lo que los otros puedan pensar, y decide su propia conducta por las ideas de los demás, porque los pensamientos negativos de los demás pueden hacer que el grupo le rechace.
Edad adulta. Al terminar la adolescencia tiene lugar un cambio. El adulto no necesita al grupo para la seguridad. En cambio, su vida suele centrarse en torno a un pequeño número de personas: algunos amigos íntimos, un amigo del sexo opuesto. Eventualmente, este núcleo se reduce y la base de su seguridad se centra en una persona específica. En ese punto se desarrollan relaciones más profundas y permanentes, una de las cuales puede llevar al matrimonio. La relación íntima con otra persona sirve como base para hallar y expresar la auténtica individualidad de uno, tanto dentro de esa relación como en la vida en general. Algunos terapeutas consideran esto como el pináculo.
El individuo completo. Otros terapeutas creen que todavía es necesario dar otro paso más en la organización psicológica, es decir, el paso de la seguridad que se basa en otro ser humano a la seguridad basada en el respeto propio. Esto tiene sus raíces en este modo de sentir: Conozco mis deseos y valores, pero siempre estoy dispuesto a reevaluarlos y a cambiarlos. Quiero sentir profundamente, actuar con firmeza, relacionarme íntimamente con los demás, y, sin embargo, tener conciencia del dominio de mí mismo.
Para lograr ese estado del individuo completo, usted debe comprender que si cambia una conducta, cambia también toda una serie de conductas relacionadas. Así como aprende nuevas habilidades, y cambia sus actos, pueden cambiar sus sentimientos y todo el esquema de su organización psicológica. De este modo, el Aprendizaje Asertivo es capaz de producir todo un nuevo estilo de vida.
CASO
Cuando Seth Elwyn, ingeniero civil de treinta y siete años, y dos veces divorciado, acudió a mí por primera vez, me dijo: «¡Ayúdeme! Estoy saliendo con una chica con la que me gustaría casarme, pero me temo que fracasaré otra vez», Seth representaba el ejemplo perfecto del hombre inseguro. Al crecer en un ambiente casi exclusivamente femenino formado por una madre dominante, cinco hermanas y un padre «tranquilo e introvertido» que «no representaba ningún papel en mi vida», había aprendido un esquema de conducta sumisa. Ya adulto, apenas pedía nada para sí mismo. En su trabajo accedía a todas las demandas de su jefe por irrazonables que fueran, y había muchas. A los veintidós años se casó «con una fiera». «Siempre estaba atacándome y yo lo aguantaba todo. Al cabo de dos años me dejó», recordaba Seth. Cuando se casó con la esposa número dos, también ésta se lanzó a explotarle sin misericordia. Después de trabajar con un horario de cincuenta horas a la semana en el despacho, más el tiempo extra en casa, Seth pasaba la aspiradora por toda la casa y hacía la compra, aunque su esposa no trabajaba. También ella se largó diciendo:
«He intratado provocarte para ver si dabas señales de vida, pero no lo he conseguido. Te traten como te traten, jamás te enfureces ni devuelves los golpes.»
Ese último sarcasmo era cierto. Seth jamás había aprendido a expresar cólera. Como resultado, se había desarrollado en él el temor a la cólera que, como todo temor, le llevó a una conducta de evitación. Su necesidad de evitar la cólera era tan grande que ni siquiera se permitía una experiencia subjetiva de ella. Esto tenía como consecuencia el que jamás reconociera las situaciones en las que los demás le explotaban o rebajaban. Como no se daba cuenta de las situaciones, no podía afirmar su propia identidad. De modo que todos le trataban mal y le perdían el respeto.
Después de estudiar a Seth en unas sesiones individuales de AA, me decidí por la terapia de grupo con dos metas de tratamiento: (1) enseñarle a expresar cólera; (2) enseñarle a reconocer las situaciones en que le explotaban y rebajaban, y cómo defender sus derechos en esos casos. Durante las sesiones semanales de grupo, Seth representaba el papel del hombre furioso en circunstancias imaginarias, así como en situaciones pasadas y presentes de su propia vida. Cuando aprendió este arte, disminuyó su temor a la cólera y ya no tuvo necesidad de inhibir sus sentimientos de furia. En cada sesión de grupo, un miembro le hacía a Seth una petición irrazonable o bien un desprecio. Así tenía Seth la oportunidad de aprender a manejar estas situaciones y, una vez lo aprendió, utilizó esta capacidad asertiva en su vida real. Se defendió ante su amiga, sus hermanas, su jefe.
Durante el tratamiento Seth volvió a casarse y más tarde me informó con orgullo: «Tuvimos tina pelea terrible y yo me enojé muchísimo». Algunas sesiones después, dijo en tono triunfante: «Este matrimonio es distinto. En éste sí participo».
En la última sesión, Seth nos presentó dos problemas específicos de aserción, uno relacionado con su esposa y otro con su jefe. El grupo quería trabajar sobre el primero pero, con voz firme, Seth anunció: «Me preocupa más el problema del empleo. Ataquemos éste». Tan natural y firme fue su declaración que el grupo accedió inmediatamente. Cuando yo indiqué cómo había defendido Seth su opinión, hubo un momento de silencio antes de que los miembros del grupo estallaran en aplausos.
En la terapia analítica, esta clase de persona sude hacer progresos muy lentos. El análisis recalca sobre todo el sentimiento, y, si no hay sentimientos con los que trabajar, el progreso es lento. Con Seth hubiera resultado muy fácil formular sus problemas en términos de estímulos sexuales reprimidos por haber creado en un ambiente tan femenino, y quizás en términos de conflictos inconscientes referentes a su identidad sexual. Sin embargo, yo estaba convencido de que el problema se resolvería poniendo remedio al déficit en conducta y enseñándole a sentir, no mediante la discusión oral, sino a través del adiestramiento y la acción deliberada. Al defender sus derechos en situaciones sin importancia, se sintió una persona fuerte. Esto hizo que se diera cuenta de que cuando no se defendía, se sentía deprimido y varío. El cambio en los sentimientos siguió al cambio en la conducta.
En el curso de ocho meses cambiaron las relaciones de Seth con los demás, su comprensión emocional y su concepto de sí mismo. Desde entonces ha conseguido aumentos de sueldo y un ascenso, y ha sido capaz de supervisar a otros. Su tercer matrimonio está 6Íendo un éxito. Seth aún tiene un largo camino que recorrer, pero está aprendiendo ya en las situaciones de su propia vida, no en situaciones terapéuticas.
LA ESPIRAL NEURÓTICA
La onducta inadecuada en un área tiene repercusiones en otras de su organización psicológica, lo que hace surgir ansiedades, tensiones o depresiones adicionales e influye en su sensación de confianza en otras situaciones. A este efecto de remolino le llamo yo la espiral neurótica. Por ejemplo, por temor a perder su empleo usted pone en marcha toda una nueva serie de dudas:
—¿Qué me ocurre de malo?... No sirvo para nada... Nunca tuve éxito—. Estos pensamientos, a su vez, condicionan una serie de conductas equivocadas, que, a su vez, refuerzan los temores y dudas, que producen otra conducta todavía más equivocada... y así resulta imposible salir de esa espiral:

Ciertas señales de que tal vez usted se halle descendiendo por esta espiral neurótica en relación con la aserción son:
Usted se muestra constantemente conciliador con los demás, porque teme ofenderles.
Permite que los otros le impliquen en situaciones que no son de su agrado.
No puede expresar sus deseos legítimos.
Cree que los derechos de los demás son más importantes que los suyos propios.
Se siente tímido ante los superiores y representantes de la autoridad.
Se ofende con tanta facilidad por lo que los demás dicen y hacen, qué se inhibe a sí mismo de continuo.
A menudo se siente muy triste y no sabe por qué.
Se deja siempre dominar por los demás, porque nunca ha aprendido a defenderse.
Se siente solo porque no tiene relaciones íntimas en su vida.
Se siente inferior porque es inferior, limita sus experiencias y no utiliza todo su potencial.
Cambiando su conducta, lo que a su vez cambiará sus ideas y sentimientos, puede recorrer a la inversa esa espiral. Al hacer las cosas de modo distinto, se siente más idóneo. Disminuye su resentimiento, cólera y temores, y crece su autoestimación. Esto es lo que sucedió con Seth Elwyn, el tímido con dos ex esposas. Cuando se convirtió en un ser humano asertivo, comenzó a apreciarse a si mismo.
Debido a su efecto en las otras conductas, hasta el cambio de una conducta insignificante, puede dar, al parecer, la vuelta a la espiral e iniciar un impulso hacia arriba.
CASO
Un analista de valores, hombre de éxito y que viajaba mucho en el curso de su trabajo, solía permanecer despierto horas y horas durante la noche, pensando obsesivamente qué sucedería si, después de una reunión matutina en alguna ciudad desconocida, tuviera que irse a almorzar con los hombres de negocios con los que se hallara trabajando y charlar con ellos. Esta preocupación afectaba a su trabajo. La terapia demostró que apenas conocía el significado de las palabras «conversación intrascendente», y mucho menos el arte de contar un cuento. Mediante el AA le enseñé el arte de relatar historias. Del mismo modo que estudiaba estadística e informes a fin de prepararse para una reunión, aprendió a disponer de un repertorio de anécdotas para esas sesiones a la hora del almuerzo. Una vez dispuso de ellas, su carácter se transformó de ansioso en espontáneo, y pocas veces tuvo que utilizarlas. Dejó de sentirse deprimido y pudo dormir tranquilamente por la noche. «Mi esposa dice que soy como el hombre con él que se casó hace veinte años», me confió, muy satisfecho.
CASO
Sally Jones vivía en un estado de preocupación crónica, creyéndose siempre el chivo expiatorio. Un día regresó a la oficina después de un almuerzo solitario («La gente siempre me echa la culpa de todo, así que me resulta más fácil estar sola») y el director del negocio la recibió a gritos: «¡Ha dejado toda revuelta la sala de copias!», la acusó injustamente, engañado por una mala información.
Sally empezaba ya a defenderse con un «Yo no estuve hoy en la sala de copias...», cuando, justo a tiempo, recordó su AA y le dijo a su jefe: «Ahora tendrá que disculparse conmigo».
Atónito ante su cambio de modales, el jefe se echó atrás: «¿Disculparme por qué?». A lo que Sally repuso con firmeza: «Por haberme gritado por algo que yo no hice»;
Recibió sus disculpas y comprendió que, si se había defendido asertivamente ante una injusticia, también podía hacerlo en otras ocasiones... y lo hizo. Como resultado, no sólo cambiaron sus relaciones en el trabado, sino que empezó a ir a almorzar con los demás y a hacer amigos. Una simple contestación, conseguida al cabo de seis meses del AA, le permitió ganar su autoestimación.
Aunque pueda parecérselo a los no iniciados, en AA no es sencillo ni simplista. Repito: la alteración de una conducta aparentemente trivial puede tener un enorme impacto en las relaciones con los demás y en la imagen que uno tiene de sí mismo. El AA estudia conductas de diversa complejidad.
El primer nivel se refiere a conductas elementales, como establecer contacto visual, permanecer erguido, hablar con una voz lo bastante alta para que la oigan los otros. Un déficit en estas áreas puede tener consecuencias trascendentales. Por ejemplo, si usted no mira al otro al hablar, descubrirá que pierde contacto rápidamente. La voz se hace más monótona, la comunicación es vaga e indirecta. Al otro le cuesta seguirle, se aburre, se enoja. Aunque los pacientes que experimentan esta dificultad tienen por lo general Otros muchos problemas de aserción, el simple hecho de entrenarse para establecer el contacto visual determinará por sí mismo cambios importantes.
El segundo nivel se refiere a las artes básicas de la aserción: la capacidad de decir no cuando se quiere decir no, y sí cuando se quiere decir sí, de pedir favores o hacer cualquier petición, de comunicar sentimientos y pensamientos de un modo abierto y directo, de rechazar los desaires, de controlar situaciones tales como la dieta y los buenos hábitos de trabajo.
El tercer nivel se refiere a su conducta en interacciones más complejas con otras personas: conducta de adaptación en situaciones de trabajo, capacidad para formar y mantener un círculo social, el logro de amistades personales íntimas.
Cambiar estas conductas específicas puede cambiar el modo en que los demás reaccionen ante usted, el modo en que usted se mira a sí mismo e incluso su estilo de vida.
Antes de pasarme a la terapia de conducta, me dediqué durante veinte años a la psicoterapia tradicional Puedo comprender, por tanto, que muchas personas juzguen a menudo difícil ajustarse al enfoque empírico de la TC y sus programas del AA. Hacen preguntas pertinentes, que merecen respuestas pertinentes.
P. ¿Qué le parecería llegar hasta la raíz del problema que determina esa dificultad psicológica? ¿Puede curarse el paciente sin repasar todas las experiencias, traumas y la lucha del «ello» contra él «yo» [2] de su primera infancia?
R. ¿Acaso cambia a la gente el llegar «hasta la raíz» del problema? Los datos científicos demuestran que, con el método del psicoanálisis, algunas personas mejoran» algunas siguen igual y otras empeoran en realidad, y poco más o menos en igual proporción. Desde un punto de vista experimental, hay poca evidencia (cuanto más una evidencia dudosa) de que llegar a los conflictos psíquicos internos cambie a la gente. En cambio, hay pruebas experimentales acumulativas del hecho de que cambiar directamente la conducta sí cambia a la gente y a su vida.
Esto no significa la invalidación del psicoanálisis. En primer lugar, el psicoanálisis es una teoría sobre el modo en que se desarrollan las neurosis. La TC apenas toca este campo, al comprender que muchos de los conceptos psicoanalíticos tienen poca importancia en cuanto a la consecución de los cambios deseados en la conducta.
P. Si usted se libra de un síntoma, ¿no se desarrollará otro?
R. El psicoanálisis dice que sí. Sin embargo, los datos experimentales reunidos por los terapeutas de conducta demuestran que, si usted se libra de un síntoma perturbador, hay muchas posibilidades de que termine por ser una persona más feliz y más sana. Esto no significa que ya no tendrá problemas. Eliminar un problema puede producir una serie de dificultades porque usted tiene ahora la capacidad de aceptar más desafíos, distintos desafíos. Tomemos a la persona que siente tal temor al sexo opuesto piense siquiera puede pedirle una cita a una chica. Se le libra de ese temor hasta el punto de que empieza a salir con chicas, se pone en relaciones con una y se casa con ella. Ahora se enfrentará a una nueva serie de problemas con los que jamás se habría tropezado de haber seguido aislado. Traté a un muchacho cuyo era tan grave que evitaba las reuniones sociales. Si se veía forzado a acudir a ellas, se metía en un rincón y allí se quedaba todo el tiempo. Cuando le curé la tartamudez, descubrí que no tenía nada que decir, por lo que se hizo preciso un curso del AA. Ahora bien, esto no es una sustitución de síntomas, sino un nuevo problema que surge del hecho de tener una vida más amplia.
P. ¿Cómo puede ser bueno el AA si es a corto plazo?
R. B1 AA no es a corto plazo. Es un proceso para toda la vida. Lo único a corto plazo es la parte relativa al aprendizaje, que se propone ayudarle a vencer el problema inicial y enseñarle la habilidad mediante la cual puede seguir adiestrándose a sí mismo.
Los resultados iniciales pueden seguirse con bastante rapidez, pero sólo sirven como principio del programa de aserción. Así como usted empieza a relacionarse de modo distinto con la gente, ellos empiezan a relacionarse de modo distinto con usted. Así como usted empieza a actuar de un modo más franco, los otros se le acercan más. Así como usted aprende a defender sus opiniones, los demás reaccionan ante usted de modo distinto. Esto le lleva a una serie de nuevas experiencias vitales, y usted cambia y se desarrolla. Como resultado, tiene ideas más claras acerca de Jo que quiete y necesita. Estos cambios no tienen lugar de la noche a la mañana. Nunca llegará usted a un punto en el que pueda decir: «Ya estoy donde queda». Siempre hay lugar para desarrollarse. Surgirán y volverán a surgir obstáculos y dificultades, pero» una vez domine usted la capacidad de aserción, podrá resolverlos por lo general o, al menos, enfrentarse con ellos.
P ¿No hará el AA que una persona sea manipulativa?
R. El AA se propone enseñarle a controlarse, y a no dejar que los otros le controlen.
P. Si el AA cambia su estilo de vida, ¿no puede acaso originar un rompimiento? ¿O arruinar un matrimonio? ¿0 hacer que uno pierda el empleo? ¿O apartar de él a amigos y parientes?
R. La respuesta es sí. Si tiene un estilo de vida insatisfactorio y lo transforma, usted alterna el statu quo. Por ejemplo, un hombre puede haberse acostumbrado a vivir con una esposa destructiva. Una mujer puede haberse acostumbrado a importunar constantemente a su marido. Si se altera cualquiera de esas situaciones, tiene lugar un trastorno en las relaciones, con tres consecuencias posibles:
(1.) Ambos cónyuges acogen bien el cambio.
(2.) El que no experimentó el AA cambia también y se desarrolla. Ambos viven entonces según un mejor estilo de vida.
(3). El otro cónyuge puede no estar dispuesto, o no ser capaz, de hacer los cambios necesarios. En este último caso, es posible que haya problemas. Yo he visto situaciones en las que el AA ha llevado a la separación y al divorcio. Peto la cuestión es ésta: la situación ya era insatisfactoria. Su nueva actitud asertiva podrá ganarle muchas ventajas, pero tal vez tenga que pagar un precio.
P. ¿Pueden llevarse a cabo conjuntamente el AA y el análisis tradicional?
R. El AA y el análisis tradicional comparten metas similares en el sentido de que ambos desean que el paciente sea un ser humano realizado. Sin embargo los dos métodos difieren grandemente en el método terapéutico de conseguir esa meta.
Que el AA y el análisis puedan ser llevados a cabo simultáneamente sobre el mismo paciente por dos terapeutas distintos depende tanto de estos mismos como del individuo involucrado en el tratamiento. En algunas ocasiones ha tenido mucho éxito. Con un paciente, yo pude utilizar la visión profunda que había obtenido él con el tratamiento tradicional para establecer las metas y conductas que debía cambiar. El AA le permitió comunicar los sentimientos con mayor libertad, lo que dio como resultado que también pudiera comprender mejor su terapia tradicional. En otras ocasiones los métodos tradicionales y del AA están involuntariamente en pugna. Por ejemplo, con las personas obsesivas, yo creo que ya son demasiado introspectivos y prestan demasiada atención a lo que pasa «dentro de ellos», así que trato de poner fin a esa conducta. Sin embargo, ésta es precisamente la conducta necesaria para llevar a cabo la psicoterapia tradicional, y el otro terapeuta desea animarla. Con frecuencia, esto da lugar a una situación imposible, y el paciente debe abandonar una forma u otra de tratamiento.
P. ¿Puede uno llegar a ser demasiado asertivo?
R. A esta pregunta, que tantas veces se ha hecho, la respuesta es no. Parte de la definición de aserción es que la conducta sea adecuada. Siendo así, no se deduce que pueda ser «demasiado asertiva». Lo que ocurre con frecuencia— durante el AÁ, es que el que era excesivamente tímido se va de pronto al otro extremo y se convierte en un ser inadecuado. Sin embargo^ pronto reajusta su conducta.
El AA no le dirá por qué es usted como es.
Pero le enseñará cómo vivir de modo creativo en una sociedad compleja, adiestrándose en las artes necesarias para ser el hombre o mujer que se enfrenta alegremente con cualquier desafío.
Repito: lo mismo que ha aprendido usted a ser neurótico, puede aprender a ser normal.