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La consecución de un círculo social

«Estoy solo... No tengo amigos... No sé cómo adquirir nuevas amistades... Me presentan a muchas personas, pero no sé intimar con ellas...»

Pacientes desgraciados y deprimidos me hacen a diario declaraciones semejantes. A menudo echan la culpa de su fracaso en el terreno social a algún acontecimiento enterrado en Ho más hondo de su subconsciente y que ocurrió durante los días preescolares. Tal vez sea eso cierto. Sin embargo, en el caso de estos pacientes que tienen la impresión de carecer de toda participación en la-vida, la solución que yo veo no es el recuerdo de acontecimientos pasados, sino la obtención de la ayuda necesaria a fin de conseguir un círculo social en el presente.

El aislamiento completo satisface a muy pocos seres. Todos necesitamos diversos tipos de relación con los demás. No obstante, él tipo exacto de círculo social que sea mejor para cada persona depende mucho de sus propias exigencias y metas. Lo que sea mejor para usted puede ser lo peor para otro.

EL CÍRCULO SOCIAL SATISFACTORIO

Sean cuales sean las diferencias específicas, todo círculo social satisfactorio tiende a poseer ciertas características comunes:

Su círculo social le supone una base de seguridad. Usted siente que pertenece a él. Los otros miembros lo saben y Je aceptan. Todos comprenden lo que pueden —o no— esperar unos de otros. Usted sabe quién vendrá a verle cuando esté enfermo, quién enviará flores, quién telefoneará y quién desaparecerá hasta que esté sano de nuevo.

Su circulo social incluye diversos tipos de relaciones, que van de las más superficiales a las más íntimas. Tenemos, por ejemplo, al amigo con el que le gusta ir a pescar, peto con el que nunca hablaría de negocios... y viceversa. El amigo al que le gusta ver dos veces al año y el amigo con el que comparte sus problemas y sentimientos dos veces a la semana. Es de esperar que el círculo social incluya a dos o tres personas con las cuales pueda y quieta compartir lo que es más personal e íntimo.

Su círculo social es el que responde a sus necesidades específicas. Si usted es por temperamento un extrovertido, tal vez necesite un ambiente constantemente activo, y compuesto de muchas personas. Se sentiría aburrido con el grupo de pocos amigos y las tardes tranquilas que satisfacen al introvertido. Pero, cuidado, evite una actuación estereotipada, porque también los extrovertidos necesitan momentos de paz con algunos amigos íntimos. Y tal vez al introvertido más recalcitrante le encante asistir de vez en cuando a una fiesta.de gala.

Su círculo social cambia constantemente... Porque, en el curso de la vida, también usted cambia y cambian los otros, e incluso las mismas relaciones se modifican. El que ha conocido por razones de negocios puede convertirse en un amigo íntimo o en un pelma aburrido al que hay que evitar. O tal vez pierda usted todo interés por la pesca o los bolos y se convierta en un fanático del bridge. Puede enriquecerse, o perder su dinero; cambiar de profesión, casarse, divorciarse o enviudar; tener hijos, trasladarse a otra ciudad o sufrir otros muchos cambios tan comunes en la vida. Cada uno de éstos aportará distintas necesidades y oportunidades, y usted habrá de reajustar su círculo social.

EL CÍRCULO SOCIAL INSATISFACTORIO

Podemos dividir en cinco categorías a los que no poseen un círculo social.

(1) El solitario, hombre o mujer, que vive aislado. Tal vez sí exista una familia, allá en el fondo, pero el contacto con padres, hermanos o primos es esporádico, superficial y cargado de conflictos. El solitario habla con los compañeros de trabajo, los comerciantes, los dependientes... y con nadie más. Y cuanto más se acostumbra a este tipo de vida, más pierde la habilidad para la vida social que pudiera poseer en principio y más evita todo posible contacto social.

(2) La persona que no tiene un circulo social pero si relaciones (generalmente esporádicas) con otras personas. Como ejemplo de esta categoría tomemos al soltero que, de vez en cuando, inicia unas relaciones muy intensas con una mujer, o la solitaria que se embarca en un tipo similar de relaciones con un hombre. Estas relaciones no suelen tener éxito. Ambos exigen demasiado del otro, demandas imposibles de aceptar. O tomemos al solitario con un soÜo amigo. Este tipo de amistad únicamente sirve, por lo general, para perpetuar el aislamiento que ambos sufren. En estos casos, aunque uno de ellos ai tenga un círculo social, el otro se siente extraño. Jamás se une al círculo dd amigo y, cuando su amistad se rompe, se halla de nuevo donde empezó.

(3) La pareja aislada. Es decir: el marido y la esposa que viven aislados del resto del mundo. Cada uno de ellos espera del otro que satisfaga todas sus necesidades. Como esto resulta obviamente imposible durante un largo período de tiempo, se desarrollan tensiones y resentimientos, y con frecuencia surgen problemas en el matrimonio.

(4) La persona encerrada en sí misma e incapaz de compartir sus cosas más íntimas. En su libro Terapia de la conducta y el más allá, el doctor Arnold Lazaras, de la Universidad Rutgers, ofrece una excelente representación visual de este nivel de comunicación, en el cual la persona encerrada en sí misma puede mantener con facilidad relaciones superficiales E-D-E, pero nunca permite que entre nadie en su zona A, con lo que no llegar a conseguir una relación íntima.[5]

El nivel exterior, E, representa las situaciones sociales más superficiales en las que uno se limita a decir: «Me llamo...», «El pastel de chocolate es mi postre favorito...», o «Disfruté mucho con la película de anoche en la televisión».

El nivel más íntimo, A, representa las cosas más personales que uno puede comunicar acerca de sí mismo, sus sentimientos más profundos, las ideas que le hacen vulnerable a los demás.

Los niveles B-D simbolizan tina serie de niveles de comunicación en los que no cuenta tanto el contenido de lo que se dice, como el significado que esto tiene para uno. El nivel D, en el caso de usted, puede ser el B para el otro. Sin embargo, los pacientes no suelen tener problemas en asignar su propia comunicación a nivel adecuado.

En el círculo concéntrico de la izquierda, el círculo A, relativamente pequeño, demuestra que el nivel personal está en proporción con los demás niveles dé comunicación.

En el segundo círculo, A se ha expandido y está desarrollando un muro sólido en tomo, lo que significa que el individuo tiene muy pocas cosas que compartir y desea levantar un muro en torno a sus comunicaciones personales, de modo que no llegue a compartir pensamientos o sentimientos, ni siquiera en sus relaciones íntimas.

El tercer círculo concéntrico representa la culminación del desarrollo de la persona encerrada en sí misma. El muro se ha hecho más grueso y más fuerte, y esta persona tiene ahora gran dificultad para comunicar algo personal o significativo para ella. Sea cual sea su fachada, no puede formar sino relaciones superficiales con los demás, y con frecuencia ignora por completo sus propios deseos, pensamientos y sentimientos.

— El que carece de una personalidad bien definida es el exacto opuesto. Carece de vallas emocionales, no con—, prende bien los distintos tipos de relación y los diversos grados de aislamiento que exigen las situaciones diversas. En contraste con la persona encerrada en sí misma, que puede tener muchos contactos humanos pero sin intimidad, el que carece de una personalidad bien definida repele a los demás, no da a sus relaciones con los otros la oportunidad de desarrollarse en algo más profundo, cree que los otros le rechazan si no responden a sus revelaciones personales en el primer encuentro, y siempre se siente dolido. Si usted va relatando sus sentimientos más íntimos a todos los extraños, sin la menor discriminación, algunos lo utilizarán contra usted.

CASO

Susan Armstrong, de veintisiete años, profesora de inglés en una escuela superior, era hija de un célebre analista freudiano y había escuchado desde su niñez las teorías sobre la envidia sexual, los impulsos inconscientes y el complejo de Edipo. Ella misma se había sometido periódicamente al análisis desde la edad de siete años. No conseguía hacer amistades, sólo esporádicamente salía con muchachos y nunca llegó a tener una relación constante con un hombre.

Trastornada y dolida por un incidente trivial en la escuela (había oído que otra profesora decía, refiriéndose a ella: «¡Oh, Señor! Ya tenemos aquí otra vez a la doctora Freud con todas sus idioteces»), Susan comprendió que’ la gente había estado evitándola. Decidió dar una oportunidad al tratamiento no psicoanalítico y acudió a mí.

A lo largo de nuestras charlas descubrimos que su concepto de la conversación se basaba en el nivel A-B. Trataba toda situación social como si fuera la oportunidad pata poner a prueba sus sentimientos más Íntimos, y también los de los demás. De este modo jamás daba ocasión a que una amistad naciera, se desarrollara y creciera.

Después de explicar a Susan que lo que era adecuado con los amigos íntimos no lo era con las personas que acababa de conocer, o que sólo conocía ligeramente, le impuse una tarea para la próxima vez que saliera con un hombre: limitarse a los niveles superficiales D y E. Lo intentó, pero fue incapaz de hacerlo. Antes de terminar la velada había vuelto a caer en la rutina del análisis exhaustivo. Pero esta vez comprendió lo que estaba haciendo. Mi tratamiento consistió en conseguir que Susan hablara en los niveles GD-E. Fue difícil, ya que las discusiones sobre el id y el ego estaban tan grabadas en su mente que no comprendía la fundón de la conversación intrascendente.

Por fin asistió a una fiesta y consiguió evitar los niveles A-B, pero volvió a su casa pensando: «No he dicho nada interesante» y después me comentó: «Su tratamiento me está haciendo marchar en dirección equivocada».

Pero varios días más tarde, un amigo a nivel C le dijo: «Esa nueva terapia te está dando resultado. Estuviste encantadora en la fiesta. Nunca te había visto así».

Una vez aprendió la técnica, Susan hizo progresos rápidos. Al acostumbrarse a los niveles exteriores, empezó a valorar más sus sentimientos profundos. Inició unas tela— dones y, cuando éstas fracasaron, aceptó el hedió de que había roto con el novio y de que se sentía desgraciada. Pero no se lanzó a hablar de las «raíces dinámicas» de sus sentimientos. Un día Susan me informó que de nuevo estaba en relaciones y que ahora creía haber estableado realmente la comunicación adecuada. En ese punto me dio el espaldarazo: «¿Sabe, doctor? —dijo—. En realidad, usted es una persona de nivel A en mi vida».

Recuerde que el criterio de un círculo social adecuado no se basa en el número de personas, sino más bien en el tipo de personas y en la variedad de relaciones. Muchos conocidos y poca intimidad con ninguno, no basta. Uno o dos amigos íntimos, pero no un grupo con diversos grados de amistad, tampoco resulta satisfactorio.

Tal vez su círculo esté compuesto por las personas menos idóneas. Son aburridos o demasiado serios, o carecen de sentido del humor, o son demasiado frívolos, y usted no puede hablar jamás de nada profundo con ellos. Tal vez descubra que en su círculo social no hay nadie con el que pueda compartir aquello que es importante para usted. O tal vez descubra que ya se está volviendo igual que ellos.

¿Por qué forma usted en ocasiones el círculo social que menos le conviene... o carece en absoluto de él?

Usted no comprende los hechos de la vida social. No entiende el propósito de todas esas costumbres y rituales que sirven para romper el hielo. Muchos acuden a mí quejándose de una vida social muy limitada y luego descubrimos que el hecho es que no hacen lo que se debe hacer al conocer gentes nuevas. Un problema importante: no comprenden la función social de la conversación intrascendente, y la critican diciendo: «Es superficial... Una pérdida de tiempo... Demasiado impersonal». Yo les explico que la conversación intrascendente sirve más bien de tanteo. Se utiliza como terreno para la exploración de intereses comunes. Trato de inculcar a mis pacientes la idea de que no todas las personas que conozcan les resultarán interesantes, pero que incluso con los más aburridos puede haber un intercambio de ideas.

Usted tiene conceptos equivocados de activo-pasivo. Piensa que las cosas suceden porque sí. No es cierto. Las personas interesantes no aparecen porque si en su vida, como tampoco aparece un caballero montado en un caballo blanco. Saber ser agradable en una cita, o cumplir a la perfección el papel de anfitrión, requiere artes específicas que hay que aprender.

Por ejemplo, Mort, niño mimado de una familia rica, tenía talento artístico y llegó a ser un diseñador de modas de gran éxito, pero siempre conservó su personalidad pasiva... en especial con las mujeres. Podía invitar a salir a una chica, pero no sabía hacer planes. Como resultado, sus citas eran siempre aburridas. Mediante el Aprendizaje Asertivo empezó a originar sus citas —comprando entradas para un baile, reservando una mesa para ir después a tomar algo— y su pasividad comenzó a disminuir. Ya no se sintió tan tenso ante una cita y su actividad se extendió a otros planes, por ejemplo las vacaciones. Al romper su esquema de pasividad, consiguió acercarse más a las mujeres.

Usted tiene toda una serie de temores sociales. Teme:

—Que la gente piense que usted es estúpido, por lo que evita hablar.

—Quedar en ridículo. No dice nada que sea original o individual, con lo que su conversación se hace rígida y convencional. A veces aburre incluso a sí mismo.

—El rechazo. Por eso tiende a reunirse con aquellos que ya conoce y con los que se cree relativamente a salvo.

—La intimidad. No sabe ir más allá de la conversación intrascendente y sobre una base muy superficial. No trata de intimar con nuevos conocidos, ni permite que se desarrollen nuevas relaciones personales.

Al expresárselos a sí mismo, sus temores le parecen lógicos. Sí, existe la posibilidad de un rechazo si usted inicia c¿ acercamiento. El truco consiste en sacar al exterior el elemento irracional, añadiéndolo a su pensamiento. Por ejemplo, usted piensa: «Si le pido a esa chica que baile conmigo, tal vez me rechace» y luego añade la parte ilógica: «y todo el mundo me despreciará». Al exteriorizar esta consecuencia tan ilógica, usted mismo se dará cuenta de cuán irracional es.

He aquí algunos temores ilógicos que se aplican al círculo social y que he adaptado de los que el doctor Albert Ellis expone en un informe sobre Terapia Racional— Emotiva.

—Que usted debe ser amado o aprobado virtualmente por todas las personas con algún significado en su vida.

—Que, con objeto de considerarse digno, usted ha de ser totalmente competente y adecuado y tener éxito en todos los aspectos posibles.

—Que la vida es terrible y catastrófica cuando las cosas no salen como usted desea.

—Que tiene muy poca o ninguna capacidad para controlar sus problemas.

—Que su historial ha de determinar por fuerza su conducta actual y que, porque algo le afectó profundamente en una ocasión, tiene que afectar su vida para siempre.

EL CÍRCULO SOCIAL ASERTIVO

¿Qué podríamos hacer para vencer sus temores, proveerle de un círculo social si aún no lo tiene, mejorar el que ya disfruta? He aquí una guía para desarrollar el círculo social asertivo.

Empiece en el punto en que se halla ahora. Aunque usted sea una persona extraordinariamente aislada, no dejará de tener al menos uno o dos conocidos en su ambiente actual. Comience a expandir su círculo incrementando él contacto con ellos. Puede telefonear, aunque sólo sea para preguntar: «¿Qué tal estás?», o quedar para ir al cine, salir de compras o asistir a un baile con ellos. Utilice más bien aquello con lo que ya cuenta.

Si tiene un círculo social verdaderamente limitado, tal vez razone: «Es que no me resultará divertido llamar a esa persona». En las etapas iniciales del programa del Aprendizaje Asertivo, no se toma en consideración la diversión. Usted hace aquello que debe hacer, con el fin de aumentar el número de sus amigos. Es de esperar que, a medida que aumente su confianza, aumentará su diversión, pero, al principio, el placer no es un factor de importancia. Concéntrese en hacer amigos.

Una vez en el punto de partida, avance paso a paso hacia donde quiere ir. Manténgase muy alerta ante los sucesos especiales: una fiesta en la oficina, una conferencia o cualquier otro acontecimiento social en el que pueda empezar a conocer a las personas que desea incluir en su círculo social. Con frecuencia me dicen los pacientes: «Es que he ido a cientos de conferencias y nunca ocurre nada». Para algunas personas con dificultades de aserción, d solo hecho de asistir a una conferencia puede significar un paso hada adelante; para otros será únicamente la repetición de lo ya realizado anteriormente. Si usted figura entre estos últimos, empiece a hacer las cosas de modo distinto. Si ya ha asistido a cientos de conferencias sin hablar jamás con alguien, propóngase ahora decir unas palabras a alguien durante la conferencia o al término de la misma. Pase luego a una conversación más completa. Del mismo modo, si ha asistido con frecuencia a actos sociales y hablado con la gente pero sin dar nunca el primer paso para entablar una amistad, cambie su estilo social. Propóngase ponerse en contacto con una persona a la que acaba de conocer antes de que pase una semana. Porque a los demás les gusta tanto como a usted sentirse apreciados.

Yo utilizo con frecuencia grupos pequeños del AA con el propósito de señalar sistemáticamente esas tareas a realizar. Se trata de grupos formados por tres o cuatro miembros que intentan conseguir una meta específica de aserción en cuatro sesiones de adiestramiento. Un grupo estaba formado por tres solteros, de treinta y cinco a cuarenta y un años. Ninguno tenía un círculo social. Todos tenían problemas para salir con chicas, sus fines de semana solían ser muy solitarios, pocas veces eran invitados ni ellos invitaban jamás a da gente a sus casas, y no tenían amigos. La meta común de todos los miembros de este grupo que seguían el programa de adiestramiento de tina hora a la semana, durante un mes, era establecer una serie de conductas que les facilitaran más contactos sociales y, al fin, los integraran en un grupo. Permítaseme dar una idea del planeamiento, en especial en lo referente a Bruce:

Primera sesión: Trabajamos en equipo a fin de preparar una lista de tareas para cada paciente. Las de Bruce, para la semana siguiente, incluían: almuerzo con dos personas durante la semana, telefonear a dos personas —un hombre y una mujer— sólo con objeto de charlar, y visitar el museo e iniciar allí una conversación con dos personas.

Segunda sesión: Bruce informó haber triunfado en todo, especialmente en las llamadas telefónicas (durante el período de cuatro semanas hizo incluso más de las dos semanales que su tarea le exigía, y estas llamadas dieron como resultado dos invitaciones a cenar y otra a una fiesta). Se le dio otra tarea: visitar de nuevo el museo de arte y hablar con dos chicas jóvenes. Esto tenía por objeto el ayudarle a conocer chicas que compartieran su interés por el arte y la música. Necesitaba ayuda en esto, así que procedimos a un ensayo de conducta en la sesión de grupo.

Tercera sesión: Bruce informó que había hablado con dos mujeres, pero apenas había pasado de un par de frases. La tarea para la semana siguiente era iniciar una auténtica conversación con una chica en el museo e invitarla a tomar café. De nuevo se procedió al ensayo de conducta con otro miembro del grupo al que se le había asignado la misma tarea.

Cuarta sesión: Toda la actitud de Bruce había cambiado. Hasta entonces sólo conocía a las personas de modo superficial y, si no formaban parte de su ambiente más inmediato, no hada el menor intento por ponerse de nuevo en contacto con ellos. Ahora informó al grupo: «Gracias a esas citas para almorzar y a las llamadas telefónicas, estoy haciendo verdaderos amigos». Lo que es más: había quedado con la joven a la que invitara a café, para ir juntos al teatro. Poco tiempo después, ya terminado el programa— llamó para decirme que iba a casarse con ella.

Al seguir este enfoque paulatino, a fin de expandir su círculo social, vaya donde esté la acción, donde haya oportunidad de conocer gente: fiestas, bates, lugares de diversión, clases, etc. (Quiero hacer una advertencia con respecto a los bares, a los que uno acude solo. Los que tienen problemas de aserción suelen experimentar dificultades en ellos ya que; [1] crean una situación competitiva y [2] con frecuencia resultan insatisfactorios. Apenas conducen a con— tactos esporádicos y pocas veces se desarrollan amistades. Los bares y clubs sólo deben ser una parte muy pequeña en la formación de un círculo social.)

El mejor modo de incrementar la vida social es hacer uso de los intereses personales. Cuando usted participa en algo que le gusta, su actuación social es mucho mejor. Aproveche todo aquello que en verdad le resulte interesan— te —la observación de los pájaros, la política, él camping, el esquí, el tenis— y láncese activamente en ese ambiente. El propósito primordial es el ambiente en si. Esto resulta por lo general mucho más satisfactorio que los bares o algo semejante, ya que usted se reúne con almas gemelas, con las que puede intimar con mayor facilidad y con ello amplía su círculo social.

Casi todos los libros de consejos psicológicos ofrecen los mismos que yo acabo de dar: «Salga y empiece a actuar... Utilice sus intereses especiales... Visite a la gente». Sin embargo, al ofrecer estas directrices para la expansión del círculo social, damos por sentado que, si usted sabe cómo hacerlo, lo hará y que, al ir aumentando su capacidad de acción, decrecerá su ansiedad. Al lanzarse a una acción definida, damos por sentado que recibirá motivaciones positivas (quizás invitaciones, tal vez nuevos amigos, o por lo menos la autosatisfacción de haberlo intentado) y que todo ello, al fin, reducirá su ansiedad.

Pero eso no siempre es cierto. Usted puede simplemente evitar la acción, con lo que es imposible que tenga lugar la reducción de la ansiedad. O puede realizar él acto, sí, pero tan dominado por la tensión que acaba por asociar al acto tina sensación nociva, lo que dificulta él que de nuevo intente realizarlo.

Para tales personajes, el AA utiliza los ejercicios de laboratorio en motivaciones ocultas, desarrollado— por el doctor Joseph R. Cautela, profesor de psicología en la Facultad de Boston, y antiguo presidente de la Asociación Norteamericana para el avance de la Terapia de Conducta. Esta técnica utiliza la imaginación con el fin de reducir el temor. El principio para promocionar una conducta dada consiste en premiar la conducta que quiere incrementar. En los ejercicios de motivaciones, usted toma la conducta que desea aumentar; se imagina realizando ese acto, y motiva su actuación mediante la imaginación. Así es como funciona:

EJERCICIO DE LABORATORIO EN MOTIVACIONES OCULTAS

Propósito: Reducir la tensión social.

Primer paso: Tome la conducta específica que teme llevar a cabo. Puede ser pedirle a una chica que baile con usted, iniciar una conversación con un desconocido, decir que no a una petición irrazonable. Concéntrese en el acto, no en el temor.

Segundo paso: Divida el acto en partes pequeñas. Por ejemplo, quiere pedirle una cita a una chica:

(a) En casa, con toda calma, piense: «Ahora llamaré a Jill».

(b) Con aire relajado, diríjase al teléfono y siéntese.

(c) Descuelgue el teléfono con serenidad, relajados los nervios.

(d) Marque el número de modo tranquilo y relajado.

(e) Escuche con calma el sonido del teléfono al otro extremo.

(f) Cuando Jill conteste, observe que usted sigue todavía seteno y relajado.

(g) Diga «Hola» y pídale una cita. Insisto: todavía sigue usted tranquilo y relajado.

Es mejor preparar por escrito todas las partes del acto.

Tercer paso: Seleccione una motivación. Puede utilizar cualquier cosa que evoque para usted una sensación de placer. No tiene por qué estar relacionado con el acto que trata de reforzar. Puede ser una imagen de usted mismo nadando en el Lago Como, tomándose un helado de fresa, oyendo alabanzas de cuantos le rodean o recibiendo el Premio Nobel. Un paciente utilizaba su música favorita: el Concierto de Brahms. Otro evocaba la sensación de estar espiando. Lo que da resultados a mía persona no tiene por que dárselos a otra. Mientras la motivación aumente su sensación de bienestar, le ayudará.

Cuarto paso: Lea la primera conducta que tiene en su lista e imagínelo. Cuando la imagen esté clara dígase a sí mismo: «Motivación» y pase inmediatamente a esa imagen que le motiva. Hágalo diez veces y pase al punto siguiente. Haga este ejercido a diario, hasta que pueda llevar a cabo dicha conducta en la vida real con un mínimo de ansiedad. Si lo hace diez veces al día, siete días a la semana, esto le dará setenta pruebas de condicionamiento a la semana, trescientas al mes. Tal vez necesite cientos de esas pruebas antes de que el condicionamiento funcione. No espere resultados mágicos ni se desanime.

Quinto paso: Cuando tenga la oportunidad, realice el acto paso a paso, lo mismo que hizo en su imaginación. En la situación real puede utilizar incluso su imagen motiva— dora (por ejemplo: está en un baile y ve a una chica. Camina hada ella de modo relajado, lo mismo que hizo en su imaginación. Al hacerlo se dice a sí mismo: «Motivación» y piensa en su imagen motivadora).

Sexto paso: Cuando observe que esta técnica disminuye la ansiedad en una conducta, elija otra y repita el proceso.

Deje de hacerse a si mismo un lavado de cerebro con la idea constante de que usted es un fracaso social. Algunas personas no tienen sino conceptos peyorativos acerca de sí mismos. Unos se refieren al presente: «No valgo para nada... No tengo habilidad para relacionarme con la gente... No sé hacer nada». Si usted figura en esta categoría, ignora todo lo bueno que puede hacer. Si una persona le alaba, usted cree que «le ha engañado», ya que juzga necesario conservar una imagen peyorativa de sí mismo. A esto le llamo yo el síndrome de Groucho Marx porque, en una película, Groucho dijo que no ingresaría en ningún club que estuviera dispuesto «...a aceptarme como socio».

Otros pensamientos obsesivos se refieren d futuro: «Si voy a esa fiesta nadie me hará caso... Si le pidiera una cita, ella me rechazaría... Si salgo con él, ya no volverá a invitarme porque se aburrirá». Esta dase de pensamientos acaban por resultar proféticos para su víctima. Si se deja arrastrar por esa idea profética de: «Seré un fracaso en la fiesta...» o «No conseguiré acabar el trabajo a tiempo», corre el riesgo de empezar a actuar de modo que la profecía se cumpla.

El AA le ofrece estos dos pasos para evitar que se desprecie a sí mismo.

(1) Sé padece el síndrome de Groucho Marx, empiece a formar el hábito contrario, es decir, recuerde todas las cosas buenas que haya hecho. Cada soche escriba tres cosas que hizo bien a lo largo del día y que contribuyeron a su autoestimación. Algunos de los que presentan estos síntomas negativos tienen problemas a veces, ya que son insensibles a todo aquello que realizaron bien. Le insisto en que utilice este principio: Preste atención a lo trivial. Cuando un paciente me dice: «Hoy no hice nada bien», suelo hablarle de este modo:

—Piense. ¿Se mostró amistoso con alguien menos afortunado que usted? ¿Llevó a cabo algún acto por pura amabilidad?

(2) Utilice la interrupción del pensamiento. En esta técnica del AA suponemos fundamentalmente que los malos hábitos se mantienen al motivarlos. En la mayoría de los casos no sabemos cuál es la motivación. Sólo suponemos que existe y que hay que erradicarla. Si la conducta no se ve motivada, los pensamientos destructores desaparecerán. La interrupción del pensamiento está relacionada con la aserción, en el sentido de que le permite expresar sus sentimientos auténticos, liberándole de este modo para probar otras cosas en la vida.

EJERCICIO DE LABORATORIO

EN LA INTERRUPCIÓN DEL PENSAMIENTO

Propósito: Aliviar sus obsesiones en la vida social.

Primer paso: Siéntese en una silla cómoda. Repase mentalmente uno de los pensamientos que desea controlar. Tal vez sea la ansiedad ante un acontecimiento futuro, o el temor de conocer a una persona determinada. Si se trata de toda una serie de pensamientos, tome cualquiera de ellos. En cuanto el pensamiento se forme en su mente, diga en voz alta: «ALTO» y, hablando consigo mismo: «Tranquilo», y entonces relaje deliberadamente los músculos de cinco a diez segundos. El propósito de esto es una interrupción, al menos momentánea, del pensamiento que intenta controlar. Si no logra esa interrupción, repita el ejercicio y diga ALTO con voz más fuerte incluso. Cuando pueda repetido dos veces, y conseguir al menos esa interrupción momentánea, pase al punto siguiente. Si tiene problemas para traer un pensamiento a su mente* fuércelo a venir. Al fin y al cabo, éste es un modo de conseguir el control. No sea pasivo. Algunas personas consideran que el hecho de cerrar los ojos mientras intentan traer un pensamiento a la mente les resulta de gran ayuda.

Segundo paso: Haga el ejercicio del mismo modo, pero diga ALTO mentalmente, no en voz alta. Si experimenta dificultad para lograr una interrupción momentánea del pensamiento, puede echar mano de otros condicionamientos, como chillar ¡ALTO! mentalmente, o darse un golpe en una muñeca a la vez que lo dice.

Al aplicar la técnica de la interrupción del pensamiento, las dos reglas fundamentales son: en cuanto y cada vez. Usted sabe los pensamientos que desea controlar. En cuanto se dé cuenta de que le viene uno de esos pensamientos, siga esas normas de: «ALTO», repetirse «Tranquilo» y relajar los músculos. Usted desea interrumpir el pensamiento. Si éste vuelve a los dos segundos, dos minutos o dos horas, en cuanto se dé cuenta de que ha vuelto repita el procedimiento. Yo digo en cuanto porque (1), si le da la oportunidad de apoderarse de usted, resultará más difícil controlarlo, y (2) existe alguna motivación que mantiene ese hábito negativo. Usted ha de lograr esa interrupción momentánea antes de que la motivación entre en juego.

Digo también cada vez porque (1) usted quiere lograr el hábito contrario de no ceder a los pensamientos negativos seguido de la relajación. Como ocurre con la formación de cualquier hábito, ha de tratar de practicarlo en todas las ocasiones posibles y por tanto debe realizar este ejercido de interrupción del pensamiento hasta que las fases «ALTO», «Tranquilo» y la relajación posterior se hagan automáticas; (2) sin la motivación de la conducta, la frecuencia de ésta disminuirá y desaparecerá al fin. Si usted utiliza el ALTO unas veces sí y otras no, cae en lo que llamamos un programa de motivación intermitente y el azar, lo cual refuerza el hábito y dificulta su extinción. No se puede utilizar el método de interrupción del pensamiento sin pleno entusiasmo. O lo utiliza constantemente, o prescinda de él.

CASO

Peter, un joven y brillante profesor auxiliar de historia, tenía miedo de las mujeres. Lo que más temía era el simple hecho de llamar a una chica para concertar una cita. Veinticuatro horas antes de hacer la llamada, ya estaba obsesionado con pensamientos tales como: «Me rechazará» y «¿Por qué habría de querer salir conmigo una rubia tan bonita?». Cuando por fin descolgaba el teléfono, estaba tan dominado por la ansiedad que no sabía manejar la situación en absoluto e invariablemente recibía una negativa. Le enseñé la técnica de interrupción del pensamiento. Utilizándola cada vez que se le ocurría uno de esos pensamientos negativos sobre la futura llamada, logró evitar que le dominara la ansiedad y pudo formular su invitación con toda confianza. Empezó así a conseguir respuestas afirmativas y disminuyó su temor a concertar citas con las muchachas.

Puesto que los pensamientos negativos interfieren con los pensamientos auténticos, la utilización de la técnica de la interrupción del pensamiento no sólo puede afectar a su ambiente social, sino también a las relaciones con los más íntimos que le rodean. Al controlar esos pensamientos, con frecuencia surgen

CASO

Jane era una mujer muy obsesiva. Dominada constantemente por pensamientos negativos acerca de sí misma, convertía sus equivocaciones más triviales (por ejemplo, que los huevos pasados por agua se le endurecieran, o equivocarse al jugar una carta en el bridge) en prueba de «lo muy horrible que soy». Esto le producía un estado constante de ansiedad y depresión, y se reflejaba en sus difíciles relaciones con los demás.

Mediante la técnica de la interrupción del pensamiento, empezamos a controlar la obsesión de Jane. Pero una noche entró en mi despacho dominada de nuevo por los pensamientos negativos, debido a una catástrofe auténtica que le había sucedido a su hijo.

Al muchacho, de catorce años y que deseaba ser futbolista profesional, le acababan de diagnosticar un reblandecimiento de los huesos, y habría de estar cuatro años alejado por completo de todo deporte. Al oír el diagnóstico, Jane había vuelto a su obsesión: «¿Qué hice yo mal? Él me culpará por esto...», olvidándose por completo de la técnica de interrupción del pensamiento.

Nosotros insistimos en dicha técnica con el fin de controlar aquellos pensamientos centrados en ella misma y cargados de culpabilidad. En cuanto 1«técnica empezó a funcionar, surgieron los sentimientos más tiernos de Jane y pudo experimentar tristeza por su hijo y comprender la impresión de pérdida experimentada por él. Y empezó a actuar como una madre, y no como una víctima egoísta.

Al utilizar la interrupción del pensamiento, recuerde estos puntos:

—Si los pensamientos negativos son constantes en usted, durante los primeros días tal vez tenga que repetir el ALTO como una ametralladora. Uno de mis pacientes lo repitió 432 veces al día. A finales de esa semana había bajado a 20 veces al día y en dos semanas a cero. Apriete los dientes y siga adelante con ello.

—Inicialmente, llegará a pensar que los mismos pensamientos que intenta controlar son los que acuden a su mente con más frecuencia y mayor intensidad. Una «curva de extinción operante», que es como solemos llamarla, sube primero pero, cuando baja, lo hace muy aprisa.

—Si tiene dudas, utilice siempre el ALTO. Porque si pierde tiempo decidiendo si ése es uno de los pensamientos que quiete controlar, tal vez el pensamiento negativo se apodere de usted sin que haya intentado siquiera detenerlo.

—Los pensamientos que tal vez crea tener ya controlados pueden surgir de nuevo en tres casos: (1) cuando usted esté muy tenso, sea por la razón que sea; (2) cuando esté fatigado; (3) cuando esté físicamente enfermo. En esos casos, comprenda que es el momento de insistir en la técnica del ALTO para impedir que se establezcan de nuevo en su mente.

Mejore su conversación. En el AA dedicamos mucho tiempo a adiestrar socialmente a los pacientes tímidos en el arte de la conversación. He aquí algunos puntos interesantes:

(1) Desarrolle él uso de la conversación intrascendente, arte que puede aprenderse como el bridge o el ajedrez. La conversación intrascendente tal vez sea «superficial», pero sirve al propósito de ampliar su círculo social. Al hacer uso de la conversación intrascendente:

(a) Limite las revelaciones de su propio yo. Refiera a los demás cosas personales, pero no demasiado personales. Utilice el pronombre «yo» para hablar de la obra de teatro que vio la semana pasada o de su trabajo más reciente, pero no se meta en detalles acerca de sus trastornos nerviosos. Al hablar con alguien por primera vez, mantenga la conversación en el nivel superficial E, con alguna incursión en los niveles D y C.

(b) Invite a su interlocutor a hablar de sí mismo. Por ejemplo, usted refiere una aventura acaecida en un viaje. Generalmente, el otro sentirá el impulso de referir su propia anécdota. Todo lo que hará falta será una simple pregunta: «¿Ha estado usted allí alguna vez?» o incluso tina pausa en la conversación.

(c) Cuando el otro le sugiera que hable de sí mismo, acepte la invitación. Conteste con su propia experiencia. Si encuentra que la conversación le aburre, o que su interlocutor da muestras de incomodidad, cambie el tema.

(d) Adquiera la técnica de terminar una conversación del modo más adecuado y pasar a otro grupo. Es difícil dejar sola a una persona, de modo que eche mano de frases como: «Vayamos a unimos a ese grupo», o «Les estoy oyendo hablar de los profesores. Me gustaría saber qué dicen», o «Será mejor que hable ahora un poco con la anfitriona». En un caso extremo, pruebe con: «Necesito más hielo pera esta copa».

(2) Aprenda a iniciar una conversación. Si no es capaz de hacerlo sentirá tanta tensión a la perspectiva de un acontecimiento social que acabará por evitarlos rotunda— mente. O bien, si acude a ellos, acabará por no hablar con nadie. Las frases como: «Me encanta tu vestido. ¿Te importa decirme dónde lo compraste?», o «¿Es usted socio de ese club?», sirven para romper el hielo. Prepare una o dos ¿rases que pueda utilizar con soltura.

CASO

Cuando John, recién graduado en la universidad, vino a consultarme, tenía tonto miedo a estar solo como de hablar con la gente. Durante toda su estancia en la universidad sólo había salido con chicas dos veces, y estas citas habían sido arregladas por su compañero de habitación, que era también su único amigo. Ahora, John, que incluso temía parar a alguien en la calle para preguntar una dirección, se veía enfrentado a un problema mucho más difícil. Había aceptado un puesto en el extranjero. «No conozco a nadie en la firma. La soledad acabará conmigo», me dijo.

Inmediatamente, comencé a adiestrarle en la técnica de iniciar una conversación. Durante el período de tratamiento, John fue invitado a la boda de su ex compaña» de habitación, que iba a celebrarse fuera de la ciudad y en la que John sólo conocía a los novios. Así, pues, ensayamos la representación de papeles para iniciar una conversación en la boda.

En mí despacho me puse en pie y le dije: «Imagine que está en la boda. Yo estoy aquí y usted ahí. Venga hacia mí e inicie la conversación».

«Me es imposible», me aseguró John.

Le respondí: «Póngase en pie y dígase a sí mismo: ¿Voy a quedarme aquí como un estúpido, o debo intentar hablar con ese hombre? Vamos, dígalo en voz alta».

John repitió la frase en voz alta.

«¿Cómo quiere contestar a eso», le pregunté.

«Quiero hablar con él», respondió.

«Magnífico. Vuélvase hada mí. Camine hada mí.»

Eso hizo.

«Diga algo —insistí—. Cualquier cosa.»

John permaneció en silencio.

«Vamos, míreme. ¿Ve algo en mí, o en lo que llevo, que le guste?»

Me miró por el rabillo del ojo y dijo: «No».

«¿Le gusta mi corbata?», pregunté.

«No, realmente no me gusta —contestó—, peto sí el alfiler de corbata.»

«Pues dígamelo —le apremié—. Diga: “Me gusta el alfiler de corbata que lleva usted”.»

John repitió la frase.

Me mostré satisfecho ante aquel progreso. «Bien. Establezca el contacto visual al decirlo.» John repitió la frase de nuevo. Esta vez estableciendo contacto visual, y su voz fue alta y más confiada.

Yo respondí contándole una pequeña historia sobre las circunstancias en las cuales había comprado el alfiler, y fácilmente nos vimos metidos en una conversación fluida. Ensayamos esto varias veces. Aquel fin de semana, John se fue en avión a la boda.

Cuando le vi el lunes por la tarde me dijo; «Sucedió exactamente como lo practicamos. Yo estaba allí solo de pie y otro hombre, también solo, estaba a mi lado. Me dije a mí mismo; “¿Qué prefieres: quedarte ahí como un estúpido o tratar de hablar con ese hombre? Intentaré hablar con él”. Estaba tan nervioso que no vi si llevaba alfiler de corbata o no, pero le dije: “Me gusta su alfiler de corbata”, sin olvidarme de establecer contacto visual. Exactamente como usted, el otro empezó a contarme una historia sobre el alfiler. Antes de que me diera cuenta, estábamos enfrascados en la conversación, y otros se nos unieron. Así se formó un grupo y conocí a una chica muy bonita. Hemos quedado en vemos en Roma».

Y de este modo aprendió John a iniciar una conversación. Utilizando la misma técnica, también usted puede hacerlo.

(3) Aprenda a unirse a las conversaciones de los demás. En vez de iniciar una conversación, en muchas ocasiones preferirá unirse a un grupo en el que ya se esté hablando de un tema definido. Su objetivo: hacer algún tipo de declaración que atraiga la atención sobre usted y mediante la cual los otros le consideren parte del grupo y de la conversación ya iniciada. Para lograrlo, aproveche una observación que acaban de hacer y ofrezca a la vez cierta experiencia personal. Evite el peligro que supone el preguntar algo acerca de lo que están hablando. Aunque a veces esta técnica da resultados y su pregunta puede ser muy pertinente, es posible que la consideren una interferencia y por lo general no le integrará en el grupo. Permanezca un poco en la periferia. Una vez haya logrado formar parte del grupo, ya puede participar en la conversación y continuar hasta donde ésta le lleve.

Por ejemplo, Patty, una joven asistente social, se regia por los principios de «relacionarse con la gente mediante un interés genuino» y de «ir donde está la acción», y en invierno se pasaba los fines de semana en los refugios para esquiadores. Sin embargo, sus veladas eran solitarias porque, según me confesó: «No sé unirme a los grupos que ya están hablando». Como la mayoría de las conversaciones se referían a los lugares en los que se practicaba el esquí, ayudé a Patty a preparar varias anécdotas sobre sus experiencias, y luego elaboramos el medio de introducirlas en una conversación. Si alguien mencionaba Aspen o Zermatt, ella podía decir: «Allí precisamente me ocurrió algo muy curioso», y seguir adelante con su historia. Si hablaban de otro lugar, siempre podía intercalar: «Yo tuve una experiencia similar en Aspen».

En su siguiente fin de semana y en la periferia del grupo, como siempre, Patty tuvo oportunidad de probar la técnica. Alguien acababa de referir lo sucedido a unos esquiadores en Chamonix, y Patty intervino casi automáticamente con lo aprendido: «Algo muy similar me sucedió en Aspen», y contó su historia.

Luego me dijo: «Mientras la contaba, ocurrió algo muy interesante. Hubo como un ligero movimiento físico del grupo hacia mí, como si se abrieran para hacerme formar parte del mismo. Cuando terminé de hablar, un hombre me hizo una pregunta.sobre Aspen y, a partir de ese momento, ya fui parte del grupo».

Con esto como principio, y durante los siguientes fines de semana, Patty se integró más en el grupo, con lo que logró hacer nuevas amistades y ensanchar su círculo social.

(4) Aprenda a mantener y dirigir una conversación. He aquí algunas indicaciones:

(a) Mucho cuidado con el tercer grado. No empiece a interrogar a la gente con una pregunta tras otra. Siga este principio: primero diga algo personal y luego haga la pregunta. Por ejemplo, en vez de preguntar: «¿Le gusta Londres?», pruebe con: «Nunca he estado en Londres. ¿Cree usted que me gustaría?».

(b) Esté preparado. Vaya con algo concreto que decir, con ideas que desea comentar. La mayoría de la gente tiene dificultad para mantener una conversación, porque dejan que se hagan esos silencios repentinos. Como no saben qué decir entonces, se angustian, cortan la conversación o la conversación se corta sola. Un nexo de unión bastante útil es la ¿rase: «No sé por qué, pero esto me recuerda...», y así se sigue hasta donde uno quiere llegar.

(c) Si la conversación toma un giro que le aburre, o comprende que será incapaz de mantenerla, cambie deliberadamente a otro tema en el que se sienta más cómodo.

(d) Sea usted más interesante. Lo cual significa contar historias de modo interesante. Muchos piensan que, si han preparado una historia por adelantado, nunca será espontánea. Tal vez no lo sea... pero será mejor. Una buena historia no necesita ser muy espectacular ni muy divertida. Lo que usted quiere es aprovechar una experiencia en la' que se ha visto involucrado y referirla de modo apasionante, divertido o informativo.

Por ejemplo, yo tenía un paciente que trabajaba como actuario. Cuando le pregunté por primera vez qué hace un actuario, contestó de modo vago y confuso que un actuario es el que trabaja con cifras y con índices de seguros. Cuando le di instrucciones para que preparara una historia sobre un proyecto específico en el que hubiese trabajado, se mostró mucho más interesante. Me dijo que un funcionario de una ciudad del sudoeste le había consultado sobre sus planes de jubilación como empleado del estado, preguntándole cuál seria el costo, durante un periodo de años, si la ciudad aumentaba sus pagos de pensión en un diez por ciento. Mi paciente tuvo que calcular los índices de vida de las diversas personas involucradas y cierto número de cuestiones muy intrincadas. Entre los dos trabajamos el tema con el fin de convertirlo en una historia bastante significativa, cuyo relato duraba apenas dos minutos. Cualquier cosa puede convertirse en una historia, si uno expresa algo con ella. La técnica no es suficiente: usted ha de tener algo que comunicar a los demás.

Aprenda a defenderse ante un desaire. En el curso de las interrelaciones con los demás por fuerza habrá de sufrir alguno, ya sea porque los demás lo hagan deliberadamente o por inadvertencia. Ha de ocurrir así porque todo ser humano tiene sus limitaciones y, en un momento determinado, hasta el más sensato dirá una inconveniencia. Usted ha de aprender a manejar esas situaciones. Si no lo hace, se convertirá en el chivo expiatorio. Los amigos no le respetarán ni usted se respetará a sí mismo.

En d AA, nosotros damos dos significados a la palabra «desaire»: (1) una crítica injustificada; (2) una crítica justificada pero expresada de modo exagerado o improcedente. El criterio más seguro para saber si lo que le dicen es un desaire o no, es bien sencillo: ¿se lo parece así a usted? No se deje atrapar en esa trampa de si era justificado o no. Si usted cree que alguien le ha hecho un desaire, responda considerándolo como tal.

GUÍA DEL PRINCIPIANTE ANTE UN DESAIRE

(1) Si cree que alguien le rebaja con sus palabras, responda a ellas. Rechace ese razonamiento de «No quiero organizar un jaleo» y, en cambio, siga este principio; No tema herir al inocente. En otras palabras, tal vez el otro no se propusiera realmente hacerle un desaire y, por tanto, es inocente. No se dio cuenta de lo que decía. Sin embargo, si usted se siente maltratado por él, contéstele... tanto si es inocente como si' no.

(2) Tómese tiempo para pensar. Los que dicen lo primero que se les ocurre son seres fundamentalmente pasivos. No es preciso dar una buena respuesta en un microsegundo. Si su respuesta es deliberada, usted ha seguido un enfoque activo. Haga, pues, una pausa momentánea y medite en una respuesta efectiva.

(3) En la mayoría de los casos, la primera frase de su respuesta no debe contener las palabras «yo» «me, mi» o «porque». Al utilizar estos términos parece que es usted el que se disculpa, o que está a la defensiva. Esto puede acarrear nuevos desaires o terminar en una pelea injustificada.

He aquí algunos ejemplos de situaciones-desaire con respuestas «equivocadas» y «correctas». Las respuestas correctas se proponen poner al otro a la defensiva. En vez de ser usted el que da las explicaciones, obliga al otro a explicarse. Recuerde que el criterio para su respuesta debe ser: ¿aumentará mi autoestimación? Las siguientes respuestas «correctas» se limitan a ilustrar esta regla y tal vez no sirvan para usted. Ha de probar por sí mismo para ver cuál le hace sentirse mejor.

Primera situación: Un amigo le pincha: «Desde luego que la chica con la que estabas anoche era bien fea. ¿Es que has perdido el gusto?».

Respuesta equivocada: «Entonces, ¿crees que yo hago el ridículo al salir con ella?».

Respuesta correcta: «¿Todavía eres tan inmaduro como para juzgar a una mujer por algo tan superficial?».

Segunda situación: Un compañero de trabajo dice: —Ya metiste la pata otra vez. Has archivado mal el informe Lesham.

Respuesta equivocada: «Yo ni siquiera tenía ese informe. Ni lo he visto».

Respuesta correcta: «Ya has vuelto a equivocarte en tus conclusiones. ¿Por qué no lo compruebas primero?».

(4) No caiga en la trampa de preguntar a otra persona qué hay de malo en usted. Si va por ahí haciendo preguntas como: «¿Estás seguro de que eso está mal?», o bien «¿Qué hay de malo en esto?», en realidad está pidiendo que vuelvan a darle en los nudillos.

(5) Apréndase alguna frase que pueda utilizar casi automáticamente, por ejemplo: «¿Y tú por qué estás enfadado?... ¿Pretendías desairarme con eso?... ¿Cómo es que hoy estás de tan mal humor?».

(6) En algunas situaciones de desaire en las relaciones íntimas, sí puede utilizar «yo», «mi, me» y «porque» en la respuesta. La razón: en este caso su intención no es contraatacar, sino intensificar la comunicación.

Primera situación: Un estudiante de la escuela superior, de diecisiete años, trae a casa la tarjeta de sus notas con una media de 95. Después de examinarla, su padre pregunta: «¿Por qué no has conseguido una puntuación mejor? ¿Crees que así vas a ingresar en Yale?».

Respuesta equivocada: «Yo lo intenté con todas mis fuerzas».

Respuesta correcta: «Me duele lo que has dicho, papá, porque no me concedes el mérito que tengo por haber conseguido una media de A».

Segunda situación: Una esposa prepara una comida bastante complicada, pero su marido dice: «Lástima que no te caliera bien. ¿Cuándo vas a aprender a guisar?».

Respuesta equivocada: «Me costó cuatro horas hacer este asado».

Respuesta conecta: «Me duele lo que has dicho, ya que tanto trabajé intentando preparar una cena mejor para ti».

Éstas son reglas de principiantes. A medida que vaya adquiriendo mayor creatividad en su expresión, puede violarlas. Como ejemplo les ofrezco la famosa salida de un gran hombre de Ingenio, el británico Wilkes. Cuando lord Sandwich dijo que Wilkes moriría o bien de una enfermedad repugnante o bien en la horca, Wilkes contestó: «Eso depende, señor, de si abrazo a su amante o a los principios que usted defiende».

Aprenda a cambiar su círculo social cuando cambie su vida. Hasta este momento hemos dado énfasis a la ayuda que debe prestarse al que carece de un círculo social adecuado. Pero muchas personas que sí lo disfrutaron en un momento dado, hallarán que son necesarios ciertos reajustes debido a un cambio en su situación en la vida.

Si usted tuvo novio formal a los diecisiete años, se casó a los dieciocho y se quedó viuda a los treinta y siete, tal vez descubra ahora que no tiene la menor idea de como actuar al salir de nuevo con un hombre.

Es posible también que la habilidad existiera en tiempos y se haya enmohecido por falta de práctica. Un hombre maduro ya y recién divorciado, que gana más de 50.000 dólares al año como abogado de una compañía, me dijo: «He olvidado cómo se actúa al salir por primera vez con una mujer. ¿Qué es mejor: no hacer nada, besarla o tratar de acostarme con ella?».

Tal vez usted pierda a su cónyuge, por la muerte o el divorcio, y se encuentre en lo que el escritor Morton Hunt denominó «El mundo de los ex casados». O tal vez acepte un trabajo en una ciudad distante, en la que no cuente con amigos y sólo con muy pocos conocidos. En esas circunstancias quizá descubra en si mismo temores y déficits sociales que antes jamás pensó que existieran.

CASO

Un matrimonio de mediana edad se trasladó a una dudad extraña para ellos. No conocían a nadie, y el trabajo del marido le obligaba a estar de viaje tres semanas de cada cuatro. Atada al bogar a causa de sus tres niños pequeños, la esposa empezó a sentirse demasiado sola, y tuvo un ataque de depresión. Se repetía una y otra vez: «Nos trasladamos aquí porque el clima es magnífico y se puede jugar al tenis, y ahora no tengo a nadie con quién jugar». Un día, harto ya de sus quejas, el marido le ordenó: «Toma un libro y vámonos' al club de tenis de esta dudad». Allá se fueron y se pasaron tres horas observando cómo jugaban los otros. Durante este tiempo, el marido fue tomando nota de aquellos que jugaban más o menos como su esposa y él. Luego se acercó a ellos y les dijo: «He visto que su juego es muy similar al nuestro. ¿Les parece que alguna vez juguemos juntos?». Inmediatamente quedaron citados para jugar dos veces a la semana siguiente, y la esposa por tu parte quedó con otras tres personas más durante la semana. Estos partidos de tenis llevaron a la formación de un círculo social.

Sea cual sea la situación, si tiene que reformar su círculo puede utilizar todas las reglas aquí esbozadas. Recuerde tan sólo que debe:

Partir desde el punto en que se encuentra.

Hacer experimentos constantes con su círculo social, con el fin de seguir mejorándolo.

EL PASO HACIA LA INTIMIDAD

«Sí, es magnífico establecer contactos iniciales mediante la conversación superficial, pero ¿cómo se da el paso hacia la intimidad? —me preguntó un paciente—. No quiero ser ese tipo de persona que siempre anda contando historias divertidas.»

Con el propósito de avanzar hada una relación más intima, recuerde estos ocho puntos.

(1) Mantenga la relación. No se puede intimar con una persona si sólo se la ve una vez.

(2) Comprenda que sólo el hecho de ver a alguien con frecuencia no lleva automáticamente a la intimidad. Usted ha de hacer un intento deliberado para demostrar qué puede y qué quiere compartir con esa persona.

(3) Evite la trampa de avanzar con demasiada rapidez. Hablando en términos de los círculos concéntricos, no querrá saltar de nivel E al A sin estudiar primero los niveles D-C-B. Muchas personas cometen esa equivocación, especialmente los solteros, los que carecen de un círculo social adecuado o los que lo disfrutan de un modo esporádico.

Incluso en una primera cita, tales personas tienden a evaluar al otro como un cónyuge en potencia. Pierden de vista el propósito de una primera salida juntos: el simple hecho de disfrutar de la mutua compañía para saber ambos si desean conocerse mejor. Y así, aun sin conocer de verdad al otro, suelen sentirse desilusionados, son demasiado rígidos en sus juicios y no contribuyen en absoluto a la diversión del acompañante.

En las relaciones que pasan con demasiada rapidez a una gran intimidad, por lo general usted espera más de lo debido del otro, y por eso se siente dolido en ocasiones. Además, no da a sus relaciones la oportunidad de desarrollarse.

/4) Al pasar del nivel superficial al nivel medio en las relaciones, usted puede y debe elegir a las personas con mayor cuidado. Al principio, tal vez no tenga siquiera la oportunidad de elegir. Si parte de una situación de auténtico aislamiento, usted ha de ir adonde sea y con quien sea. Una vez se haya creado cierto tipo de circulo social, podrá examinar las alternativas que se le ofrecen. ¿Le gustaría llegar a intimar con Jane, o conservarla como simple conocida? ¿Le gustaría salir con el Hombre A o con él Hombre B, en una noche determinada? Ya no se trata aquí de lo que debe hacerse para crearse un círculo social, sino de lo que preferiría hacer para mejorarlo. Ahora está en situación de elegir.

(5) A medida que se desarrolle su círculo social, déjese guiar por sus sentimientos espontáneos. Todos reaccionamos con un: «Me gusta él... ella... ellos», «Me gustarla verle... verla... verlos». No permita que los pensamientos interfieran con sus sentimientos. Hay personas que se preguntan: «¿Seré una neurótica porque me gusta este hombre?... ¿Pensará la señora Jones que soy un fresco si hago el primer movimiento?». Acepte sus sentimientos espontáneos y haga algo al respecto. Incluso esta frase tan franca de: «Me gustas. Me encantaría verte de nuevo» puede resultar adecuada, siempre que usted reconozca que la otra persona es libre de decir que no.

Usted puede adiestrarse con di fin de comunicarse en un nivel de intimidad creciente. Como siempre, recomiendo el amplio uso de la conversación emocional, y también en la mayor manifestación de su propio yo.

EJERCICIO DE LABORATORIO EN AUTORREVELACIÓN

Propósito: Ayudarle a contar historias de carácter muy personal.

Primer paso: Tome una experiencia emocional importante de cada década de su vida y dígala en voz alta, a solas o con un magnetófono. Las historias pueden ser alegres o tristes, o bien un suceso trivial pero que tuviera un tremendo significado emocional para usted (como escaparse de casa a los seis años). Dedíquese a trabajarlas, de una en una.

Segundo paso: Ahora refiera cada historia a alguien con quien trate de llegar a una mayor intimidad... cónyuge, $migo íntimo o un conocido al que quiera convertir en su amigo.

Tercer paso: Cuente di trauma más importante que haya sufrido.

El hecho de referir estas historias le pone a usted en el camino hada la intimidad, e invita a los otros a compartir también con usted sus propias experiencias significativas. De este modo, la relación se intensifica y usted llega a actuar con mayor espontaneidad.

(6) Tenga en cuenta que, a medida que vaya desarrollándose la intimidad, se modificarán las reglas para formar un círculo social. Por el hecho de conocer mejor al otro, la conducta será más flexible. La cuestión ya no es si, sino cómo compartir los sentimientos con mayor franqueza. Debe aprender a discutir con claridad para que no haya malentendidos y estar dispuesto a luchar por asuntos personales. De este modo compartirá más, ya que sabrá con mayor certeza qué debe compartir. Y hay reglas que cobran una nueva importancia, por ejemplo la necesidad de defenderse ante los desaires porque, si no lo hace, los desaires se harán habituales.

(7) A medida que la relación se haga más personal, tal vez predomine su temor a la franqueza. Usted sabe lo que quiere hacer, y dónde quiere ir, pero tiene miedo de encaminarse en esa dirección. Por eso se inhibe a sí mismo e impide que la intimidad se desarrolle.

¿Qué hacer con respecto a esos temores?

Concentrarse en los actos. Haga lo que quiera hacer, o diga lo que desea decir, y no dé tanta importancia a esos sentimientos de temor que genera el acto. Utilice la motivación oculta o el ensayo de conducta. Luego, póngalo en práctica en la vida real. El temor anticipativo puede set mucho peor que lo que suceda en realidad.

CASO

Yo tenía un paciente de casi treinta años que era contable. Durante sus años de adolescencia, Pete había sido declarado convicto del robo de un coche y enviado a un hogar para delincuentes. Esto había supuesto una vergüenza insoportable para su familia de clase media, y Pete vivía aterrorizado por la posibilidad de que alguien descubriera su pasado. Cuando la conversación versaba sobre el crimen, la delincuencia o la ética en las situaciones sociales, Pete se sentía incómodo y pensaba: «Si ellos supieran... Ya no querrían tener nada que ver conmigo».

Durante el tratamiento discurrimos de qué modo podía Pete referir a los demás su pasado. «Es bien sabido que los crios se meten en toda clase de líos. En una ocasión, yo mismo hice algo de lo que estoy muy arrepentido.» Tras esta introducción, Pete refería lo sucedido hacía años. En general todos lo aceptaron y siguieron siendo sus amigos. Pete ya no volvió a sufrir por creer que tenía algo que ocultar.

(8) Comprenda que, la ir creándose un círculo social, no tiene por qué apreciar a todo el mundo. Habrá personas, en áreas periféricas de su vida, a las que simplemente puede rechazar. Otras le serán impuestas por su ámbito social (parientes políticos, compañeros del ejército de su marido) y puede aceptarlas, pero no tiene por qué darles demasiada importancia.

En ocasiones, al estudiar la situación desde un punto de vista distinto, y actuar de modo distinto también, incluso es posible crear una relación íntima donde antes no existía. Esto es lo que hizo Frank Cousins con su madre. Una vez al año, la señora Cousins visitaba a Frank y a su esposa en Nueva York. Él odiaba estas visitas, según me dijo: «Mi madre sigue tratándome como si todavía tuviera yo seis años. Me critica, y critica mi modo de educar a mis hijos, y a la esposa que yo elegí. Va pasando los dedos por los muebles en busca de polvo. Tiene la obsesión del polvo. La odio».

Frank y yo interpretamos escenas de diversas situaciones que podían surgir durante la visita siguiente de su madre, en Pascua, aunque él insistía en que nada se podía hacer ante su actitud de crítica constante. Le enseñé algunas técnicas para responder a sus desaires, por ejemplo, si se quejaba del polvo, decirle: «Sí, hay polvo bajo el piano, pero, mamá, ¡qué roja se te ha puesto la cara! ¿Qué te dijo el doctor Jones acerca de la tensión?». Pero no me detuve demasiado en esto. Le dije que descubriera más detalles de la vida de su madre, y que compartiera con ella sus propios sentimientos de felicidad con su esposa e hijos.

Vino la madre para su visita anual de cuatro días. Esta vez Frank inició la comunicación en el área que más le preocupaba a ella: su tensión. A continuación pasó a hablar de las cosas de las que ella disfrutaba —sus trabajos en la comunidad— y más tarde sacó a relucir sus propias experiencias felices. Durante todo d tiempo, trató de disculpar las limitaciones de su madre y conversó sobre temas de loa que ella podía hablar y, por primera vez, se comunicaron.

Frank me participó el éxito con un: «¡Ésta fue la mejor visita! Fui realmente capaz de hablar con ella y creo que ya somos amigos. Y ¿sabe que jamás mencionó la palabra "polvo”?».