CAPÍTULO 32

La moda siempre tiene la culpa

Eso es. Welcome to Hell! La platea del Nederlander se transforma en el infierno, a saber, un dhampiro se incorpora poseído por una fuerza descomunal y ataca a Valérie. Antoinette intenta separar al odioso maniaco de su compañera, y el trío chilla y forcejea. Cuando se deshacen de él, ambas pierden su aspecto hermoso y humano y muestran sus garras y sus rostros blanquecinos. Sus ojos rojizos y sus colmillos ya ensangrentados con el fluido de Hass.

Grace toma a Gina y la traslada a la hilera de butacas más alejada del aquelarre, para regresar al barullo infernal convertida en una vampiresa de prominente melena pelirroja, ojos verdes felinos y cuerpo musculado. Desde mi posición, dirijo a mis vampiros con todo mi ser y mi capacidad. Me ven como soy, al igual que Dominique enseña su cara verdadera. Somos una tropa de bestias a la caza del gran diablo.

Los acontecimientos se precipitan. Manfred escapa en dirección a Gina, pero la pareja de vampiresas del séquito le da alcance pronto. No dispone de ninguna arma útil para remediar su final. Antoinette clava sus uñas afiladas en el pecho de Manfred, que aúlla como un perro salvaje y suplica a su amo que lo salve. Yuri no levanta ni un dedo, y disfruta de la cacería. Es entonces cuando Valérie aprovecha los chillidos de Hass para arrancarle la lengua, como había prometido durante tantos años pasados. Manfred tose y llora sangre, mientras las chicas lo abandonan en un charco rojo en la moqueta y le dan el golpe de gracia pisándole la nuez con sus tacones de aguja. El terrible fin del dhampiro parece satisfacer a Yuri Upravleniya.

—No está nada mal. Eso es lo que podéis hacer, ¿y sois incapaces de salvar a vuestra Gina? —Ríe entre su humo Yuri. Gina se mantiene arrodillada con la cabeza entre las manos, en medio de las butacas del teatro.

Grace, Valérie y Antoinette salen disparadas hacia Upravleniya. El brujo rechaza el ataque de un zarpazo, aunque Grace consigue colgarse de su espalda y marcar la frente de Yuri con sus garras. Cuando intenta deshacerse de la vampiresa, Dominique embiste a Yuri de frente. Le propina un golpe en el pecho que desestabiliza al Duque de Humo, y entonces, Valérie y Antoinette caen sobre él. Las tres vampiresas luchan contra la saliva venenosa del manipulador, que les quema las manos y los rostros cada vez que las alcanza. De repente, el Duque se esfuma debajo de ellas. Dominique mira aterrado hacia Gina y me pide que vaya junto a ella. Llego justo a tiempo para interponerme entre la modelo y la figura demoniaca y alta de Yuri. Él no puede acercarse a mí, mi poder le supera. Sin embargo, yo tampoco puedo matarle. Solo Dominique, su enemigo, tiene el honor de poder ejecutarlo.

—Yuri, estás muerto —amenaza Dominique, ya a las espaldas de Yuri Upravleniya. Gina está llorando.

—¡Vosotros también! Gina no puede seguir siendo humana. O te la llevas tú o lo haré yo, a mi mundo.

Yuri ha reconocido una especie de antídoto.

En un instante, Yuri Upravleniya, nunca amado por ninguna mujer, ni siquiera por su propio hijo ni por sus sirvientes, siente que su poder está encapsulado en su humo. Mi presencia le debilita. Grace, Antoinette y Valérie surgen de detrás de Dominique, y los cuatro vampiros reducen al Duque de Humo. Dominique saca del bolsillo de su ancho pantalón negro el símbolo de un amor que ha sobrevivido a los años y a sus vidas: el anillo de oro con piedra de aljófar con el que desposó a Gina en 1927. Lo coloca sobre la frente herida del duque ruso. Su sangre, en contacto con el amor puro contenido en la piedra, deviene en pequeñas llamas que se integran en su cuerpo peludo y enjuto y lo queman por dentro, hasta que sus globos oculares se derriten y su mirada ya no cuenta en la Tierra. El alma negra de Yuri Upravleniya ha sido destruida. Nos apartamos del cuerpo del ser superior sobrenatural y este desaparece engullido por el humo.

«O te la llevas tú o lo haré yo.» El frío neoyorquino de finales de febrero lame la ventana del apartamento de Park Avenue North. Gina recupera la razón con la cabeza recostada en el regazo de Dominique. Se despereza sobre el sofá de cuero azul a juego con la butaca; lo único que acaricia su piel, junto a la mano protectora de Dominique, es un camisón de seda de color melocotón. El fotógrafo, de suéter de rayas y pantalón gris oscuro, presiona con los pies desnudos el frío suelo. La Sonia de Klamery del cuadro de Anglada Camarasa los observa desde la pared amarillo vikingo.

—Cariño, quiero ser como tú —susurra Gina—. No temo a nada. Solo quiero estar contigo para siempre.

Dominique ha entendido las mañas de su enemigo. La profecía del Vampire de Highgate se ha cumplido: «El arte de la guerra es el arte del engaño»; por eso, «si utilizas al enemigo para derrotar al enemigo, serás poderoso en cualquier lugar a donde vayas». Yuri Upravleniya dispuso que los poderes de Dominique anularan la maldición. Su enemigo lo utilizó como buen estratega. Ahora el enemigo que le queda por neutralizar no es otro que él mismo: Dominique Désir Du Plessy es consciente de que negarse a sí mismo destruye su poder, porque salvar la vida de Gina supone convertirla. Llevársela con él.

—Dominique, conviérteme. Hazme tuya. —Gina despierta a Dominique de sus cábalas—. El amor es cuando te gustas muchísimo a ti mismo cuando estás con otro, ¿no? Pues no me importa ser una vampiresa. No me importa vagar entre la vida y la muerte.

—¡Maldito Yuri! —Dominique golpea el brazo del sofá—. La verdadera maldición del Duque de Humo implica que me vea obligado a condenarte a las tinieblas. No estoy tan seguro de que te gustes a ti misma en esta vida angustiosa, Gina.

—Oh, Dominique, ¿qué necesitas? Yo en apariencia lo tengo todo: una familia que me apoya, el éxito, dinero. Y aun así, ¿sabes?, estoy en la base de la pirámide de necesidades. Contigo aspiro a alcanzar el vértice. Tú eres mi espíritu.

Dominique se resiste.

—¿No te das cuenta de que es un castigo también para mí? No puedo hacerte esto.

—No tenemos otra opción, amor mío. No quiero morir en balde. —Gina habla con calma—. De todas maneras, después de lo que he vivido contigo estos últimos días, ya no puedo ser una humana corriente. Llévame contigo.

Dominique mira a su alrededor.

—De acuerdo, pero debes seguir mis instrucciones al pie de la letra. Hay una forma de conservar tu mortalidad una vez infringido el suspiro inmortal del vampiro, la conversión a mi mundo.

—¿Qué quieres decir, Dominique? No quiero ser mortal.

Gina está completamente convencida de que desea acompañar a su amado por toda la eternidad.

—Probemos.

Gina consiente, a pesar de guardar su voluntad como buena rebelde.

Nuestro vampiro se acerca a un arcón y extrae una urna llena de tierra rojiza. Le entrega a Gina el anillo de oro con piedra de aljófar.

—Por fin somos marido y mujer —le susurra.

Pide a su amada que descanse relajada en el sofá de cuero azul. Se miran a los ojos antes de que ella los cierre. El pecho de Gina sube y baja pausado y tranquilo. La embarga una felicidad indescriptible. El cielo gris de Nueva York dará la bienvenida a una vampyrus más, o eso piensa. Siente dos punzadas insoportables y dolorosas en su muñeca y abre los ojos, pero no puede gritar. Dominique bebe la sangre pura y dulce de Gina, que pasa por su garganta y se expande por sus pulmones, brazos, su sexo y sus piernas, y retorna en un único latido a su corazón. Un latido que no había experimentado desde 1778. Gina vuelve a cerrar los ojos en paz y Dominique la besa, lengua con lengua, para mezclar su sangre de vampiro enamorado con la de su mitad. El suspiro inmortal inunda el cuerpo de la modelo y ella convulsiona en pleno orgasmo.

Antes del clímax, Gina nota que una tierra áspera y húmeda penetra en su muñeca, a través de los dos orificios practicados por la mordedura del vampiro. Dominique ha tapado la herida con la tierra de su propia tumba, impregnada de sangre vampírica. Es el talismán, el antídoto contra el suspiro inmortal, y también contra la inmortalidad maldita de Gina.

Inesperadamente, ella intenta frotarse la herida y despejarla de tierra.

—¡No, no, déjame, quiero ser como tú! ¡Quiero ser una vampyrus!

Dominique la sujeta y vuelve a besarla con pasión.