Agradecimientos

He de dar las gracias a muchos por sus reflexiones y sugerencias después de leer todo este texto o parte de él a: Stephen Nadler, Van Harvey, Walter Sokel, el difunto Rudolph Binion, Rebecca Goldstein, Marianne Siroker, Alice Van Harten, y miembros del grupo de escritura Pegasus. Mi agente, Sandy Dijkstra, me ofreció un apoyo y una guía infatigables. Muchas gracias a mis ayudantes de investigación, Kate McQueen, Moira Van Dijk, Marcel Oden; a Maureen Lilla, que revisó las primeras versiones de los capítulos; y a una serie de colegas y amigos generosos que respondieron amablemente a mis muchas consultas: Stephan Alder, Zachary Baker, Robert Berger, Daniel Edelstein, Lazar Fleishman, Dagfin Follesdal, Joseph Frank, Deborah Hayden, Lija Hirsch, Daan Jacobs, Ruthellen Josselson, Regina Kammerer, Jay Kaplan, Rabbi Patricia Karlin-Neumann, Molyn Leszcz, Pesach Lichtenberg, Miriam Van Reijen, Aron Rodrigue, Abraham W. Rosenberg, Micha de Vries, Ori Soltes, David Spiegel, Daniel Spiro, Hans Steiner, Aivars Stranga, Carlo Strenger, Theo Van der Werf, Hans Van Wijngaarden, Simona Van Wijngaarden-Bota y Steven Zipperstein.

Tengo una deuda muy especial con los filósofos Rebecca Goldstein y Steven Nadler por su generoso asesoramiento. Mis conversaciones con Rebecca y su notable libro, Betraying Spinoza me ayudaron extraordinariamente en mi interpretación del personaje. La obra biográfica de Steven y otras obras suyas sobre Spinoza fueron también indispensables.

Tuve la gran buena suerte de trabajar con Daniel Menaker, un editor extraordinario que me permitió escribir el libro que yo quería escribir. Tuve como siempre un apoyo doméstico: mi primer editor fue mi esposa, Marilyn, que es mi crítico más exigente y mi ayuda constante; mi hijo Ben Yalom, también un magnífico editor, añadió un pulido final al manuscrito.