Jenn Díaz nació en Barcelona en 1988. Estudió filología hispánica, pero desde muy pronto se dedicó por entero a la escritura. Belfondo es su primera novela.

«A veces fantaseo con la idea de que vine ya como para escribir: tuvieron que hacerle una cesárea a mi madre porque saqué la mano. Así. Y después se me paró el corazón. Como diciendo que ésa sería mi única arma contra la vida, o ésa o nada, y a la única a la que sería fiel. Después he aprendido que se me da mejor ser otros que ser yo misma. De ahí, no de la cesárea, de no sentirme identificada ni con mi nombre ni con mi pequeña ciudad ni con mi gran pero desorganizada generación, creo que viene la necesidad de agarrarme —o dejarme agarrar— feroz y desesperadamente a la literatura. Empecé con unos diarios ridículos escribiendo cualquier estupidez como por ejemplo que ya había llegado el euro, seguí suscribiéndome a Círculo de Lectores por no saber a quién recurrir para mis lecturas y huyendo de la señora que venía a traerme todos los meses la revista, y acabé respirando a través de las letras todo lo mucho o poco que la vida me estaba dando. Y lo curioso fue que, aunque todo apuntaba a que esto último ocurriera, cuando me vi en filología hispánica —carrera que he dejado a medias—, me sorprendí. Ya tengo asumido que necesito escribir y estar en contacto con la literatura para poder seguir, no tan claro hacia adónde, pero sí seguir. Me costó algo más asumir que venía también de una de esas historias que se cuentan de por qué uno se puso a escribir: porque alguien me había escrito a mí antes. La cuestión es que así me veo, perdiendo el tiempo como dice mi madre en el ordenador —¿qué haces tanto rato, si puede saberse?— y publicando cuentos en revistas digitales —¿pero te pagan por eso, hija?— de vez en cuando. Escribiendo para poder deshacer este hilo mental de confusiones y voces antiguas, para deshacerme un poco del peso que conlleva soportar todas esas vidas que no fui pero me gustaría. Escribiendo por puro egoísmo».