LA CUEVA

El camionero quita el freno y salimos. Me paso la mano por el cuello. Giro la cabeza circularmente. Me mira. Apoyo la espalda en el asiento y dejo caer la cabeza. Está blandito. Miro el reloj del radiocasete. Las seis y media. De reojo a la izquierda. Conduce serio. Giro a la carretera. Salimos del polígono industrial. Dirección Madrid. Una nube pasajera deja paso al sol. Me echo hacia la ventanilla para que me dé en la cara.

—¿Se puede fumar? —pregunto

—Sí

—¿Quiere?

—Lo he dejado

—¿Hace mucho?

—Dos meses

—Entonces me aguanto

—Por favor

Enciendo uno.

—¿Le ha costado dejarlo? —pregunto

—Al principio

—Yo ni me lo he planteado. Fumo bastante. Demasiado.

La barriga sobre los pantalones. Los michelines por encima de la correa.

—Se puede saber qué coño miras —me dice

—Nada

Giro la vista a la carretera. Un coche rojo pasa por delante de nosotros. Relajo la mano. Dejo la mochila en el suelo. Sigue conduciendo. Mejor me bajo. Cruzo los brazos. Nos adelantan coches, motos, furgonetas. Delante de nosotros un camión con la lona desatada que golpea bruscamente en el remolque.

—No es bueno fumar tanto, ¿sabes? —me dice

—Ya, lo tendría que dejar

—Y lo otro también

—¿El qué?

No contesta. No sé si me habrá oído preguntar o no. Continúo con la vista fija en la carretera. La cabina hace un poco de ruido. El tráfico también. Puede que cuando le he hecho la pregunta haya pasado un coche y no me haya oído. No sé. Porque adelantar creo que no estaban adelantando. De frente vienen pocos coches pero cuando vienen lo hacen de tres en tres o de cuatro en cuatro y normalmente detrás de un camión que les impide adelantar.

—¿El qué? —vuelvo a preguntar con voz más alta

—Dejar de mirar

—Sí, perdone

Apoyo el codo en la ventanilla. Me rasco la frente con la mano.

—¿Pongo música? —pregunta

—Vale

—En la guantera hay cintas, la radio no funciona

La abro. Un par de cintas caen al suelo. Las recojo. Miro los lomos. Bandas sonoras de películas, recopilatorios de new age, grupos de los sesenta y setenta. Saco una de los Rolling y la meto en el radiocasete. El camionero sube el volumen. Suena fuerte.

—… rock and roll but I like it! —la música

—¿Te gusta? —me pregunta

—Sí

El camión parece que va más rápido. Los coches también. Los motoristas nos adelantan a toda velocidad haciendo virar sus máquinas de lado a lado.

—Perdóname —creo entender

—¿Cómo? —pregunto

Baja el volumen del radiocasete.

—Que me perdones si he sido demasiado brusco antes —continúa

—He sido yo el indiscreto

Me mira. Bajo la vista. Miro al frente. El tráfico se ralentiza.

But I like it! —llena el silencio

—No he tenido un buen día —me dice

—El mío también ha sido extraño

—Vaya

—Un amigo mío dice que todo pasa, hasta la tristeza

—El pasado, algo que ya no tiene remedio y vuelve…

—Ya

—… cuando no estás de buen ánimo, cuando sientes que le has fallado a alguien

—¿Desamor? —pregunto

Me mira. Serio. Como si supiera de qué hablo. Enciendo un cigarro. Pensamos los dos. Bajo la ventanilla. Suena Sweet Jane de los Rolling.

—Y el presente —me dice

—¿Cómo?

—Que va todo tan rápido, a la mente me refiero

—¿Los pensamientos?

—Sí

—Como si la vida pasara ante nuestros ojos —le digo

—Eso es, y tener nostalgia de lo que te está pasando

—¿Cómo te llamas?

—Saturnino

—Yo Lucas

—Encantado

Alarga la mano. Se la doy.

—El camión te hace pensar demasiado —observa

—¿Qué hay de malo?

—Por si te afecta

—Eso sí

—Es difícil pensar con claridad

—Sobre todo porque para llegar a pensar así hay que dar muchas vueltas, y si al final lo has logrado es porque has empezado de nuevo a girar

—Qué bonito

—¿El qué? —pregunto

—Lo que acabas de decir

—Lo he dicho sin pensar

—¿Qué edad tienes?

—Veinticuatro

—Yo cuarenta y tres

Se acaba la cinta. Aprieto el botón y le doy la vuelta. El sol se esconde tras las montañas. Suena la música. Pego una calada al cigarro.

—¿Te importa si duermo? —pregunto

—Claro que no. ¿Quito la música?

—No me molesta, gracias

Apago el cigarro en el cenicero. Apoyo la cabeza en el respaldo. Enciende las luces del camión. Cierro los ojos. Escucho música. Se oye el amortiguador del sillín de Saturnino. El aire entra por algún sitio. Paso la mano por la manecilla y cierro la ventana. No entra por ahí. Dos canciones más y de la tercera no me acuerdo. Duermo. Sueño que estoy perdido en un campo de melocotoneros. De mi cuello cuelga una guitarra eléctrica sin cuerdas. Camino. Aparto las ramas. Me araño los brazos. La guitarra se engancha. Me duele el cuello. Sigo adelante. Cojo un melocotón. Lo muerdo. Está bueno. El hueso del melocotón tiene forma de púa. Me lo meto en la boca y lo limpio. Toco la guitarra. Paso la hoja de la partitura, no hay notas, sólo fotos de gorditos mirándome. Sigo tocando. No suena música. Despierto. Las luces de los coches iluminan la cabina. La música sigue sonando. Cierro los ojos. Me hago el dormido. Casi no puedo mover la cabeza. Relajo el cuello. Respiro hondo.

—¿Has dormido bien? —me pregunta Saturnino

—Sí —contesto con los ojos cerrados

—Estabas cantando

—¿El qué? —los abro

—No sé, no se entendía

—¿En castellano?

—Sí

—¿Y qué decía?

—No se qué de una ambulancia

—Vaya

—Ambulancia del amor, o algo así

—¿Nada más?

—No

—Pues tenía poco que ver con lo que soñaba

—¿Has soñado y todo?

—Sí, que estaba en un campo de melocotoneros con una guitarra al cuello sin cuerdas

—¿Cantabas?

—Creo que no, tocaba pero la guitarra no sonaba

—Eléctrica o acústica

—¿Eres músico?

—De joven tocaba la flauta de pan

—¿Aprendiste solfeo?

—Lo justo

—¿No has vuelto a tocar?

—Prefiero escuchar, tampoco es que fuera lo mío. De pequeño lo que me gustaba era jugar con los coches de scalextric. Cuando llegaban los reyes, mi padre siempre me regalaba un par de coches nuevos o un trozo más de pista. Allí estaba todo el día con el mando entre las manos viendo pasar los coches a toda velocidad y cogiéndolos del suelo cuando se salían

—¿Has trabajado siempre de camionero?

—De joven fui tenista profesional, con sólo diecisiete años jugué mi primera final en los campeonatos europeos

—¿Qué pasó?

—Nada

—Pero lo dejaste

—Me cansé de darle a la raqueta

—¿Y eso?

—No sé, quería estudiar, salir con mis amigos

—¿Fuiste a al universidad?

—Hice letras, literatura, no sé cómo se llama ahora

—Literatura

—Después trabajé con mi padre de albañil, luego de electricista, después en un taller de mecánica, hasta que me compré el camión y aquí estoy

—¿Y los libros?

—En casa

—¿Sigues leyendo?

—Poco

—Prefieres conducir

—Sí

—¿No has pensado en otro trabajo?

—¿Para qué?

—No sé, habiendo ido a la universidad

—No es incompatible, a mí me gusta conducir. Aprender sirve para abrir la mente, para ser mejor persona. El resto depende de las habilidades y ambiciones que tenga uno

—¿Y tú no tienes ese resto?

—A mí me gusta estar solo

No suena música. ¿Por qué no empieza la siguiente canción? Ahora. Le miro. Nota mi mirada. Se gira.

—Perdona —le digo

—¿Por?

—Te estaba mirando como antes, indiscreto

—Me mirabas, pero no como antes, buscabas otra cosa

—¿El qué?

—Mi soledad

—¿Vives solo?

—Sí

—Entonces ahora preferirías estar solo

—Qué complicado me lo pones, es que simplemente me afectan demasiado las relaciones humanas como para vivir con alguien o trabajar en compañía, ¿lo entiendes?

—Tienes miedo

—No, pero es que al principio cuando conoces a alguien es muy bonito, hasta que le coges confianza y todo se jode

—Eso es un poco pesimista

—Realista

—No, pesimista, y destructivo, y no me creo que ahora esté hablando contigo de estas cosas, pareces tan extravertido

—¿Parezco?

—Y simpático

—Sí, como cuando te he contestado qué coño miras

—Eso ha estado bien, me has dejado en mi sitio

—La verdad es que no sé cómo me he atrevido, al momento pensaba que te ibas a bajar del camión

—Lo he pensado

—Pero no lo has hecho

—Me he dado otra oportunidad

—Mis colegas dicen que me porto mejor cuando estoy triste. Cuando me enamoro, no sé por qué, me vuelvo gilipollas, lo hago sin querer, bromeo, no sé

—La gente tiene que aceptarte como eres, y a quien no que le jodan

—Ya, pero yo siempre estoy pendiente de caer bien a todo el mundo, no soporto llevarme mal con nadie, me afecta mucho

—Pues pasa de todo

—Es lo que acabo haciendo, pasar de todo el mundo, de toda la humanidad, y vuelvo al camión y me siento seguro

—Pero ése no es el camino

—Lo que quiero decir es que no sé si es un problema de sensibilidad o de susceptibilidad

—No entiendo

—Pues que no sé si me afectan demasiado las cosas o quien las afecta soy yo

—¿Qué cosas?

—Las relaciones

—¿El amor?

—Por ejemplo

—¿Y qué más?

—El sexo

—¿Con hombres?

Baja la ventanilla. Saca el brazo.

—Sí —contesta

—¿No tienes pareja?

—Eso creía hace unos días, ¿y tú?

—Tampoco

—Pero supongo que tendrás muchas relaciones

—¿De amor?

—Y de lo otro

—Sí, ¿tú no?

—Claro

—¿Cómo te gustan? —pregunto

—¿Los hombres?

—Sí

—Jóvenes, de…

—A mí la…

—… veinte en adelante

—… edad me da igual, pero que sean gordos

—¿Como yo? —pregunta

—Sí

—¿Con barba?

—Tanto mejor

—Conozco a mucha gente como tú

—¿Con mis gustos?

—Sí, chasers, la mayoría de gente con la que me relaciono

—¿Y qué te parece?

—Que para gustos colores

—¿A ti siempre te han gustado jóvenes? —pregunto

—No siempre

—¿Cómo te gustaban antes?

—Con el pelo rizado

—¿De la cabeza?

—Sí

—¿Largo, corto?

—Me daba igual, rubios, morenos, castaños, pelirrojos, sí, sobre todo pelirrojos

—¿Y eso?

—No sé

—Pero, alguna razón

—¿Acaso sabes tú por qué te gustan los gordos?

—No

—A mí me pasaba lo mismo, después mi gusto cambió a los chicos de gimnasio

—¿Músculos?

—Cuanto más cuadrados mejor

—¿Con pelo rizado?

—Eso me daba igual

—¿Te apuntaste a algún gimnasio?

—A cuatro

—¿Y duró mucho tiempo?

—Hasta que me enamoré de un negro

—¿Cuadrado?

—Esquelético

—¿Pelo rizado?

—Calvo

—¿Y después?

—Con su padre

—¿Blanco?

—No, hombre, no. Pero era gordo, un cachalote

—¿Después?

—Con su amigo, delgadísimo, que me presentó a su hijo y tuvimos…

—¿Cómo era?

—Como tú

—¿Puedo encenderme un cigarro?

—Claro

Pego una calada. Me giro. Echo el humo por la ventanilla. Pienso en el chico con el pelo rizado, el pelirrojo, el musculoso, el negro, el gordo, el delgado, el joven. Me miro las manos.

—Es decir —observo—, que te da igual el físico

—Es lo que intentaba explicarte

—No me decías la verdad

—Estaba jugando

—¿Conmigo?

—Con tu curiosidad

Pego otra calada al cigarro.

—Entonces, ¿tampoco te gustan los jóvenes?

—La edad también me da igual

—Pero ¿te gustan los hombres, no?

—Es lo que te he dicho al principio

—¿Y cómo sé que no me estabas engañando?

Llegamos a Madrid. Estacionamos en el parking de un restaurante de carretera. Bajamos del camión. Entramos. Saturnino abre la puerta del aseo. Espero. Sale. Le digo que me guarde la mochila. Entro. Meo. Me lavo la cara frente al espejo. Miro. Sonrío. Cojo papel higiénico y me seco. Lo tiro en la papelera. Salgo. Está sentado en una mesa. Me acerco.

—¿Tienes hambre?

—Sí —contesto

Llega el camarero. Pido lo mismo que Saturnino. Nos sirven las cervezas. Brindamos. Por nosotros. Me fijo en sus ojos. Azules. Me habla. Escucho. Dice que se siente mayor, que cuando ve a los chicos de hoy los compara con los de su juventud. Observa las diferencias entre esos dos mundos. Vuelve a la actualidad. Se siente con la necesidad de recuperar el tiempo perdido en algunos aspectos de su vida. Por otro lado se encuentra bien consigo mismo, con su personalidad, más estable, tranquilo, se ve que de joven fue un bala perdida. Que a medida que pasan los años va cogiendo experiencia, aprendiendo a la vez que su vida cambia con el contexto y éste cambiando al mismo tiempo que su mirada al mundo ya no es la misma. Llegan los bocadillos. Pedimos más cerveza. Se acuerda de su primer novio. Recién cumplidos los treinta. Cómo quedaban para verse en el campo de fútbol de su pueblo. Uno iba por las escuelas, otro por detrás de la piscina municipal. Recuerda su primer beso. A la luz de la luna. Sentados los dos en el banquillo del campo, atentos por si se acercaba alguien y los reconocía. Las caricias. El asiento de piedra. El amor. Los comentarios de la gente. Otra noche más en el banquillo. Cómo encendían los cigarrillos y fumaban ocultando la llama en la oscuridad. La primera noche cuando los padres de él se fueron de viaje y pudieron pasarla en su cuarto. La cama. Tan blandita. Sus cuerpos desnudos. Bebemos cerveza. La influencia de la gente. El qué dirán. Los padres de él se fueron a vivir a la capital cuando se enteraron que su hijo tenía relaciones con el del fontanero. El mismo día en que el chico cumplía veintitrés. Era invierno. Saturnino iba a visitarle con la moto. Pese a que llevaba guantes llegaba con las manos congeladas. Apenas si podía candar la rueda. Aparcaba dos calles abajo para que sus padres no le descubrieran. El chico bajaba al parque y charlaban. Pero Saturnino lo notaba cambiado, asustado, como si sus padres le hubieran comido la cabeza. Otras noches sólo se asomaba a la terraza. Tenían que hablar en voz baja para que no se enterara su abuela porque si no luego se lo cascaba a sus padres. A veces no tenía tanta suerte y simplemente no estaba. Saturnino esperaba pero no llegaba. Harto de esperar arrancaba la moto, se colocaba los walkman y de vuelta a casa con las manos heladas y el corazón un cubito de hielo. Aquella canción. Acabó por rallarla. La había grabado doce o trece veces en la misma cinta. Una balada de música rock. También la escuchaba tumbado en la cama mirando al techo. Pensando en él. Fue entonces cuando dejó de trabajar con su padre y se vino a Madrid a un taller de mecánica donde más tarde se compraría el camión y hasta hoy que sigue en la carretera. Deja la cucharita del cortado y bebe. Enciendo un cigarro.

—¿Y tú? —me pregunta

—¿Yo?

—¿Te has enamorado alguna vez?

—Prefiero no contarlo

—¿Por?

—No sé

—¿Tienes miedo?

—Puede

—No lo has olvidado

—Creo que no

—Pues dejémoslo

—Tampoco hay mucho que contar, yo le quería y él no

—¿Entendía?

—No lo sé

—¿No lo sabes?

—Bueno, creo que no

—¿Entonces?

—Supongo que quería probar

—¿Curiosidad?

—Sí

—¿Pero?

—Pero qué

—No sé, es un poco extraño

—¿El qué? —pregunto

—Eso, que uno cuando quiere probar es que quiere algo

—¿A qué te refieres?

—A eso, ya me entiendes

—¿Al sexo?

—Bueno, no quería llegar tan lejos, pero también

—Puede ser

—¿Y?

—¿Y?

—¿Qué pasó?

—Pues que se jodió todo

—¿Pero probó algo?

—Algo

—Y no le gustó

—Parece ser

—Se acojonó

—Supongo

—¿Y tú?

—Yo lo hubiera dado todo

—Pero

—Él no

—¿Y?

—Nada, uno da, otro no corresponde, y a la mierda todo

—¿Y después?

—¿Después?

—¿Qué pasó?

—Nada

—Contigo, me refiero

—Rencor, supongo, y rabia

—Porque no era como tú querías que fuera

—Yo lo tenía claro

—Pero él no

—No

—¿Y Ahora?

—¿Si lo tiene claro?

—Sí

—No lo sé

—¿Seguro?

—Ahora me da igual

—Mejor, ¿no?

—Supongo

—Mejor así

—Sí

—¿Vamos?

Pedimos la cuenta. No dejo que me invite. A medias. Salimos. Subimos al camión. Arranca. Me siento mejor. Aprieta la cinta y suenan los Rolling Stones. La misma canción. It s only rock and roll but I like it! Aparcamos en un polígono industrial. Bajamos. Saturnino se acerca a una cabina de teléfonos y hace un par de llamadas. Me mantengo a distancia con la mochila entre mis pies. Cuelga.

—Qué —le digo

—He llamado a un taxi

—¿Adónde me llevas?

—Sorpresa

Esperamos. Enciendo un cigarro. Me siento encima de la mochila. Se hunde. Me apoyo en las rodillas. Saturnino va hasta la esquina. Abre las piernas. Baja la cremallera. Mea. Se oye el chorro. Fumo. Regresa. Llega el taxi. Tiro el cigarro y subimos. Él delante y yo detrás con la mochila. Le indica la dirección. Salimos del polígono industrial. Conduce rápido por la M-30. Miro tras el cristal. La ciudad. Hay poco tráfico. El taxi se detiene en un semáforo. La gente cruza por el paso de peatones. Arranca. Llegamos. Saco la cartera. Saturnino paga. El taxista pone la luz verde. Me cuelgo la mochila al hombro. Caminamos por la acera. Paramos delante de un bar. Entramos. Poca luz. Nos apoyamos en la barra. Dejo la mochila en el suelo. La coge.

—¡Jose, Jose! —llamando al de la barra

Se acerca. Gordo. Sin camisa. Falda escocesa.

—¿Nos guardas esto? —le pregunta

—Claro, Satur, ¿qué os pongo?

—Para mí una cerveza, ¿y tú, Lucas?

—Otra —digo levantando la vista de la barriga de Jose

Se gira. Nos sirve. Le piden y se va.

—¿Te gusta? —me pregunta Satur

—¿Quién?

—El bar

Miro alrededor. Uno, dos, tres, cuatro, cinco…, dieciséis, diecisiete chicos gordos.

—Sí —contesto

Cojo una butaca y me siento. Se acerca uno de los que he contado.

—Qué bien acompañado vienes —le dice a Satur

Se dan un pico.

—Te presento, Lucas, Pablo

Nos damos dos besos en la cara. La suya…

—Encantado —decimos a la vez …cubierta de barba.

—¿Una cerveza?

—Satur a Pablo

—Gracias

Le da la suya. Siguen hablando. Pido otra a Jose. Me sirve y le pago.

—¿Dónde tienes a Ismael? —le pregunta Satur

—Ahora viene, está hablando con unos ingleses que se han enterado de la fiesta

—Será perra

—No lo sabes tú bien

—¿Cuándo…

Miro a la barra. Cojo un folleto. Leo. Martes 3 de agosto

Fiesta de Ositos en La Cueva. Todos bienvenidos: bears, chubbys, cubs, behrns, dadies, chasers, musclebears, grizzlies y tú también. Fiesta despedida de verano. Cojo un librito de poemas. Abro la primera página. Leo:

La Muerte en la Cueva

Libros

muchachos

novelas

poemas

¡Por qué

la belleza

en la

tierra!

Aceleras

el paso

y te alejas

por las

callejuelas

¡Y sólo

tus ojos

me entregas!

Este

alma

vieja

que me

aprieta

¡Yo que

jamás

estuve

en Venecia!

Siguiendo

tus pasos

hallé

la muerte

en la cueva

—… vacaciones —contesta Pablo

—¿Adónde?

—Estamos barajando varias posibilidades, pero lo más seguro es que acabemos en Sitges como todos los años, es que a Isma lo de la playa le hace

—¿Habéis reservado habitación?

—No

—Pues no sé si a estas alturas

—No hay problema, preferimos quedarnos en Vilanova i la Geltrú, que está a un paso y no hay tanta aglomeración

—Mejor

—Y más barato

Ismael aparenta menos edad que Pablo. Me presentan. Alto, ancho —nos damos dos besos—, barrigón y cubierto de pelo.

—¿Tomas algo? —le pregunta Satur

—Estoy servido —dice mostrando una jarra de cerveza de litro

Suena Flash de La Prohibida. Levanto la vista. Los DJs bailan moviendo los brazos. Gorditos. Uno más alto que el otro.

—… a Sitges?

—Saturnino a Ismael

—Donde nos conocimos —cogiendo a Pablo y dándole un pico—, y ya sabes que estás invitado, y Lucas también

—Gracias —le digo

Me sonrojo. Cojo la cerveza y trago.

—¡A ver! ¡Silencio, por favor! —dice un chico desde el escenario con un micro en la mano—. ¡Chicos, bajad la música que no me oigo! Buenas noches, para quien no me conozca todavía, soy Fernando, el «Presi oso», «Beauty bear» para los de aquella zona. Antes…

Gordo con melena. Brazos fuertes. Camisa a cuadros sin mangas. Barriga por encima de la correa.

—… qué estás mirando? Como os decía, antes que nada me gustaría dar las gracias a Vicente, Arturo, Jose y Gus, por seguir un año más con nosotros, y ya van cuatro, y por ofrecernos cada fin de semana la oportunidad de reunimos, bailar, conocer chicos y algo más en este maravilloso local. Pido un cariñoso aplauso para ellos.

Aplaudimos. Mete el micro en el bolsillo de la camisa y se sube los pantalones.

—Dar las gracias también a la gente que nos apoya, y a quien se toma su cervecita y hace un poco de caja, que sin ellos no podríamos seguir adelante

Aplaudimos.

—Y por último, sin que el orden de mención implique prelación, ui, qué mariquita, a todos vosotros por estar aquí disfrutando de la fiesta

Aplaudimos.

—Como os decía, esta noche tenemos el inmenso placer de contar con la compañía de tres encantadores muchachotes que han venido expresamente desde Galicia para representar su nuevo espectáculo, con todos vosotros: «Ositos en la Luna»

Más aplausos. Se apagan las luces. Satur, Isma y Pablo se giran hacia el escenario. Corro un poco la silla para ver mejor. Suena un vals. Un foco ilumina a un chico gordo que sale disfrazado de tierra dando vueltas. Lleva zapatillas de ballet. Intenta bailar de puntillas pero no puede. Se cae al suelo. Fin de la música. Desde la otra parte del escenario sale corriendo otro chico disfrazado de avión haciendo como que vuela mientras se limpia las gafas de bucear que lleva puestas. Al final se estrella contra la pared. Un tercer chico gordo baja desde lo alto del escenario colgado de una cuerda disfrazado de luna. Desciende moviendo las piernas hasta que frena a dos palmos del suelo. Intenta pisar pero no llega. La tierra se levanta y empieza a rotar de nuevo. El avión arregla su ala y sigue volando por todo el escenario hasta que choca con la tierra. Se quedan parados. Suena otro vals.

Canta la tierra al avión:

¿Se puede

saber

dónde vas

con esas

gafas

de nadar?

¿Pero es que

no ves

que te vas

a ostiar?

Le canta el avión:

A mí

qué me vas

a contar,

mi señora

tierra,

que yo

no he querido

entrar en

gravedad

Replica la tierra:

Pues a ver

por dónde

vuelas

que aparte

de tierra

también

tengo mar

Replica el avión:

No me toques…

Interrumpe la luna:

¿Queréis

dejar de

hablar?

Ayudarme

a bajar

El avión y la tierra se acercan. Agarran cada uno de una pierna. Estiran. No baja. Tiran más fuerte y la luna cae de culo sobre una colchoneta.

Canta la luna:

Por fin

he tocado

el suelo

gracias

al avión

y a la tierra

Y al chico de atrezzo gracias por la colchoneta

La gente ríe. Bebo cerveza. Me levanto de la butaca y la dejo en la barra. Miro entre Pablo y Saturnino. La luna se levanta de la colchoneta y camina por el escenario. El avión y la tierra le observan. Empieza la música.

Canta la luna:

Desde aquí arriba

desde el espacio

voy gravitando

al son de la tierra

Giro despacio

a kilómetros de ella

y siento el latido

tan dentro de mí

Desde aquí arriba

en la estratosfera

sigo girando

sintiéndola cerca

Miro al espacio

y miro a mi tierra

soñando algún día

estar junto a ti

Y por fin bajo

con pies descalzos

sobre mi tierra

y me dejo llevar

y sentir

Los focos imitan rayos. Se oyen truenos, aire. La luna se balancea con las zapatillas de ballet en la mano. Sigue cantando:

¡El aire me empuja,

el fuego me quema,

la tierra me aprieta

y el mar me estrangula!

¡Abro los brazos

me dejo sentir!

¡El aire me empuja,

el fuego me quema,

la tierra me aprieta

y el mar me estrangula!

La luna en el suelo. Despeinada. Magullada. Arrastrándose. Levanta la vista y nos canta a capela.

Desde aquí abajo

desde la tierra

miro al espacio

y ruego por mí

Lloro mis penas

de amor engañado

esperando a que verde

destiña su gris

Desde aquí abajo

desde la tierra

vuelvo al espacio

para poner fin

A esta comedia

que he sido invitado

para que todos ustedes

se puedan reír

La luna se desvanece. Aplaudimos. Fuerte. Se acerca la tierra a la luna y le canta así:

Ay, mi luna lunera

quién te manda a ti

poner los pies en la tierra,

si yo te pudiera decir

lo que siento por ti

cuando estás cerca

Porque en la tierra

las cosas no son

como piensas,

el mar no es azul

ni la gente sincera

Si las cosas fueran

de otra manera

moriría por ti

en primavera

Ay, mi luna lunera

vete de aquí

y mejor que no vuelvas,

que el amor

que siento por ti

nos convierte

en dos piedras

Porque en la tierra

las cosas no son

como piensas,

el mar no es azul

ni la gente sincera

Si las cosas fueran

de otra manera

moriría por

ti en primavera

Pero volverás

sé que volverás

y tu luz

nos hará

brillar

como estrellas

Volverás

sé que volverás

y tu luz

nos hará

brillar

como estrellas

La tierra gira y gira y sale del escenario entre aplausos. Se apaga la luz. Seguimos aplaudiendo. Suena música. Entra el avión. Un par de focos rojos le iluminan.

Canta el avión:

Quién me iba

a decir a mí

que la luna

y la tierra

¡la tierra

y la luna!

algún día

se quisieran

Si la tierra

aquí abajo

convive

con las piedras

y la luna

ahí arriba

es feliz

con las estrellas

Que no hay amor

más verdadero

que el que no

se tiene cerca

No hay amor

más sincero

que el que

por amor

pierde la vida

entera

¡Y si por amor

hay que vivir solo

sólo quiero

paz eterna,

que la ilusión

de que tú vuelvas

no la pierdo

hasta que muera!

Quién me iba

a decir a mí

que la luna

y la tierra

¡la tierra

y la luna!

algún día

se quisieran

Si la luna

quiere ser

tierra

y la tierra

ser luna

espera

Que no hay amor

más verdadero

que aquel

que no se espera

No hay amor

más sincero

que el que

por amor

da la vida

entera

¡Y si por amor

hay que darlo todo

todo es tuyo

hasta que muera,

que el corazón

que por ti sueña

volará más alto

que las estrellas!

El rojo se funde en negro. Aplaudimos. Se encienden las luces y salen los tres al escenario. Aplaudimos más fuerte. Llega el presentador y les da un ramito de flores a cada uno, y dos besos. Se acerca el micrófono.

—¡Bueno, bueno…

La gente sigue aplaudiendo.

—… veo que no soy el único que se ha emocionado!

—¡Bravo! —grita un guiri desde la barra

—¡Guapo! —le grita otro

—¡Gracias, gracias —continúa el presentador—, ahora os dejamos en manos de nuestros DJs favoritos, Arturo y Vicente, y con la música que más nos gusta…

Los DJs asienten con la cabeza desde su garita.

—… así que no os hagáis los remolones y a bailar…

Suena la música.

—… y que nadie se vaya, que la noche no ha hecho más que empezar y todavía nos quedan muchas sorpresas!

Poco a poco la gente va levantándose de las sillas y acercándose a la pista. También los de la barra. Vicente conecta las luces de la discoteca y echa humo. Nosotros cuatro nos sentamos alrededor de una mesa. Llega un guiri y saca a Ismael a bailar.

—¿Has visto ése de la barra?

—Satur a Pablo

—¡Qué morbazo!

Miro como baila Isma. Pablo me ofrece tabaco. Fumamos. Mueve los brazos a los lados. Sintiendo la música.

—… conocido

—Pablo a Satur

—Es cosa de dos

—Ya, pero…

—Voy a mear —les digo

Rodeo la pista de baile hasta los aseos. Entro. En la puerta espera un señor. Le miro. Me mira. Bajo la vista. Cara redonda, barba, pantalones raperos. Noto su mirada desde arriba. No me atrevo a subir la mía. El de dentro tarda.

—¿Llevas un cigarro? —me pregunta

Rebusco en los bolsillos. No lo encuentro. Recuerdo haber dejado el paquete encima de la mesa. Me llevo la mano atrás. Aquí está. Le doy un cigarro.

—¿Fuego?

Enciendo. Coloca sus manos alrededor del mechero y acerca el cigarro. Le miro. Inspira con los ojos cerrados. Suspiro. Abre los ojos. Bajo la vista de nuevo. Qué guapo.

—Gracias —me dice

—De nada

Pego una calada a mi cigarro. Lo dejo caer al suelo. Chafo.

—No vienes mucho por aquí —observa

—No soy de aquí

—¿De provincias?

—Sí

—¿Te pasa algo?

—No

Levanto la vista. Es prec…

—Soy Pluto

—Lucas

—No es mi nombre de pila pero así es como me llaman mis amigos

—A mí también me llaman Lucas

Se ríe. Vuelve a reírse. Cambia su mirada. Serio. Se acerca y me da…

—Encantado —me dice …dos besos.

—Igualmente

—¿Has venido solo?

—Con un amigo

—¿Novio?

—Amigo

Pega una calada al cigarro. Se abre la puerta. Salen dos hombres grandes. El segundo metiéndose la camisa por dentro de los pantalones. Pasa Pluto. Deja la puerta entreabierta. Me hago el loco.

—Puedes entrar —me dice

—No tengo prisa

—Yo tampoco

Mea. Se abrocha la cremallera y sale. Bajo la vista.

—Hasta ahora —le digo

—Cuando quieras

Entro. Cierro. Me masturbo. No me corro. Espero. Meo. Me abrocho. Salgo. Me limpio las manos. Las seco en los piratas. Rodeo la pista. Llego a la mesa. Me siento al lado de Saturnino.

—Te he pedido otra cerveza —me dice

—Gracias

Cojo la cerveza y bebo. Enciendo un cigarro. Me tiembla la mano. Ismael hablando con Pablo entre besito y besito.

—¿Estás bien? —me pregunta Satur

—Sí

Muevo el pie al compás de la música. Satur mira a la pista. Pego otro trago.

—¿Te gusta alguien? —le pregunto

—Aquél de la barra no está mal…

Giro la cara. Disimulo. Bebo más cerveza.

—… y el de la esquina es precioso

—¿Cuál de los dos?

—El que nos mira

—Se llama Pluto

—¿Cómo sabes su nombre?

—Hemos hablado en el servicio

—Vaya, no pierdes el tiempo

—Sólo me ha pedido fuego. ¿Lo conoces?

—De vista

—¿Tiene pareja?

—Creo que no

Pego un trago a la cerveza. Enciendo otro cigarro. El presentador sube al escenario.

—¡Cómo os había prometido, vamos a continuar con las sorpresas de esta noche. Dentro de diez minutos, a las doce, se abrirán las puertas de la cueva oscura, la dark cave para mis chicos de Londres. Para los que hayáis venido por primera vez, ya que veo caras nuevas, os diré que es un pequeño paraíso donde realizar vuestros sueños, dream reality

La gente ríe.

—… y esta noche…

—Guapo —le grita uno

—… gracias, muchas gracias… —dice desabrochándose un par de botones de la camisa como si le entrara un calor repentino

—¡Eeehhh! —grita el público

—… como os decía, esta noche hemos escondido un pequeño tarro de miel en algún lugar de la cueva oscura. El que lo encuentre viajará con la persona que elija… atención… a Ibiza…

—¡Eeehhh —gritamos

—… con todos los gastos pagados!

—¡Si lo encuentro me voy contigo! —le grita uno al presentador

—¡Contigo no me voy ni a la esquina! —le replica

Reímos.

—¡Bueno —continúa—, lo dicho, por favor quien lo encuentre que se acerque inmediatamente a la barra y Jose se lo canjeará por los billetes. Ah, y recordar que el frasco debe llegar lleno, lo digo por los más golosos. Ale, que siga la fiesta, que ya os avisamos cuando llegue la hora!

Arturo sube el volumen de la música. Vicente busca un cedé.

—¿Has hablado alguna vez con él? —le pregunto a Satur por Pluto

—Una vez

—¿Y?

—Nada, nos quedamos sin saber qué decir

—¿Le gustas?

—No lo sé

—¿Entonces?

—Es muy joven

—No me decías antes…

—Ya, pero yo lo que quiero es…

—Debe estar sobre los treinta

—No tanto

—Pues cerca

—¿Tú cuántos tenías?

—Veinticuatro

—No sé, a lo mejor un par de años más

—Pero es muy guapo

—Lo es

—Y grande

—Un osazo

Bebemos cerveza. Pablo rodea el cuello de Satur con el brazo y le pregunta.

—¿Qué piensas, nene?

—Nada, nada —sonriendo

—Esa carita de ángel me la conozco yo

—¿Qué tal? —me pregunta Isma— Lucas, ¿no?

—Sí, bien

—¿Te gusta este sitio?

—Mucho

—A mí también, es mi segunda casa

—Hacéis bonita pareja Pablo y tú —les digo

—Gracias, ¿estás soltero?

—Sin compromiso

—Dime quién te gusta y te lo presento

—Me da vergüenza

—Pues bebe cerveza

Bebo.

—¿Un cigarro? —le ofrezco

—Gracias

Fumamos.

—¿Lleváis mucho tiempo?, si no es indiscreción

—Tres años

—¿Vivís juntos?

—Desde que nos conocimos

—¿En Sitges?

—No te pierdes una

—Perdona

—Qué va, es bueno escuchar

—Gracias

—¿No has estado nunca?

—No

—Es una pasada, lo mejor la playa, toda llena de tíos en tumbonas, sobre la arena, por el paseo marítimo

—¿Allí viste a Pablo?

—Sí, en la playa y en las discotecas. Sitges no es muy grande. Si vas por los mismos garitos empiezas cruzando miradas y cuando se presenta la ocasión te lanzas a ver qué pasa

—¿Eso hiciste? —le pregunto pasándole un cigarro

—Sí, en un bar de osos —gracias—, donde habíamos pasado la noche anterior

—¿Un fin de semana?

—Un puente

—Sigue, perdona

—Pues nada, él iba con un chico

—¿Su pareja?

—Eso creíamos mis amigos y yo

—¿Y?

—Les invitamos a una copa

—¿Y?

—Pablo no hacía más que mirar a mi mejor amigo, Sergio, y mira que me costó sacarlo de Madrid, pero bueno

—Os dijeron que no eran pareja

—Nos enteramos más tarde

—¿Y?

—Enseguida nos caímos bien, como nos conocíamos de vista

—¿Pablo y tú?

—Sí, bueno, entre todos

—Ah

—Empezamos con las preguntas: qué hacíamos allí, de dónde veníamos… y resulta que éramos todos de Madrid

—¿Qué raro que no os conocierais?

—Eso me dije yo cuando me enteré, pero se ve que Pablo hasta entonces no salía por el ambiente

—¿Y?

—Pues que Pablo seguía mirando a Sergio

—¿Y a Sergio le gustaba?

—Sergio miraba más a Saturnino

—Ah, que Pablo iba con Satur

—Sí, perdona, que no te lo había dicho

—Entonces Satur tampoco salía por el ambiente

—Tampoco

—Ah, pensaba que

—Pues acabamos los cuatro en la cama

—¡Atención! —dice el presentador—. ¡La cueva oscura abre sus puertas!

—¡Presioso!, ¿tú no vas a entrar? —le grita uno

—¡Yo tengo apartamento en Benidorm todo el año!

—¡Pues invítame!

—¡Te he dicho antes que contigo ni a la esquina, pero bueno, ¿tú te has visto en el espejo, anoréxico?, dime tú qué hago yo con tus huesos, ¿un xilófono?

Reímos. La gente entra poco a poco. En parejas y solos. Satur y Pablo siguen hablando.

—… y como te decía —sigue Isma—, al día siguiente nos volvimos a ver

—Pero ¿tú le gustabas a Pablo?

—¿La noche de la cama?

—Sí

—Sólo hicimos sexo

—¿Otro cigarro?

—Vale, pero coge del mío

Fumamos tabaco negro.

—¿Y al día siguiente? —pregunto

—Quedamos para cenar

—¿Quiénes ibais?

—Pablo, Satur, Sergio y yo, y dos amigos nuestros

—¿Y?

—Nos lo pasamos de puta madre. Satur llevaba maría

—Pero no fuma

—Ahora no

—¿Y?

—Toda la noche de risas, bares, copas, discotecas. Acabamos viendo la salida del sol en la playa

—¿Todos?

—Pablo y yo

—Qué bonito

—Sí

—¿Y Sergio?

—Con Satur y los demás

—Pero ¿Pablo no estaba por él?

—Sí

—¿Y?

—Sergio es mi mejor amigo

—Porque a Sergio también le gustaba Pablo

—Bueno, ya te contaré

—¿No vais a entrar? —nos pregunta Pablo

Termino la cerveza de un trago y la dejo sobre la mesa. Pego una calada al cigarro. Me levanto. Entramos al cuarto. No veo nada. Vamos tocando la pared y entre nosotros. Poco a poco se va viendo algo. El pasadizo lleva a una sala. Apenas se distinguen las sombras de los que aguardan parados. Nos separamos. Miro de reojo a Saturnino. Intento seguir sus pasos. Desaparece por un lado. Me acerco a la pared. Tropiezo con un señor. Me mira. Le pido perdón en voz bajita. Me pide que se la chupe. Camino. Me acostumbro a la oscuridad. Entro por un pasillo. Se oyen murmullos. Sigo. Despacio. Oigo un ruido en el suelo. Muevo el pie. Suena a lata. Me agacho. La cojo. Es una lata. La dejo en su sitio y me levanto. Tropiezo con algo blandito. Golpeo de nuevo. Una barriga. Me coloca las manos sobre los hombros. Me arrodillo. Frota mi cara en su paquete. Bajo la cremallera. Se la chupo. Se corre dentro. Me levanto. Acaricio su barriga. Se abre la camisa y me mete dentro. Su pelo en mis mejillas y en mi cuello. Me da la teta. Chupo. Me abraza fuerte.

—¿Te gusta? —me pregunta

—¿Saturnino?

—Servidor

—No te había conocido

—No importa

—Perdona

—Tranquilo

Apoya mi cabeza en su brazo. Me balancea. Despacio. Nos volvemos a abrazar. Me relajo. Alguien se acerca por detrás. Nos abraza. Noto su barriga en mi espalda. Me giro. Es Pablo. Nos movemos. Despacio. Su respiración en mi cuello. Me baja el pantalón. Mete la mano por dentro. Introduce un dedo en mi agujero. Mis calzoncillos caen hasta las rodillas. Sigo abrazado a Saturnino. Mi pene clavado en la parte inferior de su barriga. Pablo me abre las piernas. Noto el frío de su hebilla en el muslo izquierdo. Me penetra. Duele. Muerdo la teta. Satur me aprieta la cabeza contra su pecho. Pablo empuja. Fuerte. Giro la cara y cojo aire. Abrazo a Satur. Me duele el glande. Golpea. Se corre. Noto el líquido caliente. Pablo respira. Se tranquiliza. Nos vestimos. Salimos de la cueva oscura. Ismael no está. Me ofrecen un porro. Fumo. Pablo viene de la barra con tres cervezas. Bebo.

—¿Se ha ido Ismael? —pregunto

—Está dentro —me dice Satur

Pablo en silencio. Hago lo mismo. Bebo y fumo. En la pista bailan. Revolución de Chucho. Me levanto y bailo. No sé bien lo que me pasa pero algo me pasa. Me dejo llevar por la música. Lo veo más claro. Ismael sale del cuarto con Pluto. Se dirigen a la barra. Apuntan algo en un papel. Isma se lo lleva a Saturnino. Se sienta con él. Hablan. Pluto saca el frasco de miel de su camisa y se lo da a Jose. El presentador anuncia por el micrófono el ganador del viaje a Ibiza. Lo canjea por el billete y viene a bailar a la pista. Me mira. Le saludo. Me guiña un ojo. Sigo bailando. Le paso la cerveza. Bebe. Me la devuelve.

—Enhorabuena —le digo

—Gracias

—¿Ya tienes acompañante?

—Creo que sí

—Que os vaya bien

—Eso espero

—¿Quieres más?

—Vale

—Pues eso, que lo paséis bien

—¿Entras?

—¿Dónde?

—Dentro

Entramos. Me coge de la mano. No miro a la mesa. Le sigo. Parece que sabe dónde va. Llegamos a una sala pequeña. Me apoyo en la pared. Se coloca delante de mí. Nos miramos. Me acaricia la cara. Hago lo mismo. Nos besamos. Flipo. Apoya su barriga en la mía. Paso las manos por su cintura. Su barba acaricia mi perilla. Bajo las manos hasta su culo. Me abraza. Le meto la lengua en la boca. La muerde y la chupa con delicadeza. Paramos para respirar. Me tiemblan las piernas. Si me suelta voy a tierra. Volvemos a besarnos. Oigo pasos. Cierro los ojos. Pasa por detrás de Pluto. Para. Sigue caminando. Abro los ojos. Veo su silueta al otro lado de la sala. Me centro en lo mío. Me come la oreja. Mis manos por debajo de su camisa en sus tetas. Las suyas dentro de mis piratas. Me desabrocha. Masturba. Despacio. Abro y como tetas. Se separa. Camina bajándose los pantalones. Se coloca a cuatro patas sobre un pequeño podium en el centro de la sala. Me acerco. Chupa polla. Mis manos en su cabeza. Qué bien lo hace. Despacio. Cómo me gusta. El señor de la pared se masturba. Cierro los ojos. Hasta dentro. Le subo la camisa por la espalda. Acaricio pelo. El señor se acerca. Permanece quieto con la polla dura. Apenas se le ve el glande por debajo de su enorme barriga. Pluto le masturba con la mano. El señor se desabrocha la camisa y le acaricia la espalda peluda. Baja la mano. Le frota los huevos. Se lubrica la polla y la mete entre las dos grandes nalgas de Pluto. La saca de mi boca. Respira. Le duele. Noto el impulso del señor en el cuerpo de Pluto. Meto una pierna. Otra. Me siento en el podium. Debajo de Pluto. Se deja caer. Me aplasta. Aguanto. Me abraza. Levanto las piernas hasta apoyarlas en su espalda. Pluto se echa hacia delante y me penetra de una estocada. Sólo duele al entrar. Se levanta. Apoya las manos por encima de mis hombros. Se deja llevar por los golpes que le dan por detrás. Me abre en canal. Su barriga sudada deslizándose en la mía y masturbándome. El señor para. Me quiero correr ya. Descansamos. Cojo aire. Me relajo. Pluto se vuelve a dejar caer sobre mí. Noto la presión en el pecho. El señor también se apoya. Dejarme respirar. Hago un esfuerzo. Me duelen las piernas. Las bajo. Pluto sube las rodillas y deja que las cierre. Se sienta a horcajadas sobre mi cintura sin apoyar todo el peso de su cuerpo. El señor coge mi pene y lo introduce en el culo de Pluto. Entra como agua bendita. Pluto me abraza. El señor le aprieta el culo hacia abajo y mi polla entra hasta los huevos. Me sube las piernas. Noto un gran bulto entre nalga y nalga. No puede ser su polla. Bajo la mano. Le cojo el puño. Es su polla. Respiro. Me tranquilizo. La mete. Si digo que duele es poco. No me abro, me parto en dos. Pluto se sigue moviendo. Apenas me la siento. El señor se mueve dentro de mi cuerpo inerte. Al final noto sus huevos. Me alegro. Mi cuerpo cobra vida. Mi mente consciente de la entrada y salida, del placer por doble vía. No lo soporto más y me corro. El señor sigue empujando. Pluto lanza el semen hasta mi cara. El señor me aporrea con violencia y la saca. Se masturba. El chorro en la espalda de Pluto. Gotea en mis huevos. Respiramos. El calor impregna toda la sala.

—¿Alguien lleva un cigarro? —nos pregunta el señor con voz grave

Miro al suelo. Cojo los pantalones y saco tres cigarros. Desnudos. Mi cuerpo destrozado. Fumamos tranquilidad. Entran dos chicos en la sala. Nos ven. Se van. Reímos. Nos entra sed. Nos vestimos, aseo, salimos. Miro la mesa. No están. Recorro el bar con la mirada. Satur con Isma en la barra. Pablo en la pista con un par de chicos bailando. Nos acercamos. Les saludo con la mano. Me saludan y siguen hablando.

—Tres cervezas frías —el señor a Jose—. No encuentro el tabaco, lo debo haber perdido en el cuarto

Pluto saca el paquete y nos ofrece. Tenemos la cara roja. Paga el señor. Bebemos con sed.

—Mi nombre es Javier —nos dice

Nos presentamos con un pico.

—Tú eres el del viaje a Ibiza, ¿no? —le pregunta a Pluto

—El mismo

—¿Ya tienes con quién ir?

—Creo que sí

—Entonces no insistiré

—Puede intentarlo

—Gracias, tutéame, por favor

—Puedes

—¿Eres tú el afortunado? —me pregunta Javier

—Tampoco

—Vaya, no tenemos suerte

—¡Lucas! —me gritan Me giro. Es Isma.

—Nosotros nos vamos ya —me dice

—¿Ya?

—Cinco minutos

—Acabo la cerveza y voy

—¿Qué prisa tienes? —me pregunta Javier

—He venido con ellos

—Entonces no les hagas esperar…

Pluto me mira. Está guapísimo. Miro a Saturnino. Coge mi mochila. Agarro la cerveza con las dos manos.

—… que ya se sabe que… —continúa Javier

—¿Te vas? —me pregunta Pluto con la mirada

—No sé qué hacer —le contesto sin palabras

—… un amigo de verdad es aquél que da y no le importa…

—Vente a Ibiza conmigo —sin hablar

—Joder —sin hablar

—Vente, por favor

—… amor también tiene que darse todo aunque es importante guardar un mínimo de libertad interior para que no te falte el aire…

—No puedo

—¿Qué te lo impide?

—He de seguir mi camino

—¿Y yo no estoy en él?

—… una pareja unida empieza por uno mismo, por respetarse, por ser fiel a tus principios…

—No

—¿No te gusto?

—Muchísimo

—¿Entonces?

—Tengo miedo

—¿A qué?

—A sufrir

—… cuidado con esto último que os he dicho porque podéis acabar solos en esta vida, uf, que cerveza más fría, antes tenía calor y ahora con esto me voy a fastidiar las cuerdas vocales

Acabamos de escuchar a Javier.

—Pues vete —me dice Pluto con palabras

—Lo siento

—Espera

—¿Qué?

—Que te vea bien

—¿Por?

—No quiero olvidarte

—Adiós, gracias por todo a los dos —les digo

—A ti parece que no te afecta lo más mínimo —me dice Javier

—¿El qué? —pregunto

—Que te quieran

Dejo el botellín de cerveza en la barra. A medias. Me despido con un nudo en la garganta.

—¿Nos vamos? —pregunto a Satur

Salimos los cuatro. Antes que se cierre la puerta del bar miro hacia atrás. Javier y Pluto se están besando. Caminamos. Saturnino y Pablo delante. Detrás Isma y yo.

—¿Quieres que te lleve la mochila? —me pregunta Isma

—Gracias, no pesa mucho

—Satur me ha dicho que eres de Castellón

—Sí

—¿Y qué te parece Madrid?

—Bien, al principio te pierdes entre tanta gente, cuando vuelves es como si encontraras un espacio, un sitio, como si un rinconcito de ciudad te perteneciera

—Qué bonito

—Aunque la verdad es que he visto poca cosa, el Prado, Museo de

Cera…

—Está a veinte minutos de aquí

—Joder, lo de las distancias cómo cambia, en veinte minutos te cruzas Castellón de punta a punta, bueno, caminando rápido

—Aquí coges el metro

—¿Está abierto ahora?

—Cierran a las dos, ahora o pillas un taxi o hasta las seis de la mañana te mueres de asco

—¿Vivís por aquí?

—A diez minutos

—Nos queda un buen trozo

—Enseguida llegamos

—¿Quieres?

—Vale

Fumamos. Satur y Pablo continúan hablando de trabajo.

—… hasta los huevos —le dice Pablo

—¿Por qué no le enviaste a la mierda? —pregunta Satur

—No creas que me faltó mucho, pero el alquiler del piso

—No te será difícil encontrar otro curro

—Ya, pero ¿a ti te parece…

—¿Vivís juntos? —le pregunto a Isma

—Eso ya me lo has preguntado

—Perdona, es verdad, lleváis tres años

—Alquilados

—Son caros los pisos en Madrid, ¿no?

—Ni te lo imaginas

—¿Trabajáis los dos?

—Sí

—¿Llegáis bien a fin de mes?

—Por ahora sí

—¿Por ahora?

—¿No has oído lo que decía Pablo?

—Sí, que se lo quiere dejar

—Ya veremos qué pasa

—¿Y tú, qué haces?

—Soy técnico de sonido

—¿Tienes un estudio de grabación?

—Todavía no, de momento un pequeño equipo. Sonorizo a grupos de música, de teatro

—¿Da para comer?

—Como todo, si te mueves y curras mucho

—Ya queda poco, ¿no?

—Dame la mochila

—Gracias, ha sido un día tan largo

—Aguántame el cigarro

—Toma

—Vamos, que éstos no esperan

Llegamos al portal del piso de Isma y Pablo. Entramos. Subimos hasta el sexto. Callados. Pablo abre la puerta. Ismael deja la mochila en el pasillo y cierra. Dan la luz. Pasamos a una pequeña salita. Hacemos sitio y nos sentamos.

—¿Qué queréis? —nos Pregunta Pablo

Satur e Isma gin-tonic. Yo cerveza. Sale del cuarto. Isma conecta la televisión y cambia de canal hasta llegar a un video musical. Baja el volumen. Deja el mando. Un par de lámparas iluminan las paredes color ocre. Intento relajarme. Saturnino con los pies sobre la mesita. Ismael abre el cajón de debajo del televisor y saca una cajita.

—¿Os apetece? —nos pregunta

Es marihuana. Moja un cigarro con la lengua. Quita la boquilla con cuidado y estira el hilo de papel. Coge tabaco y lo extiende en su mano. Un poco de maría encima. Remueve con los dedos. Saca un papel de fumar, mira la pega y tapa la mezcla. Gira las manos. Echa el resto moviendo los dedos en su palma. Lía el porro. Pablo entra en la salita con una bandeja. Se ha quitado la camisa y lleva puesto un delantal de cocina. Rojo. Con dibujos. Se sienta a mi izquierda. Le miro de reojo. Una teta le sale fuera. En la bandeja tres vasos de tubo con hielo, limón, tónicas, una botella de ginebra, dos cervezas de bote y una jarra fría de cristal. Cacahuetes para picar. Nos servimos. Saturnino baja los pies de la mesa. Ismael enciende el porro. Brindamos. Bebemos. Está fresca. Pego otro trago.

—Estáis muy callados —dice Pablo

Saturnino contesta. Despego los ojos de la tele y presto atención a la conversación.

—… Sevilla, Huelva, Badajoz y todo recto hasta Madrid —le digo a Isma

—¿Estabas en Sevilla? —me pregunta Pablo

—En Mérida

—Ah, es que en Sevilla tenemos un buen amigo que tiene un bar de osos, er Javi

—No lo conozco

—Tú eres de Castellón, ¿no?

—Castellón de la Plana

—Nunca hemos pasado por ahí, ¿verdad Ismael?

—Por Valencia —contesta

—Ah sí, en la Ciudad de las Artes y de las Ciencias, bueno, y en el Dakota y La Cueva

Ismael me pasa el porro. Fumo. Dejo caer la ceniza en el cenicero. Le pego una calada más profunda.

Saturnino se recuesta en el sofá y desabrocha un par de botones de su camisa. En la otra mano el gin. Vuelvo a mirar de reojo el pecho de Pablo. Creo que Isma me ha pillado. Miro al porro y fumo.

—¿Os apetece jugar a algo? —pregunta Isma

—¿Un continental? —propone Pablo

—No, cartas no —dice Satur—, que no puedo aguantar el cubata. Prefiero a Divinas y Petardas

—Es que somos pocos —dice Isma

—¿Un trivial?

—Va, un trivial

Pablo se levanta y sale del cuarto. Visualizo en la espuma de mi cerveza la imagen de su espalda cubierta de pelo negro. Noto la presión de mi glande contra los calzoncillos. Última calada y se lo paso a Saturnino. Me mira a los ojos y sonríe. Bajo la vista y la vuelvo a subir. Entra Pablo. Despliega el cartón en la mesa. Repartimos las preguntas y jugamos jóvenes, Isma y yo, contra mayores, Pablo y Satur. Lanzamos el dado. Empezamos nosotros. Preguntan.

—¿Cuántos pares de patas tiene una araña?

Isma y yo nos miramos.

—Cuatro —le digo

—Creo que tres

—No sé

—Va, pues cuatro

—Cuatro —digo

—Correcto —asiente Pablo

Lanzamos de nuevo. Comodín. Tira Isma. Quesito rosa. Me pasan el porro. Fumo y se lo paso a Pablo. Me roza el dorso de la mano y lo coge con cuidado.

—A ver —dice Satur—, joder, qué fácil, ¿qué palabra se usó para definir el cine sanguinolento y lleno de vísceras en la pantalla?

—Gore —respondemos Isma y yo al unísono

Quesito rosa. Miro la caja del trivial, es de los años ochenta. Lanzo el dado. Casillero marrón. Satur coge la tarjeta y pregunta.

—¿Qué cineasta español llamó a sus memorias «Mi Último Suspiro»?

—Luis Buñuel —dice Isma

No tenía ni idea. Disimulo y vuelvo a lanzar el dado. Otra vez rosa. Pregunta Pablo.

—¿Quién fue el cómico apedi, apelli?, repito, ¿quién fue el cómico apedilla, apelli…

Reímos.

—… joder, a-pe-lli-da-do Colina, que triunfó en televisión sin decir palabra?

Isma y yo nos quedamos en blanco. Le paso el porro. Fuma. Echa el humo.

—¿Repito la pregunta?

—No hace falta —le dice Satur

Me pasa el porro y fumo.

—¿Tú la sabes? —me pregunta Isma

—No

—¿Quién fue?

Pablo hace como que le persiguen y entona una melodía rápida y divertida.

—¡Benny Hill! —contesto

—Lo siento, dice Satur, habéis fallado

Coge el dado y tira. Amarillo.

—¿Cojo la tarjeta yo? —me pregunta Isma

—Una vez cada uno —le digo

—Vale

—¿Qué animales llegaron de China a los zoos españoles por primera vez en los años ochenta? —pregunto

—Los panda —contesta Pablo—, los osos panda

—Correcto

Lanzan de nuevo.

—¡Eh, el quesito! —se queja Saturnino

Cuatro. Rosa.

—¿En qué serie de televisión española veraneaban en las playas de Nerja un grupo de niños? —pregunta Isma

—La digo yo o la dices tú

—Satur a Pablo

—Tú mismo

—Verano Azul

Verde.

—¿Qué grupo norteamericano aficionado a las calabazas comenzó a grabar a finales de los ochenta? —pregunto

Ismael canta una canción en inglés. Pablo y Satur le miran. Escuchan. No captan.

—Grupo norteamericano —dice Pablo— aficionado a las calabazas, ¿es que se las comían, o qué? —pregunta al aire

—Ni idea —dice Satur

Smashing Pumpkins —responde Isma

—¿Y eso qué coño tiene que ver con la pregunta? —pregunta Pablo

—El nombre —dice Isma—, Smashing Pumpkins significa algo así como las calabazas chafadas

—Puf, vaya nombre más chorra —dice Pablo

Lanzamos el dado. Seis. Verde. Pregunta Satur.

—¿Cómo tituló Mocedades la canción inspirada en el intermedio musical de la Leyenda del Beso?

Saturnino la tararea. Pablo le calla. No la sabemos. Pablo quita la mano de la boca de Satur y éste canta.

—Ay, amor de hombre que estás haciéndome llorar una vez más, te quiero no preguntes…

—Vale, vale —interrumpe Pablo—, que nos toca

Lanza.

—¿Quién pregunta? —le digo a Isma

—No me acuerdo

—Yo tampoco

—Pásame el porro

—Toma, pregunto yo —cogiendo una tarjeta—. ¿Quién fue el artista que dejó al morir seis mil horas de video con él de protagonista?

—Andy Warhol —contesta Pablo

—Joder, ¿cómo lo sabías? —le pregunta Satur

—Es que vi un documental

—¿De seis mil horas?

Nos descojonamos. No puedo parar. Nadie puede excepto Pablo que lanza el dado. Cojo la tarjeta. Leo. Me descojono. Marrón. Intento preguntar.

—¿En qué deporte…

No puedo.

—… en qué…

Lo intento.

—… en…

Ni de coña.

—… en qué deporte autóc, autóc… toc

—Trae —me dice Isma cogiéndome la tarjeta—, ¿en qué deporte autóctono vasco destacó Iñaki Perurena?

Silencio. Nos miramos.

—En levantamiento de piedras —contesta Satur

—Correcto

—Qué ganas ponerse ahora a levantar piedras —le digo a Isma

—Ya te digo —dice levantando los hombros

Me despeloto. Parece una gallina. Saturnino le imita. Nos descojonamos todos. Bebo cerveza. Cojo otra tarjeta. Estoy a punto de echarla. La cerveza. Me controlo. Verde.

—¿Quién, según la canción, siempre bebía aguardiente para olvidar?

—Cantinero de cuba, cuba, cuba —canta Pablo

Seguimos todos al compás.

—Cantinero de cuba, cuba, cuba sólo bebe aguardiente para olvidar

—Y quesito verde —dice Satur

—Quesito para olvidar —dice Isma

Sólo río yo la gracia. Lanza Pablo. Otra vez verde. Pregunto:

—¿A qué soprano se le cayó encima una gradería del teatro de Mérida cuando representaba Romeo y Julieta?

Nos despelotamos. Giro la tarjeta.

—A Monserrat Caballé —digo—, pobre mujer

No podemos parar de reír. Cinco. Comodín. Lanza de nuevo. Verde. Pregunta Isma:

—¿Quién fue el único guitarrista flamenco que grabó el Concierto de Aranjuez?

—Paco de Lucía —contesta Pablo

—Joder —dice Isma

—Vale —dice Satur—, en la próxima nos preguntáis el color que queráis

Azul.

—A ver —dice Isma—, mira, esta seguro que la sabes tú, Lucas

—Déjame ver —le digo acercándome la tarjeta

—Joder, qué ojos más rojos tienes

—¿Sí?

—¿Qué islas de Castellón fueron declaradas reserva marítima por su riqueza ecológica?

—¿Castellón tiene islas? —pregunta Satur

—Eso pone aquí

—Isma girando la tarjeta

—Ni de coña, vamos-dice Satur

—A mí no me mires —dice Pablo

—Las Columbretes —contesta Isma

—Ah, sí —dice Satur—, es verdad

—Bueno —continúa Isma—, pero habéis fallado Dos. Quesito rosa.

—Oye —le digo a Isma—, ¿de verdad que tengo los ojos rojos?

—Mogollón tío

Miro el porro. Nos pregunta Pablo.

—¿Quién era la amiga del osito Misha?

—Natasha, ¿no? —dudo

—Natasha —contesta Isma

Lanzo. Pregunta Satur.

—¿Cómo se llamaba el presentador de Peor Imposible?

—Jordi Estadella —respondemos Isma y yo con una sonrisa

—¿Qué otro programa musical sustituyó a Tocata en Televisión Española?

—Joder —dice Isma

—Yo creo que lo veía —observo—, pero no me acuerdo

—Es que eres demasiado joven

—¿Todavía tengo los ojos rojos?

Le paso el porro a Pablo. Vuelvo a rozarle el dorso de la mano sin querer porque estaba mirándole el pecho que le sale fuera del delantal. Me mira. Me concentro en el juego. Saturnino se lleva la mano a los huevos y pasa el bulto al otro lado de la entrepierna. Y yo con estos ojos.

—Chicos —dice Satur levantándose del sofá—, yo me marcho a casa

—Quédate a dormir —le dice Pablo

—Venga —insiste Ismael

—Son casi las cinco

—Pero si mañana no trabajas

—Eso sí, pero tengo cosas que hacer

—Quédate hombre, ¿Lucas también se queda, no?

—Yo lo que diga Satur

—Va, nos quedamos

—Voy a preparar las camas —dice Pablo recogiendo los vasos

—¿Guardamos el trivial? —pregunto a Isma

—Mañana

—¿Dónde está el aseo?

—Ven

Salimos de la salita. Cojo la mochila. Me indica. Entro y cierro la puerta. Me miro en el espejo. Los ojos rojos como pimientos. Están hablando. No les entiendo. Subo la tapa del inodoro y meo. Tiro de la cadena. Me limpio los dientes y salgo. Entran Pablo e Ismael. Satur me acompaña a la habitación. Vuelve al aseo. Salen Isma y Pablo.

—Muchas gracias —les digo desde el pasillo

—De nada hombre —me dice Isma

—A dormir que mañana será otro día —dice Pablo

—Buenas noches

Dejo la camiseta y los piratas en la silla. Satur se sienta en la cama y desabrocha los cordones de las botas. Le doy la espalda y me meto rápido en la cama.

—Buena gente —me dice

—Sí. Os conocisteis en Sitges, ¿no?

—A Isma sí, pero ¿qué te ha contado ese bandarra?

—Nada, que lo pasasteis muy bien

—No te ha mentido

Me giro. Se tapa con la sábana. En calzoncillos.

—¿Apago la luz? —me pregunta

—Vale

—¿Y qué más te ha contado?

—Nada, eso, que os veíais en la playa y…

—Que acabamos los cuatro en la cama, ¿no?

—También

—Vaya, le ha faltado tiempo

—¿Era guapo?

—Mucho. Treinta, gordito, blanco de piel

—¿Y qué pasó?

—Ya te lo ha dicho Isma

—No, pero después

—Era canario, de Lanzarote

—¿Qué raro?

—¿Por?

—Por su piel blanca

—Es que no le gustaba demasiado el sol. Prefería quedarse en su cuarto leyendo novelas de ciencia-ficción

—¿Cómo acabó en Sitges?

—Porque hacía poco que había descubierto que era gay

—¿En Lanzarote no hay ambiente?

—Claro, pero le daba vergüenza que le viera algún conocido, sabía de Sitges por el Festival de Cine de Terror y por lo demás

—Qué valiente

—Se vino con un amigo

—¿También entendía?

—A mí me dijo que no, su amigo, pero por sus gestos parecía estar coladito por él

—¿Se mosqueó cuando os enrollasteis?

—No se lo llegó a decir, también se intuía algo

—¿Y vosotros?

—Nos vimos los tres días siguientes

—¿Y su amigo no se enteró?

—Nos íbamos apañando

—¿Y qué pasó?

—Al final se quería venir a Madrid a vivir conmigo

—¿Sí?

—Y yo le dije que no

—¿Por la edad?

—Diez años menos

—No es tanto

—Bueno

—¿Tenías pareja aquí?

—No

—¿Entonces?

—A veces me acuerdo de él, de su sonrisa, me hacía reír mucho

—¿Lo hiciste por su amigo?

—Eso no se hace por nadie, además creo que a estas alturas todavía seguirá bien arropado en su armario

—¿Y eso?

—No se aceptaba

—Pero con el tiempo

—Tienes razón, pero ésa tampoco fue la causa

—¿Cuál fue?

—No lo sé

—¿Cómo que lo no sabes?

—Pues, no lo sé

—Sí que lo sabes

—Lo sé

—Pues dímelo

—No

—¿No me lo vas a decir?

Silencio. Respiro hondo. Vuelvo a coger aire. Lo echo despacio. Pienso en por qué coño le dijo que no. Trato de imaginarme al chico. Me doy la vuelta. Qué calor. Pienso en otra cosa. Mi nuevo pensamiento se interrumpe por el ruido que hacen los muelles de la cama en la habitación de al lado. Agudizo el oído. Imagino a Pablo y a Ismael. Al ritmo del chirrido. Pablo arriba, empujando. Ismael abajo. O al revés. Pablo abajo, con el delantal rojo. No, me da más morbo pensar que Pablo está arriba.

—Era demasiado blanco —me dice Saturnino

—¿De piel?

Se ríe. Para. Vuelve a reírse. Me siento tonto.

—De espíritu, que era demasiado transparente

—¿Y tú no?

—No lo sé

—¿Por esa razón le dejaste?

—Sí

—¿Oyes los muelles?

—No me dejan dormir

—Ya llevan un rato

Pablo gime. El ruido se intensifica. Ya no hace falta prestar atención. Golpes claros. A tiempo, pam, pam, pam. Más rápido, pam, pam. Ahora golpes secos, pa, pa. Piel contra piel, clap, clap. Saturnino respira tranquilo. Yo no puedo controlar la urgencia de oxígeno que exigen mis pulmones al frenético latido de mi pobre corazón. Intento relajarme. Respirar al mismo tiempo que Satur. No puedo. Un último golpe seco. Gemidos. Silencio. Pasos descalzos por el pasillo. Me encojo en la almohada. La puerta del aseo. Grifo. Agua. Grifo. Pasos de vuelta. Habitación. Muelles. Voces. Risas. Saturnino se levanta. Trago saliva de sexo. Abre la sábana y se acuesta en mi cama. Yo de espaldas. Me hundo hacia él. Transmite calma. Me duermo. Sueño. Despego del suelo. Vuelo. Veo desde lo alto. Todo pequeño. Soy libre. Me despierto. Satur durmiendo a pierna suelta. Yo a kilómetros. Y su cuerpo pegado a mi cuerpo. Silencio.

—¿Estás despierto?

—Sí —contesto

—¿Qué piensas?

—Nada, he soñado

—Qué

—Que volaba

—¿Tienes calor?

—Un poco

—¿Me voy a mi cama?

—No, no

—Anoche lo pasé genial

—Abrázame, por favor

—¿Así?

—Sí

—¿Peso mucho?

—No

—Ya vuelven otra vez

—Qué energía

—Algún día van a romper la cama

—Hm

—¿Vamos a verles? —me susurra al oído

—¿Cómo?

—A ellos no les importa

—No sé

—¿No te da morbo escucharlos?

—Sí

Me besa en el cuello.

—¿Por qué ríes? —me pregunta

—Me da cosquillas

—¿La barba?

—Sí

—¿No te gusta?

—Estoy con un pie en el cielo

—¿Y el otro?

—También

—Joder qué ruido hacen

—Lo deben escuchar los vecinos, ¿no?

—Aunque estén sordos

—Es que retumba

—Ya te digo

—¿Lo hacemos?

Satur levanta la persiana. Yo hace un rato que estaba despierto. Miro su cuerpo. Me mira. Su sonrisa me hace sonreír.

—¿Es tarde? —pregunto

—Las doce

—¿No tenías cosas que hacer?

—Mañana

—¿Se han levantado éstos?

—Creo que no, hace un rato alguien ha ido al aseo

—También lo he oído

—¿Estabas despierto?

—Sí

—No me he dado cuenta

—Te escuchaba

—No he dicho nada

—Respirar

—Tengo un hambre

—Yo también

—Y me estoy meando desde hace una hora, voy al aseo

Sale. Cierra la puerta. Entra en el aseo. Corro a la cocina. Desnudo. Vuelvo. Entra Satur. Le miro. Estoy a punto de reírme. Me contengo. Le abro la sábana. Se tumba. Apoya su peluda barriga sobre mi costado. Me río.

—¿También te hace cosquillas? —me pregunta

—No, es por esto

—¿De dónde los has sacado?

—De la cocina

—Tengo alergia

—¿A los melocotones?

—A la piel

—Habían bollicaos

—Qué buenos

—Ahora vengo

Me pongo los calzoncillos. Salgo disparado. Giro en el pasillo. Me encuentro de frente con Pablo.

—Buenos días

—Buenos —contesto

Está completamente desnudo. Aparto la vista.

—No soy un leproso —me dice

—No, es porque me gusta demasiado

—Entonces mira

Miro. Vuelvo a mirar. Si me derrito me tienen que arrancar del suelo con raspeta.

—¿Dónde ibas? —me pregunta

—A la cocina

—¿Quieres algo?

—Un bollicao para Satur

—¿Cómo sabes que hay bollicaos?

—Porque antes he entrado a por un melocotón para Satur

—Él tiene alergia

—Por eso volvía

—Pues cógelo

—Gracias

—Y mírame que no muerdo

Salgo de la cocina. Empalmado. Me apoyo en la pared para tocar el suelo. Entro en el cuarto. Isma en la otra cama hablando con Satur. Desnudo también. Me tapo los calzoncillos con el bollicao.

—Buenos días —le digo

—Buenos

—Le traigo un bollicao a Satur que he cogido en la cocina y Pablo me lo ha dado

—Entra hombre

Le miro de reojo. No puedo disimular el bulto. No le dan importancia. Creo que hasta les hace gracia. No puedo evitar mirar el cuerpo de Isma, cualquier parte, da igual, un pie, un brazo, un pecho, la barriga. Termina con Satur y sale del cuarto moviendo el culo de lado a lado. Satur deja la bolsa del bollicao en la mesita. Le observo. Me encanta verlo comer. Termina.

—¿Qué buscas? —pregunto

—El tabaco

—Yo llevo

—Debo tenerlo por aquí

—Toma

—Gracias

—¿Se puede fumar aquí?

—Abriremos la ventana

—¿No lo habías dejado?

—Tendré que volver a intentarlo

—Hace un buen día

—Sí

—¿Me puedo sentar aquí?

—Claro, ven

Me pasa el brazo por el cuello. Los dos sentados en la cama. Echando el humo por la ventana. Tiramos la ceniza en la bolsa del bollicao. Miramos al cielo. Azul. Nubes blancas. Le miro la barriga. La barba. Los ojos. La cara. Mi universo.

—¿En qué piensas?

—Me había perdido —le digo

—¿Dónde estabas?

—Lejos de aquí

—Ahora estás a mi lado

—Sí

—Junto a mí

—Con Satur

—Lucas y Satur

—Sí

—¿Me das otro cigarro?

—Toma

—¿De qué te ríes?

—De nada

—¿Fuego?

—Eres guapísimo

—Tú también

—Y por dentro

—¿Dentro de esto? —tocándose la barriga

—Y por aquí, por aquí y por aquí también

Me abraza con cariño. Apagamos el cigarro y follamos. Empujamos hasta perder las fuerzas. Nos corremos y volvemos a follar. En la cama, el suelo, en el alféizar de la ventana. Haciendo ruido. En silencio. Pensando en nosotros y con los que follamos ayer. Metiendo. Recibiendo. Amándonos y utilizándonos. Nos corremos de nuevo. Ya ni se nos levanta. Nos hacemos un cigarro. Volvemos a la carga. Semen fuera, semen dentro. En la boca, en el agujero. Sobre el pecho. Los limpiamos. Como animales. Nos gusta follar. Somos uno y muchas partes. Nos miramos. Desencajados. Sin poder parar. Sudados. Resbalando. La última paja. No podemos corrernos. Nos miramos. Tensos. En el suelo. Cruzándonos los pies. Nos corremos. Tragamos semen. El uno del otro. Y nuestras almas. En un último esfuerzo. Caemos agotados.

—Voy a ducharme —me dice levantándose como puede

Coge los calzoncillos del suelo y sale del cuarto. Me tumbo en la cama. Miro las formas de las nubes. Me levanto de un salto. Hago las camas. Las sábanas empapadas. Dejo la ropa de Satur en la silla. La mía en una bolsa y a la mochila. Entra Satur con el pelo revuelto y la piel mojada. Salgo. Entro en el baño. Me ducho rápido. Abro la puerta en calzoncillos. Pablo esperando.

Nos volvemos a dar los buenos días. Esta vez con una sonrisa. Me voy poniendo los piratas limpios por el pasillo.

—A ver si te caes —me dice Isma

—Buenos días

Entro en el cuarto. Dejo la puerta abierta. Satur se está vistiendo.

—Ya están levantados —le digo

Nos miramos. Nos besamos. Cojo la mochila y salimos. Pablo canta en la ducha. Echo una última mirada a las camas. Dejo la puerta entreabierta. Al fondo la ventana. Me giro. Tropiezo con Satur.

—Perdona —le digo

—¿Dónde está Isma?

—Iba por el pasillo

—Cómo desafina el condenado de Pablo

Entramos en la cocina. Ismael prepara la comida. Lleva puesto el delantal rojo. Pero vestido.

—Qué bien huele —dice Satur

—Es por la albahaca

—¿Qué haces?

—Espaguetis con salsa pesto

—Qué bueno

Me siento en una butaca de madera. Apoyo la espalda en la pared. Una pequeña ventana comunica la cocina con la salita. Miro a través. El trivial sobre la mesa. Los porros también.

—… ayudarte? —Satur a Isma

—Ya lo hago yo —interrumpo

Me acerco. Abro el grifo.

—Buenos días —dice Pablo entrando en la cocina—, por fin todos juntos

Me giro. Pantalones cortos y camisa blanca. Sin abrochar. Barriga… me quemo con el agua. Abro el grifo azul. Dejo un vaso bajo el chorro. Echo lavavajillas en la esponja. Aprieto. Sale espuma. Pablo pasa por detrás de mí. Le da los buenos días a Isma con cariño y un beso. Satur abre un cajón y saca cubiertos. Pablo sale de la cocina y entra en la salita. Se agacha. Recoge el trivial. …cubierta de pelo por debajo de la camisa.

—¿Dónde los dejo? —pregunto a Isma

—Arriba, en el armario

Coloco platos, un cenicero y vasos. Gotean sobre mis manos. Sigo fregando.

—Déjalo ya —me dice Isma

—Ya acabo

Vierte los espaguetis en un cuenco.

—Pues toma la sartén —pasándomela—, cuidado que quema

Friego. Satur vuelve a por servilletas y vasos. Le guiño un ojo. Me besa en el cuello. Sonrío. Acabo con la sartén. Me seco las manos con un trapo de cocina con ositos dibujados. Lo dejo doblado sobre el mármol. Entra Pablo. Isma le pasa el cuenco de pasta. Se va para la salita. Isma abre la nevera. Saca una ensalada. Cierra. La deja sobre la mesa de la cocina y la aliña. También especias.

—A comer —me dice

Los cuatro en la salita. Pablo y Satur tumbados en el sofá fumando. Isma enciende la tele y pone videos musicales. Acaba Tio Vivo de los Piratas y se funde con Un Viaje Alucinante de La Habitación Roja. Baja el volumen. Nos servimos ensalada con cubiertos grandes de plástico.

—Aquí están las vinajeras —dice Isma—, por si alguien quiere más aceite o sal

La pruebo. Está buena. Sigo comiendo. Satur echa más aceite. Pablo pimienta. Lleva lechuga cortada en juliana, palitos de cangrejo, manzana troceada, queso fresco, dátiles, pasas, tomate, olivas verdes sin hueso y aguacate.

—Como un viajero sin dinero —canta la tele— intentaré llegar a tu cerebro, a ver si te enganchas a mí, porque yo estoy colgado por ti, y me das una oportunidad…

Pablo abre la botella de vino. Brindamos. Por nosotros. Satur coge un trozo de pan. Mastica despacio. Pincho queso fresco y tomate. Relajo los músculos del cuello. Estoy tenso. Aguacate. Se deshace en mi paladar. Qué bueno. Isma me llena la copa con vino blanco. Se lo agradezco con una sonrisa. Relajo las piernas. Una oliva sin hueso.

—Nadie habla —dice Pablo

—¿Abrimos la ventana? —pregunta Satur

Me levanto y la abro. Corre el aire.

—Mejor —dice Satur

—¿En qué trabajas? —le pregunto a Pablo al mismo tiempo que recuerdo que anoche estaba hasta los huevos. Pongo cara de que si no quiere contestar que no lo haga que yo sigo comiendo sin molestar

—En una carnicería —me dice Isma

Como con la boca cerrada.

—¿Dónde se metieron Paco y Paco? —pregunta Satur

—No salieron de casa —dice Isma—, esta mañana tenía un mensaje en el móvil, que estaban cansados y no les apetecía…

—Qué sosos —interrumpe Satur

Miro las manos de Pablo. Como queso fresco.

—… y que no sabían si ir al cine o a cenar y que al final se quedaron viendo la tercera temporada de Queer as Folk, que les ha pasado David, y comiendo palomitas y…

—Y la polla —dice Pablo

Reímos. Casi se me escapa una pasa de la boca. Bebo más vino. Entra suave. Hasta la cabeza. Pablo descorcha otra botella. Sirve. Me levanto y recojo los platos de la ensalada.

—Trae cuatro limpios —me dice Isma

Entro en la cocina. Vacío los restos de ensalada en la basura. Dejo los platos en el fregadero. Abro el armario de arriba. De reojo al otro lado de la ventana. Están hablando en voz baja. Cojo los platos. Cierro. Salgo.

—… que han visto —continúa Isma— a Paco el gordo con una chica

—¡Qué me dices! —sorprendido Satur

—Lo que oyes

—Pero ¿se estaban enrollando?

—Dice que de eso no está seguro, pero que iban cogidos de la mano…

Dejo los platos en la mesa. Cojo la fuente de ensalada.

—Déjala —me dice Pablo con la mirada

Escuchamos a

Isma.

—… y entonces va y…

Corro el plato de espaguetis hacia el centro y el cuenco de la ensalada hacia una punta. Satur remueve los espaguetis con los cubiertos grandes de la ensalada sin perder comba de lo que dice Isma.

—… y lo más fuerte es que parece ser que hay un video con ellos dos…

—No me digas —dice Satur

—… ¡follando!

—No —dice Satur

—Sí

—¡Qué morbazo!

—Sólo son rumores —interrumpe Pablo

—¿Y el otro Paco? —pregunta Satur

—No sé, yo no le he preguntado nada por si acaso

—Pero ¿siguen juntos?

—De momento sí, bueno, ahora que pienso, por eso anoche se quedaron en casa

—No especules —le dice Pablo

—Ya, pero no te parece un poco raro, si ellos no salen de La Cueva ni para cenar… que se llevan bocadillos mientras ven películas de osos

—Qué fuerte —dice Satur—, no me imagino a Paco el gordo entrando en el armario a su edad

—Hombre —dice Isma—, tú ya sabes que estuvo casado

—Por eso mismo lo digo

—A lo mejor le pega a todo

—Pero si sólo tienes que ver cómo mira a los jovencitos

—Va —dice Pablo—, ¿es que no tenéis hambre?

—¿Y el video? —pregunta Satur

—Hay que conseguirlo ya

—¿De verdad existe?

—Eso dicen

—¿Y cómo es que grabaron un video?

—Se ve que a ella le pone

—Ah, ¿lo grabó ella?

—Sí, y se ve que tiene más. Todos con osos

—Qué fuerte

—Ya te digo

—¿Me vais a dejar comer tranquilo?

—Pablo enfadado

—Ya te contaré

—Isma a Satur

—Sí, que si no qué va a pensar este chico de Castellón

—Tienes los ojos rojos —me dice Isma

—¿Ya?

Me lleno el plato de espaguetis. Pruebo. Está de cine. Pablo coge el último trozo de pan de la cestita. Me levanto y voy a por más.

—En el segundo cajón —me parece oír a Isma Lo abro. Servilletas de cocina y papel de aluminio. Abro el segundo cajón del otro lado del horno. Una barra de pan. La cojo. Cuchillo. Corto en rodajas. Lleno la cestita y entro en la salita. Pablo sigue el vuelo del pan con los ojos. La dejo en la mesa y coge un trozo. Lo desmenuza con delicadeza y lo moja en el pesto. Para dentro. Pincho los espaguetis con el tenedor. Ruedo. Entran en mi boca sin tocar los labios. Mastico. Despacio. Qué buenos. Isma me ha vuelto a llenar la copa de vino. Bebo. Entra fresco. Como agua. Pablo cambia el canal de la tele. Noticias. El hombre del tiempo. Gordo. Con bermudas. Camisa hawaiana desabrochada. Señala el mapa con una regla de escuela. Sonriendo a medias. Sol en toda España. Calima en Canarias. Niebla por la mañana en levante. Temperatura récord en la capital. Imágenes de algún lugar en la cornisa cantábrica con gente bañándose. El hombre del tiempo superpuesto como si estuviera con los pies en el agua del mar. Ismael mirándole de arriba abajo con la boca llena. Yo echándome hacia un lado para verle un poco más la barriga por debajo de la camisa y si tengo suerte una teta de pelo rubio cubierta. Dejo de esforzarme. El hombre apoya el codo en una barra de bar virtual y deja al descubierto todo lo que quiero ver. Isma tose. Casi se le sale la comida pero cierra la boca a tiempo. Los cuatro mirando el televisor. En silencio. Bebo vino. Se me ha salido el pene de los calzoncillos y noto cómo se alarga por mi pierna.

—¡Qué hombre! —dice Isma cuando acaba de tragar

Seguimos mirando. Creo que nadie escucha si va a hacer mejor o peor tiempo. A mí se me han anulado todos los sentidos excepto la vista. Lo podían haber grabado. Seguro que lo repiten esta noche. No sé dónde estaré. Procuraré que haya televisor para verlo otra vez. Y video. Compraré una cinta. Puedo decir que me interesa el telediario del miércoles por, por cualquier cosa. Que estoy realizando un estudio sobre la evolución del tiempo en esta segunda quincena de julio. ¿Qué día es hoy? Uno de agosto. Un estudio de la primera quincena de agosto, sí, que es cuando hace más calor. Mañana también saldrá. Puedo grabarlo todo el verano en una cinta. Compraré una de tres horas. Si lo pongo en modo lp me durará seis. En la casa de fotografía de debajo de mi casa me lo pasarán a cedé. No, mejor voy a otra casa que ahí me conocen. Luego con el ordenador puedo eliminar lo que no me interese y verlo todo seguido, como una película. En la televisión seguro que graban todos los telediarios. Podría pedirles una cinta y decirles que es para mi tesis. Pero si yo no he ido a la universidad. Es mucho morro. Lo miraré en internet. Seguro que como es una información útil estará disponible. Pero a lo mejor sólo el mismo día, ¿de qué sirve saber el tiempo que hizo el seis de febrero? Quizá para estadísticas. El hombre del tiempo baja la mano de la barra y su camisa se cierra como un telón de teatro. Me recuesto en la silla. Estiro la camisa hacia abajo para que no se me note el bulto. Creo que no se han dado cuenta. No me importa, ellos también miran. El hombre del tiempo se despide con una sonrisa. Me despido interiormente hasta la próxima. Espero que sea esta noche. Me limpio el pesto de la boca con una servilleta de papel. Más vino. Paso la mano entre las piernas y la meto en los calzoncillos. No me ha hecho falta disimular. Pablo me ha visto. Sonrío. Se rasca la barriga. Vuelvo a notar presión en el glande. Pincho espaguetis y miro a los demás platos. Casi han terminado. Como deprisa. Mejor despacio pero sin pausa. Me centro en los espaguetis y sólo cuando levanto la vista una mirada rápida a la barriga de Pablo, la barba de Satur o los labios de Isma. Terminamos. Recojo los platos. Voy a la cocina. Isma viene con la cestita de pan. Tiro los restos en la basura. Cojo la fuente de espaguetis.

—¿Guardo esto? —le pregunto a Isma

—Déjalo en la nevera por si esta noche le apetece a Pablo Giro la fuente hacia el mármol. Se me caen dos espaguetis. Lo vacío todo en un plato limpio que cojo del armario. Cierro la nevera.

—¿Café? —pregunto

—Ahí abajo está la cafetera —me dice abriendo una caja con pastas de chocolate y nata

Hago fuerza. No se abre. Isma me mira.

—Hacia el otro lado

—Gracias —le digo

Se abre. Echo café. Miro a través de la ventana. Pablo y Satur hablan. Aprieto el café con una cucharilla. Cierro. Fuerte. Ismael enciende el gas. La pongo sobre el fuego. Me da una pastita de chocolate. Sonrío con el dulce entre los dientes. Se come una. Entramos en la salita. Ofrezco tabaco. Fumamos.

—Es muy acogedora la casa —observo

—Un poco pequeña —dice Isma

—Pero luminosa

—Eso sí

—¿Quién la ha decorado?

—Entre los dos

—Me gusta el color de las paredes

—Gracias

—Y el cuadro del pasillo

—¿Cuál?

—El de los chicos detrás de la sábana

—Es el cartel de una obra de teatro de dos amigos de Pablo, valencianos, como tú

—Bueno, yo soy de Castellón

—De por ahí, vinieron a actuar a Madrid y tuvieron mucho éxito

—¿Qué tal ellos?

—Majísimos

—¿Son pareja?

—El delgado tiene novia

—¿Y el otro?

—Novio, nos han invitado a su boda, ¿verdad Pablo?

—En septiembre —le contesta interrumpiendo la conversación de fútbol con Satur

Empieza a salir el café. Tiro la ceniza en el cenicero. Fumo.

—¿Y tú, no tienes pareja? —me pregunta Isma

—¿Estable?

—Sí, bueno, como la quieras llamar

—De momento no

—¿A qué esperas?

—Todavía no sé si he conocido al chico

—Pues ya eres mayorcito

—Sí, bueno, tampoco sé si quiero

—Ah, eso es otra cosa

—Sí

—Pero ¿hay alguien?

—Por ahora no

—Pues ya lo conocerás

—Sí

—Y os compráis una casa como ésta y la pintáis de colores

—Sí

—Que tenga mucha luz

—Sí

—Y bien decorada

—Ismael

—¿Qué?

—Anoche —le digo en voz baja

—¿Sí?, ostia el café

Corro a la cocina. Apago el gas. Pongo la cafetera en la bandeja que me ha preparado Isma, con tazas, hielo, leche, azúcar y cucharas. Entro y la dejo en la mesita. Pablo trae una botella de coñac y otra de güisqui. Nos servimos. Isma coge el mando del video y pulsa play. Echo un poco de leche en el café y remuevo. Con cuidado. Preparo un vaso con hielo. Encaramos los sillones al televisor. Pleasantville. Echo el café en el vaso. No me ha goteado. Empieza la película. Satur y Pablo dejan de hablar. Pablo me pasa la botella coñac. Prefiero la de güisqui. Se echa en el café. Yo en mi vaso. Dejamos la botella en la mesa al mismo tiempo. Dos hermanos que entran en un mundo blanco y negro que se va coloreando a medida que los personajes exteriorizan sus deseos. Me entran ganas de mear. Salgo de la salita sin hacer ruido. Doy la luz del aseo, subo la tapa, meo. Cae el chorro. Verde. Por lo menos hay color dentro. Tiro la cadena. Apago la luz y salgo. Me siento entre Satur y Pablo porque mi sitio lo ha ocupado Ismael. Todo se va coloreando. Menos el protagonista. Bebo el cortado. Respiro hondo. No me atrevo a girar la cabeza a los lados. Miro de reojo. La barriga de Pablo más grande que la de Satur. El pelo de Satur más rizado que el de Pablo. El protagonista se colorea al dar un puñetazo a un chico para defender a una amiga. No entiendo el significado. ¿Se colorea por luchar por los demás o por exteriorizar su ira? Me giro. Satur durmiendo. Isma y Pablo atentos a lo que pasa en la pantalla. Relajo el cuello. El brazo de Satur entre su pierna y la mía. De reojo el pecho de Pablo. El perfil de su teta camisa blanca con el marrón del sofá. Satur empieza a roncar. Ismael se gira. Nos miramos. Sonreímos. Pienso que el pobre ha estado todo el día de ayer con el camión, anoche de fiesta, hoy todo el día follando. Me giro hacia Pablo. Me sonríe. Creo que le he sonreído pero no estoy seguro de qué cara le habré puesto. Miro al televisor. En la pantalla Pablo abriéndose la camisa blanca y diciéndome ven. Trago saliva. No sé si lo debe notar pero siento mi cuerpo pegado al suyo. Caliente. Intento controlar la respiración. No puedo. Me reincorporo. Cojo la botella de güisqui, dos hielos, vaso. Muevo sin hacer ruido. Bebo. El pie de Pablo pegado al mío. Me quedo quieto. Satur con el brazo en medio. Pego otro trago y me recuesto. Mi codo ha rozado la barriga de Pablo. Me hundo en el sofá. Echo la cabeza hacia atrás y toco algo. La subo. Me giro hacia Satur. La mano de Pablo al otro lado. Voy dejando caer la cabeza despacio hasta que entro en contacto de nuevo con el brazo. Tenso el cuello para no caer con todo el peso. Meto el culo. La barriga de Pablo se apoya en mi costado. Miro a Ismael. Concentrado en la película. Noto la mirada de Pablo. Me estoy poniendo nervioso. Satur roncando. Me armo de valor y giro la cabeza hacia Pablo. Me está mirando. Bajo la vista por su camisa hasta el televisor. Respira tranquilo. Rozándome con la barriga. Estoy hirviendo. No puedo controlarme. Me aprieta el glande. Noto pulsaciones en el agujero que se dilata. Escalofríos por los costados. Presión en la espalda y los riñones. Trago saliva. Vuelvo a girarme hacia Pablo con cara de cordero degollado. Es carnicero. Lo imagino en el matadero con su delantal blanco manchado de sangre empuñando un cuchillo de hoja cuadrada. Yo me voy acercando agarrado a un gancho que apunta a mi cuello. Otro gancho helado se cuela por mis piratas y me perfora el calzoncillo por detrás. Caigo sobre una mesa de despiece. Pablo me arranca la ropa con las manos y la tira a un cubo de basura. Se pone unos guantes blancos de plástico, abre mis piernas y me introduce el brazo por el culo. Noto el movimiento de su mano por dentro. Me arranca el corazón y lo saca. Se lo come. Mi sangre por su barba, cuello, pecho. Tira los ventrículos a la basura. Se sube el delantal y me abre de piernas. Su pene erecto. Coge el cuchillo y me corta el mío. Introduce su polla por el agujero que ha quedado. Me folla. El delantal sobre mi cuerpo. Su pene cada vez más grande y más adentro. Al carnicero le va saliendo pelo por todo el cuerpo. Cuernos en la cabeza. Se transforma en un toro. Pero con tetas. Se corre. Me llena el cuerpo de leche que me sale por la boca y las orejas. Leche de vaca. Entera. El pelo va cediendo, los cuernos desapareciendo, de nuevo el carnicero. Me hace el amor. Viril. Me siento fértil. Me deja preñado. Mi cuerpo se desarrolla. Crecen mis pechos. El carnicero me da todo su amor. Nace un cordero con un hueco en el pecho. Le falta el corazón. Muere. Lloramos su ausencia. El carnicero se lo lleva. Lo entierra. Imagino realidad. Pablo me sigue mirando con la barriga sobre mi costado. La humanidad en sus ojos. Me arropa en su brazo… En su sonrisa la respuesta a todas mis preguntas. …y me convierto en él. Abro los ojos. La película está terminando. Los protagonistas hablando en un banco. Fundido a negro y a través del universo van saliendo los títulos de crédito. En el cuarto sólo Pablo a mi lado y Satur roncando. Al otro lado de la puerta espera una mujer que desliza su mano por la pared. Se abre la puerta. La mujer es Ismael, con peluca rubia, traje rojo y zapatos de tacón. Canta por encima de la canción que suena del televisor:

Soy la estrella que navega

—y mientras vuela voy rozando

el corazón a ras del suelo—

a través del univer…

… soy el hombre, la mujer

y el niño que gatea en el alféizar

la mujer y el hombre

mezcla de sexualidad

Deja el mundo y vuela, oh

Nada debe hacer cambiar

nada cambiará mi mundo

Soy el empresario

que incrementa su dinero

desde enero hasta enero

para darse más seguridad

Y el vagabundo

que navega a la deriva

mientras piensa

que no hay otra vida más

Deja el mundo y vuela, oh

Nada debe hacer cambiar

nada cambiará mi mundo

Soy el hombre

Superhipermegarrealizado

que plantea su pasado y llora

porque no ha entregado amor

Y la mujer

del hombre superautorrealizado

y cree poseer su corazón

Deja el mundo y vuela, oh

Nada debe hacer cambiar

nada cambiará mi mundo

Ismael llora. Aplaudo. Llora de verdad. Pablo se interesa por él.

—¿Qué te pasa, hombre?

—Nada

—No llores, por favor

—Te quiero Pablo

—Yo también Isma

—Te quiero mucho

—Va, por favor, no te pongas así —susurrándole—, va osete, cántanos esa canción que te gusta tanto

—No puedo

—¿Por qué?

—Porque estoy triste

—Venga, Isma, sé fuerte

—Yo soy fuerte

—Pues va, canta, que sabes que me gusta mucho

—¿De verdad?

—Claro, y a Satur y a Lucas seguro que también, que todavía no te ha visto

Isma levanta la vista. Me destroza. Aguanto el tipo. Se me humedecen los ojos. Que no caiga la lágrima.

—Vale, ahora —reponiéndose

—Venga, yo te pongo la música

Pablo busca el cedé. Lo mete en la cadena y da volumen. Se sienta a mi lado. Suena Eternamente Inocente de Fangoria. Isma canta por encima de la letra. Acaricia su cuerpo y señala a Pablo con el dedo.

Éramos peluditos

éramos tan gorditos

los dos

como el círculo

—en la nada—

metafísico de una hogaza

Éramos regordetes

éramos tan fuertes

los dos…

Isma nos enseña la barriga cubierta de pelo. Trago saliva. Sube las manos por el cuello hasta el cielo y canta el estribillo:

¡Quiero ser Mister Chaser…!

Era yo Mister Chubby

eras tú Mister Bear

dos mil

y jugábamos

arriesgábamos

a perdernos en La Cueva

Éramos cariñosos

éramos tan mimosos

tu y yo…

Se mete la mano dentro de los calzoncillos y canta el estribillo final:

¡Quiero ser Mister Chaser…!

Ismael se arrodilla y se la chupa a Satur. Me giro a Pablo. Me mira con cara de vicio. Nos tocamos. Su cuerpo blandito. Se desabrocha la camisa y le como una teta. Oigo el gemido de Satur. Pablo se deja hacer. Le paso la mano por los bajos. Me mira con cara de niño malo con un dedo entre los labios. Me deshago. Le desabrocho el pantalón. Sonríe. Su polla crece en mi boca. Chupo. El glande se mete en mi garganta. Los labios rozando el vello púbico. La saco. Suelta líquido preseminal. Qué bueno. Como un helado de fresa. Notando las venas en los labios y en la lengua. La miro. La imagino entrando en mi culo. Me bajo los pantalones. Fuera calzoncillos. Echo saliva. Abro las piernas. Me dejo caer hacia delante. La veo entrando en mi culo. Llenando el agujero de carne. Miro su cuerpo peludo. Me giro. Satur empuja la peluca de Isma hacia abajo. La base de su pene roja de carmín. Me giro. Pablo me sigue mirando con cara de niño malo pero ahora soy yo quien mete en dedo en sus labios. Muerde. Quito el dedo. Ahí está, en su sonrisa, eso que me fascina. Ahí está, delante de mí, mi universal. Me abandono a lo que siento. Me pongo a llorar. Pablo me empuja. Cierro los ojos y los abro porque no puedo dejar de contemplarlo. Isma se levanta y se apoya a cuatro patas sobre la mesita. Satur se levanta empalmado hasta la barriga. Le sube la falda. Le baja las bragas hasta las rodillas. Le saliva. Se acerca. No llega. Isma se agacha hasta que se clava la polla de Satur en el culo. Me levanto. Cambio la posición para verles. Me dejo caer hacia atrás. Pablo la mete. Les veo follar en primer plano. Mientras me dan. Satur se cansa. Se sienta en el brazo del sofá. Isma le sigue sin que salga. Nos imitan. Nos miramos los cuatro. Isma se agacha y me la chupa. Imagino que se la está comiendo a Pablo. Veo a Satur follando. Me voy a correr. Isma la saca. Se la chupo a él. Pablo se levanta. La saca. Apoya las manos en el sofá con el culo en pompa. Lo miro. Grande. Peludo. No sé por dónde empezar. Me levanto. Lo chupo. Le gusta. Meto la lengua. Le tiemblan las piernas. No aguanto más. Echo saliva en mi polla. La coloco en su agujero. Dejo que se eche hacia atrás. Lo hace. Entra. Le cojo del culo. Grande. Se mueve. Elefante. Yo sólo viendo como entra y como sale. Insignificante. Muriéndome de gusto. Ismael me coge de atrás y me come el culo. Lo que me faltaba. No tengo fuerzas ni para imaginar lo que pasa. Me dejo llevar. Me agacho. Meto la mano por debajo de la barriga de Pablo y le masturbo. Isma saca la lengua. Ahora es Satur quien me da por detrás. Bajo a la tierra. Miro la espalda peluda de Pablo. Veo como sale y como entra. Me corro. Noto líquido en la mano. Pablo se desploma en el sofá. Me agacho. La mete en mi boca. Me llena la garganta de semen. Trago. Amargo, bueno, sano. Satur se corre en mi culo. Isma la mete después y suelta dos manguerazos. Vamos cayendo en el sofá y en las sillas. Respiramos. Cogemos fuerzas para encendernos un cigarro. Fumamos. Llaman al timbre de abajo. Nadie quiere ir a descolgarlo. Se levanta Pablo.

—Son Paco y Paco —nos dice

Isma se levanta de un salto. Satur y yo nos vestimos rápido. Pablo entra en el aseo. Sale. Entramos nosotros. Abrimos. Entrando Paco y Paco. Uno gordo, el otro casi no cabe por la puerta.

—Qué calor hace aquí —dice el más delgado

—¿Queréis algo? —pregunta Isma

—Yo zumo de piña. ¿Tú qué quieres, rey? —le pregunta al más gordo

—Cerveza

—Ahora os traigo

Isma ordena la mesita. Lleva la peluca en la mano y carmín en los labios.

—Ya voy yo —le digo

—Gracias

Salimos los dos. Le hago una seña en los labios. Isma hacia el baño y yo a la cocina. Busco en la nevera el zumo de piña y la cerveza. Salgo. Rápido.

—Llevamos toda la tarde tirados —les dice Pablo—, os presento, este es Lucas, un amigo de Satur, Paco y Paco

—Encantado —les digo con dos besos a cada uno

Entra Isma.

—Sentaros chicos —les dice a ambos

—No sé si cabremos todos —el del zumo

—Ahora traigo una silla

—No te preocupes —le digo a Isma—, me siento aquí

—Como quieras. Bueno, ¿qué os trae por aquí? Anoche no vinisteis a La Cueva

—Nada —contesta el más delgado—, es que a última hora…

Miro al otro. Me hace una mirada perdida y bebe cerveza.

—… y vosotros, qué tal, ¿mucha fiesta?

—Sí —dice Isma

—Perdonar —interrumpe Satur—, pero nosotros nos tenemos que ir

—¿Ya? —pregunta el de la cerveza—, pero si acabamos de llegar

—Nos vemos esta noche, ¿vendréis, no?

—Sí, esta noche sí

—¿Estás bien? —le pregunta Isma a Satur en voz baja

—Sí, es que me quiero cambiar, nos vemos después de cenar

Nos volvemos a besar. Me pongo nervioso al llegar a Paco el más gordo. Mirada receptiva. Sonrisa. Me besa en la cara. Me separo y vuelve a sonreír. Está diciéndome tantas cosas sin hablar que no llego a comprender nada. Me dejo llevar. Vuelve a estar ahí, en su cara, lo que vi en Pablo, mi universal. La cerveza cae al suelo. La recojo antes de que salga espuma y bebo en un acto reflejo. Al subir la mirada veo algo blanco en la espalda de Paco. Le doy la cerveza. Me roza con los dedos. Cojo la mochila. Nos despedimos. Me alejo del centro de mi universo. Un beso cariñoso de despedida a Pablo y a Isma. Les doy las gracias por todo. Satur y yo bajando por el ascensor. Salimos a la calle. El sol de media tarde me despeja la duda. Eran las alas.

—… cambiaré de ropa —me dice Satur

—¿Dónde vives?

—Aquí cerca

—Satur

—¿Qué?

—Me tengo que ir ya

—Lo sé

—¿Desde cuándo?

—Ya hace rato que estás lejos de aquí

—Gracias por todo

Me abraza. Lloro como una magdalena. Tengo miedo. Me coge de la mano. Como un niño pequeño. Llegamos a casa. Subimos ascensor. En silencio. Entramos. Dejo la mochila en el suelo. Me mira. Lloro. Me lleva en brazos hasta su cama. Le bajo la cremallera y se la chupo. Nos corremos. Nos duchamos juntos. Fresquita. Acariciándonos el cuerpo. Volvemos a ser uno. Y muchas partes. Y follando otra vez uno. Satur sale del baño. Lloro frente al espejo. Me visto. Cenamos. Pongo la radio. Suena Espectáculo de Iván Ferreiro. Hablamos. Me cuenta que desde hace tiempo queda con dos chicos. Sin compromisos. Para follar. Uno de ellos mayor, cincuenta y pico. El otro de treinta. Le pregunto por el físico. Me da largas. Me siento estúpido. Continúa. Que al mayor lo conoce desde la movida de los ochenta. Que son muy buenos amigos. Que si no liga uno o el otro, acaban los dos en la cama. Y se cuentan. Y recuerdan. Y se sientan los dos en un garito y se les hacen las mil. Que tienen muchas cosas en común. Que cada uno de ellos ha llevado una vida diferente. Que se ve que Carlos estuvo casado. Que ahora sale con un chico de Ciudad Real que viene casi todos los fines de semana a verle. Le pregunto por el otro chico. Me dice que es Pluto, el del viaje a Ibiza en La Cueva. Me quedo parado. Enciendo un par de cigarros. Sigue contando. Lo conoció hace dos meses. Fumo. Quedan siempre que pueden. Le pregunto que por qué no le ha dicho nada en el bar. Me dice que ahora lo sabré. Escucho. Que Pluto tiene novio. Me siento raro. Que viven juntos desde hace tres años. Que nunca hablan de su pareja. Quedan para follar y punto. Y abrazarse. Y sentir. Y contarse. Que parece ser que sus cuerpos están hechos el uno para el otro. Pero no para amarse. Que los dos son libres. Que se sienten unidos en la distancia. Como dos almas gemelas. Que nunca ha sentido nada igual. Que cuando están juntos no hacen falta palabras. Sólo una mirada. Una sonrisa. Como si se identificaran. Me impaciento por saber más. Me dice que hace dos semanas conoció a un tercero. Quedaron para follar el sábado y el domingo porque Pluto se había ido de acampada con su novio. Que el lunes pasado no pudo contenerse y se lo contó. Que Pluto se quedó sorprendido. Que Satur estaba nervioso. Que a partir de ese momento Pluto le había dado excusas para no quedar. Que Satur no comprendía su comportamiento. Si ya sabía de sus otros rollos con el mayor. Que entre ellos dos sólo hubo sexo. Que Satur se arrepintió de habérselo contado. Que Pluto no quería saber de él. Que Satur le iba detrás y le llamaba todos los días. Que Pluto tenía cosas que hacer. Que Satur se obsesionó, se enamoró de la pérdida, sufrió. Que volvieron a verse. Que no salió el tema. Que Pluto no quería quedar para quererse como antes. Que Satur sentía que le presionaba demasiado. Que Pluto escapaba. Que Satur le iba detrás. Que Pluto ni caso. Que Satur llegó un día a su casa y empezó a llorar. Que sentía que le había fallado. Que no lo podía arreglar. Que su orgullo le impedía aceptarlo. Que no soportaba vivir con su error. Que volvió a quedar con el tercero. Que no le contó nada por si acaso. Que se despidió de él con un beso y no han vuelto a verse más. Que Satur se dio tiempo. Que al menos le quedaba su amistad o por lo menos eso pensaba. Que ya nunca volvería a ser igual. Habló un día con Isma y Pablo. Le dijeron que todo marchaba bien. Que lo único que fallaba era su ansiedad de tener. Que ya vería cómo se arreglaba todo. Que los errores nos hacían personas. Que tuviera paciencia. Y que en ésas estaba. Me quedo rendido en el sofá. Me despierta.

—He quedado con éstos —me dice

—¿Qué hora es?

—Las tres y cuarto

—¿De la mañana?

—Sí

—Qué tarde

—Ves a dormir a la cama

—No, me voy

El golpe del ascensor en la planta baja me vuelve a hacer llorar. Satur me seca las lágrimas y me abraza. Salimos a la calle.

—Ha sido un placer conocerte —le digo

—El placer ha sido mío

—Que tengas mucha suerte

—Tú también, y ves con mucho cuidado, que no te puedes fiar de cualquiera, bueno, no sé por qué te digo esto

—Seguiré tu consejo, gracias

—A ti

—Dale un beso muy fuerte a Pablo y a Isma de mi parte, que se han portado de puta madre conmigo

—Lo haré

—No te voy a olvidar, Satur

—Hm

—Hasta siempre, y cuídate tú también, y que vaya bien con Pluto, que seguro que se arregla todo al final

—Sí, adiós

Se va. Me giro. Lo veo alejarse por la calle. Como un buen hombre. Vuelvo a llorar. Me cuesta dar el primer paso. Lo hago. Cuando me doy cuenta ya estoy andando.