5 · El modelo lineal de Bush como teoría de la ciencia.

Hechas estas precisiones, volvamos al informe Bush, puesto que no solo aporta una serie de propuestas de acción para transformar el sistema CyT, sino también una teoría de la ciencia, que ha sido denominada el modelo lineal. No se trata de una teoría filosófica, porque no se centra en el conocimiento científico, sino en la función social de la ciencia, y más concretamente de la investigación básica. La teoría Bush ha servido como fundamentación de la nueva política científica y de los cambios en la estructura de la actividad científica que se fueron realizando a lo largo del siglo XX y que acabamos de enumerar y comentar muy sucintamente. La tecnociencia no ha tenido una fundamentación lógica, epistemológica ni metodológica, como muchos filósofos trataron de dar a la ciencia a lo largo del siglo XXI. Su justificación ha sido praxiológica, o si se quiere pragmática, y más concretamente económica, política y militar, lo cual constituye una nueva diferencia entre tecnociencia y ciencia, de gran significación para la filosofía.

La teoría Bush puede ser criticada desde muchos puntos de vista. No es una teoría rigurosa, ni precisa. Tampoco se adecua a los datos que ofrece la historia de las relaciones entre ciencia y tecnología. Como muchos autores han subrayado, no es cierto que la investigación básica genere siempre desarrollo tecnológico. Con mucha frecuencia sucede lo contrario: la tecnología surge primero, y luego vienen las teorías científicas. Pero lo cierto es que la teoría Bush ha sido útil y eficaz, puesto que ha contribuido considerablemente a transformar el mundo, en este caso el propio sistema de ciencia y tecnología. Se trata de una teoría tecnológica, no de una teoría científica. Es ingeniería social, por decirlo en términos de Popper. Pese a todas sus insuficiencias, sigue siendo operativa y eficaz, puesto que muchos científicos, tecnólogos y expertos en política científica la siguen aceptando como si enunciara las «leyes» fundamentales de la práctica tecnocientífica. Las críticas y «refutaciones» de historiadores, filósofos y sociólogos han tenido muy poco efecto sobre la teoría, y ello por motivos que pueden ser entendidos fácilmente: no han sido hechas desde el propio paradigma tecnocientífico y por ello ni siquiera han sido atendidas. Tampoco han aportado alternativas, por lo que, en general, se han mostrado ineficaces, además de incómodas. El «asunto Sokal» y las recientes «guerras de la ciencia» muestran el rechazo del núcleo duro de la tecnociencia con respecto a ese tipo de críticas, que se hacen desde la periferia del sistema, si no desde el exterior. Desde un punto de vista argumentativo, se insiste en el desconocimiento científicos de los críticos. Pero la función de estos debates consiste en reforzar la estructura básica del sistema SCyT y renovar sus postulados fundamentales, que tienen su origen en el informa de Vannevar Bush.

Vimos que Bush propugnaba una nueva independencia respecto a Europa, no ya política, sino científica[27]. El mismo título de su informe, la frontera sin fin, tocaba la fibra fundacional de los EEUU de América. La ciencia era la nueva mina de oro, donde puede hallarse el fundamento del capital económico y la base del progreso militar, sanitario y comercial. Conforme exponía sus tesis, iba proponiendo una estrategia de acción político-científica con claras connotaciones nacionalistas:

Hoy en día es más verdadero que nunca que la investigación básica es la que marca el paso al progreso. Durante el siglo XIX, el ingenuo talento mecánico de los yanquis, basándose sobre todo en los descubrimientos básicos de científicos europeos, consiguió que las artes técnicas avanzaran mucho. Ahora la situación es diferente. Una nación que dependa de las demás en su nuevo conocimiento científico será más lenta en su progreso industrial y más débil en su posición competitiva en el comercio mundial, independientemente de las habilidades mecánicas que posea[28].

La buena situación de los EEUU en lo que a tecnología respecta no bastaba. Se requería ir al núcleo mismo del progreso tecnológico, económico y militar, que radica en el conocimiento científico, el cual solo se obtiene potenciando la investigación básica. Esta se convierte en el principal motor económico. Estamos ante lo que podemos denominar principios básicos de la actividad tecnocientífica, o si se quiere ante la primera formulación de los compromisos metafísicos del paradigma tecnocientífico, por utilizar la terminología de Kuhn. Obsérvese que no se están formulando leyes de la naturaleza, aunque se invoquen. A diferencia de Newton, Bush está enunciando los principios metafísicos de una nueva filosofía social, no de una filosofía natural. Dichos principios se han convertido en modelos (en el sentido de Kuhn) del progreso de una sociedad, y no solo heurísticos, sino ontológicos. Hemos comprobado que la revolución tecnocientífica generó nuevas generalizaciones simbólicas (los indicadores, la cientometría, los índices de impacto, los estudios cuantitativos sobre la ciencia y la tecnología, etc.) y también dio lugar a acciones ejemplares (fundación de la NSF, establecimiento de un sistema competitivo para la obtención de fondos para la investigación, creación de empresas tecnocientíficas, etc.), posteriormente imitadas en los sucesivos países que se fueron adhiriendo al nuevo paradigma. Muchas de las componentes del paradigma tecnocientífico, al menos en relación a su primera época, la de la macrociencia, tienen su expresión en el informe Bush, y por ello consideramos ese texto como la primera expresión teórica de la revolución tecnocientífica.

Aunque Bush alude una y otra vez al conocimiento científico, los «principios» que enuncia y las consecuencias o leyes que de ellos se derivan versan todos sobre la actividad científico-tecnológica. Bush no está analizando la estructura del mundo físico, químico o biológico, sino la de un sector muy concreto de la vida social: la ciencia. Los principios prácticos que enunció (su metafísica social) generan leyes, pero no leyes de la naturaleza, sino leyes para la sociedad (presupuestarias, fiscales, económicas), que debían ser aprobadas por el Congreso y el Senado y puestas en práctica por el Gobierno y sus Agencias. Como hemos insistido a lo largo de este libro, la tecnociencia no pretende dominar ni transformar la naturaleza, sino la sociedad. Bush no tiene duda alguna de que el conocimiento de las leyes de la naturaleza y la investigación básica son los instrumentos más adecuados para transformar y mejorar la sociedad, entendiendo por tal la sociedad norteamericana. Su metafísica social se centra en esa tesis. De ella emanan sus recomendaciones y propuestas, siempre con vistas a dos objetivos:

  1. El predominio de los EEUU sobre los demás, tanto en lo que respecta al poder militar como a la industria y el comercio. Dicha primacía se había logrado en la guerra. Había que consolidarla en la época de la postguerra.
  2. La salud y el progreso económico interno del país.

Bush no preconiza el conocimiento por el conocimiento, ni la búsqueda de la verdad. Estos no son los objetivos de la tecnociencia, sino medios instrumentales para lograr los nuevos objetivos. Tampoco es un seguidor del programa baconiano: conocer la naturaleza para poder dominarla mejor. La tecnociencia que instituye y fundamenta teóricamente tiene otros compromisos ontológicos y, desde luego, otros objetivos. Medio siglo después, cuando la revolución tecnocientífica ha triunfado y se ha propagado por otros países, aunque el predominio estadounidense sigue siendo claro, cabe decir que dichos objetivos se han logrado, sobre todo el primero, que era el principal. No estamos diciendo con ello que la victoria de los EEUU en la guerra fría contra la URSS y su actual hegemonía científica, tecnológica, militar, política, industrial y comercial sea un efecto directo de la sólida instauración de la revolución tecnocientífica en dicho país a partir de la Segunda Guerra Mundial. Este no es más que uno de los factores que han influido en el cambio de las relaciones de poder a nivel mundial, pero sin duda es uno, y muy importante. Lo importante es tener claro que los objetivos de la acción Bush versan sobre el poder y la práctica, no sobre la naturaleza y el conocimiento. Para la tecnociencia, el conocimiento científico es un medio, no un fin. Esta es una de las diferencias básicas entre la tecnociencia y la ciencia.

La acción Bush se basaba en una teoría, que vamos a analizar ahora con mayor detalle. Suele ser denominada modelo lineal, y ya hemos mencionado que ha recibido múltiples críticas. Por nuestra parte, también podríamos manifestar nuestro total desacuerdo con dicho modelo, que no se corresponde con la realidad, pero con ello nada lograríamos, salvo satisfacer nuestra buena conciencia. Por ello, nuestra perspectiva es otra. En primer lugar, nos interesa analizar los principales postulados de dicha teoría. En segundo lugar, pretendemos mostrar que hay postulados no explícitos, o si se prefiere ocultos, y que son determinantes para el desarrollo ulterior de la tecnociencia y las políticas científico-tecnológicas que han impulsado dicho desarrollo.

En los estudios sobre ciencia y tecnología se han propuesto diversos esquemas para sintetizar la estructura general del informe Bush, en base a la cual se construyó el sistema tecnocientífico en los EEUU. Uno, que se adecua bien al texto del informe, insiste en su aspecto económico-social y distingue seis eslabones:

Investigación básica → Investigación Aplicada → Desarrollo Tecnológico → Desarrollo Productivo → Competitividad económica → Progreso Social[29].

Es importante señalar que la teoría original de Bush era esta. El progreso social depende de la creación de puestos de trabajo, esta de las empresas y el comercio, que dependen a su vez de la invención de nuevos productos y por tanto de las innovaciones tecnológicas, las cuales solo surgen si hay investigación científica aplicada y, como fundamento de ella, investigación básica. Estos son los postulados iniciales.

Otra de las esquematizaciones propuestas para reconstruir el modelo lineal está hecha desde una perspectiva más tecnológica. Añade una faceta importante, sobre la que luego volveremos, el uso de los productos tecnológicos:

Investigación básica → Investigación Aplicada → Desarrollo Tecnológico → Desarrollo del Producto → Producción → Uso[30].

A nuestro modo de ver, cabe introducir algunas mejoras en ambas esquematizaciones para recoger más aspectos, por una parte distinguiendo otros eslabones en la cadena, por otra introduciendo líneas adicionales de encadenamiento. De entrada, reemplazaremos la denominación «desarrollo del producto» por el término «innovación», hoy en día más común. Por innovación se entiende un desarrollo tecnológico que va a ser lanzado al mercado. Por tanto, incorpora otros factores, como la financiación y la mercadotecnia. Asimismo, entre la producción y el uso conviene introducir etapas intermedias, a saber, la distribución y venta del producto. Para no complicar mucho el esquema, resumiremos esas fases mediante el término «comercialización». Por otra parte, se presupone que el uso de los productos tecnológicos satisface necesidades de las personas y genera bienestar, una de las componentes básicas del progreso social. Por ello optaremos por combinar ambos esquemas y utilizaremos como punto de partida el siguiente modelo lineal:

Investigación básica → Investigación Aplicada → Desarrollo Tecnológico → Innovación → Producción → Comercialización → Uso (o consumo) → Progreso Social.

Este sería el esquema general subyacente al informe Bush. Sin embargo, Roosevelt le hacía preguntas específicas, y una de ellas se refería a las relaciones entre la ciencia y las instituciones militares. En este caso tendríamos un esquema bastante diferente:

Investigación básica → Investigación Aplicada → Desarrollo Tecnológico → Innovación → Producción → Capacidad armamentística → Uso (o disuasión) → Poder militar.

Bien entendido que, aparte de quienes usan las armas tecnocientíficas, están quienes padecen sus efectos, es decir las víctimas. Este tipo de «usuarios» también ha de ser tenido en cuenta, puesto que las acciones tecnocientíficas militares pueden producir bienes para algunos, pero con certeza generan males para otros.

Una tercera variante del esquema representa la incidencia de las ciencias sobre la actividad empresarial, tema explícitamente considerado por Bush en su informe y central para nuestra indagación sobre la tecnociencia:

Investigación básica → Investigación Aplicada → Desarrollo Tecnológico → Innovación → Competitividad empresarial → Producción → Comercialización → Consumo → Beneficios económicos.

Una cuarta se refería a la salud, y la propuesta de Bush puede resumirse así:

Investigación básica → Investigación Aplicada → Desarrollo Tecnológico → Innovación → Producción → Uso clínico → Salud.

Podríamos proponer otras líneas específicas, tanto partiendo del texto de Bush como de desarrollos ulteriores de la política científica norteamericana, por ejemplo en relación con el medio-ambiente. En conjunto, más que lineal, estamos ante un modelo arborescente, donde la investigación científica básica siempre está en la raíz y la tecnología constituye el tronco. Las ramas del árbol son algunos sectores sociales (sociedad en general, defensa, industria, salud, etc.) sobre los cuales inciden directamente las innovaciones tecnocientíficas, y por ende la investigación básica que las sustenta. Conviene subrayar que todas las ramificaciones están basadas en la investigación científica y la innovación tecnológica. Una razón más para hablar de tecnociencia. Asimismo hay que señalar, por lo que respecta a la axiología, que las valoraciones que puedan hacerse de las acciones tecnocientíficas depende mucho del lugar de la cadena donde se sitúe el evaluador. Por ejemplo, si este es quien padece una acción militar o quien sale perjudicado por una intervención médica, su valoración de la tecnociencia será altamente negativa, como es lógico. Concluiremos de ello que la tecnociencia no se percibe (ni se valora) igual desde un lugar de la estructura del sistema de ciencia y tecnología que desde otro. Ello no implica un relativismo, sino un perspectivismo estructural. Dado que hay diferentes componentes estructurales, las valoraciones que se hagan serán coherentes con el lugar del sistema desde el que se llevan a cabo. Por tanto, las disensiones y los conflictos valorativos están garantizados en la tecnociencia.

Estas primeras esquematizaciones, aun incorporando más matices analíticos, tienen dos inconvenientes importantes. En primer lugar, no representan el papel de la Administración y de sus políticas científicas para poner en movimiento el sistema. Por tanto, hay que incorporar nuevas componentes:

Departamentos de Política Tecnocientífica → Parlamento (presupuestos, leyes, control) → Gobierno (acciones de política tecnocientífica, Agencias, nombramientos) → Financiación → Investigación básica → Investigación Aplicada → Desarrollo Tecnológico → Innovación → Transformación (de los ejércitos, las empresas, el sector sanitario, las sociedades, etc.).

A nuestro modo de ver, esta última esquematización explicita la importante función de los Gobiernos en el desarrollo tecnocientífico, a través de sus servicios de política científico-tecnológica, durante la primera época de la tecnociencia. Asimismo sintetiza los últimos eslabones de los modelos anteriores en el concepto general de transformación del mundo, que nos parece clave para hablar de tecnociencia. Dichas transformaciones pueden ser positivas o negativas, claro está.

Pero, en segundo lugar, no hay que olvidar que en la etapa de la tecnociencia propiamente dicha emergió otro tipo de agente, la empresa tecnocientífica, que tiende a reemplazar al gobierno como motor del sistema SCyT, salvo en el caso de los macroproyectos científicos. Es el momento en que van surgiendo grandes empresas multinacionales que diseñan y ponen en marcha políticas científicas privadas, así como pequeñas empresas que hacen otro tanto. En tales casos el esquema sigue siendo válido, pero hay que introducir pequeñas modificaciones:

Departamentos de Política Tecnocientífica → Consejo de Administración → Dirección Científica → Financiación → Investigación Aplicada → Desarrollo Tecnológico → Innovación → Comercialización → Beneficios económicos.

La novedad principal consiste en la desaparición de la investigación básica (aunque pueden dedicarse algunos fondos a ella) y la priorización de la investigación aplicada y la innovación. Dando por supuesto que los Gobiernos asumen la tarea de incentivar la investigación básica y que los resultados de la misma se hacen públicos, las políticas tecnocientíficas privadas priorizan la innovación tecnológica y el mercado, al par que privatizan el conocimiento tecnocientífico. No hay que olvidar que a partir de los años 80 la financiación privada en I+D supera a la financiación pública, al menos en los EEUU. Por ello decimos que la aparición de este nuevo agente motriz de la tecnociencia caracteriza a la segunda época de la tecnociencia, hoy en día en plena expansión.

Hasta aquí las primeras mejoras formales que podrían hacerse al modelo lineal. En todas ellas se observa una componente constante: la financiación. La investigación básica requiere financiación, sea esta pública o privada. Sin recursos económicos para potenciarla, la maquinaria no se pone en marcha y la ciencia no genera los beneficios sociales (militares, empresariales, etc.) que Bush da por supuestos. Por tanto, la estructura de financiación de la investigación científica es determinante a la hora de analizar un sistema SCyT. No son lo mismo una tecnociencia financiada exclusivamente por el Estado, como en la URSS, una tecnociencia financiada al 50% por el Estado y las empresas, como en EEUU en los años 80, o una tecnociencia financiada al 50% por las empresas y al 50% por la Bolsa. Esta última estructura de financiación es la más típica de la tecnociencia norteamericana a finales de siglo, mientras que la macrociencia se distingue por una financiación básicamente estatal.

Dejando de lado presupuestos y críticas ideológicas, hay otro defecto formal importante en el modelo Bush: la propia linealidad o encadenamiento de las diversas componentes. El modelo mejora si lo consideramos como arborescente e introducimos nuevas componentes, pero aun así su linealidad no se corresponde con la práctica tecnocientífica real. Ocurre más bien que muchas de las componentes que hemos distinguido y secuenciado inciden las unas sobre las otras. Por ejemplo: los usuarios son una fuente continua de innovación, sobre todo en el ámbito de la tecnología; de la sociedad emergen nuevas líneas de acción política científica, por ejemplo de las agrupaciones ecologistas y las ONGs. Aunque se representa linealmente, el modelo es más complejo. Habría que optar por modelos en donde las diversas componentes se influyen las unas a las otras, aunque en grados diversos y con asimetrías. Un esquema posible sería el siguiente:

Distinguimos varios sectores relevantes en un sistema SCyT como el norteamericano: el político, el financiero, el científico-tecnológico, el empresarial, el jurídico, el militar, el mercado y la sociedad. Los flujos e interacciones pueden producirse entre todos ellos, aunque la mayor o menor relevancia de unas y otras flechas de flujo permite distinguir entre diversos tipos de sistemas CyT. Por ejemplo, en la época de la macrociencia el flujo principal procede de los gobiernos y de sus agencias. En cambio, en la tecnociencia son las empresas privadas y las entidades financieras quienes cobran mayor protagonismo. Dentro de cada uno de estos sectores puede haber diferentes agentes relevantes, por lo que habría que analizar la estructura de dichos agentes en cada país, en cada disciplina y en cada momento histórico. Desde nuestro punto de vista, es fundamental incluir a la sociedad entre los agentes tecnocientíficos, no solo porque a la postre la mayoría de las acciones van dirigidas a ella, sino también porque la sociedad no es pasiva con respecto a la tecnociencia. En una democracia representativa, puede preferir a unos u otros políticos (gobernantes, parlamentarios) en función de sus respectivas políticas científicas. Asimismo puede generar ONGs que critiquen e incidan en parte sobre la tecnociencia. La democratización de la ciencia supondría un mayor flujo desde la sociedad hacia las instancias donde se toman las decisiones sobre la tecnociencia. Por último, en la sociedad están los usuarios finales de los productos tecnocientíficos, cuyas valoraciones e innovaciones de uso tienen gran importancia para un sistema CyT avanzado.

Este modelo no se corresponde con las concepciones de Bush sino que intenta corregir algunos de sus defectos. Aquí nos limitaremos a proponerlo, sin desarrollarlo y sin mostrar sus potencialidades para representar esquemáticamente algunos de los grandes cambios del sistema tecnocientífico tras la crisis del modelo Bush a partir de los años 70 y el avance de las empresas tecnocientíficas, en base a un nuevo contraro social de la ciencia, como vimos en el capítulo 2. Un análisis más afinado nos permitiría distinguir sectores adicionales. En el capítulo 5 propondremos algunas mejoras, aunque solo en el ámbito de los valores. Presuponemos que los diversos agentes tecnocientíficos tienen sus propios sistemas de valores, por lo que las interacciones entre ellos conllevan un cierto mestizaje axiológico. El sistema de valores de la tecnociencia está compuesto por varios subsistemas de valores no jerarquizados entre sí, al menos en principio. De facto, siempre hay algún subsistema de valores (militares, empresariales, políticos) que prevalece sobre los demás.

En todo caso, negamos que la investigación básica sea el motor que arrastra a los demás nodos del sistema. En algunos casos puede suceder así, pero en general no. Hay ocasiones, como la segunda guerra mundial, en las que el motor principal del sistema son las instituciones militares. En otras ocasiones son las empresas, o los políticos, o incluso los juristas. Una reforma legal como la liberalización de un sistema de patentes puede repercutir en todo el sistema SCyT. El Cuadro 2 es puramente formal y debe ser implementado en cada caso concreto, ponderando la mayor o menor influencia de cada una de sus componentes. Lo interesante es analizar los cambios de estructura experimentados por la tecnociencia a lo largo del siglo XX, así como proponer nuevos cambios estructurales en la tecnociencia actual. No llegaremos a tanto en esta obra, pero al menos daremos algunos pasos en esa dirección.