Principio 10
Aunque pueda sonar a anatema, la mayoría de las empresas son mucho más complejas y dependen de esquemas más desconocidos que los que dominan nuestra biología.
La razón es simple: cada ser humano funciona por una suma de conjuntos orgánicos coordinados cada vez más conocidos, medibles y controlables, gobernados desde su cima física por un cerebro.
Una empresa también es una suma de numerosos sistemas y circuitos, que para su salud también deben estar constantemente coordinados, pero su especial complejidad viene dada porque, a partir de cierta dimensión, una empresa es un solo cuerpo con muchos cerebros, que supuestamente deben coordinarse, entenderse, respetarse, vibrar y sumar para competir y alcanzar el éxito y el beneficio.
Cuando el entendimiento interno falla, una empresa es un cuerpo enfermo, una seria candidata a una patología crónica que bien podríamos definir como de esquizofrenia de equipo, de consecuencias mucho más nefastas que en la esquizofrenia individual.
Si esto lo aceptamos, llega el momento de hacerse la gran pregunta: ¿y cómo se establece la mejor relación humana? En mi opinión, sólo existe una respuesta: desde la piel.
El papel es una naturaleza muerta que, en los mejores casos, intenta simulacros de vida. El poro es naturaleza viva que transpira sentimientos y aspira simpatía, afecto, respeto y admiración.
Hay y siempre habrá empresarios que creen que, una vez definido sobre un papel un objetivo, instrucción o visión, su trabajo ya quedó hecho. Ignoran que el principal alimentador y estárter del cerebro es el sentimiento.
Entre el papel y el poro, cualquier comparación es inútil. El dicho afirma que «el papel lo aguanta todo». No es cierto: el papel soporta, pero no transpira. En la relación humana, como mínimo el 51 por ciento es pura transpiración.