EL SEXO Y LA CIRUGÍA
Durante siglos el cuchillo sólo sirvió, en materia sexual, para realizar poco amistosas circuncisiones y castraciones. Con el tiempo, sin embargo, el bisturí y el sexo han acabado por convertirse en buenos amigos. Inclusive los han visto juntos en discotecas y moteles.
Hoy en día, gracias al bisturí, es posible emprender refinadas intervenciones de reparación, embellecimiento y hasta cambio de sexo. En el hospital de Mount Sinai, en Estados Unidos, el cambio de sexo no sólo es una operación frecuente, sino que la institución ha logrado cambiar sexos en mal estado por refrigeradoras, viajes a Europa y automóviles último modelo.
La facilidad con que es posible ahora el cambio de sexo ha creado un mercado negro de esta clase de elementos.
En 1993 se extravió en el Triángulo de las Bermudas un avión que llevaba un cargamento camerunés de repuestos para el Departamento de Cambios de Sexo de Mount Sinai, y aunque nunca se supo más de él, el turismo a las islas Bermudas aumentó notablemente en esos meses.
Las mujeres tienen mucho que agradecer a la cirugía erótico-estética. Merced a ella es posible aumentar el tamaño de pequeños pechos hasta convertirlos en pechos orgullosos, del tamaño de globos aerostáticos. Por supuesto, también es posible reducir en el quirófano la magnitud de un busto desproporcionado. En Suiza, cirujanos del Hospital de Lausanne han conseguido dividir dos pechos generosos en cuatro pechos económicos.
Algunas mujeres, como la actriz Cher, se han sometido de arriba a abajo a la magia del bisturí: muslos, cintura, busto, cuello, rostro, pestañas… Donde había una mujer madura de 45 años queda, después de pasar por la sala de cirugía, una niña de 70.
Los médicos reconocen que en esta materia se cometen excesos. Muchos hospitales, por ejemplo, se niegan a colocar un segundo miembro a los varones que no se consideran satisfechos con uno solo. En Suecia, la seguridad social ha establecido que no costeará la implantación de senos en la espalda, a pesar de que, como alegan grupos masculinistas, es éste un lugar más divertido a la hora de bailar.
Gracias también a la cirugía, el transexualismo es una realidad palpitante. El proceso del transexual empieza cuando una persona siente que su mente es de sexo distinto a su sexo. Supóngase, caballero, que usted empieza a sentir que en ese cuerpo apuesto y varonil que ha provocado la admiración de las damas y la envidia de sus amigos, no habita un hombre sino una mujer. O, si es usted una mujer, advierte que en esa cárcel maravillosa de 90-60-90 que brinda su cuerpo curvilíneo y sensual se encuentra atrapado un tipo tosco y peludo que quiere salir a escupir y pegar puñetazos.
Es entonces cuando el cirujano acude a realizar las refacciones locativas necesarias para que el cuerpo esté en armonía con la psicología. De este modo, al caballero que se siente señora le cortará aquí, le hinchará allá y le inyectará hormonas para que sea una mujer por fuera tanto como por dentro. En cuanto a la mujer que se siente varón, le coserá aquí, le disminuirá allá y le regalará su primera lavanda para después del afeitado.
La cirugía transexual ofrece muchas posibilidades nuevas, como el caso de algunos varones gays que cambian de sexo para convertirse en lesbianas, o viceversa.
La cirugía lucha actualmente por solucionar el problema del rechazo de órganos. Cuando un órgano sexual se siente rechazado, se entristece y se arruga. Y después es muy difícil elevarle el ánimo.