Una extraña noticia
¿Puede matar un lugar? Aquella pregunta reverberaba con fuerza en mi cabeza mientras ascendía la escalinata del edificio maldito de Valencia. Así lo había bautizado la prensa de toda España.
La historia había surgido sólo unos días atrás, concretamente el 2 de marzo de 2012, cuando una prostituta brasileña de 32 años había sido asesinada en el interior del número 1 de la avenida Tres Forques, antigua calle Cuenca, 78.
Aquella noche Edilene Oliveira, la víctima, acudió a una cita con la muerte. Su trabajo en el mundo de la prostitución era sólo temporal y tenía pensado dejarlo en muy poco tiempo, por miedo al peligro al que se enfrentaba cada noche, cuando se quedaba a solas con completos desconocidos. Ésa era la razón por la que había decidido ocultar a su pareja, Simone M., con la que mantenía una relación desde hacía cinco meses, que trabajaba dentro de ese mundo. De hecho, iban a casarse en Roma pasados unos días. Sin embargo, la siempre inesperada fatalidad iba a cercenar por completo cualquier plan futuro para aquella mujer.
En la madrugada del 1 de marzo, Camila Rodrigues, nombre virtual que adoptaba Edilene para ocultar su verdadera identidad, recibió una llamada para acudir a un servicio en la avenida Tres Forques, 1. No sabía que, al cruzar las puertas del edificio, jamás volvería salir de él con vida…
Su cliente, Javier O., de 40 años, sería también su verdugo.[31] Vivía de alquiler en la puerta 10, junto a otros dos compañeros. Aquella noche uno de los inquilinos se fue a trabajar y el otro decidió marcharse a dormir. Sin embargo, Javier O. aprovechó para contratar los servicios de la prostituta, tras haber ingerido una botella de vino y cocaína.[32] Aquél fue el núcleo común de dos historias aparentemente inconexas, pero finalmente unidas por un trágico azar.
Tras una grave disputa entre Edilene y Javier, éste acuchilló repetidas veces a la prostituta con fiereza, hasta hacerla caer por el hueco de la escalera desde el quinto piso. Sin embargo, la mujer trató de aprovechar su último aliento para escapar de su agresor, intentando llegar a la puerta principal mientras se arrastraba por el suelo.
Algunos vecinos, como Benito Grande, escucharon los gritos desgarradores de la víctima, pidiendo ayuda de forma agónica. Fueron ellos quienes llamaron a las autoridades de manera inmediata, mientras intentaban atisbar algo a través de las mirillas de sus puertas.
Javier O. abandonó rápidamente el edificio, cuchillo en mano y con la ropa totalmente ensangrentada. Diez minutos después, fue detenido por la Policía en la calle Balmes, a escasos metros del lugar.
Hasta el portal acudió rápidamente una ambulancia del SAMU, aunque era demasiado tarde. El cuerpo de Edeline fue hallado sin vida en un viejo trastero, donde los vecinos guardaban utensilios de todo tipo. El asesino había intentado ocultar allí el cadáver. Minutos después, los médicos de urgencias dejaron paso a la Policía Científica, que llevó a cabo una minuciosa investigación en el edificio para recabar pruebas del crimen. Fueron las manchas de sangre las que condujeron a los agentes al piso de Javier O., como una guía oculta por una dantesca senda.
El bolso de la mujer apareció destrozado, como otra víctima inerte de la furia asesina. Al día siguiente, el juez de guardia decretó el ingreso en prisión, comunicada y sin fianza, para el presunto homicida.
Albert Arnau, de Canal 9, fue uno de los primeros periodistas en llegar al lugar de los hechos. La primera imagen que se encontró fue la habitual para un periodista de sucesos como él: un cordón policial rodeaba el edificio, mientras algunos fotógrafos se arremolinaban a su alrededor. Algunos agentes de la Policía Científica estaban ya terminando su trabajo y varios vecinos observaban la escena con la incredulidad del que se cree viviendo una pesadilla de la que estuviera a punto de despertar.
Albert empezó a hacer su trabajo, tomando imágenes de todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor y llevando a cabo una primera toma de contacto con algunos vecinos del inmueble. De repente, algo llamó la atención de aquel periodista; pese a lo truculento del crimen, los vecinos no parecían demasiado asombrados, aunque sí afectados, como es de esperar. Entonces sin nadie esperarlo, aquella noticia dio un giro de 180 grados. Varios vecinos comenzaron a hablar de que precisamente allí se habían producido ya siete muertes en extrañas circunstancias, llegando a declarar que, de forma interna, habían dado al edificio el marchamo de maldito.
De hecho, su propio bautismo fue ya trágico, pues se construyó en 1957, año en que tuvo lugar la gran riada valenciana que acabó con la vida de 81 personas. Para muchos, aquél fue tan sólo el primer mal agüero…