Los Guapos de Clara[6]

Hay que puntualizar que Clara, conocida desde 1926 en el cine como la "más ardiente hija del jazz", pronto se hizo acreedora de sus propios titulares en todo el país.

Los periódicos clamaban: EL IDILIO DE CLARA, UN UNGÜENTO AMOROSO, y pronto los ávidos lectores supieron que la prolongada "terapia" que la chica recibiera para sus "nervios e insomnio", de manos del atractivo y aristocrático médico William Earl Pearson, consistía en la repetida aplicación del "dardo" del facultativo en el postrado blanco de Clara. El "ungüento amoroso" se inyectaba en dosis nocturnas, hasta que la esposa del especialista puso a un detective tras la pista de su marido. El rastro se perdía en el pabellón chino de la finca de Clara en Beverly Hills.

A Clara se le acentuó el insomnio al aparecer como "la otra" en la solicitud de divorcio donde la señora Pearson demandaba a la Bow por "apropiación indebida de cariño". Los titulares supieron exprimir bien el jugo del escándalo protagonizado por la "ardiente hija del jazz" hollywoodense, y Clara fue despojada de treinta mil dólares por la despechada esposa del "buen Doc".

Clara volvió a ser noticia de primera plana a causa de sus deudas de juego en Reno. Pero su escándalo más sonado no estalló hasta 1930.

En dicho año, la fiable secretaria privada de Clara, Daisy DeVoe, una pizpireta rubia de dos caras, vendió todos los "in" y los "out" de la trepidante vida amorosa que la Chica del "Eso" desarrollara a lo largo de cuatro frenéticos años, al mayor postor, el casi pornográfico "GraphiC" de Nueva York. (Clara había puesto de patitas a la calle a Daisy tras un intento de chantaje y aquélla fue la venganza de la empleada.)

Pronto los ansiosos lectores del "GraphiC" supieron hasta qué punto llegaba la devoción de Miss DeVoe por su ama; había llevado la cuenta de todos los caballeros que visitaran el pabellón chino de Clara. El bondadoso Buda que ocupaba el lugar de honor no tenía por costumbre hablar, pero Daisy hizo por él. El registro de los amantes de Clara durante esos cuatro años era lo más parecido a un inventario de la potencia masculina. Sumándose el agradable doctor Pearson, la lista abarcaba desde cómicos (Eddie Cantor) hasta malvados (Bela Lugosi) pasando por cowboys (Rex Bell y el recién llegado Gary Cooper). Y no era todo.

La relación, según la definía "GraphiC", tal vez fuera demasiado extensa; ello obligó a la pobre Clara a coger el toro por los cuernos. Había sido anfitriona del plantel completo del Thundering Herd, un equipo de fútbol de la Universidad de California del Sur, en alborotadoras fiestas de week-end aderezadas con cerveza, probando a todos los risueños atletas desde el número uno hasta el doce, el robusto defensa Marion Morrison, conocido más tarde como John Wayne.

Los próceres decidieron que Clara se había pasado un poco de la raya, pues sus considerables triunfos venéreos ya no eran una simple cuestión de chismes de tocador, sino que habían sido bien explicados en primeras páginas. Salió a relucir que la chica del "Eso" había obsequiado a sus amados Thundering Herd con gemelos y pitilleras de oro; que había decorado muchos de los hogares que alojaban a sus atletas con bebidas de contrabando y disipado su dinero en efectivo, jugándoselo por las noches al póker en la cocina, en unión de su chófer, su cocinera y su doncella.

Clara llevó a Daisy ante los tribunales de Los Ángeles. Tras una encarnizada batalla con acusaciones nada agradables por ambas partes, miss DeVoe acabó en la cárcel acusada de distraer grandes sumas de la cuenta corriente de Bow.

De poco le sirvió a Clara la victoria: el abierto cotilleo le había hecho mucho daño. La pelirroja incandescente se convirtió en un material demasiado peligroso para manejarlo. En un intento por enfriar la cosa, contrajo matrimonio con Rex Bell, pero su carrera tocó el techo mientras resbalaba al filo de una serie de depresiones nerviosas. Antes de ingresar en una clínica, declaró: "Durante muchos años he trabajado muy duro y estoy necesitada de un descanso. Así que pienso marchar a Europa por un año o más en cuanto expire mi contrato". Cuando éste finalizó, algunos meses más tarde, la escarmentada Paramount no intentó renovárselo.

El caso de las válvulas fundidas tampoco la había ayudado mucho. Su primera cinta sonora, The Wild Party, trataba de mitigar los dichosos titulares. En la primera escena se requería de ella que hiciera su entrada en un dormitorio para chicas diciendo "¡Hola a todo el mundo!". El ingeniero de sonido, a resguardo en su sala de sincronización, no estaba aún familiarizado con el acento de Brooklyn de Clara y no ajustó correctamente los mandos al compás del saludo de Clara. Ella abrió la puerta, gritó "¡HOLA A TODO EL MUNDO!" y fundió cada una de las válvulas del estudio de grabación.

El ocaso de Clara Bow, quien durante toda una época fuera la personificación de la ardiente juventud, confirmó la reputación de Hollywood como ciudad donde las muchachas tropiezan.

El público lo dio por hecho: Clara no había aprendido lo suficiente como para continuar su senda fraguada en el sedante y viejo Brooklyn. La ristra de políticos, clérigos y ligas de pureza aprovechó para reavivar la pasión de los días del linchamiento de Arbuckle: otra estrella entregada a las llamas.

Luego de que Clara fuese tildada de "Mala Mujer", un predicador, el Doctor S. Parkes Cadman, condenó a Hollywood desde el púlpito como "Cementerio de la Virtud".