Horas más tarde…
Bratislava, Eslovaquia
—Bueno, ¿vas a contarnos ya el motivo por el que nos has metido tanta prisa y a qué viene tanto secretismo?
Velkan miró a Luke, el alfa de Manhattan estaba de pie a su lado, visiblemente interesado por saber qué lo había hecho coger un vuelo a la velocidad de la luz y trasladarse junto con otros alfas de Norteamérica a Europa.
—Sí, lo haré.
Comprobó que todos y cada uno de los convocados habían asistido sin demora, incluso Mijaíl y Radu estaban presentes en la misma habitación, si bien permanecían cada uno en una esquina. El primero mantenía una sonrisa maquiavélica en los labios, un intento por disimular su obvia incomodidad mientras que el segundo seguía con esa mirada tosca con la que había entrado. Casi podía considerarse un milagro que ambos estuviesen en el mismo espacio sin matarse, especialmente cuando dicho espacio era el nuevo hogar de Mijaíl.
Había conflictos que debían enterrarse para permitir que la vida siguiese su curso, pero en el caso de esos dos, el pasado no era sino un arma para atacarse infinitamente.
—Bien, porque reconozco que estoy intrigado con tanta celeridad —añadió Odin, quien, acompañado de Quinn y las compañeras de ambos, flanqueaban su izquierda junto a Santana y Jeremy—. Como también me intriga el hecho de que Mijaíl esté dando refugio a un jodido asesino.
La acusación no tardó en tener réplica por parte del mencionado.
—Me limito a cumplir las órdenes del principito, Odin —se encogió de hombros—. Considérame el mensajero.
El irritado alfa de Nevada clavó los ojos azules en él con un bajo gruñido.
—Y eso me cabrea aún más —replicó intentando mantener una actitud relajada delante de él—. Una explicación iría maravillosamente bien ahora, a menos que me permitas devolverle el favor.
Y esto era algo que sabía pasaría antes o después. El lobo tenía una cuenta pendiente con Rumati, una que no podía permitirle saldar.
—Me permito recordarte que salvó a tu compañera aquí presente —apuntó oportunamente.
—Sí, pero antes casi acaba conmigo —le recordó empezando a perder la paciencia—. Perdona si le guardo un poquito de rencor.
—Wow, un momento —intervino Leah—. ¿Estáis hablando de ese lobo negro? ¿Él está aquí?
El interés en la joven loba alfa era genuino, como también lo era el gruñido de advertencia por parte de su compañero.
—Leah. —La frenó con tan solo una advertencia—. Que ni se te pase por la cabeza, compañera.
La chica se giró hacia él con total naturalidad.
—¿El qué? ¿Dale las gracias por evitar que me convirtiesen en carne para hamburguesas? —le soltó tan tranquila—. Si no quieres oírlo puedes taparte las orejas y cierra los ojos ya de paso, así no tendrás que verlo.
Dicho eso se giró hacia él.
—Intuyo que, de los aquí presentes, solo Dawn y yo somos las únicas que no le iremos al cuello —comentó poniendo en palabras lo que él mismo había supuesto—. Y hablo en serio, me gustaría darle las gracias por su oportuna intervención.
—Dado que ella y tú sois las únicas lobas originales de su manada, estoy seguro de ello —le dijo y eso captó la atención de ambas.
—¿De su clan? ¿Te refieres al clan Daratraz? —se interesó Dawn cuya mirada empezó a iluminarse—. ¿Ha sobrevivido? ¿Rumati está con vida?
—A duras penas —comentó Mijaíl con su usual sarcasmo.
—Sobrevivirá. —Intervino entonces Malik, quién guardaba un discreto puesto junto la puerta—. Y, si quieres saber mi opinión, Voda, a él podría venirle bien el ver con sus propios ojos que esa noche no pereció toda su gente.
Las miradas de Dawn y el jovencísimo sanador se cruzaron en un silencioso entendimiento.
—¿Es peligroso?
Esta vez la pregunta vino de parte del beta de Odin.
—Quinn… —lo avisó su alfa.
El lobo negó con la cabeza.
—No has estado aquí estos últimos seis meses, Odin, no has visto lo que estos dos —señaló a su compañera y a Malik—, han sido capaces de hacer. Los recuerdos que Dawn reprimía han vuelto y se han despejado varias incógnitas de lo ocurrido entonces. El más importante de todos es por el que Velkan nos ha hecho llamar a todos, ¿me equivoco?
—Rumati Daratraz —añadió entonces Santana. El alfa de Texas era uno de los lobos que había sufrido en sus propias carnes uno de los ataques que se habían producido en los Estados Unidos. Había sido Cleo, la compañera de Jeremy, la que había obrado el milagro de que hoy Santana estuviese con ellos y pudiese disfrutar viendo crecer a su hijo—. Pensé que había perecido con el resto del clan. Esa noche fuimos incapaz de dar con él, algunos de los supervivientes lo vieron salir detrás de los asesinos… Al no encontrar su cuerpo, pensamos que sucumbiera también.
Su mirada fue entonces sobre Odin.
—¿Y él fue el lobo que te atacó? —chasqueó la lengua—. Tienes suerte de estar vivo, compadre.
—Si el recién resucitado jefe de los Daratraz no es el tema de conversación aquí, ¿cuál es? —preguntó Jeremy sin andarse con rodeos—. ¿Por qué nos has hecho venir con tanta prisa, Velkan?
—¿Se lo decimos ya o seguimos manteniendo el velo de tensión sobre todos los presentes? —preguntó Mijaíl descruzando los brazos y adquiriendo una pose más relajada—. No es por echaros, pero preferiría estar haciendo algo útil, como buscarla, a tener que ser partícipe de esta charla a la hora del té.
—¿Buscar a quién? —preguntó entonces Luke. El alfa de Manhattan estaba visiblemente tenso en espera de las noticias que lo habían arrastrado allí—. ¿Velkan?
—La princesa Denali está viva.
El aire pareció ser succionado de repente de la habitación. Cada uno de los presentes se quedó inmóvil, sus rostros adquiriendo gestos de incredulidad e incluso negación.
—Pero… eso no es posible.
—Tienes que estar de broma —chasqueó Odin—. ¿Esto va en serio? ¿Está viva?
—Pero, ¿cómo es posible? —añadió entonces Luke.
Se preparó para lo que estaba por venir, para explicarles lo que él mismo seguía sin comprender y el milagro que significaba al mismo tiempo.
—Si lo que apunta Rumati es cierto, y no tengo motivos para dudar de ello, Denali y Nahara Daratraz, su compañera, habrían escapado esa noche de la matanza —explicó y miró a Dawn con una agradecida sonrisa. Le debía a esa mujer mucho más de lo que jamás podría pagarle—. Tenías razón, Dawny, tus recuerdos de esa noche… coinciden con los de él.
La chica abrió la boca y asintió, al momento saltó y empezó a deambular de un lado a otro presa de su propio entusiasmo.
—Nahara… ¡Sí, por supuesto! —jadeó y levantó la mirada—. Ella era a quién vi esa noche, ella llevaba a la princesa en brazos e iba con… con otra mujer.
—Cala, la hermana pequeña de Rumati.
—¡Sí! ¡Eso es! Oh, te dije que la había visto, Quinn, te lo dije —declaró volviéndose a su compañero—. No podía recordar su nombre, pero era ella. Ahora estoy segura.
—Buen trabajo, dulzura. —La premió su compañero.
—Pero, ¿cómo es posible? —Para algunos todavía era difícil de aceptar—. ¿Dónde ha estado hasta ahora? ¿Por qué no ha venido a ti?
—Desconozco la respuesta a esa pregunta, Luke. —Y era una que no había dejado de hacerse desde el primer día en que Dawn le dijo que su princesa podría haber sobrevivido a aquella noche—. Todo lo que sabemos al respecto es que les están dando caza.
Aquello indignó al instante a los alfas. Nadie en su sano juicio, especialmente nadie que se preciase de ser un miembro de su raza, atentaría jamás contra esa pequeña loba prometida.
—¿Quién? —Varios gruñidos secundaron la pregunta del alfa de Manhattan.
—El mismo que ordenó la destrucción de mi aldea y ha dirigido varios ataques contra vosotros y vuestros territorios.
La inesperada respuesta procedente de la puerta atrajo la atención de los presentes e hizo que Odin gruñese en voz alta y se moviese como un rayo directo al recién llegado. Los demás cerraron filas de inmediato ante él, solo Mijaíl parecía encontrar divertido el asunto mientras Radu se limita a llevarse los dedos al puente de la nariz como si le doliese la cabeza.
—Tú... —Siseó el alfa de Nevada.
—Te dije que esto iba a pasar —añadió su anfitrión y señaló a los dos hombres con un gesto de la barbilla—. ¿Quieres que los separe?
—¿Por qué nadie me escucha cuando le digo que guarde reposo? —protestó al mismo tiempo Malik girándose de inmediato hacia el moribundo lobo que a duras penas era capaz de mantenerse en pie.
—¡Basta!
La voz de la joven loba alfa se elevó por encima de los hombres. Sin pensárselo dos veces había pasado al lado de la barrera que resultaba el cuerpo de su compañero y se había interpuesto entre ellos.
—Leah, apártate de ahí.
Negó con la cabeza.
—Joder, me gusta esta loba —masculló Mijaíl entre risitas.
—Qué bien. Otra loba suicida en la familia —añadió ahora Nicolai. El beta de Mijaíl había permanecido en silencio al lado de Melinka, su compañera.
—Si alguno dais un solo paso que no sea en son de paz, os muerdo y a la mierda los gérmenes.
Desafió abiertamente a su compañero y a cualquier alfa que se atreviese a interponerse en su camino.
—Lo digo muy en serio.
—Te dije que la dejaras en la habitación —le soltó Luke con gesto divertido. Él también había venido con Shane, su compañera, pero la joven humana estaba en su primer cuatrimestre de embarazo y había preferido saltarse la reunión para echarse una siestecita.
—Lo habría hecho si el principito no hubiese exigido que ella debía estar también presente —gruñó Odin sin apartar la mirada de su mujer—. Te estás pasando, lobita, te estás pasando y mucho.
Su respuesta fue echarse el pelo por encima del hombro y darle la espalda. Si estuviese en forma de loba, no le cabía duda que habría sacudido las patas en el suelo, echándole la basura a los pies.
—Um… bueno, hola. —Saludó entonces al recién llegado—. Um… cómo te lo digo… —Empezó a darse golpecitos en el labio mientras lo contemplaba—. Estás hecho un asco… y hueles… Dios, odio el olor de la sangre. —Se frotó la nariz, entonces sacudió la cabeza como si necesitase centrarse—. Estoy divagando, perdona. Soy Leah, la chica a la que le salvaste el pellejo hace unos meses en Nevada. Yo no tuve la oportunidad entonces de darte las gracias por ello. Gracias, de verdad. Oh, y Malik dice que quizás deberías saber que tanto mi hermana Dawn como yo, nacimos en el seno de la manada Daratraz. Eso nos hace familia, creo.
Entonces la joven loba hizo algo que quizás no debiese dadas las circunstancias, le tendió la mano.
En un abrir y cerrar de ojos Odin invadió el lugar que había ocupado ella, atrapándola contra su cuerpo y girándola de lado de modo que no pudiese llegar ni a tocar un solo pelo de ella. No es que Rumati fuese tan estúpido como para aceptar el saludo con su compañero allí y dispuesto a despellejarlo vivo.
—Yo, por otro lado, no tengo tanto aprecio por tu pellejo como mi mujer —gruñó con la voz tomada por el lobo—. Tócala y eres lobo muerto.
—Um… yo que tú no proferiría contra él tales amenazas —intervino una vez más Mijaíl. Empezaba a recordarle a su propio beta, Arik, pero su compañero estaba ahí fuera con Savage, intentando encontrar alguna pista sobre el paradero de las dos mujeres. El lobo se giró hacia él—. ¿Se lo digo? Di que sí, porfa. Déjame dar un notición en mi propia casa.
Puso los ojos en blanco ante las palabras escogidas.
—¿Más sorpresas? —preguntó Jeremy mirando a Velkan.
—Solo una más —murmuró Radu, echándole un fugaz vistazo desde el otro lado de la habitación—. Y no es algo que pueda ocultarse así como así… solo hay que mirarles a la cara.
—Rumati es el hermano del príncipe Velkan —atajó Dawn cansada de aquella medición de egos masculinos.
—Ey, esa línea era mía, pelo zanahoria.
La chica ladeó la cabeza y lo miró.
—Lo siento, Mijaíl —respondió con voz suave—, prefieres que les presenta a tu…
—Wow, parad este tren que yo me bajo aquí —intervino Santana recuperando el hilo de lo que allí sucedía—. ¿Tu hermano? ¿Desde cuándo?
—Medio hermano —especificó Rumati, desde la puerta, visiblemente cansado—. Nací antes de que el rey se emparejase con su compañera y naciese Velkan. Él es quién sigue la línea de sangre, yo soy…
—Un bastardo —acotó Odin—. Sí, el nombre perfecto para ti.
—¿Y es el jefe del clan Daratraz o lo era? —comentó Jeremy—. Pero eso te haría…
—El guardián de la princesa —canturreó Mijaíl.
—Bien, esto se pone cada vez mejor —aseguró Odin—. ¿Algún otro crimen más que añadir?
—Ninguno que vaya a imputarle —negó Velkan poniendo punto y final a aquella disputa unilateral—. Le debo la vida de mi compañera.
—¿Me sueltas ya o te muerdo a ti? —masculló Leah, quién miraba a su compañero con cara de pocos amigos—. Te estás comportando como un lobo con sobredosis de testosterona.
El alfa entrecerró los ojos y sonrió.
—Prometiste dejar los desafíos en casa.
—Y tú las pataletas. —Esa lobita no se amilanaba.
—¿Todavía quieres esos zapatos nuevos?
La pregunta debía de tener alguna connotación privada ya que su respuesta fue bufar. Se soltó de sus brazos y volvió a acercarse a Rumati, pero manteniendo esta vez una prudente distancia.
—Gracias, de verdad.
Él se limitó a mirarla detenidamente, después hizo lo mismo con Dawn y volvió a ella con un imperceptible asentimiento de la cabeza.
—Oh, por amor de Dios —exclamó entonces la mayor de las dos hermanas moviéndose hacia el herido lobo—. Quinn, una silla.
Antes de que pudiese dar un paso, Mijaíl se hizo cargo del lobo y lo llevó a una butaca en la esquina que él había ocupado.
—No quiero que te mueras en mi suelo, y procura no sangrar que Nicolai se pone de morros cuando le toca limpiar.
—Genial, esta reunión va cada vez mejor —rezongó Radu obteniendo al instante una mirada de su antagonista.
—Volviendo al tema de la princesa —intervino Luke—. ¿Dónde está?
—No lo sabemos —negó a pesar de que era una respuesta que él mismo aborrecía—. Llevamos las últimas cuarenta y ocho horas rastreándola sin rastro. Arik está ahora mismo ahí fuera haciendo un nuevo rastreo con la ayuda de Savage.
—Lo que si se ha registrado es una inusual entrada de extranjeros a través de las fronteras —añadió Melinka, la loba le había hecho partícipe de sus pesquisas nada más entrar—. Humanos bastante turbios.
—Las están buscando —declaró Luke.
Asintió.
—Y ellas deben estar escondidas en las entrañas de la tierra, por lo menos —convino Mijaíl.
—¿Qué necesitas? —insistió el alfa de Manhattan.
—Quiero hacer salir a esos lobos o a quién quiera que esté actuando en contra nuestra —declaró apretando los dientes—. Están aquí por orden de un tal Armitage y quiero saber qué órdenes son esas, así como dónde demonios se esconde esa sabandija. Por encima de todo, quiero destripar a ese desgraciado.
—Y ahora hablas mi idioma —aceptó el alfa neoyorquino.
—Ellas no darán ni un solo paso hasta que no vean que es seguro salir —murmuró Rumati con obvia dificultad—. Y carecerán de esa seguridad mientras tengan a esos malditos siguiéndoles… la pista.
—En ese caso habrá que hacer limpieza —declaró Radu sin más vueltas—. Procurarles un lugar seguro y en el que puedan moverse con la suficiente soltura como para que demos con ellas.
—¿Y ese lugar sería? —preguntó Luke, quién tenía cierta forma de pensar parecida al alfa checo.
—Mi ciudad —sonrió el lobo.
—Praga. —Aclaró para todos los presentes y asintió.
—Bien, ¿pero qué seguridad tenemos de que irán hacia allí? —preguntó Odin—. ¿De qué no elegirán otro lugar otro país?
—Nahara.
Se volvieron hacia Rumati.
—Si puedo dar con ella, si puedo hacer que me escuche, irá a Praga.
—¿Es tu compañera? —preguntó Dawn todavía a su lado—. Pero ella… era una niña entonces…
—No la has reclamado —comprendió Quinn.
—Hay muchas formas de reclamar a una loba cuando no está en edad de vincularse con su pareja —intervino. Él y Denali lo estaban, era un vínculo débil, místico incluso, el mismo que le hizo mantener, a pesar de todo, la esperanza de que no la había perdido. Ella había sido apenas un bebé cuando la vio por primera vez, pero había sabido que era suya como ella que él era suyo.
—Marcaste a una niña. —La voz de Odin era acusadora.
—Protegí lo que es mío —replicó con el mismo tono de voz—. Lo mismo que haría cualquier lobo con sangre en las venas y una compañera.
Esos dos parecían más que dispuestos a protagonizar una nueva pelea, algo que no podía permitir, no en ese territorio y no bajo el techo de otro alfa.
—Suficiente, vosotros dos —gruñó, una advertencia que ninguno pasaría por alto—. Dejad las peleas para otro momento. Hay asuntos mucho más apremiantes que atender.
Radu decidió aprovechar entonces el momento para dar un paso adelante.
—Si vamos a hacerlo, hagámoslo bien —declaró mirándole—. La reunión anual iba a celebrarse de todas formas este año en Europa. Hagámoslo en Praga. Seremos un faro mucho más efectivo tanto para llamar la atención de la compañera de Daratraz y de la princesa, como para que ese sviňa[5] salga por fin a la luz.
—Radu tiene razón —aceptó Luke, apoyando la idea del lobo checo—. Si quieren tocar a nuestras mujeres, que lo intenten bajo la mirada de los alfas.
Aceptó aquel acuerdo, podía ser la mejor opción de reunirse por fin con su compañera, posiblemente, su única opción.
—Está bien. —Miró al alfa de Praga—. Abusaré de tu hospitalidad, si no te importa.
—Mis puertas siempre están abiertas para ti —asintió respetuoso y miró a los demás—. La invitación queda así mismo extendida al resto de los presentes.
Mijaíl se rio entre dientes.
—¿Vas a devolverme la invitación de hoy?
El lobo entrecerró los ojos, centrándose solo él.
—Claro, ¿cuándo quieres morir?
No le cabía duda de que eso o algo peor podrían pasar con esos dos bajo el mismo techo. La tensión entre ellos podía cortarse con un cuchillo.
—Suficiente —clamó empezando a perder la paciencia. Los fulminó a ambos con la mirada y recularon al momento—. Ya va siendo hora de que empecéis a comportaros como lo que sois… El próximo que intente herir al otro, se las verá conmigo. ¿He sido claro?
—Le quitas toda la gracia a las cosas, Velkan —se quejó Mijaíl, pero dio media vuelta y se alejó.
Optó por ignorarlo y centrarse en el otro alfa.
—¿Tu compañera estará bien con ello?
Ante la mención de la humana que acababa de encontrar, su rostro perdió parte de su dureza.
—Judith está resultando ser una sorpresa en muchos aspectos —le informó—, es mucho más de lo que se ve a simple vista. Es una romaní.
—¿Una gitana?
—Más que eso —replicó callando cualquier posible insulto hacia su mujer—. Es la última de su estirpe y una vidente.
Su comentario sorprendió a más de uno, empezando por él mismo. Sabía que Radu quería hablarle sobre algo con relación a su compañera, pero no sabía que iban por ahí los tiros.
—Sabe lo que soy, lo que somos y está convencida de que sus dones pueden servirnos de ayuda.
—Bien —asintió y se giró hacia los demás, quienes estaban a la espera de sus palabras—. Hagámoslo. No se pierde nada con intentarlo.
No, no perdía nada y sí tenía mucho que ganar.