A la espera del tercer y último tiempo, Tomi bromea con Dudú:
—Me ganas por 7 a 6, pero ahora te superaré…
—Solo podrás adelantarme si Julián me obliga a quedarme en el banquillo. ¡Si me deja que juegue me bastarán dos minutos para que no me pilles! —contesta sonriendo Dudú.
—¿Nos apostamos unas patatas fritas y una naranjada? —propone el ex Cebolleta.
—Vale —acepta Dudú.
Los dos delanteros del Real Madrid se chocan las manos.
La primera mitad de la tercera parte la juega Dudú, que mete otros cuatro goles más, y luego entra Tomi. Para empatar con su compañero de equipo, tiene que meter cinco goles. Por esa razón se bate como un león, aunque el partido está resuelto y los Ángeles de Villamejor todavía no han logrado inaugurar su marcador. El delantero centro del Real Madrid mete cuatro goles seguidos.
Faltan muy pocos segundos para que acabe el encuentro. Tras un saque de esquina de Julio, el portero no consigue aferrar la pelota y esta se le desliza de las manos. Tomi se lanza en plancha y la empuja al interior de la portería. ¡Es el quinto gol, con el que empata con Dudú!
Los dos delanteros han metido once goles por cabeza y el partido acaba 0 a 40, pero Tomi, al pensar en que ha logrado empatar con Dudú, el delantero titular de su equipo, lo celebra como si acabara de marcar el gol de la victoria en el último minuto.
Un señor aplaude con ironía en la tribuna y aúlla:
—¡Bravo, eres un auténtico fenómeno! ¿No os bastaba con 0 a 39, ahora estáis contentos? ¡Tendríais que avergonzaros!
El padre de Tomi se da la vuelta y replica:
—¡Mi hijo no tiene nada de qué avergonzarse! ¡Ha jugado, se ha divertido respetando las reglas y lo ha dado todo por su equipo!
—Además de las reglas, habría que respetar a los rivales —rebate el hincha de los Ángeles—. En algunos casos, un equipo realmente deportivo se detiene. Juega, pero sin buscar la red: 0-40 es un resultado humillante para nuestros chavales.
—Se equivoca, y mucho, señor —responde Fidu—. Yo me sentiría mucho más humillado si me diera cuenta de que el delantero centro enemigo llega ante mi puerta y se equivoca adrede. ¡Eso no es respeto, es caridad! Un atacante me respeta si me considera un portero bueno y trata de marcarme gol por todos los medios aunque gane por 40 a 0. ¡No quiero caridad!
—¡Bien dicho, Fidu! —aprueba Armando.
Pero un montón de gente piensa lo mismo que el señor de la tribuna y se acerca a la valla para criticar al entrenador del Real Madrid. Tomi y sus compañeros, que están estrechando la mano y deseando lo mejor a los Ángeles en sus próximos compromisos, se miran unos a otros, sorprendidos. No comprenden a qué se debe que haya tantas miradas furibundas del otro lado de la valla.
Julián indica con una señal a su equipo que entre en el vestuario.
Los Cebolletas estudian en el tablón de anuncios de la parroquia los resultados de la segunda jornada del campeonato.
—¡Recontracórcholis! —exclama Nico—. ¡Los Diablos Rojos han marcado ocho goles! En dos partidos han metido catorce…
—Me parece que este año volverán a ser los rivales a batir para llegar a la final —comenta Lara.
—Eso parece —confirma Becan—. La clasificación no deja lugar a dudas: ellos y nosotros somos los únicos que tenemos todos los puntos.
Pedro llega acompañado por César, su antiguo colega de los Tiburones Azules, y estudia las notas que Tino ha colgado, al lado del nuevo número del MatuTino.
César se echa a reír.
—Felicidades, te han puesto un 5…
Pedro lo comprueba y grita enojado:
—¡Ese periodista de tres al cuarto no entiende un pimiento de fútbol! ¡Si logré que nos pitaran un penalti a favor!
—Sí, pero el penalti lo fallaste —le recuerda Fidu.
—Mala suerte —rebate Pedro—. Pero si el míster no me hubiera sustituido, ¡seguro que habría marcado en la segunda parte!
—En cambio, el goleador fue Dani, que salió como delantero centro en tu lugar… —puntualiza Lara, molesta por las críticas de Pedro a Champignon.
—En cualquier caso, avisad a Tino de que cuando lo encuentre le diré dos palabritas… —amenaza Pedro, mientras se aleja con César—. Veréis como es el último 5 que me pone en la temporada.
—¿Adónde vas? —le pregunta Nico, el capitán—. Vamos a empezar ya el entrenamiento.
Pedro mira al cielo y extiende los brazos:
—Llueve y hace frío.
—Ya lo sé —contesta Nico—, pero nosotros nos entrenamos de todas formas.
Pedro tose un par de veces:
—¿Lo veis? Estoy ligeramente resfriado, así que mejor no correr riesgos. Adiós, chicos, hasta el domingo.
El excapitán de los Tiburones Azules sale riéndose entre dientes de la parroquia, acompañado por César, y se cruza con Tomi y Eva, apretujados bajo el mismo paraguas.
—Es el segundo entrenamiento que se salta Pedro esta semana —comenta Dani meneando la cabeza.
—Ya os había dicho yo que una manzana no puede transformarse en una pera —masculla Lara.
—Mirad, viene Tomi con su bolsa de deportes. A lo mejor ha cambiado de opinión y vuelve con los Cebolletas… —bromea João.
—Ojalá… —suspira Lara.
—¡Hola, Cebolletas! —saluda Tomi—. ¿Por casualidad no os hará falta un gran delantero que el sábado pasado metió once goles?
—Sí, nos hace muchísima falta —responde Fidu—. El que tenemos empieza a crearnos problemas.
El portero le cuenta a su antiguo capitán los entrenamientos que se ha saltado Pedro y sus críticas a Gaston Champignon cuando lo sustituyó.
—Me parece que va a necesitar un poco de tiempo antes de convertirse en un auténtico Cebolleta… —comenta Tomi.
—No habrás cambiado de idea y has venido a entrenarte con nosotros… —dice Sara.
—No, esta bolsa es de Eva. La acompaño a la piscina —replica el excapitán sonriendo.
La bailarina, que está leyendo con gran interés el MatuTino, exclama:
—Has salido muy bien en esta foto, Tomi…
El jugador del Real Madrid se da la vuelta y ve que en la foto Kasi le está dando un gran beso en la mejilla (seguro que tú también te acuerdas, fue después del partido).
Los Cebolletas se echan a reír, mientras su exdelantero mira la foto boquiabierto y trata de explicarse, balbuceando:
—Es la portera… es decir… sí… el portero de Rosa Shocking… como ves, me está dando las gracias.
—Yo no veo que te esté agradeciendo nada, sino que te está besando —precisa Eva.
—En realidad… —intenta explicar otra vez Tomi— me está agradeciendo con un beso el consejo que le di…
—Me gustaría que me dieran consejos de vez en cuando —rebate irritada la bailarina, antes de alejarse con el paraguas.
Tomi se lanza en su persecución, con la bolsa en la mano:
—¡Fue sobre el penalti! Te lo explico. ¡Espérame!
Los Cebolletas observan la escena sonriendo.
—Tomi tiene muy mala suerte —comenta Fidu—. Cada vez que da o recibe un beso está por ahí cerca Tino listo con su cámara fotográfica…
Gaston Champignon aparece con el saco de los balones y los chicos le informan de que Pedro no va a entrenar.
El cocinero-entrenador se acaricia el bigote por el extremo izquierdo.
—Tampoco estarán Pavel e Ígor. Me acaba de telefonear Antonio: uno ha pillado una gripe y se la ha contagiado al otro. Todavía tienen mucha fiebre. El domingo no jugarán. Será un partido muy duro. Los chicos del Dinamo son muy buenos. ¿Os acordáis de ellos? Si sigue lloviendo, el campo estará muy pesado y solo dispondremos de un reserva, así que hoy tenemos que entrenarnos con ganas.
Del cielo cae un sirimiri gélido y el terreno de la parroquia ya está lleno de charcos. Noviembre ha acortado las tardes: hay que encender las farolas del campo para poder ver a través de las sombras y la niebla húmeda que cubre el campo.
Es el tiempo ideal para quedarse bien calentito en un sofá leyendo un buen libro o mirando la televisión. Pero los Cebolletas saben que los resultados y las alegrías se construyen gracias a los entrenamientos, con fuerza de voluntad y espíritu de sacrificio.
Los chicos, con guantes de lana y una gorrita, corren alrededor del terreno de juego siguiendo a Nico.
De la boca les salen nubecillas de vapor.
Fidu se pone al lado de Nico y le pregunta:
—¿La capital de Madagascar?
El número 10 piensa, cierra los ojos esforzándose por recordar y repite entre dientes:
—Tú no vienes… tú no vienes… tú no vienes.
—¡No es «tú no vienes», sino «antes no no arribo»! ¡La capital se llama Antananarivo!
—¡Antananarivo! —exclama Nico—. ¡Maldita sea! No hay manera de que esa maldita ciudad me entre en la cabeza…