12. CAMBIOS EN EL CESID TRAS EL 23-F
LOS NUEVOS JEFES
«Pocos sospechaban que Adolfo Suárez iba a presentar su dimisión como presidente del Gobierno. Sin embargo, la crisis económica, los malos resultados electorales en las elecciones autonómicas, el incremento del terrorismo y, sobre todo, las intrigas y peleas entre las numerosas familias políticas de UCD causaron su retirada. Su sustituto, propuesto por el propio Suárez, es Leopoldo Calvo Sotelo, quien hasta entonces era ministro de Economía.» De esta forma tan directa relata El Diario del Siglo XX en su portada correspondiente al año 1981 la situación que se vivía en aquel año.
ETA, como si quisiera agravar la crisis de UCD y provocar una inestabilidad mayor, sigue actuando durante los dos primeros meses de 1981. Entre el 2 de enero y el 6 de febrero comete cinco atentados, con otros tantos muertos, y un secuestro en la persona de Luis Suñer, propietario de la empresa Avidesa. Pero, de entre todos esos actos terroristas, el que más llama la atención es el del ingeniero José María Ryan.
La central nuclear de Lemoniz se había convertido en un símbolo para la propaganda de ETA. Para dejar patente su sello de identidad, los terroristas llevan a cabo dos importantes acciones: el 29 de enero secuestran al ingeniero jefe, José María Ryan Estrada, a quien ocho días más tarde la policía encuentra muerto con un tiro en la cabeza en las proximidades de la carretera que va de Arkotxa a Zaratama, cerca de Galdácano. Es el pueblo donde Mikel pasó su infancia y donde tomó la decisión de convertirse en miembro de los servicios secretos españoles.
En medio de esta situación, tras pasar un tiempo con su novia y recuperarse de su depresión por la muerte de los cuatro guardias civiles de Zarauz, Mikel vuelve al País Vasco dispuesto a entrar de nuevo en acción.
Pero antes Lobo ve en un informativo de TVE el abucheo que los representantes de Herri Batasuna dedican el 5 de febrero al rey Juan Carlos en la Casa de Juntas de Guernica, y cómo el monarca aguanta, impertérrito, el canto del Euskogudaríak de los cuarenta y tres representantes abertzales. [77]
«Cuando veo en la tele como esos energúmenos tratan al Rey me aferró, aún más, a la idea de que España es una y que esos cafres no van a conseguir sus propósitos. Me siento más monárquico que nunca y me prometo a mí mismo que esa afrenta la tienen que pagar. Se van a acordar de los momentos que le han hecho pasar al Rey.»
Después de esos incidentes los servicios secretos, en estrecha colaboración con la Guardia Civil del cuartel de Intxaurrondo de San Sebastián, organizan la Operación Chubasquero, que consiste en impermeabilizar la frontera con el fin de detener a todos los etarras que intenten pasar desde Francia a España. Mikel, con un grupo de guardias civiles de la 513 Comandancia y parte del equipo de civiles que colabora con él desde su época valenciana, pone en marcha la operación.
«Con dos vehículos todoterreno comenzamos a marcar, desde Behobia (País Vasco) hasta Puigcerdá (Cataluña), todas las "mugas" que utilizan los etarras para pasar de un lado a otro. La idea fundamental es establecer un filtro para evitar una entrada masiva de terroristas en España.»
La situación de inestabilidad es total y el ruido de sables cada día es más intenso, así que en Madrid piensan que en cualquier momento puede llegar hasta la capital de España un par de comandos de ETA y atentar contra alguna personalidad castrense.
«El 22 de febrero, por la mañana, los Pitufos me informan de que un pequeño grupo de etarras, entre tres o cuatro, que forman parte de la cúpula de la organización están dispuestos a pasar hacia España por Venta Palomera, [78] en la zona de Echalar, en la provincia de Navarra. Así que nos instalamos allí y hacemos guardia en una burda, en una cabaña, durante toda la noche. Finalmente, no pasa nadie y nos tiramos la noche en vela.»
Al día siguiente, mientras Lobo y su equipo sigue de guardia y rastreando la zona de Echalar, el coronel Antonio Tejero, con un grupo de guardias civiles, irrumpe a las 18.21 horas en el Congreso de los Diputados y grita, pistola en mano, el ya famoso «Todos al suelo».
Horas después del asalto al Congreso, Mikel y el sargento Xavi, con quien Lobo ya ha realizado otras acciones contra ETA, reciben la noticia de que Tejero tiene como rehenes a los diputados y que no se sabe qué va a ocurrir. También les informan de que es muy posible que los etarras comiencen a pasar hacia España aprovechando el momento de confusión. La orden es clara: «Hay que centrar los objetivos que pasen de Francia al País Vasco y seguirlos».
Sin embargo, Mikel y sus compañeros no están de acuerdo con la orden recibida y se plantean otra estrategia para la noche que se avecina.
—No tiene ningún sentido que los sigamos —apunta rápidamente Lobo.
Xavi, el sargento de Intxaurrondo, asiente con la cabeza y apoya la tesis de Mikel.
—¿Para qué los vamos a seguir? ¿Para detenerlos después de que cometan un atentado? Pues para eso nos enfrentamos a ellos cuando pasen y que sea lo que Dios quiera.
Eduardo y El Calvo, los dos hombres de Mikel, están de acuerdo con el sargento y con el planteamiento de su jefe, por lo que se suman a la acción.
—Ya está decidido. Si aparecen, nos liamos a tiros con ellos y decimos que ha habido un enfrentamiento. Estos no van a joder a más gente —sentencia Mikel Lejarza.
Dicho y hecho. El equipo de la Operación Chubasquero prepara sus armas, toma posiciones en la burda donde están escondidos y se prepara para el tiro cruzado.
NADIE ENTRA, TODOS SALEN
Pero en las siguientes horas el «cuarteto chubasquero» se lleva una sorpresa monumental. Nadie, absolutamente nadie, cruza la frontera hacia España. De hecho, ocurre todo lo contrario. Cientos de personas van en dirección contraria: de España a Francia. Unos a pie y otros en coche. Mikel y sus compañeros no salen de su asombro por lo que están presenciando y comunican con sus superiores.
—Se van, la gente se va a Francia. Como no cerremos la frontera, el País Vasco se queda despoblado. Nadie entiende nada, pero la orden es clara: —Si se van, no intervenir. Si entran, informáis y los seguimos.
Mikel y sus hombres no tienen un transistor para seguir los acontecimientos de esa noche, así que están a expensas de la información que les pasan sus superiores, que no es mucha.
Se da la circunstancia de que esa noche del 23-F hasta el propio lehendakari, Carlos Garaikoetxea, está ilocalizable durante un tiempo. Ni siquiera los dirigentes de su partido y del Gobierno vasco saben dónde está Garaikoetxea. El lehendakari vasco no es el único que desaparece del mapa con los primeros tiros de Tejero al techo del Congreso. Francisco Letamendía, ahertzale radical y diputado en Madrid, es encontrado en medio del mar Cantábrico en un pequeño bote a la deriva. [79]
En Cataluña ocurre algo parecido a lo que se está viviendo en el País Vasco y, mientras unos afrontan la situación con entereza, otros, incluyendo a importantes editores de prensa, abandonan el territorio español y se refugian en Francia. Además de una noche de tensión, el 23-F se convierte en una noche tragicómica.
Al día siguiente por la mañana, el 24, cuando todo parece volver a la normalidad, Mikel recibe la orden de retirarse de la zona de Echalar para ocultarse en Logroño en un piso de seguridad con los suyos: Eduardo y El Calvo. Xavi, el sargento, regresa al cuartel de Intxaurrondo.
Esas veinticuatro horas son de una tensa calma para Mikel y los suyos, que no saben lo que va a ocurrir. Al día siguiente, el 25, el país vuelve a la normalidad y Lobo recibe una nueva comunicación del CESID: «Podéis volver, todo está controlado y arreglado».
Dos días más tarde, el 27 de febrero, se presenta lluvioso, frío y desapacible, pero a pesar de ese inconveniente, el pueblo de Madrid y de otras capitales españolas se echa en masa a la calle para defender y reivindicar la Constitución conseguida y ganada en 1978. En Madrid son más de dos millones los ciudadanos que conquistan pacíficamente la calle.
Después del susto llega la calma. Los etarras y los pro golpistas desaparecen de la escena durante un tiempo. Nadie se atreve a moverse hasta que las cosas se aclaren. Mikel aprovecha ese momento para volver a Burgos, a su piso de la avenida Reyes Católicos, y vivir otro momento de intimidad con su querida Mamen. Durante el tiempo que pasan juntos en la capital castellana comienzan a hablar de su futuro, de crear una familia. Nueve meses más tarde, nace el primero de sus dos hijos.
Tras el 23-F, la situación de los servicios secretos cambia y Leopoldo Calvo Sotelo, que es investido presidente, nombra ministro de Defensa a Alberto Oliart, quien a su vez propone como nuevo director del CESID al general Emilio Alonso Manglano. El 24 de mayo, sustituye a Narciso Carreras, que sólo está unos meses en La Casa. La actuación del centro y de algunos de sus miembros durante el 23-F es puesta en entredicho. Las investigaciones castrenses por la intentona golpista llegan hasta el mismísimo José Luis Cortina, comandante en jefe de la Agrupación Operativa de Misiones Especiales (AOME) de los servicios secretos.
Entre los cambios efectuados en el CESID se consuma el del jefe de la AOME, que recae en el coronel Juan Alberto Perote. Con la llegada del nuevo responsable a los servicios secretos se recupera una idea que hacía tiempo había planteado Mikel a sus superiores: crear empresas en el País Vasco y en Francia para infiltrarse en el entorno etarra.
A mediados de 1981 Mikel se pone mano a la obra y ayuda a los servicios secretos en la creación de una serie de «sociedades tapaderas». [80]
«En San Sebastián montamos un criadero de perros. En Ascain, en el sur de Francia, compramos un invernadero y Antxon, que ya llevaba un tiempo en el pueblo, se incorpora como un trabajador más y deja la panadería. Sus horarios nocturnos no le permitían estar en contacto con los etarras, pero ahora, entre flores y plantas, las informaciones son más jugosas y "florecen" antes.»
La infiltración en el mundo etarra por medio de negocios aparentemente normales llega también hasta París. Allí los servicios secretos abren una pequeña joyería y, al cabo de unos meses, llegan los primeros resultados. Los empleados de los negocios de San Sebastián, Ascain y París ya tienen una serie de domicilios y lugares donde suelen reunirse los etarras. El CESID traslada esa información a la Guardia Civil, cuyos jefes la clasifican y la hacen operativa.
El operativo recibe internamente el nombre en clave de «red Hurón». Es decir, infiltrarse en el seno de la organización a través de sus propias madrigueras. Mikel está contento porque los resultados comienzan a notarse.
«Andrés Cassinello está de subdirector del MULC y es el mejor. Con el que mejor se trabaja. Es quien recibe la mayoría de la información que consigue el servicio en Francia y él mismo después la administra. En esa misma fecha también está como jefe del cuartel de Intxaurrondo el comandante Rodríguez Galindo. Cassinello y Galindo se entienden a la perfección y, gracias a ellos, a su forma de trabajar y a las informaciones que llegan de Francia, comienzan a caer comandos etarras.»
Pero a pesar de que la 513 Comandancia de la Guardia Civil obtiene buenos resultados, los terroristas no bajan la guardia y siguen matando. En 1981, después del 23-F, ETA comete veinticinco atentados, ocho de ellos contra militares, pero el que más siente el comisario Manuel Ballesteros, el jefe del MULC, es el que se produce el 16 de junio en Zarauz. Allí muere la inspectora María José García Sánchez «por disparos cuando procedía a hacer un registro en una vivienda ocupada por miembros de ETA», según la nota oficial.
María José, que lleva poco tiempo en la policía, participa junto a otros compañeros en una operación antiterrorista. Incomprensiblemente, éstos consienten que ella, todavía una novata, abra el paso hacia los terroristas. También permiten que llame a la puerta del piso de los etarras y que dé el alto. María José grita: «¡Policía! ¡Abran, policía!». Los etarras obedecen pero de repente aparece una maño empuñando una pistola que dispara a bocajarro. María José cae al suelo, malherida, y sus compañeros se refugian en la escalera del edificio. Instantes después, cuando los miembros del comando de ETA dejan de disparar y los policías se acercan hasta su compañera, la inspectora se ha desangrado y ha perdido la vida. Entretanto, los terroristas han huido por una ventana que da a la calle.
A Mikel todo eso le recuerda una película de Al Pacino titulada Serpico, en la que interpreta el papel de policía. La escena es similar a la de María José. Los compañeros del agente Serpico dejan que éste les anteceda en la persecución de un delincuente. Sube por unas escaleras hacia la terraza y cuando llega a la azotea, le cierran la puerta, queda solo y lo acribillan a tiros. La diferencia es que Serpico no muere.
VENGAR A MARÍA JOSÉ
El jefe del MULC, Manuel Ballesteros, que conoce personalmente a la inspectora, es informado del trágico acontecimento, lanza una maldición y un juramento con su característico acento andaluz: «¡Hijos de puta! Esto me lo vais a pagar».
Después del asesinato de la inspectora, en el Cuerpo Superior de Policía se hace un pacto de sangre en el que todos sus compañeros, con el comisario Ballesteros a la cabeza, juran venganza eterna contra el asesino. Todo apunta a que el autor material del atentado es el mismo que logra huir por la ventana: Mikel Goikoetxea, Txapela.
Lobo recibe una llamada de Ballesteros en la que el jefe del MULC le pide que ponga especial interés en todas las informaciones que tengan relación con Txapela. Incluso le insinúa la posibilidad de detener, capturar y trasladar al dirigente etarra hasta territorio español.
«Enseguida nos damos cuenta de que es una operación difícil, muy difícil, y que no se puede hacer. Queda pendiente para otro momento. Txapela es un tío muy vivo y sabe moverse muy bien.»
Goikoetxea había huido a Francia en 1974 y no tardó en alcanzar un puesto en la dirección de ETA. Entre acción y acción, el terrorista ejerce de profesor de euskera en una ikastola. Mikel lo conoce bien:
«Siempre va con gente a su lado. Es uno de los mejores y tiene, como norma, cambiar de residencia cada equis tiempo. Eso le ha salvado la vida en más de una ocasión». [81]
Seis meses más tarde del asesinato de la inspectora, ETA-pm secuestra al padre del cantante Julio Iglesias, el doctor Iglesias Puga, y exige dos millones de dólares por su liberación. Algunos de los etarras que participan en el secuestro, que se efectúa en Madrid el 29 de diciembre, estuvieron con Mikel en el cursillo al que asistió en el caserío del sur de Francia.
«Domingo Martorell, desde el primer instante, se toma el secuestro como algo personal y me pide que le eche una mano. Facilito una serie de datos sobre unos etarras, que a su vez me facilitan los Pitufos, y en diecisiete días se localiza el sitio donde lo tienen escondido: Trasmoz, a setenta kilómetros de Zaragoza. Los geos [82] montan un operativo especial y liberan al padre de Julio Iglesias el 17 de enero de 1982.»
Meses más tarde, el comisario Domingo Martorell abandona la Policía, se marcha a Miami y se pone a trabajar para el cantante durante unos años. Después el agente regresa a Madrid y se coloca como ejecutivo en una cadena de televisión privada. Martorell, tanto en Miami como en España, no pierde sus contactos con la gente del antiguo SECED, y en más de una ocasión se reúne para recordar viejos tiempos. En la actualidad el viejo policía se dedica, entre otros «trabajos», a la compra y venta de jugadores de fútbol.
Pero en 1981 también ocurren otras cosas: buenas y malas. En marzo permanece secuestrado durante veinticinco días el jugador Enrique Castro Quini, delantero centro del FC Barcelona. Los secuestradores son tres trabajadores en paro. En mayo un grupo de guardias civiles de Almería, encabezado por el comandante Castillo Quero, mata a tres jóvenes inocentes a quienes confunden con los integrantes de un comando etarra. Ese mismo mes un grupo de atracadores asaltan el Banco Central de Barcelona e intentan hacerse pasar por seguidores de los golpistas del 23-F. Entre las buenas noticias destacan la vuelta del Guernica de Picasso, en septiembre, y la victoria de la Real Sociedad, por primera vez, en la Liga de Fútbol.