Utopía
¿Qué hubo en estas tierras antes de la rapiña y el desencanto? ¿Cómo eran y qué pensaban los fundadores de la Argentina? Vale la pena echar un vistazo en algunas páginas dejadas por aquellos fundadores de 1810 de los que ya nadie se acuerda.
* * *
Proclama del doctor Juan José Castelli, comandante de la Expedición Auxiliadora para las provincias interiores, junio de 1810:
«Generosos y esforzados compañeros: cuando el superior Gobierno se ha servido encomendarme el alto cargo de ser vuestro caudillo, ha contado menos con mis talentos para conduciros que con vuestro valor, vuestra constancia y con vuestro patriótico entusiasmo para superar las dificultades que se nos puedan oponer en la dilatada y penosa marcha que emprendemos (…) Hoy lleváis (las armas) por medio de las montañas hasta el corazón del Perú, no para emplearlas en los habitantes pacíficos de los pueblos, que piensan como vosotros, que se hallan penetrados de los mismos sentimientos de lealtad que inflama vuestros pechos, sino en los obstinados opresores de su preciosa libertad, en esos jefes mercenarios que prefiriendo el despreciable interés del mando a la general felicidad de esta parte de América han abusado del sagrado nombre de nuestro Monarca (…) Que tiemblen pues a vuestra presencia y se arrepientan para siempre de haber meditado envolver en la esclavitud más vergonzosa a los más leales y generosos pueblos de la tierra. Abandonáis vuestra patria voluntarios para dar un eficaz auxilio a vuestros hermanos oprimidos y para conservar por siempre aquellos vínculos sagrados que hoy trata de romper la ambición desmesurada de algunos enemigos del público reposo; pero tened presente que los ojos de todos los habitantes de América están fijos sobre vosotros ay que la gloria y el honor de nuestra patria se halla fijada en vuestra conducta sucesiva. Una es la causa que nos dirige, y unos deben ser los sentimientos (…)».
* * *
Proclama de los comandantes de la expedición auxiliadora a los habitantes del Virreinato, junio de 1811:
«Sabed amados hermanos que la vergonzosa opresión en que os han puesto esos miserables déspotas, que tan a su arbitrio disponen de vuestra suerte presente y venidera, ha penetrado hasta lo más profundo del sensible corazón de la Junta de Gobierno de la Capital de Buenos Aires y que al primer rumor de vuestra infame depresión se ha jurado en aquel pueblo la recuperación absoluta de vuestros sagrados derechos, aunque sea a costa de la sangre de sus más heroicos habitantes. Nosotros somos el órgano de la voluntad de aquel pueblo fiel y generoso. Las tropas de nuestro mando están demasiado persuadidas de la dura vejación que os impone el poder arbitrario de los que indignamente os esclavizan y se han ofrecido voluntarias a romper los eslabones de la cadena de hierro con que quieren perpetuar vuestras miserias (…) Nuestro ejército esperará en campaña a todo individuo que quiera acogerse al pabellón y abrigará al que huyendo de la opresión y esclavitud se escude de nuestros reales (…) La felicidad inalterable de la América consiste en nuestra unión recíproca».
* * *
Proclama del general Francisco Ortiz de Ocampo al ejército auxiliador, 25 de julio de 1810:
«Estad persuadidos firmemente que vuestra misión es de auxilio y no de conquista; que vais a abrazar a vuestros hermanos y no a sacrificarlos a fuego como vuestros enemigos (…) Acordaos que todo el continente americano tiene fija la vista sobre vuestra conducta sucesiva (…) Volveréis a vuestra patria, sí, cubiertos de honor y gloria y entonces vuestros hijos tendrán la vanidad de llamarse descendientes de los auxiliadores del Perú».
* * *
Artículo escrito por Mariano Moreno en Gazeta de Buenos Aires, jueves 21 de junio de 1810:
«(…) Causa ternura el patriotismo con que se esfuerza el pueblo para socorrer al erario en los gastos precisos para la expedición de las provincias interiores. Las clases medianas, los más pobres de la sociedad son los primeros que se apresuran a porfía a consagrar a la patria una parte de su escasa fortuna: empezarán los ricos las erogaciones propias de su caudal y de su celo; pero aunque un comerciante rico excite la admiración por la gruesa cantidad de su donativo, no podrá disputar ya al pobre el mérito recomendable de la prontitud de sus ofertas».
* * *
Ortiz de Ocampo a la Junta, desde Córdoba, 11 de agosto de 1810:
«Excelentísimo señor: Me hallo penetrado de regocijo al considerar la ocasión que me ofrece de elevar a la superior noticia de Vuestra Excelencia la conducta, el valor y el patriotismo de la oficialidad y soldados del ejército de mi mando. Los oficiales poseídos en sumo grado de los principios de lealtad que animaron al vecindario de esa capital a la instalación del superior gobierno de Vuestra Excelencia y llenos de la más alta irritación contra los mandatarios que intentaron sembrar la división y la anarquía, han sabido afrontar con heroica constancia la intemperie y las incomodidades. El momento de exterminar a los díscolos y de abrazar a los oprimidos hermanos parece que era el único objeto de sus deseos. La unión y la amistad que han reinado en todos ellos me presentaban el espectáculo de una amable familia cuyos estrechos vínculos han desterrado de su seno toda rencilla y discordia».
* * *
Juan José Castelli a la Junta, desde Potosí el 28 de noviembre de 1810:
«(…) El pueblo ha visto por primera vez que le gobierna su municipalidad; es ciego en la obediencia como diligente en el observar y fecundo en el arbitrar. Entretanto que no tengo de quien echar mano para jefe de la provincia, les hago gustar a los capitulares del placer de mandar, sentir el peso del trabajo, orientarse de los ramos de la administración y desear dejarlo a su tiempo: al mismo tiempo que el pueblo sano se complace en esta distinción que les hace el superior gobierno, y la parte viciada rabia de envidia y se confunden todos a la vista de que nadie de nuestra comitiva aspira al mando que otros anhelaban tanto».
* * *
Juan José Castelli a los cabildos del Virreinato de Lima, mayo de 1811:
«En un tiempo en que la vista de los pueblos de América se ha dejado impresionar de la viva imagen de la justa libertad civil, propagada por la luz de la razón, no es de temer que la de este distrito se conserve obcecada y dolorosamente sujeta al capricho, tiranía y despotismo de un gobierno impostor, que con el nombre de nacional y con el velo de la hipocresía usurpa los más sagrados derechos de los ciudadanos a miras destructoras y ambiciosas».
* * *
Juan José Castelli a la Junta desde Tucumán, el 26 de setiembre de 1811:
«Excelentísimo señor: No tengo medios de qué subsistir, porque lejos de haberlos adquirido en la comisión que he servido, he sacrificado el fondo de mi muy moderada fortuna a beneficio de la causa pública; y el día que llegué a Catamarca dudo me resulten cincuenta pesos. No tengo qué vender porque en mi campaña no he poseído cosa apreciable; y he sido robado de lo más de mi corto equipaje y del dinero que tomé para la marcha a la capital. Cualquiera que sea la resolución de Vuestra Excelencia sobre mi permanencia o marcha habrá de ser considerada con la orden de que se me socorra en alguna tesorería a buena cuenta de mis haberes con la cantidad que estime conveniente para mi subsistencia y transporte».
Han pasado más de ciento ochenta años entre la «Época del vértigo», como la llamó el comerciante catalán Domingo Matheu, y los tiempos del pensamiento blando; Y entre la pobreza de Castelli y la opulencia de la nueva burguesía «democrática», se entrevé el drama de un país que todavía no sabe cómo emprender camino de una independencia verdadera.