Estas crónicas sobre la Independencia a veces contradicen la historia oficial y también la de los revisionistas. Son, simplemente, mis lecturas contadas a otros lectores. En los documentos originales reproducidos en los veintitrés volúmenes de la Biblioteca de Mayo y en libros poco difundidos, encontré los testimonios de los protagonistas, las citas de primera mano, las memorias y biografías con las que armé estos relatos. Durante un año pasé largas noches enterándome de muchas cosas que los colegios no me habían enseñado. Pensé, entonces, que yo no era el único en ignorarlas y me puse a armar pequeños rompecabezas de datos y fechas que a veces se contradicen de una a otra fuente. Me gustó hacerlo porque me pareció que en el pasado encontraba algunas claves para comprender el país de hoy y adivinar el que tendremos mañana.
Si incorporo también la historia del día en que cayó Robespierre, es porque me apasionan los momentos cruciales en la vida de un hombre y de un pueblo, y porque estoy convencido —como lo estaba Cornelio Saavedra— de que en 1810 Mariano Moreno quiso imitar los sueños a veces radiantes, a veces tenebrosos, del jefe de los jacobinos franceses.