Vigesimotercera carta. Sobre la consideración debida a las gentes de letras

Ni en Inglaterra ni en ningún país del mundo se encuentran establecimientos en favor de las Bellas Artes como en Francia. Hay universidades casi en todas partes; pero sólo en Francia se encuentran esos útiles estímulos para la astronomía, para todas las partes de las matemáticas, para las de la medicina, para las investigaciones de la antigüedad, para la pintura, la escultura y la arquitectura. Luis XIV se ha inmortalizado con todas esas fundaciones, y esa inmortalidad no le ha costado ni doscientos mil francos al año.

Confieso que uno de mis asombros es que el Parlamento de Inglaterra, que se ha decidido a prometer veinte mil guineas a quien hiciese el imposible descubrimiento de las longitudes, no haya pensado en imitar a Luis XIV en su magnificencia con las Artes.

El mérito encuentra en verdad en Inglaterra otras recompensas más honrosas para la nación. Tal es el respeto que ese pueblo tiene por los talentos, que un hombre de mérito siempre hace allí fortuna. El Sr. Addison, en Francia, hubiese sido de alguna Academia y hubiese podido obtener, por el crédito de alguna mujer, una pensión de mil doscientas libras, o mejor, le hubiesen buscado problemas so pretexto de que se habrían advertido, en su tragedia de Catón, algunos trazos contra el portero de un hombre de posición, pero en Inglaterra, ha sido Secretario de Estado. El Sr. Newton era Intendente de las monedas del reino; el Sr. Congreve tenía un cargo importante; el Sr. Prior ha sido plenipotenciario. El doctor Swift es Deán de Irlanda, y es mucho más considerado que el primado. Si la religión del Señor Pope no le permite tener un puesto, no impide por lo menos que su traducción de Homero le haya valido doscientos mil francos. He visto durante mucho tiempo en Francia al autor de Rhadamisteb61 a punto de morirse de hambre; y el hijo de uno de los hombres más grandes que Francia ha tenido, y que comenzaba a marchar sobre las huellas de su padre62, se hubiera visto reducido a la miseria sin el Señor Fagon. Lo que más estimula las Artes en Inglaterra es la consideración de que gozan: el retrato del primer ministro se encuentra sobre la chimenea de su gabinete; pero he visto el del Sr. Pope en veinte casas.

El Sr. Newton recibió honores mientras vivió y ha sido honrado después de su muerte como debía serlo. Los principales de la nación se han disputado el honor de llevar las cintas de su féretro en el cortejo fúnebre. Entrad en Westminster. No son las tumbas de los reyes lo que allí se admiran; son los monumentos que el agradecimiento de la nación ha erigido a los hombres más grandes que han contribuido a su gloria; veis allí sus estatuas como se veían en Atenas las de los Sófocles y los Platón; y estoy persuadido de que la sola vista de esos gloriosos monumentos ha excitado más de un espíritu y ha formado más de un gran hombre.

Incluso se ha reprochado a los ingleses el haber ido demasiado lejos en los honores que rinden al simple mérito; se han levantado objeciones contra que se haya enterrado en Westminster a la célebre comediante Miss Oldfield poco más o menos con los mismos honores que se han atribuido al Sr. Newton. Algunos han pretendido que habían fingido honrar hasta ese punto a esta actriz, a fin de hacernos sentir más la bárbara y cobarde injusticia que nos reprochaban por haber arrojado al estercolero el cuerpo de Mlle. Lecouvreur63.

Pero os puedo segurar que los ingleses, en la pompa fúnebre de Miss Oldfield, enterrada en su Saint-Denis, no han consultado más que a su gusto; están muy lejos de atribuir infamia al arte de Sófocles y Eurípides, y de apartar del cuerpo de sus ciudadanos a los que se dedican a recitar ante ellos obras de las que la nación se glorifica.

En el tiempo de Carlos I, y en el comienzo de esas guerras civiles comenzadas por rigoristas fanáticos, de las que ellos mismos fueron finalmente las víctimas, se escribía mucho contra los espectáculos, tanto más cuanto que Carlos I y su mujer, hija de nuestro Enrique el Grande, los amaban extraordinariamente.

Un doctor, llamado Prynne, escrupuloso ante cualquier atrevimiento, que se hubiera creído condenado si hubiese llevado una sotana en lugar de un abrigo corto, y que hubiese querido que la mitad de los hombres hubiera pasado a cuchillo a la otra por la gloria de Dios y la propaganda fide, se decidió a escribir un libro muy malo contra unas comedias bastante buenas que se representaban todos los días muy inocentemente ante el rey y la reina. Citó la autoridad de los rabinos y algunos pasajes de San Buenaventura, para probar que el Edipo, de Sófocles, era obra de Maligno, y que Terencio estaba excomulgado ipso facto; y añadió que sin duda Bruto, que era un jansenista muy severo, no había asesinado a César más que porque César, que era Sumo Sacerdote, había compuesto una tragedia de Edipo; finalmente dijo que todos los que asistían a un espectáculo eran excomulgados que renegaban de su crisma y su bautismo. Esto era ultrajar al rey y a toda la familia real. Los ingleses respetaban entonces a Carlos I; no quisieron soportar que se hablase de excomulgar a ese mismo príncipe al que hicieron después cortar la cabeza. El Sr. Prynne fue citado ante la Cámara estrellada, condenado a ver su hermoso libro quemado por la mano del verdugo y él a que le fuesen cortadas las orejas. Su proceso se conserva en las actas públicas.

Se guardan bien, en Italia, de fustigar la ópera y de excomulgar al signor Senesino o la signora Cuzzoni. En lo que a mí respecta, me atrevería a desear que se pudiesen suprimir en Francia yo no sé qué malos libros que se han impreso contra nuestros espectáculos, pues, cuando los italianos y los ingleses se enteren de que mancillamos con la mayor infamia un arte en el que sobresalimos, que se condena por impío un espectáculo representado entre los religiosos y en los conventos, que se deshonran juegos en los que Luis XIV y Luis XV han sido actores, que se declaran obra del demonio piezas revisadas por los magistrados más severos y representadas ante una reina virtuosa; cuando, digo, los extranjeros se enteren de esta insolencia, de esta falta de respeto a la autoridad real, de esta barbarie gótica que se atreven a llamar severidad cristiana, ¿qué queréis que piensen de nuestra nación? Y, ¿cómo podrán concebir o que nuestras leyes autoricen un arte declarado tan infame o que se atrevan a marcar de tal infamia un arte autorizado por las leyes, recompensado por los soberanos, cultivado por los grandes hombres y admirado por las naciones, y que se encuentre en el mismo librero la declamación del padre Le Brun contra nuestros espectáculos, al lado de las obras inmortales de los Racine, Corneille, Moliere, etc.? 

Cartas filosóficas
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017_split_000.xhtml
sec_0017_split_001.xhtml
sec_0018_split_000.xhtml
sec_0018_split_001.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021_split_000.xhtml
sec_0021_split_001.xhtml
sec_0021_split_002.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023_split_000.xhtml
sec_0023_split_001.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025_split_000.xhtml
sec_0025_split_001.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_000.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_001.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_002.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_003.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_004.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_005.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_006.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_007.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_008.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_009.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_010.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_011.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_012.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_013.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_014.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_015.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_016.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_017.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_018.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_019.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_020.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_021.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_022.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_023.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_024.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_025.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_026.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_027.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_028.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_029.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_030.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_031.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_032.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_033.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_034.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_035.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_036.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_037.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_038.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_039.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_040.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_041.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_042.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_043.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_044.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_045.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_046.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_047.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_048.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_049.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_050.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_051.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_052.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_053.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_054.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_055.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_056.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_057.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_058.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_059.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_060.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_061.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_062.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_063.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_064.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_065.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_066.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_067.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_068.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_069.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_070.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_071.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_072.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_073.xhtml