Oración por alguien que se ha perdido, y en consecuencia, para ser sinceros, oración por mí

Señor Buen Dios

tened paciencia

de nuevo soy yo.

Veréis, aquí las cosas

van bien,

quien más, quien menos

se las arregla,

en la práctica

se encuentra siempre la manera

la manera de apañarse,

vos me comprendéis,

en resumen, el problema no es este.

El problema es otro,

si tenéis la paciencia de escuchar

de escucharme

de.

El problema es este camino

hermoso camino

este camino que corre

y se escurre

y socorre

pero no corre derecho

como podría

ni siquiera torcido

como sabría

no.

Curiosamente

se deshace.

Creedme

(por una vez creedme vos a mí)

se deshace.

En resumen resumiendo,

se va

un poco para aquí

un poco para allá

presa

de imprevista

libertad.

Quién sabe.

Ahora, no es por menoscabaros, pero tendría que explicaros algo que es humano y no es divino, eso del camino que uno tiene delante y se deshace, se pierde, se desgrana, se eclipsa, no sé si os hacéis a la idea, pero es fácil que no os hagáis a la idea, es algo humano, generalmente, eso de perderse. No es algo que Os competa. Es necesario que tengáis paciencia y me dejéis explicároslo. Un asunto de poca monta. Antes que nada, no tendría que despistaros el hecho de que, técnicamente hablando, no puede negarse, este camino que corre se escurre socorre, bajo las ruedas de este carruaje, efectivamente, ateniéndonos a los hechos, no se deshace en realidad, Técnicamente hablando. Continúa recto, sin vacilaciones, ni siquiera un tímido cruce, nada. Recto como un huso. Lo veo por mí mismo. Pero el problema, dejadme que os lo diga, no es este. No es de este camino, hecho de tierra y polvo y guijarros, de lo que estamos hablando. El camino en cuestión es otro. Y corre no por fuera, sino por dentro. Aquí dentro. No sé si os hacéis a la idea: mi camino. Todos tienen uno, lo sabréis también ya que, entre otras cosas, no sois ajeno al proyecto de esta máquina que somos todos, cada uno a su manera. Todo el mundo tiene un camino dentro, lo que facilita, como mínimo, el cumplimiento de este viaje nuestro, y sólo de vez en cuando lo complica. Ahora es uno de esos momentos en que lo complica. En resumen resumiendo, es ese camino, ese de dentro el que se deshace, se ha deshecho, bendito sea, ya no existe. Ocurre. Creedme. Y no es algo agradable. No.

Yo creo

que ha sido,

Señor Buen Dios,

ha sido

yo creo

el mar.

El mar

confunde las olas

los pensamientos

los veleros

la mente te miente de pronto

y los caminos

que ayer existían

ya no son nada.

De manera que creo,

yo creo,

que aquella ocurrencia vuestra

del diluvio universal

fue

en efecto

una ocurrencia genial.

Porque

queriendo

encontrar

un castigo

me pregunto

si algo mejor

podía inventarse

que abandonar a un pobre diablo

solo

en medio de aquel mar.

Ni siquiera una playa.

Nada.

Un escollo.

Un pecio despreciado.

Ni siquiera eso.

Ni una señal

para comprender

de qué parte

ir

para ir a morir.

Ved, pues,

Señor Buen Dios,

el mar

es una especie

de pequeño

diluvio universal.

De cámara.

Estáis allá,

paseáis

miráis

respiráis

conversáis

lo escrutáis,

desde la orilla, obviamente,

y, mientras,

ese

os coge

los pensamientos de piedra

que eran

camino

certeza

destino

y

en cambio

regala

velas

que te ondean en la cabeza

como la danza

de una mujer

que te hará

enloquecer.

Perdonadme la metáfora.

Pero no es fácil explicar

por qué te quedas sin respuestas

a fuerza de mirar el mar.

Así, ahora, en resumen resumiendo, el problema es este, que tengo muchos caminos a mi alrededor y ninguno dentro, es más, para ser más precisos, ninguno dentro y cuatro a mi alrededor. Cuatro. Primero: vuelvo sobre mis pasos hasta donde está Elisewin y me quedo allí, con ella, que era además la primera razón, por otro lado, de este caminar mío. Segundo: sigo así y voy a la posada Almayer, que no es un sitio completamente sano, dada la peligrosa cercanía del mar, pero que es también un lugar increíble, de tan hermoso, y sosegado, y ligero, y conmovedor, y final. Tercero: sigo recto, no me desvío hacia la posada, y regreso con el barón, a Carewall, que me está esperando, y además mi casa está allí, y aquel es mi sitio. Lo era, por lo menos. Cuarto: lo dejo todo, me quito este hábito negro y triste, elijo otro camino cualquiera, aprendo un oficio, me caso con una mujer graciosa y no muy hermosa, tengo unos cuantos hijos, envejezco y al final me muero, con vuestro perdón, sereno y cansado, como un cristiano cualquiera. Como veis, no es que no tenga las ideas claras, las tengo clarísimas, pero sólo hasta cierto punto. Sé perfectamente cuál es la pregunta. Es la respuesta lo que me falta. Este carruaje corre, y yo no sé adónde. Pienso en la respuesta, y mi mente se oscurece.

Así

yo cojo

esta oscuridad

y la pongo

en vuestras manos.

Y os pido,

Señor Buen Dios,

que la tengáis con vos

sólo una hora

tenedla en vuestras manos

sólo lo que sea necesario

para disolver lo negro

para disolver el mal

que provoca en la cabeza

esa oscuridad

y en el corazón

ese negro,

¿queréis?

Podríais

incluso solamente

acercaros

mirarla

sonreírle

abrirla

robarle

una luz

y dejarla caer

total

de encontrarla

ya me encargo yo

de ver

dónde está.

Una nimiedad

para vos,

tan grande

para mí.

¿Me escucháis,

Señor Buen Dios?

No es pediros demasiado

pediros que.

No es ofensa

esperar que vos.

No es idiota

ilusionarse con.

Y además sólo es una oración,

que es una forma de escribir

el perfume de la espera.

Escribir vos,

donde queráis,

el camino

que he perdido.

Basta con una señal,

algo,

un arañazo

ligero

en el cristal

de estos ojos

que miran

sin ver,

yo lo veré.

Escribid

en el mundo

una sola palabra

escrita para mí,

la

leeré.

Rozad

un instante

de este silencio,

lo notaré.

No tengáis miedo,

yo no lo tengo.

Y vuele

esta oración

con la fuerza de las palabras

más allá de la jaula de este mundo

hasta quién sabe dónde.

Amén.

Oración para alguien que ha reencontrado su camino, y en consecuencia, para ser sinceros, oración por mí.

Señor Buen Dios,

tened paciencia

de nuevo soy yo.

Muere lentamente

este hombre,

muere lentamente

como si quisiera

saborear

desgranar

entre los dedos

la última vida

que posee.

Mueren los barones

como mueren los hombres,

ahora ya lo sabemos.

Estoy aquí,

y es evidente,

este era mi sitio,

aquí, junto a él,

el barón moribundo.

Quiere saber

de su hija

que no está aquí,

no se sabe dónde,

quiere oír

que está viva

dónde está

no ha muerto en el mar

en el mar

se ha curado.

Yo se lo cuento

y él se muere

pero es morir un poco menos

morir así.

Le hablo

de cerca

un poco en voz baja

y está claro

que mi sitio

estaba

aquí.

Me habéis cogido

en un camino cualquiera

y pacientemente

me habéis traído

a esta hora

que me necesitaba.

Y yo

que estaba perdido

en esta hora

me he encontrado.

Es una locura pensar

que estabais escuchando

aquel día

de verdad

escuchándome

a mí.

Uno reza

para no quedarse solo

uno reza

para engañar la espera,

que Dios

a Dios

le guste escuchar,

ni lo sueñas.

¿No es una locura?

Me habéis oído.

Me habéis salvado.

Claro que, si me lo permitís, con toda humildad, no creo que de verdad hiciera falta que la carretera de Quartel se desmoronara, cosa que, entre otras consideraciones, resultó bastante molesto para las gentes del lugar, habría bastado, probablemente, con algo más leve, una señal más discreta, no sé, algo más íntimo, entre nosotros dos. Del mismo modo, si puedo hacer una pequeña objeción, la escena de los caballos que se quedaron clavados en el camino que me llevaba hasta donde se hallaba Elisewin, y a los que no hubo manera de hacer avanzar, era algo técnicamente logrado, pero quizás un poco espectacular, ¿no os parece?, me habría enterado con mucho menos, ¿os ocurre a menudo eso de iros de la mano, o me equivoco?, de todos modos, la gente del lugar sigue contándoselo, una escena así no se olvida. En fin, que creo que habría bastado con ese sueño del barón levantándose de la cama y gritando: «¡Padre Pluche! ¡Padre Pluche!», un primor, en su estilo, no dejaba lugar a dudas, y en efecto a la mañana siguiente yo ya estaba viajando para Carewall, ya veis que se necesita poco, en el fondo. No, os lo digo porque, si tuvierais que hacerlo de nuevo, ya sabéis cómo actuar. Un sueño es algo que funciona. Si queréis un consejo, ese es un buen sistema. Para salvar a alguien, llegado el caso. Un sueño.

Así

conservaré

este hábito negro

hábito triste

y estas colinas

dulces colinas

en los ojos

y encima.

In sæcula sæculorum

este es mi sitio.

Es todo

más sencillo

ahora.

Ahora

sencillo

es

todo.

Lo que queda por hacer

sabré hacerlo yo solo.

Si necesitáis algo,

Pluche,

quien os debe la vida,

ya sabéis dónde está.

Y vuele

esta oración

con la fuerza de las palabras

más allá de la jaula de este mundo

hasta quién sabe dónde.

Amén.