20
El reloj marcaba las siete y media cuando Carolina abrió los ojos, había dormido de una forma bastante más plácida de lo que en un principio esperaba. Nada más realizar unos pequeños y bien disimulados estiramientos en la cama, miró hacia la cama buscando con la mirada al inspector.
Ya se había levantado.
La sorpresa de Carolina aumentó cuando comprobó que éste ya se había colocado de nuevo el impecable traje con el que llegaron a Portugal.
—Me parece que vas a pasar algo de calor hoy —dijo Carolina con cierto tono burlón.
—Es algo que va con mi rango, si me ven aparecer por la comisaría con el atuendo que llevaba ayer, puedo ser el hazmerreír durante varias semanas.
Carolina sonrió abiertamente al imaginarse las palabras del inspector.
Recogieron la ropa que habían comprado y la echaron toda a una bolsa, era una auténtica lástima el dejarlo todo allí. Cuando se cercioraron de que no se dejaban nada, abandonaron el hotel. Montaron de nuevo en el coche de alquiler que los había llevado hasta allí y tomaron rumbo hacia el aeropuerto. Carolina no dejó de mirar hacia atrás mientras todavía se veía la ciudad desde el coche, se despidió de Tomar con bastante pena, le hubiese gustado visitar la ciudad en unas circunstancias menos adversas, se dijo para sí misma que cuando todo hubiese acabado del todo, volvería a hacerle una visita a Francisco y a conocer más profundamente los encantos de la ciudad.
Cuando llegaron al aeropuerto de Lisboa, lo primero que hizo Nicolás fue dirigirse hacia la empresa en la que había alquilado el coche para devolverlo, seguidamente se dirigieron hacia el mostrador en el cual recogerían sus billetes de vuelta hacia Madrid, unos billetes reservados por la mañana muy temprano por Nicolás, no tenían tiempo para perderlo.
Una vez llegaron a Madrid y se bajaron del avión, comprobaron que en la salida de la terminal había un coche de un subinspector esperándolos. Ambos montaron en él y se dirigieron a la comisaría.
Cuando llegaron a la misma, lo primero que hizo Nicolás fue dirigirse en dirección al despacho del Comisario Pérez para contarle todo lo acontecido durante la estancia de ambos en Portugal. En menos de media hora, y sin saltarse ni un solo detalle de lo vivido, Nicolás lo puso al corriente de todo y, por decisión mutua, acordaron que se pusieran ya mismo a trabajar con el ordenador, con la intención de intentar averiguar cuál sería su siguiente destino para desenmarañar el asunto del asesinato y los Caballeros Templarios.
Antes de ponerse a trabajar con la nota, Carolina y Nicolás decidieron pedir algo para comer, pues las horas pasaban casi sin darse cuenta y ya sentían que el hambre los presionaba. Llamaron a un restaurante chino y pidieron algo ligero, Carolina tenía el estómago algo revuelto, Nicolás sólo con mirarla supo enseguida que eran nervios, hoy incinerarían a su padre y eso no era una sensación agradable para nadie. Comieron mientras tuvieron hambre y a las 15:00 decidieron que debían empezar con la investigación acerca de la nota, iba a ser bastante complicado, como la anterior, a ésta tampoco le veían ningún sentido.
Sentados de nuevo frente al ordenador se dispusieron a introducir las palabras clave que les había dejado Salvador, como la vez anterior, probaron cada palabra por separado pero esta vez seguida de la palabra «Templario”, pues la única diferencia con la anterior búsqueda es que ya sabían algo más, pero no encontraron nada al respecto. Probaron las tres palabras clave juntas seguidas de lo mismo, todo seguía igual. Más tarde probaron las dieciséis combinaciones que habían de las tres palabras juntas más la palabra “Templario», nada, seguían sin encontrar nada que les llamara la atención.
No sabían que más podían probar, estaban totalmente en blanco.
—Ya supuse desde el primer momento que tu padre no nos lo iba a poner tan fácil, pero es que no tengo ni idea ni siquiera de por dónde empezar, miro las palabras y ellas me miran a mí… y deben de estar mofándose del rostro de pardillo que tengo en estos momentos —dijo Nicolás comenzando a encontrarse apesadumbrado.
—No creas que a mí no me ocurre lo mismo que a ti —dijo Carolina resoplando—, la otra vez también nos costó algo pero en definitiva fue más fácil que en esta ocasión, lo único que está claro es que hay algo en esas palabras que no dicen necesariamente lo que se ve a simple vista.
—¿Qué quieres decir?
—A ver, en la otra nota que nos dejó mi padre, la palabra Tomar nosotros la interpretamos como el verbo, algo normal pues es lo que parece a simple vista y, luego, resultó ser el nombre de una ciudad portuguesa, creo que debemos encontrar otros significados distintos para esas palabras.
Nicolás comprendió inmediatamente lo que Carolina quería decirle.
—Veamos, «nacer Inglés», ¿querrá decir que es algo que ha nacido en Inglaterra? Yo creo que no. Tiene que tener algún significado diferente.
—Sí, creo que tienes razón, tampoco supongo que la palabra «Sirenita» tenga que ver con la película de Disney, pero algún significado debe de tener si tu padre la ha incluido en la nota.
Cada minuto que pasaba se sentían más confusos, aquello era un laberinto sin salida.
—Espera un segundo —dijo Nicolás—, ¿y si tu padre con las palabras «nacer ingles» lo que intenta decirnos es que debemos buscar la palabra «nacer» en el idioma «Ingles»?
Carolina entendió a la perfección lo que Nicolás intentaba decirle, pero no sabía muy bien qué tipo de conexión podría tener eso con los Caballeros Templarios.
—Nacer en Inglés —prosiguió Nicolás—, si no me equivoco, la traducción es «Born» ¿no?
Carolina asintió.
—Probemos con esta nueva combinación.
Con una nueva y renovada esperanza, probaron al igual que antes la palabra junto a «Templario» y todas las palabras junto a lo mismo, el resultado fue similar a los que habían obtenido anteriormente, nada que tuviera relación con lo que aparentemente estaban buscando.
—Esto es demasiado frustrante —dijo Carolina mientras se echaba las manos a la cara y respiraba con una profundidad abrumadora.
De repente la puerta del despacho de Nicolás se abrió, era el comisario.
—Señores, ¿cómo van sus investigaciones? —dijo con su grave tono de voz.
—Todavía no tenemos nada, esta nota es algo más complicada que la anterior, nos va a tocar devanarnos a tope los sesos.
—No se preocupen, tengan paciencia, estoy seguro de que encontrarán la clave. Señorita Blanco —dijo dirigiéndose solo a la joven—, me han comunicado que todo está dispuesto para que usted se dirija en estos momentos si quiere al tanatorio para proceder a la incineración de los restos mortales de su padre, recuerde que todos los gastos corren a cargo del museo que regentaba su padre y usted no tiene que preocuparse por nada.
—Gracias comisario —dijo cabizbaja.
—Inspector Valdés, ¿puede hacer el favor de acompañar a la señorita Blanco?, imagino que es un momento muy duro para ella y necesitará algo de apoyo, es mejor que no esté sola.
Nicolás entendió al instante que el comisario no solo se preocupaba por los sentimientos de la joven, sino también por la seguridad de la misma.
Pero al mismo tiempo sabía que era un momento muy delicado para Carolina y no estaba seguro de que su presencia fuese bien recibida, quizá la joven quería estar sola en aquél momento de intimidad.
—Yo… em… No querría molestarla en un momento tan personal —dijo Nicolás mirando a Carolina.
Carolina se volvió hacia él mirándolo con los ojos vidriosos.
—No me molestas en absoluto Nicolás, es justo todo lo contrario, me gustaría mucho que vinieses para poder pasar este trago, en estos días eres el único apoyo que tengo y me sentiría mucho mejor si estuvieses presente, conmigo, a mi lado.
Carolina se sorprendió a sí misma pidiéndole a aquel semi desconocido que le acompañase a la incineración de su difunto padre, pero se sentía muy segura a su lado, sentía como si lo conociese de toda la vida y ya fuesen amigos íntimos, después de todo, hasta habían hecho un viaje juntos y todo.
—En ese caso, acepto encantado a acompañarla, en mi va a tener un hombro para llorar si acaso lo llegara a necesitar.
El comisario ordenó a dos mujeres policía que fuesen al piso de Carolina para que recogiesen la ropa que ella había elegido para el funeral, Carolina les dio instrucciones precisas de dónde se encontraba cada cosa antes de que partieran. Cuando regresaron del apartamento de la joven, Carolina se dio una ducha refrescante y se cambió en el vestuario femenino de la comisaría. La ropa elegida para tan funesta ocasión fue un discreto atuendo de color negro en señal de luto por la muerte su padre, aunque ni a ella ni a su padre le gustaba esa tradición española, pensaban que el dolor se llevaba por dentro, no en la ropa que uno se ponía, pero decidió que de cara a los demás era mejor seguir siendo tradicional.
Cuando Carolina le comunicó a Nicolás que ya se encontraba lista para proceder, salieron de la comisaría y se montaron en el automóvil del inspector para ir hacia el tanatorio, donde tendría lugar la incineración de su padre. La ceremonia trascurrió como Carolina de acuerdo a como ella deseaba, algo intimísimo y exclusivo, tan solo para los más allegados de Salvador Blanco. Carolina recibió el pésame de los altos cargos del museo Nacional, de algunos cargos del ayuntamiento de Madrid, algunos políticos retirados de primera línea nacional y cómo no, del gran amigo de su padre Ignacio Fonseca, que no quiso perderse el último adiós a su compañero del alma y había realizado un viaje exprés para poder asistir al funeral de su amigo.
Carolina no pudo evitar que las lágrimas hiciesen acto de presencia en repetidas ocasiones, mientras distintos compañeros de su padre en el museo, lo recordaban como a un director que amaba su trabajo por encima de todo, apasionado y que lo daba todo por tener al museo siempre al pie del cañón, como uno de los más importantes de toda Europa.
Más tarde se procedió a la incineración de su padre, Carolina todavía no había decidido qué hacer con las cenizas de su progenitor, quizá las arrojaría en algún mar o río, pero de momento las guardaría en su piso, pues lo que tocaba en esos momentos era averiguar qué clase de salvaje le hizo eso a su padre y sobre todo, por qué.
Volvieron a la comisaría nada más terminar el funeral, previamente, Carolina tuvo que firmar unos cuantos papeles en el tanatorio por temas administrativos, tenían que volver al trabajo cuanto antes pues sabían que el tiempo corría en su contra, mientras no descubrieran quién era el asesino y qué clase de secreto lo llevó a cometer tal acto, Carolina corría peligro.
Una vez superado el mal trago del funeral, ambos se sentaron de nuevo en el despacho de Nicolás, debían seguir probando combinaciones para ver si daban con la clave que les llevara hacia la segunda llave templaria.
—Carolina, ¿estás bien? —se interesó Nicolás antes de comenzar de nuevo con la búsqueda.
—Estoy bien… aunque no del todo… supongo que será algo lógico, pero siento una sensación extraña dentro de mí, siento que no tengo todo el dolor que debería tener en mi interior, creo que aún no me he hecho la idea de que esto me haya pasado, quizá aún no asimile que estoy aquí investigando la muerte de mi padre. Supongo que cuando sea consciente de ello, romperé en un llanto tan amargo que no tendrá consuelo, por otra parte, no te voy a negar de que me alegro de estar en mis facultades en estos momentos, necesito toda la concentración que pueda tener para averiguar el por qué de todo esto.
—Sí, yo también lo había pensado, me asombra tu entereza, te lo digo de corazón, yo no creo que en tu caso pudiese aguantar sin derrumbarme como tú, aunque eso no lo puedo saber a ciencia cierta, supongo que el shock del impacto juega un papel crucial en el estado emocional de una persona, de todas formas, me gustaría que supieses que aunque me veas como al inspector que investiga la muerte de tu padre, quiero que me confíes siempre que lo necesites tus sentimientos y hables conmigo de lo que te apetezca, te parecerá muy raro y te pido que me disculpes si mis palabras no te sientan del todo bien, pero siente un tipo de vínculo extraño entre tú y yo, a pesar de las circunstancias, nunca había congeniado tan bien con una persona, y menos en tan poco tiempo.
Carolina sonrió, reconocía la sinceridad en las palabras de Nicolás y, si acaso eso no hubiese conseguido convencerla, sus ojos no ocultaban ni un rastro de falsedad y, sinceramente, eso la reconfortaba, le alegraba saber que no estaba tan sola como creía en un principio.
—Muchas gracias Nicolás, me ayuda mucho el tenerte a mi lado, me alegra mucho el haberte conocido, aunque sea de esta manera, y ahora… ¿Qué tal si buscamos la segunda llave?
Nicolás asintió con una amplia sonrisa en su boca, una sonrisa que cada segundo que pasaba se convertía en más grande.
—Veamos, hemos probado muchas combinaciones y no hemos conseguido ningún resultado en claro, ¿crees que hacemos bien buscando en internet o deberíamos buscar en otro sitio? —dijo Carolina.
—¿A qué te refieres exactamente cuando dices «otro sitio»?
—Pues no sé, una biblioteca por ejemplo sería una buena opción, seguramente en ella tengamos mucha información y no lo estemos aprovechando.
Nicolás sopesó por un momento las palabras de Carolina.
—En estos momentos no sé muy bien qué hacer, creo que deberíamos agotar hasta el último cartucho aquí en el PC e internet y si no… pues podríamos ir, como sugieres, a alguna biblioteca en busca de algún libro… pero por ahora prefiero agotar hasta la última posibilidad que nos brinda la era tecnológica.
Ambos se quedaron unos instantes en silencio, con la mirada perdida, pensado qué podría ser lo que se les estaba escapando, cada segundo que trascurría, era un hándicap más en su contra pues los nervios y la desesperación por no hallar un resultado aparentemente útil, iban en claro crecimiento.
La primera en hablar fue Carolina.
—Quizá no sean necesariamente esas palabras con las que debemos trabajar, es decir, que quizá mi padre ha puesto algunas de las palabras sólo para orientarnos en qué debemos de buscar, no tiene por qué estar incluidas en la búsqueda.
—La única que veo imprescindible y el caso es que aquí no la pone es «Templario».
Sí, esa está claro que la dejamos fija, a partir de ahí, probemos con las palabras que nos ha dejado mi padre y si no, pues vayamos añadiendo alguna palabra más y haciendo combinaciones, puede ser duro y pesado, pero ahora mismo no tenemos otra.
—Perfecto, pues dejamos la palabra «Templario» y vamos probando una a una como lo hemos hecho antes pero añadiendo una a una las palabras a la búsqueda.
Comenzaron introduciendo las combinaciones posibles de una palabra con la palabra fija, obtuvieron varios resultados más o menos interesantes, pero una vez leídos a fondo los desecharon una vez más. Ahora fueron probando dejando la palabra fija más otra que también dejaron fija con el resto de palabras, de momento seguía sin salirles nada interesante.
Fue cuando probaron la combinación «Templario», «sirenita» y «cuatro», cuando encontraron algo que les parecía mínimamente interesante.
En el primer resultado que el buscador de internet les mostraba, se hablaba sobre unas iglesias redondas situadas en una Isla de Dinamarca, según lo que leían, a las iglesias se les atribuía origen templario y eran un total de cuatro.
—Vaya, parece ser que nos hemos topado con algo con sentido —dijo Nicolás sin poder apartar la mirada del ordenador mientras se rascaba la cabeza.
—Mira esto Nicolás, mira el nombre de la isla donde se encuentran las iglesias.
Nicolás se echó para adelante para no perderse detalle de lo que Carolina le indicaba.
—Bornholm, «Born” habíamos dicho que era “nacer Inglés», ¿no?, tu padre era un genio, ha conseguido darnos una pista que aparentemente no llevaba a ninguna parte, pero sí nos decía parte del nombre del lugar, estaba todo demasiado claro y a la vez demasiado confuso, sencillamente genial.
Carolina sonrió, Nicolás tenía razón.
—Era algo que también utilizaba mucho conmigo cuando era pequeña, le encantaba proponerme acertijos en los cuales la solución estaba justo enfrente de mis narices, pero por mi cabezonería de querer complicarlos más de la cuenta, nunca encontraba.
—Pues creo que ya no hay dudas de cuál será nuestro próximo destino, me informaré del clima que hay en esta época del año y me ocuparé para que todo esté dispuesto para que partamos mañana temprano, imprime toda la información que puedas sobre ese lugar y lee cuanto puedas, toda información que podamos sacar puede resultamos de lo más útil —Nicolás hizo una pausa y sonrió ampliamente—, y ahora… ¿Qué cenamos?